En Tarso, ciudad de Cilicia, san Cástor, mártir.
Conmemoración de los santos mártires Prisco, Malco y Alejandro, los cuales, durante la persecución bajo el emperador Valeriano, vivían en una granja cerca de Cesarea de Palestina, y sabiendo que en esa ciudad se ofrecían celestiales coronas de martirio, inflamados del ardor divino de la fe se presentaron espontáneamente ante el juez y le reprocharon que se ensañase tanto con la sangre de los santos, y éste, inmediatamente, los entregó a las fieras para que los devorasen.
En Heliópolis, de Fenicia, san Cirilo, diácono y mártir, que bajo el emperador Juliano el Apóstata sufrió un cruel martirio.
En Alejandría de Egipto, san Proterio, obispo, que el Jueves Santo, tras un tumulto popular, fue cruelmente asesinado por los monofisitas, seguidores de su predecesor Dióscoro.
En Chálon-sur-Saóne, en Burgundia, sepultura de san Gountrán, rey de los francos, que distribuyó sus tesoros entre las iglesias y los pobres.
Cerca del monte Olimpo, en Bitinia, san Hilarión, abad del monasterio de Pelecete, que luchó valerosamente en defensa del culto de las santas imágenes.
En el monasterio de Cister, en Borgoña, san Esteban Harding, abad, que, junto con otros monjes, llegó de Molesmes y estuvo, más tarde, al frente de este célebre cenobio, donde instituyó a los hermanos conversos, recibió a san Bernardo con treinta compañeros y fundó doce nuevos monasterios, uniéndolos con el vínculo de la Carta de Caridad, para que no hubiese discordia alguna entre ellos, de modo que los monjes actuasen con unidad de amor, de Regla y con similares costumbres.
En Naso, cerca de Mesina, en la isla de Sicilia, beato Conón, monje, el cual, de regreso de una peregrinación a los Santos Lugares, al encontrar difuntos a sus padres, distribuyó su hacienda familiar entre los indigentes y abrazó la vida eremítica, según la disciplina de los monjes orientales.
En Monticiano, cerca de Siena, en la Toscana, beato Antonio Patrizi, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que se distinguió por su eximio amor a los hermanos y al prójimo.
En Tours, ciudad de Francia, beata Juana María de Maillé, la cual, al morir su esposo en la guerra, quedó reducida a la miseria y, desalojada por los suyos de su casa, vivió abandonada de todos y recluida en una pequeña celda cerca del convento de los Hermanos Menores, mendigando el pan, mas llena de confianza en el Señor.
En York, en Inglaterra, beato Cristóbal Wharton, presbítero, mártir en tiempo de la reina Isabel I, ajusticiado por ser sacerdote.
En Angers, en Francia, beata Renata María Feillatreau, mártir, que, estando casada, durante la Revolución Francesa murió guillotinada por su fidelidad hacia la Iglesia católica.
En Przemysl, lugar de Polonia, san José Sebastián Pelczar, obispo, fundador de la Congregación de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús y maestro eximio de la vida espiritual.
En Përmet, Albania, beato Dedë Maçaj, presbítero de la arquidiócesis de Shkodrë-Pult y mártir.
En Vinh Hôi, Vu Quang, Hà Tinh, Vietnam, beato Jean-Baptiste Malo, sacerdote de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir.
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