San Blas de Sebaste, obispo
y mártir
fecha de inscripción en el
santoral: 3 de febrero
†: c. 320 - país: Turquía
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert
Thurston, SI
Elogio: San Blas, obispo y mártir,
que, por ser cristiano, en tiempo del emperador Licinio padeció el martirio en
la ciudad de Sebaste, en la antigua Armenia.
Patronazgos: patrono de decenas de ciudades, especialmente de
Italia, de médicos, músicos, comerciantes de lana, sastres, zapateros,
sombrereros, tejedores, curtidores, panaderos, molineros, albañiles y yeseros,
tambien de los animales de compañía, los caballos y los animales salvajes;
protector para pedir un buena confesión, también protector de dolores y males
de garganta, tos, enfermedades urinarias, sangrado, úlceras, cólicos, dolor de
muelas, peste, enfermedades de la infancia.
Tradiciones, refranes, devociones: Hiela las Candelas, 30 días con ellas; hiela San
Blas, 30 más.
Por San Blas ajete, mete uno y sacarás siete
Por San Blas, higuera plantarás e higos comerás
Por San Blas la cigüeña verás, si la vieres año de bienes, si no la vieres año
de nieves.
Por San Blas, la cigüeña verás, si no la ves mal año es. (3 de febrero)
San Blas cura de la garganta, al mozo que come y que no canta.
Sant Blas gloriós, deixa'm el chiquet, i emporta't la tós (valenciano: San Blas
glorioso, déjame al niño y llévate la tos)
San Blas bendito, te guarde la gola y el apetito.
En algunas iglesias se realiza la «bendición de las gargantas», al finalizar la
misa de san Blas, se colocan, cruzadas, dos candelas -que pueden haber sido
bendecidas el día anterior o con una bendición propia para el día 3- sobre la
garganta y se reza: «Por la intercesión de S. Blas, obispo y mártir, te libre
de todo mal de la garganta y de cualquier otro mal. Amén». Antiguamente esta
bendición se realizaba aplicando sobre la garganta una reliquia del santo, por
lo que no podía realizarse en cualquier iglesia.
Cuando un chico se atraganta hay que hacerle levantar los brazos, y darle
palmadas en la espalda diciendo «san Blas, san Blas».
Oración: Milagroso San Blas, que lleno de júbilo, en el
camino a la cárcel obrasteis prodigios y salvasteis la vida de un niño que se
moría ahogado por una espina que tenía atravesada en la garganta, alcanzadnos
del Señor la gracia de vernos libres de todas las enfermedades de lo garganta y
emplear a ésta siempre para la gloria de Dios y bien de nuestras almas. Así
sea.
Escucha, Señor, las súplicas de tu pueblo, que hoy te invoca apoyado en la
protección de tu mártir san Blas: concédenos, por sus méritos, la paz en esta
vida y el premio de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Ver más información en: Los 14 santos auxiliadores
Parece que no hay pruebas de que existiera algún culto
a san Blas antes del siglo VIII; pero los relatos de fechas posteriores están
de acuerdo en afirmar que fue obispo de Sebaste, en lo que era en aquel momento
Armenia (actual Turquía) y recibió la corona del martirio durante la
persecución de Licinio, por mandato de Agrícola, gobernador de Capadocia y Asia
Menor. En las actas legendarias de san Eustracio, de quien se dice que pereció
en la persecución de Diocleciano, se menciona que san Blas recibió muy solemnemente
sus reliquias, las depositó con las de san Oreste y llevó al cabo, punto por
punto, la última voluntad del mártir.
Esto es todo lo que puede afirmarse con cierta
seguridad respecto a san Blas; pero en vista de la devoción con que se le
venera en Alemania, Francia e Italia, conviene relatar brevemente la historia
que contienen sus actas legendarias. De acuerdo con ellas, Blas nació rico, de
padres nobles; fue educado cristianamente y se le consagró obispo cuando
todavía era bastante joven. Al comenzar la persecución, por inspiración divina,
se retiró a una cueva en las montañas, frecuentada únicamente por las fieras.
San Blas recibía con afecto a sus salvajes visitantes y cuando estaban enfermos
o heridos, los atendía y los curaba. Se dice que los animales acudían en
manadas para que los bendijera. Cierta vez unos cazadores que buscaban atrapar
fieras para el anfiteatro, encontraron al santo rodeado por ellas. Repuestos de
su asombro, los cazadores intentaron capturar a las bestias, pero san Blas las
espantó y entonces le capturaron a él. Al saber que era cristiano, lo llevaron
preso ante el gobernador Agrícola. Se dice que cuando le conducían a la ciudad,
encontraron a una mujer que gemía desesperada, porque un lobo acababa de
llevarse a uno de sus lechones; entonces san Blas llamó con voz recia a la
fiera y el lobo apareció a poco, con el lechón en el hocico, y lo dejó intacto
a los pies de la maravillada mujer. Pero aquel prodigio no conmovió a los
cazadores, que continuaron su camino arrastrando al preso consigo. En cuanto el
gobernador se enteró de que el reo era un obispo cristiano, mandó que lo
azotaran y después lo encerraran en un calabozo, privado de alimentos. San Blas
soportó con paciencia el castigo y tuvo el consuelo de que la mujer, dueña del
lechón que había salvado, se presentara en la oscura celda para ayudarle,
llevándole provisiones y velas para alumbrarse. Pocos días más tarde, fue
torturado para que renegara de su fe; sus carnes fueron desgarradas con garfios
y, como el santo se mantuviera firme, se dio orden de que fuera decapitado.
Así murió san Blas en Capadocia y, años más tarde, sus
supuestas reliquias se trasladaron al Occidente, donde se extendió su culto
enormemente en razón de las curaciones milagrosas que, al parecer, se
realizaban por su intercesión. Se le venera como el santo patrono de los
cardadores de lana y los animales salvajes y, en virtud de varias célebres
curas que hizo en vida a enfermos de la garganta, es el abogado para esta clase
de males; una de las variantes de la leyenda recuerda especialmente que el santo,
camino del suplicio, curo el mal de un niño que se había atragantado con una
espina. En Alemania se le honra, además como uno de los catorce «heilige Nothelfer» (santos
auxiliadores en las necesidades). En algunas partes, el día de la fiesta de san
Blas, se administra una bendición especial a los enfermos, colocando dos velas
(al parecer en memoria de las que llevaron al santo en su calabozo) en posición
de una cruz de san Andrés, en el cuello o sobre la cabeza del suplicante,
pronunciándose estas palabras: «Per intercessionem Sancti Blasi Liberet te Deus
a malo gutturis et a quovis alio malo» (por intercesión de san Blas te libere
Dios de todo mal de la garganta y de todo otro mal). También leemos sobre el
«agua de san Blas», que se bendice en su día y que generalmente se da a beber
al ganado que está enfermo.
Las llamadas Actas de san Blas se encuentran en
Biblioteca Hagiográfica Latina, nn. 1370-1380, y Biblioteca Hagiográfica
Griega, p. 21. Cf. en Acta Sanctorum, febrero, vol. I, y Detzel, Christliche
Ikonographie, II 2 y 9. A. Franz, Die Krichlichen Benediktionen im Mittelalter,
vol. I, pp. 202-206, da varias fórmulas y muchos otros informes sobre las
bendiciones de san Blas. Véase Diary por Parson Woodford, edición en un vol.
dedicado a la conmemoración del santo por los cardadores de lana de Noruega, (1935),
pp. 198-200.
Cuadro: Hans Memling, Altar de la Pasión, 1491, Museo de Historia del Arte y de
la Cultura, Lübeck, Alemania.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert
Thurston, SI
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