Con clave-Con llave
358. Reina y Madre Virgen del Arbusto
359. Santa María Madre de Dios
360. Santa María Virgen Divina Pastora de las almas
361. Virgen Santa María en Pórtico
362. Santa María Virgen Reina y Madre de la Compañía de Jesús
363. Virgen Santa María La Real
364. Virgen Santa María La Real de las Huelgas
Y mi sencilla jaculatoria: Que me devuelvan a la Señora María
Junto a esta jaculatoria me sigo identificando con esta otra que voy repitiendo como un nuevo mantra del aire de mis adentros: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.
2025, 23 de febrero. Domingo 7º del TO C: Lucas 6,27-38. Leo y escribo Contigo:
Ellas dicen, pero no lo hacen…, las autoridades litúrgicas.
Este día 23 de febrero será el penúltimo domingo antes de la Cuaresma. Cuando ésta llegue se nos invitará a leer cada semana un relato evangélico seleccionado por las autoridades de la liturgia según sus indescifrables criterios. ¿Por qué no se nos sigue leyendo de forma ordenada y seguida la narración del Evangelista Lucas en la que, según la invitación de esas mismas autoridades, nos hemos embarcado todos? Está bien claro: Ellas dicen, pero no lo hacen.
Ya anticipé la semana pasada que en estos días me leeré despacio y cuantas veces sean precisas el relato del capítulo sexto completo de este tercer Evangelio, el de Lucas. Como ya habrá descubierto más de un leyente consciente se trata de una narración precisa y preciosamente elaborada por su autor. En ningún otro de los Evangelios encontramos una narración semejante en su forma de entretejer los mensajes.
Resumo lo ya adelantado en el comentario anterior. Después de lo sucedido en un sábado (6,1-5) y en otro posterior (6,6-11) encontramos en la lectura un tercer ‘sucedió por aquellos días’ (6,12). Arranca aquí un relato que sólo se comprenderá en tu totalidad si nos lo leemos completo, desde este inicio hasta su final en Lucas 7,1: “Cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaún”. Nunca se nos va a leer en la liturgia esta narración completa (desde Lc 6,12 hasta Lc 7,1). El pasado domingo ya comenté Lucas 6,12-26.
Y ahora leo contigo la continuación en Lucas 6,27: “Ahora os digo a quienes me escucháis”, hasta Lucas 6,38: “Dad y se os dará”. Creo que se trata de la segunda parte del llamado ‘discurso de las bienaventuranzas’.
Sin lugar a dudas, estas palabras las ha puesto el Evangelista en boca de su Jesús de Nazaret. ¿No las dijo así aquel hombre de Galilea? No. No las dijo así, ni tampoco las pronunció como nos las escribió Mateo en 5,1-7,29. Tanto uno como otro de los Evangelistas han tratado de presentarnos su visión de aquel Jesús profeta, al estilo de los profetas de Israel. Leyendo a estos profetas y enseñando al pueblo a leerlos fue como inició Jesús su misión evangelizadora por toda su tierra de Galilea Y así seguirá hasta llegar a Jerusalén.
¿A qué lector no le suena en sus memorias el comienzo de esta parte del discurso de Jesús que proclama alto y claro en 6,27 “Amad a vuestros enemigos?” Este es, explícitamente, ‘el amor al prójimo’ del que hablará este mismo Jesús con aquel maestro de la Ley en Lc 10,25-37. Puedo equivocarme, pero tanto Jesús como su Evangelista Lucas aprendieron esta tarea humanizadora de la lectura y meditación de la vida y misión evangelizadora del nunca olvidado profeta Jonás: La noticia de este amor ¡engendra el Reino, la sana convivencia humanizadora!
En boca de este Jesús coloca Lucas una confesión escandalosa del Dios en quien sí creía: “Él es bueno con los ingratos y los perversos... Vuestro Yavé Dios es compasivo... No juzga... No condena... Perdona... Se da... Se regala sin medida...” (Lucas 6,35-38).
¿Dónde está aquel Yavé nacionalista que aniquilaba a los primogénitos de Egipto para liberar a su pueblo, que mataba en sábado a los pecadores y extranjeros como recuerda Isaías 66,23-24? Este Dios no existe ya, ni para aquel Jesús de Nazaret de la historia, ni para cualquier otro Jesús que se pueda uno imaginar desde la fe en él.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 24 de febrero de 2019 y 23 de febrero de 2025
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 13ª (23.02.2025): Lucas 4,14-30.
Veinte siglos después, aquella intolerancia permanece.
Merece la pena, creo, memorizar el texto del versículo 4,14 de este Evangelio de Lucas, el del toro: “Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu y su fama se extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas y todos hablaban bien de él”. Tenía unos treinta años.
Este ‘espíritu’ que impulsa al evangelizador es el mismo que ya vimos en la narración de ‘la infancia de Jesús’ (capítulos primero y segundo) y en la narración de la experiencia de la tentación en el desierto (capítulo tercero). Me atrevería a decir ahora que este Libro de Lucas podríamos llamarlo también ‘el Evangelio del Espíritu’. Este ‘aire’ siempre acompañó a Jesús.
Ya nos había dicho este Evangelista que su Jesús de Nazaret tomó su primera decisión recién estrenada su mayoría de edad a los doce años: permanecer en el templo de Jerusalén para confrontarse con las autoridades que ejercen el poder en nombre de Yavé Dios (Lc 2,41-52).
También nos ha contado este minucioso narrador que la segunda decisión de su Evangelizador Jesús fue presentarse como pecador entre los pecadores que esperaban bautizarse con el bautista Juan (Lc 3). Fue aquí donde tomó consciencia plena del ‘aire’ que le habitaba.
Y con este ‘aire’ que es el ‘espíritu’ de la vida y del sentido “entró un sábado en la sinagoga de su propio pueblo de Nazaret’ (Lc 4,15) y se desató contra él el conflicto más deshumanizador que se pueda uno imaginar: “Todos los de la sinagoga se llenaron de ira y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad para despeñarle… (Lc 4,29).
Lucas nos contará en su relato otros conflictos semejantes a éste, pero ya adelanto uno de consecuencias muy transcendentales y que no se desean asumir entre quienes nos atrevemos a llamarnos seguidores suyos. Me estoy refiriendo al conflicto desatado en la cena última de este Jesús de Lucas donde se recoge como única vez en los cuatro evangelios aquella expresión de ‘haced esto en memoria mía’ que el sacerdocio de los clérigos se lo ha acaparado en propiedad como fundamento de su identidad, siendo palabras para todos los seguidores (Lc 22,14-27).
¿Qué sucedió, según Lucas, aquel sábado y en aquella sinagoga de Nazaret? Una cosa muy sencilla. El judío y adulto Jesús, después de muchos años de estar presente en la celebración del sábado judío, decidió proclamar el mensaje que en ese día se debía leer en la asamblea de la palabra. Leyó el texto oficial, pero se atrevió a no leer el final del mismo texto. Es decir, usó una invisible tijera para recortar a su manera el texto de ¡todo un profeta como Isaías!
Conviene que cada cual se lea Isaías 61,1-2 y constate lo que leyó y lo que no leyó Jesús ese sábado. Y luego, que cada uno también piense cómo explicó aquel Jesús su decisión.
En aquella ocasión este Jesús de Lucas dijo alto y claro que venía a anunciar la buena noticia de que Dios es bueno y de que no existe la mala noticia de un Dios que castiga. Esta fue la blasfemia herética de Jesús que desencadenó en sus oyentes la decisión de despeñarlo. ¿Puede acaso existir una mayor intolerancia religiosa y deshumanizadora?
Veinte siglos después, la intolerancia sigue.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 25 de febrero de 2
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