martes, 11 de agosto de 2015

Maestro Eckhart (místico medieval) Sermón XXXI

SERMÓN XXXI(277)
Ecce ego mitto angelum meum etc.

«Mirad, Yo envío a mi ángel delante de tu rostro para que prepare tu camino. En seguida
será sacrificado en su templo. ¿Quién conoce el día de su llegada? Es como un
fuego que une [todo] con su aliento» (Mal. 3,1 ss.).
Se dice, pues: «En seguida será sacrificado en su templo aquel a quien esperamos».
El alma ha de Sacrificarse con todo cuanto es y cuanto tiene, ya sean flaquezas, ya sean
virtudes: todo esto, lo ha de subir y sacrificar, junto con el Hijo, al Padre celestial. Cuanto
amor puede ofrecer el Padre, de tanto amor es merecedor el Hijo. El Padre no ama
ninguna cosa a excepción de su Hijo y de todo cuanto encuentra en su Hijo. Por eso, el
alma debe elevarse con toda su fuerza y sacrificarse en el Hijo al Padre; y así será amada
con el Hijo por el Padre.
Ahora bien, Él dice: «Mirad, envío a mi ángel». Cuando se dice: «Mirad», se entienden
tres cosas: una que es grande, u otra que es maravillosa o una tercera que es extraordinaria.
«Mirad, envío a mi ángel para que prepare» y purifique al alma a fin de que
pueda recibir la luz divina. La luz divina se halla, en todo momento, firmemente insertada
en la luz del ángel, y la luz del ángel le resultaría molesta al alma y no le gustaría, si
dentro de aquélla no estuviera escondida la luz divina. Dios se esconde en la luz angelical
y se cubre con ella esperando continuamente el instante en el que pueda arrastrarse
hacia fuera para entregarse al alma. He dicho también en otras ocasiones: Si alguien me
preguntara qué es lo que hace Dios en el cielo, diría: Engendra a su Hijo y lo engendra
completamente nuevo y lozano, y al hacerlo siente un deleite tal que no hace sino realizar
esa obra. Por eso dice: «Mirad, Yo». Aquel que dice «Yo» tiene que hacer la obra de
la mejor manera imaginable. Nadie puede pronunciar esta palabra, en sentido propio,
sino el Padre. La obra le es tan propia que nadie sino el Padre es capaz de realizarla. En
esta obra Dios opera todas sus obras y de ella penden el Espíritu Santo y todas las criaturas,
porque Dios realiza la obra, que es su nacimiento, en el alma; su nacimiento es su
obra y el nacimiento es el Hijo. Esta obra la opera Dios en el fondo más íntimo del alma
y tan a escondidas que no lo saben ni los ángeles ni los santos, y el alma no puede con-
277 Atribuciones: «S.<ermo> m.<agistri> Eghardi»; «así dijo el maestro Ec/kart». Uno de los encabezamientos
reza: «Del nacimiento o de la purificación o de los ángeles». El texto de Malaquías que aparece
en la Epístola de la Fiesta de la Purificación de la Virgen (2 de febrero) fue modificado por Eckhart según
los textos correspondientes en los Evangelios para servir mejor a sus finalidades.
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tribuir con nada sino sólo sufrirlo; pertenece únicamente a Dios. Por eso dice con propiedad
el Padre: «Yo envío a mi ángel». Ahora digo yo: No lo queremos, esto no nos
basta. Dice Orígenes(278): «María Magdalena buscaba a Nuestro Señor; buscaba a un
muerto y encontró a dos ángeles vivos (Cfr. Juan 20, lis.) y no le bastó. Tenía razón porque
buscaba a Dios».
¿Qué es un ángel? Dionisio habla del principado sacro de los ángeles(279) donde hay
orden divino y obra divina y sabiduría divina y similitud divina o verdad divina en la
medida de lo posible. ¿Qué es [el] orden divino? Del poder divino prorrumpe la sabiduría
y de los dos prorrumpe el amor, éste es el fuego; porque [la] sabiduría y [la] verdad y
[el] poder y el amor, [o sea] el fuego, se hallan en la periferia del ser que es un ser sobre-
flotante, puro sin naturaleza. Es esta su naturaleza [de Dios]: carecer de naturaleza(280).
Quien desea reflexionar sobre [la] bondad o [la] sabiduría o [el] poder, encubre
[el] ser y lo oscurece con el pensamiento. Un solo pensamiento añadido encubre [el] ser.
Éste es, pues, el orden divino. Donde Dios encuentra en el alma [una] similitud respecto
a ese orden, ahí el Padre engendra a su Hijo. El alma, con todo [su] poder, debe penetrar
en su luz. Del poder y de la luz surge un fuego, un amor. Así, el alma tiene que penetrar,
con todo su poder, en el orden divino.
Ahora hablaremos de este orden del alma. Dice un maestro pagano(281): la sobre-flotante
luz natural del alma es tan pura y tan clara y tan alta que toca la naturaleza angelical;
es tan leal y [por otra parte] tan desleal y hostil a las potencias inferiores que nunca
se infunde en ellas ni alumbra dentro del alma, a no ser que las potencias inferiores se
hallen subordinadas a las potencias superiores, y las potencias superiores a la suprema
Verdad. Cuando un ejército está ordenado, el criado se subordina al caballero y el caballero
al conde y el conde al duque. Todos quieren que haya paz; por eso cada uno le ayuda
al otro. Del mismo modo, cada potencia debe estar subordinada a otra y ayudarla en
el combate para que haya pura paz y tranquilidad en el alma. Dicen nuestros maestros(282):
«La tranquilidad cabal es ser libre de todo movimiento». De esta manera el alma
278 En la edición de las Obras latinas de Eckhart se remite a Origenes, Homilía super: «Maria stabat
ad monumentum foris plorans», donde se agrega «Homilia ista non est Origenis ipsius».
279 Quint señala (t. II p. 119 n. 2) que la doctrina de los ángeles de Dionysius Areopagita se halla expuesta
detalladamente en su: De caelesti hierarchia c. 1 § 2.
280 Quint explica (tomo II p. 120 n. 1) el sentido de este texto de la siguiente manera: «Del poder divino
(o sea, el Padre) prorrumpe la sabiduría (o sea, el Hijo) y de los dos prorrumpe el amor (o sea, el Espíritu
Santo) […] porque la sabiduría y la verdad y el poder y el amor se hallan en la periferia del ser (es decir,
son emanaciones del ser)».
281 Se remite a Maimonides, Dux neutrorum III c. 53.
282 Cfr. Aristóteles, Phys. VIII t. 71; y Thomas, S. theol. I q. 10 a. 4 ad 3.
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debe elevarse más allá de sí misma al orden divino. Ahí el Padre le da el alma a su Hijo
unigénito en pura tranquilidad. Éste es, pues, el primer punto respecto al orden divino.
Pasemos por alto los otros puntos. Sólo [diré] un poco más sobre el último. Cuando
me referí a los ángeles —que poseen mucha similitud con Dios e iluminación—: en la
iluminación trepan por encima de sí mismos hasta la similitud divina en la cual continuamente
se hallan frente a frente con Dios en la luz divina con tanta similitud que operan
obras divinas. Los ángeles así iluminados y símiles a Dios, lo obligan a Dios a entrar
en su fuero íntimo y se empapan de Él. He dicho también en otras ocasiones: Si yo estuviera
vacío y tuviera un amor acendrado y similitud, lo haría entrar por completo a Dios
en mi fuero íntimo. Una luz se esparce e ilumina aquello sobre lo cual se esparce. El que
a veces se diga: Éste es un hombre iluminado, no es gran cosa. Pero, cuando [la luz] dimana
e irrumpe en el alma y la asemeja a Dios y la hace deiforme en la medida de lo
posible, iluminándola desde dentro, esto es mucho mejor. En la iluminación trepa por
encima de sí misma en la luz divina. Cuando ella retorna así a su patria, y se halla unida
con Él, es una co-operadora. Fuera del Padre ninguna criatura opera, sólo Él opera. El
alma no debe desistir nunca hasta que tenga el mismo poder de obrar que Dios. Así opera
junto con el Padre todas sus obras; coopera simple y sabia y amorosamente.
Que Dios nos ayude a cooperar así con Dios. Amen.
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