sábado, 31 de mayo de 2014

Testigos de la presencia y del paso de Jesús 30052014

Testigos de la presencia y del paso de Jesús




REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 Se puede tocar con la mano el hueco en la piedra calcárea casi blanca del monte calvario donde plantaron la cruz de Jesús de Nazaret, debajo de un altar construido sobre este hueco, en lo que es ahora la Iglesia del Santo Sepulcro. Unos 30 metros más abajo, también dentro de misma Basílica, se venera a ras del piso, una piedra rosácea rectangular que recuerda el lugar donde depositaron el cadáver de Jesús bajado de la cruz, para ungirlo antes de la sepultura. A unos 30 metros más allá y a la misma altura se levanta el mausoleo construido como protección de la tumba vacía.

La fe siempre es un salto en el misterio sobrenatural, pero como el Hijo de Dios se hizo hombre, tiene la carne y la sangre de María de Nazaret y desde Belén cavó huella en Tierra Santa con su ministerio público, su predicación de gestos y palabras en Galilea, Jerusalén.

Por eso a los peregrinos, los lugares físicos que testimonian la presencia y el paso de Jesús en Tierra santa, los ayuda mucho para el importante y esencial salto de la fe. Sobre todo cuando se trata de la tumba vacía, porque se puede entrar, ver y tocar el lugar donde depositaron el cuerpo de Jesús y viéndolo vació recordar lo que los ángeles dijeron a las mujeres aquella madrugada del domingo. “¡Porque buscan entre los muertos al que vive!”.

“De aquí salió el anuncio que es el fundamento de nuestra esperanza: ¡Cristo ha resucitado!”, expresó Francisco, Obispo de Roma, ante el santo sepulcro en el encuentro ecuménico.

Y en el Cenáculo el Sucesor de Pedro dijo: Es aquí donde nació “la Iglesia en salida”, con las llagas de Jesús en los ojos y las manos cargadas de Jesús eucaristía.

Ayuda mucho el ahora pesado rastro de piedra para el salto de la fe. Desde el misterio, el mismo Dios nos atrae hacia sí a través de la carne del Hijo de Dios, Jesús de Nazaret y de las piedras que soportaron el peso de su cuerpo santo.

Todo esto me hace pensar en Tomás, que metiendo los dedos en los huecos de las llagas físicas de Jesús dijo: “Señor mío y Dios mío”.

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