sábado, 6 de enero de 2024

¿Servir es la grandeza de la humildad? - Domingo del Bautismo de Jesús B (07.01.2024): Marcos 1,7-11. Jesús se bautizó siendo adulto y nunca bautizó a ningún niño y CINCO MINUTOS semanales con el Evangelio de Marcos (Semana 6ª (07.01.2024): Marcos 1,35-45 Aquella Ley, el Templo y el Sacerdocio eran la lepra).

 

¿Servir es la grandeza de la humildad?

Sin pausa hemos llegado ya al primer domingo de enero del año 2024. Por todas las partes de nuestra tierra se van apagando los sonidos de las fiestas que llamamos genéricamente 'de la Navidad'. En lenguaje de nuestra Iglesia, este es el tiempo no sólo del Nacimiento de Jesús de Nazaret, sino que se trata también de toda su infancia hasta los doce años y de toda su primera adultez hasta los treinta años. Más o menos, por lo que podemos leer en las cuatro primeras biografías de este judío de Galilea, Jesús de Nazaret tenía unos 30 años cuando fue a bautizarse con Juan en el Jordán. Para aquellos tiempos, estos treinta primeros años de la vida eran casi tanto como toda 'la vida' de una persona.

Y esto es, precisamente, lo que nos invita a celebrar la iglesia del Vaticano en el domingo posterior a la fiesta de 'Los Reyes Magos' que, en este año de 2024, corresponde al día 7 de enero. Mañana mismo.

Para esta presentación de los comentarios del Evangelio que nos recuerda este 'hecho bautismal' me ha parecido oportuno citar un texto que en estos días pasados de la Navidad me ha acompañado desde su silencio un día sí y otro también. Por tratarse del bautismo habla de aguas, del agua de nuestro planeta azul, pero sobre todo habla de la vida de nuestros adentros de persona, de esa vida que sólo uno mismo conoce y conserva como su propio tesoro. Así leemos en esta cita: 

Cuentan que una mujer odiaba profundamente a su vecina. Para demostrarle su desprecio le envió de regalo una bandeja llena de basura y estiércol. La vecina, al día siguiente, le mandó un ramo de flores con una tarjeta que decía: “Cada uno regala lo que tiene en su casa”.

Cuando los demás nos regalan insultos, agresiones y ofensas, cuando nos arrojan encima su basura y su inmundicia, no podemos responder de la misma manera. Porque nosotros, como Pablo, llevamos dentro otra cosa. Creemos en Jesús, escuchamos su palabra, leemos la Biblia.

Si entregamos la misma basura que los demás nos arrojan, significa que no hemos entendido el Evangelio de Jesús. Nuestra misión en la vida no es ir mostrándonos superiores, sino servir con la grandeza de la humildad. Porque como enseña un antiguo refrán: “El mar es más grande que todos los ríos, porque se puso un poco más abajo que ellos para recibir sus aguas” (Ariel Álvarez Valdés, Nuevos enigmas de la Biblia 2, PPC, Madrid, 2019, páginas 165-166).

 

Domingo del Bautismo de Jesús B (07.01.2024): Marcos 1,7-11. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:

Jesús se bautizó siendo adulto y nunca bautizó a ningún niño.

Antes de abrir mis oídos a la escucha del relato evangélico del domingo día siete de enero me voy a leer sin prisas el texto completo de la primera página de la primera biografía de Jesús de Nazaret: Marcos 1,1-13. Hecho esto, vuelvo a caer en la cuenta de que en esta página encuentro el título del libro (Mc 1,1), los acontecimientos que le suceden a Juan mientras está en ‘el desierto´ (Mc 1,2-8), el bautismo de Jesús en el Jordán (Mc 1,9-11) y los acontecimientos que le suceden a este Jesús del Evangelista mientras está en ‘el desierto’ (Mc 1,12-13).

Si hubiera tenido opciones de seleccionar el texto para la celebración de este domingo no lo hubiera dudado ni un segundo. Hubiera propuesto Marcos 1,1-13. La iglesia oficial me dice que es suficiente Marcos 1,7-11 para comprender el hecho del bautismo de Jesús, que es el motivo de la fiesta de este domingo: ¿recordar el bautismo de Jesús?, ¿recordar el propio bautismo de los celebrantes y asistentes HOY al sacramento del pan y el vino?

Este hecho del bautismo de Jesús de Nazaret por Juan nos lo han contado, a su manera, cada uno de los cuatro Evangelistas canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan). En todos ellos se afirma, implícita o explícitamente, que este Jesús decide ir a bautizarse con Juan cuando era una persona hecha y derecha a sus más o menos treinta años de edad. Jesús decide bautizarse.

Ser consciente de este dato nos permite afirmar que nuestros bautismos, los que recibimos o los que se nos administran, no tienen la finalidad de ser o expresar una opción personal. Se nos suele bautizar de niños (personalmente, a los ocho días y sin la presencia de mi madre) por dos razones, entre otras varias: una, para marcar nuestra pertenencia a la institución eclesial; y otra, para perdonar el pecado heredado por todo ser humano por ser un nacido con la marca de un pecado original. Se pueden decir estas cosas así, o dulcificarlas como se desee, pero nada de esto aparece en los cuatro Evangelios cuando se refieren al ‘bautismo de Jesús’. Y no digo nada de ‘el agua del Jordán’, por ejemplo. Tendría materia para alguna novela de interés.

En los tiempos históricos del siglo primero, cuando viven Juan y Jesús, cuando la tierra de los judíos está conquistada por el imperio de Roma, hacer lo que decidió hacer aquel judío llamado Juan, de quien dice el Evangelista Lucas que era hijo de un Sumo Sacerdote, fue un hecho blasfemo y herético para la legalidad de la Religión de los judíos. Aquel Juan, que bautizaba para perdonar pecados fuera de la Ley, era un disidente y pecador público, como lo expresa explícitamente el cuarto Evangelio (Juan 1,19-29).

“Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea para que Juan lo bautizase en el Jordán” (Mc 1,9). Según parece desprenderse de los datos evangélicos, nadie obliga al judío de la Galilea del norte llamado Jesús a ir al encuentro con este Juan que bautiza y perdona pecados. Es el propio Jesús quien se atreve a solidarizarse con la blasfemia herética que es bautizarse con Juan. La mano narradora de este hecho se atreve a transcribir palabras, dichas por el propio Yavé Dios, que aprueban tales decisiones. Carmelo Bueno Heras         

 

CINCO MINUTOS semanales

con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin.

Semana 6ª (07.01.2024): Marcos 1,35-45

Aquella Ley, el Templo y el Sacerdocio eran la lepra. Hemos leído ya lo sucedido en el mar de Galilea, la sinagoga de Cafarnaún y la casa de la suegra de Simón. Ésta es una narración cinematográfica: plano largo, plano medio, plano corto. Esto es lo que nos ha contado la persona que escribió las primeras palabras y los primeros hechos de Jesús de Nazaret, el Evangelio de la Buena Noticia. Mar-Sinagoga-Casa.

Después de esto, el Evangelista nos sitúa cerca y, a la vez, lejos de estos mismos lugares: “Muy de madrugada, [Jesús] se levantó, salió y se fue a un lugar solitario a orar” (Marcos 1,35). Esta nueva ‘localización’ viene a ser paralela con esta otra: “Tenía que quedarse fuera en lugares despoblados…” (Marcos 1,45). Esto se cuenta antes de continuar con ‘Casa-Sinagoga-Mar’.

El relato y mensaje de Marcos 1,35-45 es el núcleo o centro en el que se condensa toda la evangelización de Jesús de Nazaret en la redonda región de la Galilea de Israel. Este es el lugar donde se levantan o despiertan los recuerdos de las palabras y de los hechos de un hombre que aún no sabemos muy bien quién es ni de dónde ha llegado. Cuando sea sepultado y las mujeres decidan buscarlo entre los vivos, vendrán precisamente a estos lugares de la tierra de Galilea, el lugar de la primera y única aparición de Jesús de Nazaret: su vida aquí. Siempre aquí.

“Todos te buscan”, afirma Simón. Jesús le responde con palabras que echan por tierra las pretensiones de poder de los discípulos. “Vámonos a otra parte” (1,37-38). Los datos de la encuesta aplicada a la población de Cafarnaún, ¡en esos momentos! (la suegra y los enfermos habían sido curados y perdonados), hubieran entregado la autoridad del bastón de mando a Jesús por mayoría absoluta. Sin embargo, Jesús se marcha. Recorre la Galilea con estas dos tareas: enseñar en las sinagogas y expulsar demonios. Así lo ha decidido él en esa oración en soledad después de haberse levantado temprano y haber abandonado la casa de la suegra.

¿Qué hacía o decía este Jesús mientras oraba? ¿Por qué ora solo y no en grupo con los suyos? ¿Qué y cómo enseñaba en su predicación en las sinagogas? ¿Cuál era su método y contenido? ¿Quiénes son los demonios? ¿Dónde habitan y por qué se les expulsa? Mi buena amiga imaginada, María Magdalena, ¿cuándo me comentarás sin prisas las respuestas precisas a estas preguntas? En muchas ocasiones he pensado que todo está respondido por tu parte en la narración del leproso que constata que su lepra ha desaparecido.

“Se acercó un leproso… Jesús extendió su mano, lo tocó, se lo acercó y le abrazó…” (1,40-41). ¿Es así como le expresó la ternura de su ‘misericordia entrañable’? ¿Le dijo también ‘te quiero’, ‘estás limpio’? Medito esto sin prisas y me siento estremecido por dentro, porque hay alguna pregunta que me inquieta por encima de todas las demás: ¿Qué lepra es la que hace a una persona leprosa? La lepra de la piel se cura siempre con la investigación médica y con el cariño de los abrazos con el enfermo. En cambio, existe otra lepra de la que hablaba explícitamente la Ley de Moisés y de su Dios Yavé. Esta lepra era la expresión del castigo de ese Dios en la persona pecadora. Y ese pecado sólo podía perdonarse por la ofrenda de los sacrificios prescritos en el Templo de Jerusalén por la mediación ritual de un Sacerdote. Aquella Ley, su Templo y su Sacerdocio eran la lepra. Así lo descubrieron Jesús y este leproso. Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 2 de enero de 2017.


No hay comentarios:

Publicar un comentario