SERMÓN XXX (272)
Praedica verbum, vigila, in omnibus labora.
Pablo la escribe en la Epístola, y en lengua vulgar reza así: «¡Predica la palabra, enúnciala,
sácala afuera, prodúcela y da a luz a la palabra!» (Cfr. 2 Timoteo 4, 2).
Es muy extraño el hecho de que algo emane y, sin embargo, permanezca adentro. El
que la palabra emane y, sin embargo, permanezca adentro, es muy extraño; el que todas
las criaturas emanen y, sin embargo, permanezcan adentro, es muy extraño; lo que Dios
ha dado y ha prometido dar, es muy extraño, y es incomprensible e increíble. Y está bien
que así sea; pues, si fuera comprensible y creíble, no estaría bien. Dios se halla en todas
las cosas. Cuanto más está dentro de las cosas, tanto más está fuera de las cosas: cuanto
más adentro, tanto más afuera, y cuanto más afuera, tanto más adentro. Ya he dicho varias
veces que en este instante [nû] Dios crea todo el mundo. Todo lo creado alguna vez
por Dios, hace seis mil y más años, cuando hizo el mundo, Dios lo está creando ahora
todo junto. Él se halla en todas las cosas pero, en cuanto Dios es divino y Dios es razonable,
no se encuentra en ninguna parte con tanta propiedad como en el alma y en el ángel,
si quieres, en lo más entrañable del alma y lo más elevado del alma(273). Y cuando
digo: «lo más entrañable» me refiero a lo más elevado, y cuando digo «lo más elevado»
me refiero a lo más entrañable del alma. En lo más entrañable y en lo más elevado del
alma: ahí los concibo a ambos juntos en uno solo. Allí donde nunca entró el tiempo, en
donde nunca cayó el brillo de una imagen, en lo más entrañable y lo más elevado del
alma, crea Dios todo este mundo. Todo cuanto creó Dios hace seis mil años, cuando
hizo el mundo, y todo cuanto Dios habrá de crear luego de mil años —con tal de que el
mundo exista durante todo ese tiempo— lo crea Dios en lo más entrañable y lo más elevado
del alma. Todo lo pasado y todo lo presente y todo lo futuro, lo crea Dios en lo
más entrañable del alma. Todo cuanto obra Dios en todos los santos, lo obra en lo más
entrañable del alma. El Padre engendra a su Hijo en lo más entrañable del alma, y te engendra
a ti junto con su Hijo unigénito [y] no [en condición] inferior. Si he de ser hijo,
tengo que ser hijo dentro del mismo ser en que Él es Hijo y en ningún otro. Si he de ser
hombre, no puedo ser hombre dentro del ser de ningún animal, he de ser hombre dentro
272 Atribuciones «magister/bernhardus»; «sermón de Fray Ekhard». En los encabezamientos el sermón
se atribuye al día de cualquier Santo. Eckhart se refiere expresamente a la Fiesta de Santo Domingo que,
según el antiguo misal de los dominicos, se celebraba el 5 de agosto.
273 «Lo más entrañable y lo más elevado» = la chispa.
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del ser de un hombre. Mas, si he de ser este hombre [determinado], he de serlo dentro de
esta naturaleza [determinada]. Ahora bien, San Juan dice: «Sois hijos de Dios» (Cfr. 1
Juan 3, 1).
«¡Di la palabra, enúnciala, sácala afuera, prodúcela y da a luz a la palabra!» «¡Enúnciala!
» Lo hablado desde fuera hacia dentro, es cosa burda; mas [aquella palabra] se
pronuncia adentro. «¡Enúnciala!», esto quiere decir: Date cuenta de que esto se halla
dentro de ti. Dice el profeta: «Dios dijo una cosa y yo escuché dos» (Cfr. Salmo 61,12).
Es verdad: Dios nunca dijo sino una sola cosa. Su dicho no es sino uno solo. En este
único dicho pronuncia a su Hijo y al mismo tiempo al Espíritu Santo y a todas las criaturas
y, no obstante, no hay sino un solo dicho en Dios. Mas el profeta dice: «Escuché
dos», esto quiere decir, escuché a Dios y a las criaturas. Allí donde Dios las pronuncia
[= a las criaturas], allí es Dios; mas aquí [= en esta tierra] es criatura. La gente se imagina
que Dios sólo se había hecho hombre allí [en su Encarnación histórica]. No es así,
pues Dios [aquí] se ha hecho hombre lo mismo que allí(274), y se hizo hombre a fin de engendrarte
a ti como a su Hijo unigénito y no [en condición] inferior.
Ayer estaba sentado en un lugar y dije una palabra que se halla en el Padrenuestro y
que reza: «¡Hágase tu voluntad!» (Mateo 6,10). Mas sería mejor: «¡Hágase tuya [la] voluntad!
»; para que mi voluntad llegue a ser su voluntad, que yo llegue a ser Él: esto es lo
que quiere decir el Padrenuestro. Esta palabra tiene dos significados. Uno es: «¡Duerme
frente a todas las cosas!», quiere decir, que no habrás de saber nada ni del tiempo ni de
las criaturas ni de las representaciones… Dicen los maestros: Si un hombre dormido
profundamente durmiera cien años, no sabría nada de criatura alguna, ni de tiempo ni de
imágenes… y entonces podrás percibir qué es lo que Dios obra en ti. Por eso dice el
alma en El Libro de Amor: «Duermo y mi corazón está de vigilia» (Cantar de los Cant.
5, 2). Por lo tanto, si todas las criaturas duermen en tu interior, podrás percibir qué es lo
que Dios obra dentro de ti.
La palabra(275): «¡Esfuérzate en todas las cosas!» abarca [a su vez] tres significados.
Quiere decir más o menos lo siguiente: ¡Obra tu provecho en todas las cosas!, esto significa:
¡Aprehende a Dios en todas las cosas!, porque Dios se halla en todas las cosas.
Dice San Agustín(276): «Dios creó a todas las cosas [y esto] no en el sentido de que haya
hecho que llegaran a ser mientras Él siguiera por su camino, sino que ha permanecido
dentro de ellas». La gente se imagina que tiene más cuando tiene las cosas junto con
Dios, que en el caso de que tenga a Dios sin las cosas. Pero, en esto se equivocan; por-
274 «Aquí» se refiere al nacimiento del Hijo en el alma, «allí» a su nacimiento histórico. Esta observación
corresponde sólo a «aquí» y «allí» en las dos últimas oraciones.
275 «La palabra…» constituye el segundo de los significados mencionados arriba.
276 Cfr. Augustinus, Confess. 1. IV c. 12 n. 18.
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que todas las cosas agregadas a Dios no son más que Dios solo; y si alguien, teniendo al
Hijo y junto con Él al Padre, se imaginara que tenía más que en el caso de tener al Hijo
sin el Padre, estaría equivocado. Porque el Padre junto con el Hijo no es más que el Hijo
solo, y el Hijo con el Padre tampoco es más que el Padre solo. Por eso, toma a Dios en
todas las cosas: ésta es una señal de que te ha engendrado como a su Hijo unigénito y no
[en condición] inferior.
El segundo significado es el siguiente: ¡Obra tu provecho en todas las cosas! o sea:
«¡Amarás a Dios más allá de todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo!» (Cfr. Lucas
10, 27), y éste es un mandamiento [dado] por Dios. Mas, yo digo que no sólo es un
mandamiento sino que Dios, también, lo ha regalado y prometido regalarlo. Si prefieres
cien marcos tuyos a los de otro, haces mal. Si prefieres una persona a otra, haces mal; y
si amas más a tu padre y a tu madre y a ti mismo que a otra persona, haces mal; y si prefieres
la bienaventuranza tuya a la de otro, haces mal. «¡Líbreme Dios! ¿Qué estáis diciendo?
¿No he de preferir la bienaventuranza mía a la de otro?» Hay muchas personas
letradas que no comprenden tal cosa y les parece muy difícil; mas no es difícil, es fácil.
Te mostraré que no es difícil. Mirad: la naturaleza persigue dos finalidades con cada
miembro para que opere en el hombre. La primera finalidad que el [miembro] persigue
en sus obras, consiste en servir al cuerpo en su totalidad y luego, a cada miembro, por
separado, tal como a sí mismo, y no menos que a sí mismo, y en sus obras no se refiere
más a sí mismo que a otro miembro. Esto tiene mucha mayor validez para [la esfera de]
la gracia. Dios debe ser la regla y el fundamento de tu amor. La intención primaria de tu
amor debe dirigirse puramente hacia Dios y luego hacia tu prójimo como a ti mismo y
no menos que a ti mismo. Y si amas la bienaventuranza tuya más que la de otro, está
mal hecho; pues, si amas la bienaventuranza más en ti que en otro, te amas a ti mismo.
Donde te amas a ti, Dios no constituye tu amor puro, y eso está mal hecho. Porque, si
amas la bienaventuranza de San Pedro y de San Pablo como en ti mismo, posees la misma
bienaventuranza que, también, tienen ellos. Y si amas la bienaventuranza en los ángeles
tanto como en ti mismo, y si amas la bienaventuranza de Nuestra Señora tanto
como en ti, gozas de la misma bienaventuranza, propiamente dicha, que ella misma; te
pertenece lo mismo a ti que a ella. Por eso se dice en El Libro de la Sabiduría: «Lo hizo
similar a sus santos» (Eclesiástico 45, 2).
El tercer significado de: ¡Obra tu provecho en todas las cosas! es éste: ¡Amarás a
Dios de la misma manera en todas las cosas!; esto quiere decir: Ama a Dios tan gustosamente
en [la] pobreza como en [la] riqueza, y tenle tanto amor en [la] enfermedad como
en [la] salud; ámalo tanto en [la] tentación como sin tentación y en [el] sufrimiento
como sin sufrimiento. Ah sí, cuanto mayor [el] sufrimiento, tanto menor [el] sufrimiento;
[es] como dos baldes: cuanto más pesado [es] el uno, tanto más liviano [es] el otro, y
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cuanto más sacrifica el hombre, tanto más fácil le resulta el sacrificio. A un hombre que
ama a Dios, le resultaría tan fácil renunciar a todo este mundo como a un huevo. Cuanto
más sacrifica, tanto más fácil le resulta el sacrificio, como [fue con] los apóstoles: cuanto
más pesados eran [sus] sufrimientos, con tanta más facilidad los soportaban (Cfr. Hechos
5, 41).
«¡Esfuérzate en todas las cosas!» quiere decir [finalmente]: Donde te encuentras
[centrado] en múltiples cosas y en otra parte que no sea el ser desnudo, puro, simple, ahí
pon tu empeño, quiere decir: «¡Esfúerzate en todas las cosas!»… «cumpliendo con tu
ministerio» (Cfr. 2 Tim. 4, 5). Esto equivale a decir: ¡Levanta tu cabeza!, lo cual tiene
dos sentidos. El primero es: Despójate de todo lo tuyo y entrégate a Dios, entonces Dios
te pertenecerá tal como se pertenece a sí mismo y Él es Dios para ti como es Dios para
sí mismo y nada menos. Aquello que es mío, no lo he obtenido de nadie. Pero, si lo he
recibido de alguien, no es mío, sino que pertenece a aquel de quien lo he recibido. El segundo
significado es: ¡Levanta tu cabeza!, esto es: ¡Dirige todas tus obras hacia Dios!
Hay mucha gente que no lo comprende y no me parece sorprendente; porque el hombre
que ha de comprenderlo, debe estar muy apartado de todas las cosas y muy por encima
de ellas.
Que Dios nos ayude para que lleguemos a esta perfección. Amén.
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