sábado, 28 de noviembre de 2015

Santa Catalina Labouré - San Santiago Ancona - San Sóstenes - San Andrés Tran Van 28112015


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1806-1876 Catalina la trabajadora parece decir su nombre, la activa y la oscura, la humilde y la obediente. Y así fue desde la niñez, sustituyendo a su madre muerta en la dirección de la granja paterna, cuidando a diez hermanos, atendiendo a todo y aun encontrando tiempo para ir a la iglesia y visitar enfermos.
Una modesta campesina bretona, no muy instruida por lo que sabemos, pero con el recio sentido común y el sólido equilibrio de las mujeres fuertes y sacrificadas acostumbradas al trabajo más ingrato y más duro. No le fue fácil cumplir su vocación religiosa (antes tuvo que ser criada y camarera en el café de su hermano en París), hasta que hizo el noviciado en las Hijas de la Caridad, la fundación de san Vicente de Paúl.
El resto de su vida no tiene relieve visible, cuarenta y tantos años en un hospital, en medio del anonimato más absoluto, personaje que representa a miles de monjas dedicadas al servicio de los desamparados por amor de Dios; en hospitales, asilos, manicomios, orfanatos, allí donde se sufre, y sin que nadie las conozca, una monjita, como se las suele llamar.
Nadie sabía que en su juventud, en 1830, en la capilla de la rue du Bac había tenido unas visiones de la Virgen, visiones muy plásticas (la Virgen sentada en una silla que aún se conserva) en las que Nuestra Señora le pedía que se acuñase una medalla con su imagen de cuyas manos saliesen rayos de luz, las gracias que derrama sobre el mundo.
Este fue el origen de la «medalla milagrosa», que se difundió rápidamente y obró numerosos prodigios sobrenaturales, sin que nadie supiera hasta la muerte de Catalina que fue ella quien vio a la Virgen y escuchó sus palabras, cumpliendo su encargo para luego poner el sello del silencio y de la caridad sin nombre a la misión recibida.





  Oremos  

Tú, Señor, que concediste a Santa Catalina Labouré el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de esta santa, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.




San Santiago Ancona

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Franciscano, nacido en una familia pobre llamada Gangala, en Monteprandone, Marca de Ancona, Italia, en 1391; murió en Nápoles, 28 de noviembre de 1476. Se lo representa generalmente sosteniendo un cáliz en su mano derecha, del cual está escapando una serpiente - en alusión a la controversia respecto a la Preciosísima Sangre.
Comenzó sus estudios en Offida bajo la guía de su tío sacerdote, que poco después lo colocó en la escuela en Ascoli. En la Universidad de Perugia alcanzó el grado de Doctor en Leyes Civiles. Luego de una corta estancia en Florencia como tutor en una noble familia, Jaime fue recibido en la Orden de los Frailes Menores, en la capilla de la Porciúncula, Asís, el 26 de julio de 1416. Habiendo finalizado su noviciado en la Ermita de Carceri, cerca de Asís, estudió Teología en Fiesole, cerca de Florencia, bajo San Bernardino de Siena.
El 13 de junio de 1420 fue ordenado sacerdote, y comenzó pronto a predicar en Toscana, en las Marcas y Umbría; por medio siglo llevó adelante sus labores espirituales. Renombrado por los milagros que realizó y las numerosas conversiones que forjó. Desde 1427, Jaime predicó penitencias, combatió herejías y fue delegado en Alemania, Austria, Suecia, Dinamarca, Bohemia, Polonia, Hungría y Bosnia. En este último destino, fue también comisario de los Frailes Menores. En tiempos del Concilio de Basilea promovió la unión de los Hussitas  moderados con la Iglesia, y con los Griegos en el Concilio de Ferrara - Florencia.
Predicó varias cruzadas contra los Turcos, y a la muerte de San Juan de Capistrano, en 1456, Jaime fue enviado a Hungría como su sucesor. En Italia, luchó contra los Fraticelli constituidos en varios montes pietatis, y predicó en todas las grandes ciudades; en Milán le ofrecieron el obispado, el cual declinó. San Jaime pertenecía a la rama de los Observantes de los Frailes Menores, que rápidamente se desarrolló y generó mucha envidia.
Todo lo que sufrió por ello está demostrado en una carta que le dirigió a San Juan de Capistrano, publicada por Nic. Dal – Gal, O.F.M., en "Archivum Franciscanum Historicum", I (1908), 94 – 97.Bajo Calixto III, en 1455 fue constituido árbitro en las discusiones de los temas entre Conventuales y Observantes.    Su decisión fue publicada el 2 de Febrero de 1456, en una Bula papal, que no satisfizo a ninguna de las partes.
Pocos años después, un Lunes de Pascua de 1462, San Jaime, predicando en Brescia, expresó la opinión de algunos teólogos, que la Preciosísima Sangre derramada durante la Pasión no estaba unida a la Divinidad de Cristo durante los 3 días de Su entierro. El dominico Jaime de Brescia, inquisidor, lo citó inmediatamente ante el tribunal. Jaime rehusó comparecer, y luego de algunos problemas, apeló a la Santa Sede.
Esta cuestión fue discutida en Roma, en Navidad de 1462, (no en 1463, como sostienen algunos), ante Pío II y los cardenales, pero no se llegó a una decisión. Jaime pasó los últimos 3 años de su vida en Nápoles, y fue enterrado allí, en la iglesia franciscana de Santa María la Nueva, donde es posible ver aun su cuerpo.
Beatificado por Urbano VIII en 1624, fue canonizado por Benedicto XIII en 1726. Nápoles lo venera como uno de sus santos patronos. Los trabajos de San Jaime no han sido aun recopilados. Su biblioteca y sus escritos están preservados en parte en el Municipio de Monteprandone





  Oremos

Confesamos, Señor, que sólo tú eres santo y que sin nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la intercesión de San Santiago de la Marca venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



San Sóstenes

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San Sóstenes, príncipe de la sinagoga de Corinto y discípulo de San Pablo, que, como leemos en los Hechos, sufrió los azotes por orden del procónsul Gallión, siglo I.

San Andrés Tran Van

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San Andrés Tran Van Trông, mártir
En el territorio de Khám Duong, en Annam, san Andrés Tran Van Trông, mártir, que, encarcelado y atormentado atrozmente por negarse a pisar la Cruz, fue decapitado en tiempo del emperador Minh Mang.
Nace en el seno de una antigua familia cristiana en Kim-Long el año 1810 y lo educa con esmero en la fe su religiosa madre. Ingresa en su juventud en la Compañía real de tejedores de seda (1834), pero como al año siguiente se da la orden de que todos los tejedores pisen la cruz, él se negó reconociendo que era cristiano. Sus compañeros cristianos pisaron la cruz, pero él siguió negándose pese a los varios suplicios padecidos. Llevado a rastras para que cumpliera con lo pedido, se agarró al cuello de un soldado y encogió las piernas, de manera que no cometió ni siquiera materialmente el acto de apostasía.

Llevado a la prisión de Tran-Phu entre delincuentes comunes, resistió las presiones de éstos para que apostatara. Lo trasladaron a otra cárcel en Kham-Duong y se portó con tal mansedumbre y bondad que los guardias le dieron licencia para poder visitar a su madre y recibir el sacramento de la penitencia. Vuelto a la cárcel, recibe la sentencia de muerte. El día 28 de noviembre de 1835 salió de la prisión para ir al sitio de la ejecución. Lo acompañaron su madre y sus familiares que lo animaron y le pidieron oraciones por ellos cuando estuviera en el cielo. Una vez decapitado, su madre solicitó del verdugo la cabeza de su hijo y se la llevó consigo envuelta en su falda. Fue canonizado el 19 de junio de 1988 por el papa Juan Pablo II.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
 

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