San Alejandro «Carbonero», obispo y mártir
En Comana (Gumenek), en el Ponto, san Alejandro, de sobrenombre «Carbonero», obispo, que a partir de la filosofía alcanzó la eminente ciencia de la humildad cristiana, y elevado por san Gregorio Taumaturgo a la sede episcopal de aquella Iglesia, fue célebre no solo por su predicación, sino también por haber sufrido el martirio por el fuego.
Cuando la cristiandad de Comana del Ponto creció lo suficiente para tener un obispo propio, san Gregorio Taumaturgo, obispo de Neocesarea, fue allá a presidir la elección. El santo rechazó a todos los candidatos propuestos por el clero y por el pueblo, sobre todo a uno a quien se postulaba por su alcurnia y su riqueza, y recordó a los cristianos que los Apóstoles habían sido humildes hombres del pueblo. Entonces un bromista gritó: «¡Magnífico! Elijamos a Alejandro, el carbonero». San Gregorio, que sabía que el Espíritu Santo podía valerse de aquella observación sarcástica como de cualquier otro medio, mandó llamar a Alejandro, quien acudió con el rostro cubierto por el polvo de carbón. San Gregorio le dirigió una mirada que penetró bajo la suciedad y los andrajos. Llamándole aparte, le interrogó y así se enteró de que Alejandro era un hombre de buena cuna y mejor educación, que había renunciado a todo para seguir a Jesucristo. La tradición afirma que era «un filósofo muy erudito», aunque ello no significa probablemente sino que era un hombre prudente. Así pues, con el consentimiento de Alejandro, san Gregorio le propuso como candidato a la sede de Comana, el pueblo ratificó la elección, y el nuevo obispo fue consagrado. San Gregorio de Nissa, a quien debemos el relato del incidente, alaba mucho a san Alejandro como obispo y maestro. El santo murió mártir, quemado en una hoguera. Naturalmente, es el patrono de los carboneros.
San Tiburcio de Roma
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San Tiburcio, mártir
En Roma, en el cementerio llamado «Ad duas lauros», en la vía Labicana, a tres miliarios de la ciudad, san Tiburcio, mártir, cuyas alabanzas fueron celebradas por el papa san Dámaso.
San Tiburcio es famoso por el epitafio que le dedicó el papa san Dámaso, pero desgraciadamente la inscripción no incluye ningún detalle biográfico. Según la tradición, Tiburcio era un subdiácono romano. Entregado a los perseguidores por un apóstata, compareció ante el prefecto Fabiano. Gracias a su fe, salió ileso de los carbones ardientes sobre los que le obligaron a caminar. Pero los perseguidores atribuyeron ese milagro a la magia y decapitaron al mártir en la Vía Labicana, a cinco kilómetros de Roma. Estos detalles se hallan en las «actas de san Sebastián», que no merecen crédito alguno, pero está fuera de duda que san Tiburcio fue realmente sepultado en la Vía Labicana, en un sitio que se llama «Los Dos Laureles», donde más tarde se construyó una iglesia.
ver los textos que cita Delehaye en Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 434-435; y cf. el artículo de J. P. Kirsch, Die Martyrer der Katakomb ad duas Lauros, en Ehrengabe deutscher Wissenschaft dargeboten von Katholischen Gelehrten (1920), pp. 577-601; y Damasi epigrammata (ed. Ihm), n. 30. N.ETF: Lamentablemente no he podido conseguir aun el texto del epitafio de san Dámaso.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Santa Susana de Roma
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Santa Susana, mártir
También en Roma, conmemoración de santa Susana, bajo cuyo nombre, celebrado entre los mártires en los anales antiguos, fue dedicada a Dios, en el siglo sexto, una basílica en el título de Gaio, junto a las termas de Diocleciano.
La leyenda de santa Susana cuenta que era hija de un sabio sacerdote llamado Gabino y sobrina del papa san Cayo. Era tan encantadora como bella y su erudición igualaba a la de su padre. El emperador Diocleciano, que buscaba esposa para su hijastro Maximiano, oyó tantas alabanzas de Susana, que mandó a Claudio, un tío de la joven que trabajaba en la corte, a decir a Gabino que quería casar a Susana con Maximiano. Pero, en cuanto Susana se enteró del honor con que la distinguía el emperador, declaró que era esposa de Cristo y que no podía aceptar otro marido. Su tío Claudio fue, sin embargo, a visitarla y la saludó con un beso y, al ver que Susana se resistía a aceptarlo, le explicó que se trataba de una simple muestra de afecto. La joven replicó: «Lo que me repugna no es el beso sino tu boca, profanada por los sacrificios a los ídolos». Claudio le preguntó: «¿Cómo puedo limpiar mi boca?» «Arrepiéntete y recibe el bautismo», fue la respuesta.
La actitud de Susana en el asunto del matrimonio con Maximiano, impresionó tanto a Claudio, que se instruyó y recibió el bautismo, junto con su esposa, Prepedigna, y sus dos hijos. En seguida, puso en libertad a sus esclavos y repartió sus bienes entre los pobres. Como Claudio no volviese a la corte, Diocleciano envió a su hermano Máximo, otro cortesano, a averiguar la respuesta de Susana y a preguntar por la salud de Claudio, a quien creía enfermo. Máximo encontró a Claudio muy consumido por las penitencias, y éste le comunicó la decisión de Susana. Ambos fueron juntos a visitar a la joven y, después, discutieron el asunto con Gabino y el papa san Cayo. Los cuatro hermanos comprendieron que no tenían derecho a apartar a Susana de su vocación, a pesar del peligro en que ello ponía a toda la familia. Máximo recibió también el bautismo y repartió sus bienes a los pobres. Cuando Diocleciano se enteró de la decisión de Susana y de la conversión de los dos hermanos, montó en cólera y dio permiso a uno de sus favoritos, llamado Julián, quien quería vengarse de ellos, de arrestar a todos los miembros de la familia y hacer de ellos lo que quisiese. Temiendo tal vez que Diocleciano se arrepintiera, Julián mandó trasladar inmediatamente a Máximo y Claudio y a la esposa y los hijos de este último a Cumas, donde los quemó vivos y ordenó que sus cenizas fuesen arrojadas al mar. Santa Susana y su padre fueron decapitados en su propia casa.
Según parece, la leyenda es una pura invención, pero hay en ella ciertos elementos históricos bastante curiosos. Se cree que el primitivo Martirologio Jeronimiano conmemoraba el triunfo de santa Susana en la forma siguiente: «En Roma, en las 'Dos Casas', junto a las termas de Diocleciano, el nacimiento para el cielo de Santa Susana». Estos datos, tan breves, son fidedignos, pero probablemente se deriva de ellos la leyenda de las dos casas de Gabino y de san Cayo. Mons. Duchesne reconstruyó con extraordinaria habilidad y paciencia toda la evolución de la leyenda de santa Susana y sus tíos. Los datos topográficos son exactos, en cierto sentido; pero fueron tomados de un texto erróneo de la primera recensión del Hieronymianum. El pomposo nombre de Prepedigna está impuesto de la segunda parte del nombre de una mártir, Euprepe y de la primera parte del nombre del sitio de su martirio, Dinogetia, que mal escrito dio por resultado Dignae Cotiae.
Duchesne alega algunas razones que le hacen pensar que la Passio Susannae fue compuesta hacia el año 500. Ver su artículo en Mélanges d´archéologie et d´histoire, vol. XXXVI (1916), pp. 27-42; y cf. P. Franchi de Cavalieri, Note Agiografiche, vol. VII (1928), pp. 184-202; Lanzoni, I títoli presviterali di Roma (1925), pp. 34-50; y Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, p. 435.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Rufino de Asís
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San Rufino de Asís, obispo y mártir
En Asís, de la Umbría, san Rufino, a quien se considera primer obispo de aquella población y mártir.
Contrariamente a lo que piensan los que no son de Asís, el patrono principal de la diócesis no es san Francisco sino san Rufino, venerado como primer obispo de la ciudad; la catedral le está dedicada desde la primera mitad del siglo XI. Una «passio» escrita en el siglo IX dice que Rufino era obispo de la ciudad del Amasia, en el Ponto, y después de haber convertido al Procóncul, habría arribado con su hijo Cesidio a la región de Marsi, en los Abruzzos. En esta zona habría consagrado una iglesia dejada en custodia a su hijo, mientras que él prosiguió predicando el Evangelio hasta Asís. Pero después de un tiempo fue descubierto por el procónsul Aspasio quien, luego de haberlo sometido a diversos suplicios, lo condenó a muerte por ser cristiano. Rufino murió arrojado al agua con una piedra al cuello.
Una antigua tradición indica como lugar del martirio el pueblo de Costano, en la diócesis de Asís, que ahora forma parte de Bastia Umbra, situado a orillas del río Chiascio. Un pergamino del archivo catedralicio recuerda que ya en 1038 había en Costano una iglesia dedicada a san Rufino mártir.
Su cuerpo fue trasladado de Costano a Asís y depositado en el mismo lugar donde está erigida la catedral, obra de Juan de Gubbio. Pero ésta es la tercera catedral construida sobre la tumba del obispo mártir, y es del siglo XII. La primera era del 412, según una lápida conservada en la nave izquierda de la actual, y conforme a lo escrito en un documento del 1007 conservado en el archivo.
San Pedro Damián, en un célebre sermón dedicado a san Rufino, además de los datos ya señalados, cita una segunda catedral construida en el siglo XI por el obispo Hugo de Asís, en ocasión del traslado del sarcófago que contenía los huesos del santo, desde el lugar del martirio a la ciudad; de esta segunda iglesia existe aun la cripta bajo la actual catedral, con el sarcófago de la época.
La fecha de celebración fue puesta desde el siglo XI el 11 de agosto, pero por errores de sucesivos copistas se había trasladado en el Martirologio anterior al 30 de julio; el actual restauró la fecha antigua. La iconografía del santo es vastísima, especialmente en Asís, y su imagen se encuentra en todas las iglesias de la diócesis, incluso en las franciscanas; la más antigua es una escultura en la luneta sobre el portal de la catedral, que proviene del siglo XII.
fuente: Santi e Beati
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