domingo, 28 de febrero de 2016

Santos Mártires de la caridad - San Román, abad (28 de febrero)

Santos Mártires de la caridad

fecha: 28 de febrero
†: 262 - país: Egipto
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Conmemoración de los santos presbíteros, diáconos y otros muchos, que en Alejandría de Egipto, en tiempo del emperador Galieno, al declararse una gravísima epidemia, se entregaron al servicio de los enfermos hasta morir ellos mismos, motivo por el cual la piedad de los creyentes los consideró corno mártires.
La peste había hecho estragos en la mayor parte del Imperio Romano, durante los años 249 a 263. Se dice que en Roma habían muerto cinco mil personas en un sólo día. La ciudad de Alejandría fue una de las más severamente castigadas por la epidemia; san Dionisio de Alejandría nos dice que ahí se declaró el hambre, y que esto había provocado tumultos y violencias tan graves, que era más fácil ir de un extremo al otro del mundo conocido, que atravesar de una calle a otra en el interior de la ciudad. A estas desgracias vino a añadirse la peste, que causó tales estragos, que no había casa en la que no se llorara por lo menos a un muerto. Los cadáveres yacían insepultos; el aire estaba cargado de microbios y de los vapores pestilenciales del Nilo. Los sobrevivientes vagaban aterrorizados y el miedo volvía a los paganos crueles, aun con sus parientes más cercanos. En cuanto alguien caía enfermo, sus amigos huían de él; los enfermos eran arrojados de su propia casa, antes de morir.
En tan angustiosas circunstancias, los cristianos de Alejandría dieron gran ejemplo de caridad. Durante las persecuciones de Decio, Galo y Valeriano habían tenido que ocultarse; sólo podían reunirse en secreto, o en los barcos que partían de Alejandría, o en las prisiones. La peste les permitió salir de sus escondrijos. Sin temor al peligro, acudieron a asistir a los enfermos y a reconfortar a los moribundos; cerraban los ojos a los muertos y transportaban los cadáveres. Aunque sabían perfectamente que se exponían a contraer el mal, lavaban y enterraban decentemente a las víctimas de la enfermedad. El obispo de la ciudad escribió: «Muchos que habían curado a otros murieron apestados. La muerte nos ha arrebatado así a los mejores de nuestros hermanos: sacerdotes, diáconos y laicos excepcionales. Su heroica muerte, motivada por la fe, apenas es inferior a la de los mártires». Reconociendo el valor de estas palabras de san Dionisio, el Martirologio Romano honra a esos distinguidos cristianos como mártires. La caridad que mostraron asistiendo a sus perseguidores en las enfermedades, es un ejemplo de lo que debe ser nuestra actitud con los pobres, que no son nuestros enemigos, sino nuestros correligionarios.
Lo que sabemos sobre los actos de caridad de los cristianos en Alejandría, figura en los escritos de Eusebio. Historia Eclesiástica, lib. VII, c. XXII, donde se reproduce la carta de San Dionisio. El texto griego se encuentra en la edición de Feltoe de The letters and other remains of Dionysius of Alexandria, pp. 79-84. El cuadro es «La plaga de Ashdod», de Nicolás Poussin (1630), Museo del Louvre, París.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=715




San Román, abad

fecha: 28 de febrero
n.: c. 390 - †: 460 - país: Francia
otras formas del nombre: Romano, Román de Condat
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

En los montes del Jura, en la Galia Lugdunense, sepultura del abad san Román, que, siguiendo los ejemplos de los antiguos cenobitas, primeramente abrazó la vida eremítica y llegó después a ser padre de numerosos monjes.
refieren a este santo: San Eugendo
A los treinta y cinco años de edad, san Román se retiró a los bosques del Jura, en la frontera de Francia y Suiza para vivir como ermitaño. Llevó consigo las "Vidas de los Padres del desierto" de Casiano, algunos útiles de trabajo y un poco de semilla y se abrió camino hasta la confluencia del Bienne y el Aliére. En aquellas escarpadas montañas de difícil acceso, encontró la soledad que buscaba. A la sombra de un gigantesco pino, pasaba el día en la oración, la lectura espiritual y el cultivo de la tierra. Al principio, sólo las bestias y uno que otro cazador turbaban su retiro; pero pronto fueron a reunírsele su hermano, Lupicino y uno o dos compañeros más. Después llegaron otros muchos aspirantes a la vida eremítica, entre ellos una hermana de san Román y varias otras mujeres.
Los dos hermanos construyeron los monasterios de Condal y Leuconne, a tres kilómetros de distancia uno del otro y, para las mujeres, erigieron el monasterio de La Baume, donde actualmente se levanta el pueblecito de Saint-Roman-de-la-Roche. Los dos hermanos desempeñaban simultáneamente el cargo de abad, en perfecta armonía, aunque Lupicino tendía a ser más estricto. Este último habitaba generalmente en el monasterio de Leuconne; al enterarse de que los monjes de Condal empezaban a comer un poco mejor, se presentó en el monasterio y les prohibió tal innovación. Aunque el ideal de san Román y san Lupicino era imitar a los anacoretas del oriente, las diferencias de clima les obligaron a modificar ciertas austeridades. Los galos eran muy dados a los placeres de la mesa; a pesar de ello, jamás probaban los monjes la carne, y sólo comían huevos y leche cuando estaban enfermos. Pasaban gran parte del día en duros trabajos manuales, vestían pieles de animales y usaban suecos. Esto les protegía de la lluvia, pero no del cruel frío del invierno, ni de los ardientes rayos del sol en el verano, reflejados por las rocas.
San Román hizo una peregrinación al actual Saint-Maurice de Valais para visitar el sitio del martirio de la Legión Tebana. En el camino curó a dos leprosos; la fama del milagro llegó antes que él a Ginebra y, al pasar por la ciudad, el obispo, el clero y el pueblo salieron a saludarle. Su muerte ocurrió el año 460. Según su deseo, fue sepultado en la iglesia del convento gobernado por su hermano, Lupicino. Este le sobrevivió cerca de veinte años, y su fiesta se celebra por separado, el 21 de marzo. La biografía latina habla sobre todo, de las austeridades de Lupicino, pero cuenta también grandes maravillas de la bondad de Román para con los monjes y de su espíritu de fe. En una época de hambre, obtuvo con sus oraciones la multiplicación del grano que quedaba en el monasterio. Cuando sus monjes, cediendo a la tentación, empezaban a pensar en abandonar la vida religiosa o la abandonaban realmente, el santo no les trataba con dureza, sino que les alentaba a perseverar en su vocación.
Bruno Krusch, Quesnel y Papebroch pusieron en duda el valor histórico de las biografías de Romano, Lupicino y Eugendo (1° de enero); pero Mons. Duchesne las defendió brillantemente en un notable estudio, llamado La vie des Peres du Jura, en Mélanges d´archéologie et d´histoire, vol. XVIII (1898), pp. 3-16. En el mismo sentido se pronunció M. Poupardin, en Le Moyen-Age, vol. XI (1898), pp. 31-48. Cf. M. Besson, Nos origines chrétiennes. El texto de la vida de Romano y Lupicino se halla en Acta Sanctorum. febrero, vol. III; una edición más reciente es la de Krusch, en MGH., Scriptores Merov., vol. III, pp. 131-153. El Acta Sanctorum divide la "vida" en dos secciones, que se refieren respectivamente a Román y a Lupicino; Krusch no establece tal división.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=716

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