sábado, 19 de julio de 2014

San Eugenio -Santa Marina - san Emiliano.........18072014


 

Santo(s) del día

San Bruno de Segni
San Arsenio Senador
San Federico de Utrecht
San Emiliano de Mesia
San Arnulfo Metz
San Filastrio de Brescia
Beato Bartolomé Portugal
Santa Marina  Balcagia
Santa Teodosia de Contantinopla
San Simeón de Lipnica
Beato Juan Bautista de Bruselas
Santo Domingo Nicolás Dinh Dat
Beata Tarsicia Mackiv
San Eugenio (505)
Santa Sinforosa de Tiburtina


San Bruno de Segni



San Bruno de Segni, abad y obispo

En Segni, en el Lacio, san Bruno, obispo, que trabajó y sufrió intensamente por la renovación de la Iglesia, y obligado por esto a dejar incluso su diócesis, encontró refugio en Montecasino, donde ejerció de abad temporal del monasterio.
Bruno, perteneciente a la familia de los señores de Asti, en el Piamonte, nació cerca de dicha ciudad. Después de hacer sus estudios en la Universidad de Bolonia, fue nombrado canónigo de Siena de donde se le llamó a Roma para tomar parte en el sínodo de 1079. Ahí defendió brillantemente la doctrina de la Iglesia sobre el Santísimo Sacramento contra Berengario de Tours. Gregorio VII le nombró obispo de Segni el año siguiente después de que Bruno, por humildad, rehusó aceptar el cardenalato. Desde entonces, se entregó al servicio de su grey con incansable celo. Era amigo personal de san Gregorio VII a quien secundó decididamente en todos sus proyectos de reforma de la Iglesia y, por esa causa, fue prisionero durante tres meses del conde Ainulfo, partidario del emperador Enrique IV. En 1095, Bruno acompañó a Francia a Urbano II y asistió al Concilio de Clermont-Ferrand. A su vuelta a Italia, emprendió con nuevos bríos la tarea de santificación de su grey. Pero, como continuaba la persecución de Ainulfo y el santo se sintiese, por otra parte, invenciblemente atraído por la soledad y el retiro, acabó por tomar el hábito monástico en Monte Cassino. El abad del famoso monasterio consiguió que el Papa permitiese a Bruno permanecer en el retiro, pero sin renunciar al gobierno de su sede. En 1107, san Bruno fue elegido abad.
 
Con sus escritos, trabajó por propagar la disciplina eclesiástica y por extirpar la simonía. Consideraba este abuso y la costumbre de conferir beneficios eclesiásticos a los laicos, como una de las principales fuentes de los desórdenes que aquejaban a la Iglesia. En efecto, esas dos prácticas condenables favorecían el nepotismo e introducían la avaricia y la ambición entre aquéllos que más necesidad tenían de estar por encima de todos los afectos terrenos para propagar el espíritu evangélico. San Bruno no vaciló en reprender al papa Pascual II, a quien el emperador electo, Enrique V, había arrancado ciertas concesiones en materia de privilegios e investiduras eclesiásticas. Entonces, el Pontífice mandó a Bruno que renunciara al cargo de abad y volviera al gobierno de su diócesis. San Bruno obedeció al punto, prosiguió desempeñando celosamente sus funciones pastorales y escribiendo comentarios de la Sagrada Escritura, hasta que Dios le llamó a Sí, en 1123. Fue sin duda el más grande comentarista de la época; pero cayó en el error teológico de defender el punto de vista de que los sacramentos administrados por obispos o sacerdotes simoníacos eran inválidos. Fue canonizado en 1183.
 
En Acta Sanctorum hay dos biografías de San Bruno (julio, vol. IV): la más antigua y corta fue obra del escritor Pedro el Diácono, muy poco escrupuloso en materia de historia. Pero los datos que hemos presentado en nuestro artículo son de fiar. Véase B. Gigalski, Bruno Bischof von Segni (1898).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


San Arsenio Senador

 


San Arsenio

Monje. Cuando el emperador Teodosio el Grande buscaba un buen profesor para sus dos hijos, el Papa San Dámaso le recomendó a Arsenio, un senador sumamente sabio y muy práctico en sus consejos.
Durante diez años, San Arsenio vivió en el palacio del emperador educando a sus dos hijos, Arcadio y Honorio. Estando un día orando, en medio de una gran crisis espiritual, mientras le pedía a Dios que le iluminara lo que debía hacer para santificarse, oyó una voz que le decía: "Apártate del trato con la gente, y vete a la soledad".    Entonces dispuso irse al desierto a orar y a hacer penitencia con los monjes.
Cuando llegó al monasterio del desierto, los monjes, sabiendo que había estado viviendo tanto tiempo como senador y como alto empleado del Palacio imperial, dispusieron ponerle algunas pruebas para saber si en verdad era apto para esa vida de humillación y mortificación.    Fue ahí, donde San Arsenio se hizo muy conocido por todos por sus penitencias extraordinarias. Por muchos siglos han sido enormemente estimados los dichos o frases breves que San Arsenio acostumbraba decir a la gente.

Desde remotas tierras iban viajeros ansiosos de escuchar sus enseñanzas que eran cortas pero sumamente provechosas.    Entre muchas de sus enseñanzas o frases que el Santo pronunciaba están:    "muchas veces he tenido que arrepentirme de haber hablado. Pero nunca me he arrepentido de haber guardado silencio"; o "siempre he sentido temor a presentarme al juicio de Dios, porque soy un pecador".


San Federico de Utrecht




San Federico de Utrecht, obispo

En Utrecht, ciudad de Güeldres, en Austrasia, san Federico, obispo, que, ilustre por sus conocimientos sobre las Sagradas Escrituras, se dedicó incansablemente a la evangelización de los frisones.
Federico se educó en la piedad y las ciencias sagradas con los clérigos de la ciudad de Utrecht. Una vez ordenado sacerdote, recibió del obispo Ricfrido la misión de instruir a los convertidos. Hacia el año 825 fue a su vez, elegido obispo de Utrecht. Inmediatamente empezó a establecer la disciplina, envió a san Odulfo y otros celosos misioneros al norte del país a disipar las tinieblas del paganismo.
Según la tradición, el santo se vio envuelto en las luchas que enfrentaron a los hijos del emperador contra su padre, Luis el Piadoso. Los príncipes acusaban a su madrastra, la emperatriz Judit, de graves inmoralidades. Cualquiera que haya sido la veracidad de tales acusaciones, el hecho es que san Federico amonestó a la emperatriz con gran caridad, lo cual no obstó para atraerle la cólera y el resentimiento de Judit. tnibién se creó enemigos en otros terrenos. Los habitantes de Walcheren, que eran bárbaros, se habían mostrado muy hostiles al cristianismo. Por ello, san Federico se reservó para evangelizar él mismo el territorio más peligroso y difícil de su diócesis, y envió a los misioneros a las regiones del norte. Entre las inmoralidades que era necesario combatir y que requirieron los mayores esfuerzos por parte del obispo, figuraban los matrimonios ilícitos entre parientes próximos y la frecuente separación de los cónyuges (se llegó a afirmar incluso que la unión de Luis el Piadoso con Judit era incestuosa, pero seguramente que sólo se trata de una sospecha de los hagiógrafos, dadas las costumbres de aquellos tiempos).
El 18 de julio de 838, según cuenta la tradición, san Federico fue apuñalado por dos asesinos cuando daba gracias al pie del altar, por haber celebrado la misa. Expiró pocos minutos más tarde, recitando el salmo 114: «Alabaré al Señor en la tierra de los vivos». El autor de la biografía de San Federico, en el siglo XI, afirma que la emperatriz Judit pagó a los asesinos, incitada por su esposo, ya que ninguno de los dos había perdonado al santo obispo la libertad con que reprendió a la soberana. Guillermo de Malmesbury y otros cronistas repiten la acusación, pero los autores posteriores, como Baronio y Mabillon, se inclinan a pensar que los asesinos fueron enviados por los habitantes de Walcheren. Tal opinión es más verosímil, ya que ninguno de los contemporáneos acusó del crimen a la emperatriz y, por otra parte, el hecho cuadra mal con la actitud cristiana de Luis el Piadoso y con el respeto que profesaba a la autoridad episcopal.
San Federico compuso una oración a la Santísima Trinidad, que se rezó durante mucho tiempo en los Países Bajos. Una prueba de la fama de santidad de que gozaba, es el poema que su contemporáneo, Rabano Mauro, consagró a sus virtudes.
 
La oración a la Trinidad
En las actas que transcriben los Bolandistas se hace referencia a la oración a la Ssma. Trinidad compuesta por el santo; sin embargo, los propios estudiosos no están del todo seguros de cuál es el texto de esa oración. Dan como posible el siguiente:
Aeternus est Pater, aeternus est Filius, aeternus est Spiritus Sanctus;
distinctio enim in personis, unitas cognoscitur in natura.
Omnipotens Pater, omnipotens Filius , omnipotens et Spiritus Sanctus.
Trinum quidem nomen , sed una virtus, et potentia. 
Filius a Patre incomprehensibiliter genitus,
Spiritus Sanctus a Patre et Filio ineffabiliter procedens,
potestas non accidens, sed perpetua et individua manens,
summitas sociabiliter, regnum sine fine, gloria sempiterna,
quae sola creat, sola peccata dimittit, et caelorum regna concedit. Amen
 
[una traducción tentativa, aunque hay alguna que otra expresión difícil de volcar en español:
 
El Padre es eterno, el Hijo es eterno, el Espíritu Santo es eterno;
la distinción en las personas, la unidad es reconocida en la naturaleza.
El Padre es omnipotente, el Hijo es omnipotente, el Espíritu Santo es omnipotente;
Tres en el nombre, pero una sola fuerza y poder.
El Hijo es inaprehensiblemente engendrado desde el Padre,
mientras el Espíritu Santo inefablemente procede del Padre y del Hijo,
la potestad no disminuye, sino que permanece perpetua e indivisa,
grandeza comunicada, reino sin fin, gloria sempiterna,
que sola crea, sola perdona los pecados, y el reino de los cielos concede. Amén.]
Quisiera observar que, aunque no es imposible (porque la expresión comenzó a circular por Occidente ya en el siglo V), la época del santo es un poco temprana como para que se use de manera natural la expresión teológica "procede del Padre y del Hijo", que Roma adoptó recién en el siglo XI. También puede ser que la oración tal como la tenemos adoptara más tarde esa formulación, aunque el conjunto de la oración tuviera en su mayor parte origen en el santo.
En Acta Sanctorum puede verse la biografía del santo y otros documentos, julio, vol. IV. Cf. Duchesne, Fastes Episcopaux, vol, III, p. 196. La nacionalidad del santo es desconocida.
La oración se encuentra en las Actas, nº 30, Acta Sanctorum, julio, IV, pág. 468. 
 
 
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI






Hay gente que dice que está tan ocupada que no encuentra tiempo para encontrarse con Dios. Lo primero es la actividad y si queda algún momento libre, entonces se reza a Dios.
Desde luego no fueron estas ideas las que guiaron las sendas santas de san Federico.
La vida de este obispo de Utrecht tiene dos partes. La primera es la biografía que escribió sobre él, en el siglo XI, un tal Otberto. No aporta muchos datos.
La otra parte es la de su vida pastoral como obispo de esta bella ciudad.
Con seguridad se sabe que tomó parte en el concilio de Maguncia en el año 833. Evangelizó a Frisones.
El provenía –según fuentes fidedignas – de una familia inglesa. A la muerte de su antecesor en el episcopado, fue elegido para sucederle entre los años 825-828. Encontró apoyo en el emperador Lotario.
Su primera tarea apostólica consistió en una lucha a muerte contra los paganos que todavía poblaban aquel lugar.
Se había puesto en plan de dominadores después de la invasión de los Normandos. Federico, con su oración, buen ejemplo y palabra vibrante, consiguió aplacar su furia y su rebeldía.
Otro tema muy importante en su vida, aunque más dolorosa que la primera, fue la denuncia de los matrimonios incestuosos y de los divorcios.
Cuando denunció al emperador Ludovico Pío que no podía casarse con otra mujer, mientras viviese la primera, dicen que lo mandó asesinar para quitárselo de en medio. Otros dicen que fue en mercenario el que lo mató el 18 de julio del año 838. Está enterrado en la cripta de la catedral de Utrecht.


San Emiliano de Mesia




En Silistra, en Mesia, san Emiliano, mártir, que, despreciando los edictos de Juliano el Apóstata y las amenazas de su vicario Catulino, derrumbó el altar de los ídolos para impedir los sacrificios, por lo que fue arrojado a un horno ardiente y alcanzó así la palma del martirio.


San Arnulfo Metz

 


San Arnulfo de Metz, eremita y obispo

En Metz, ciudad de Austrasia, san Arnulfo, obispo, consejero de Dagoberto, rey de Austrasia, cargo al que renunció para abrazar la vida eremítica en los montes Vosgos.
Arnulfo, que nació en el seno de una noble familia y se distinguió por su saber y su piedad, fue llamado a la corte de Teodoberto II de Austrasia. Los cortesanos le admiraban por su prudencia en el consejo y por su valor en el campo de batalla, pues Arnulfo unía a las virtudes del cristiano las cualidades de un hombre de estado. Contrajo matrimonio con una noble dama llamada Doda, de lo que tuvo dos hijos: Clodulfo y Ansegiselo. Al quedar viudo se casó en segundas nupcias con una hija de Pipino de Landen, de suerte que los reyes de la dinastía carolingia descendían de san Arnulfo.
 
Ante el temor de perder su alma en el cuidado de las cosas de este mundo, Arnulfo determinó retirarse al monasterio de Lérins, pero no lo consiguió y, en cambio fue consagrado obispo de Metz, en el año 610. En su nuevo cargo continuó desempeñando un papel importante en los asuntos públicos, sin dejar por ello de cumplir escrupulosamente con sus deberes pastorales. Cuando murieron Teodoberto y su hermano Thierry, san Arnulfo y otros nobles colocaron en el trono de Austrasia a Clotario de Neustria quien, al cabo de diez años de reinado, dividió sus dominios, dejó el gobierno de Austrasia en manos de su hijo Dagoberto y nombró a san Arnulfo consejero principal suyo. Pero éste se abstuvo de desempeñar el oficio, y se esforzó en cambio por obtener al fin el tan deseado permiso de retirarse de la corte, por más que Dagoberto le amenazó al principio con cortarle la cabeza si lo hacía. El santo obispo renunció entonces al gobierno de su diócesis y se retiró, junto con su amigo san Romarico, a una ermita de los Vosgos, que se convirtió más tarde en el monasterio de Remiremont. Allí murió san Arnulfo.
 
En Acta Sanctorum, julio, vol. IV, se hallarán prácticamente todos los documentos de importancia. B. Krusch reeditó una biografía latina escrita por un contemporáneo del santo, en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov, vol. II, pp. 426-446.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


San Filastrio de Brescia



San Filastrio de Brescia, obispo

En Brescia, en la región de Venecia, san Filastrio, obispo, cuya vida y muerte fueron alabadas por su sucesor, san Gaudencio.
No sabemos exactamente dónde nació san Filastro. Lo cierto es que abandonó su país natal, su herencia y la casa de sus padres, como Abraham, para cortar todos los lazos que le ataban al mundo. Viajó por varias provincias haciendo la guerra a los infieles y a los herejes, particularmente a los arrianos, cuyos errores se habían propagado por toda la Iglesia. Tan grandes eran el celo y la fe de Filastro, que se regocijaba, como el Apóstol, de sufrir por la verdad y de llevar en su cuerpo las marcas de los terribles latigazos que había recibido por afirmar la divinidad de Jesucristo. En Milán se opuso vigorosamente al arriano Auxencio, quien estaba tratando de acabar con la Iglesia en aquella diócesis. Igualmente predicó y discutió con los herejes en Roma. Después se trasladó a Brescia, donde fue elegido obispo y cumplió sus deberes pastorales con un celo inmenso. Alban Butler dice que Filastro no igualaba en ciencia a San Ambrosio y San Agustín, sus contemporáneos, pero lo compensaba abundantemente con el ejemplo de su vida, con su espíritu de humildad y piedad y con su entrega infatigable a sus deberes pastorales. San Filastro demostró claramente que un hombre de cualidades normales es capaz de obrar maravillas cuando posee una gran virtud.
 
Para defender a sus fieles contra los errores en materia de fe, Filastro escribió el «Catálogo de Herejías». En dicha obra no toma la palabra «herejía» en su sentido teológico estricto, ya que incluye entre las herejías algunas opiniones simplemente discutibles y llega hasta a llamar «herejes» a los que dan a los días de la semana sus nombres paganos (esta extensión tan amplia del término hereje era bastante común en la antigüedad). La obra carece de valor en sí misma, pero es interesante por la luz que arroja sobre las obras de otros escritores de la época, como por ejemplo, la de san Hipólito. En su panegírico de san Filastro, san Gaudencio alabó su modestia y su trato apacible y bondadoso. La liberalidad de san Filastro no alcanzaba sólo a los pobres, sino que se extendía también a los comerciantes y negociantes para que pudiesen ensanchar sus empresas. San Agustín conoció a san Filastro en Milán, junto con san Ambrosio, hacia el año 384. san Filastro murió antes que su metropolitano, san Ambrosio, el cual nombró a san Gaudencio para sucederle en la sede de Brescia.
 
Ver Acta Sanctorum, julio, vol. IV. Los escasos datos que poseemos sobre san Filastro provienen en gran parte del panegírico de san Gaudencio, cuya autenticidad ha sido puesta en duda; pero Knappe y Poncelet la defendieron victoriosamente. Cf. Analecta Bollandiana, vol. XXVIII (1909), p. 224; y Bardenhewer, Patrologie, n. 89.
Cuadro de Ponziano Lovarini da Bergamo - 1881, en el pueblo de Ludriano, del que el santo es patrono principal.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


Beato Bartolomé Portugal



Beato Bartolomé de los Mártires Fernandes
 
En el monasterio de la Santa Cruz de Viana do Castelo, en Portugal, beato Bartolomé de los Mártires Fernandes, obispo de Braga, que eximio por la integridad de su vida, se distinguió por la caridad en el cuidado pastoral de su grey, dejando muchos escritos de sólida doctrina.
Del arameo, "abundante    en surcos" (1504-1590). Obispo. Vio la primera luz en Lisboa (Portugal).    Fue bautizado en la Iglesia de los Mártires, de ahí su nombre.    Su familia era adinerada y generosa con los pobres.
Nació con una seña    particular: tenía una cruz bien delineada en el exterior de su mano derecha,    con una flor de lis en cada punta. Cursó estudios elementales y después    gramática y latín; en tanto, la predicación de los padres    dominicos inspiraron su vocación al sacerdocio. Ingresó en dicha    orden (1528), donde practicó la penitencia y la mortificación    que le caracterizaron.
Después de su ordenación sacerdotal continuó    estudios en Batalha. En 1551 asistió con su provincial al Capítulo    General en Salamanca (España), donde recibió el doctorado en sagrada    teología. Desempeñó el cargo de prior en el convento de    Benfica (Lisboa) y años después, por obediencia, fue obispo en    Braga (1559). Su celo pastoral infundió en la feligresía el amor    a Dios, por medio de la oración y la contemplación; asimismo,    corrigió con firmeza, las costumbres incorrectas del clero y del pueblo.
Participó en el concilio de Trento (1561) y, al regresar a Braga, convocó    el IV concilio provincial (1564) para dar a conocer los decretos de Trento.    Renunció al arzobispado (1581) e hizo vida de retiro en el convento de    Viana do Gástelo (Portugal) hasta su muerte. Fue sepultado en este lugar,    donde en 1609 colocaron sus reliquias en un mausoleo. Juan Pablo II lo beatificó    en 2001.

Santa Marina  Balcagia

 


Santa Marina
 
Su vida esta mezclada entre la realidad y la leyenda. Nació en Balcagia, la actual Baiona de Pontevedra en Galicia (España), por el año 119, siendo hija de Lucio Castelio Severo, gobernador romano de Gallaecia y Lusitania y de su esposa Calsia, quien da a luz en un solo parto a nueve niñas mientras su marido esta fuera recorriendo sus dominios.
Asustada Calsia por el múltiple alumbramiento y temiendo ser repudiada por infidelidad conyugal decide deshacerse de las criaturas y se las encomienda a su fiel servidora Sila, ordenándole que bajo el mayor secreto las ahogara en el río Miño.
Sila, cristiana a carta cabal, lejos de cometer tan horrible crimen, las dejaría en casa de familias amigas y las criaturas fueron bautizadas por el obispo San Ovidio y criadas en la fe cristiana.
Llegado el momento tuvieron que comparecer ante su propio padre acusadas de ser cristianas, el cual al saber que eran sus hijas las invita a que renuncien a Cristo a cambio de poder vivir rodeadas de los lujos y comodidades propias de su nacimiento.
Las encarcela tratando de atemorizarlas pero logran huir de las garras de la cárcel y se dispersaron. Todas ellas, no obstante acabarían siendo mártires cristianas.
La devoción popular sitúa a Liberata y a Marina (hermanas) mártires en la cruz a la edad de 20 años el 18 de enero del 139.
La fiesta de Santa Liberata se celebra el 20 de julio por ser la fecha en que se trasladaron sus reliquias desde la ciudad de Sigüenza a la Baiona gallega en el año 1515.
La fiesta de Santa Marina se celebra el 18 de julio.


Santa Teodosia de Contantinopla



Santa Teodosia, monja mártir

En Constantinopla, santa Teodosia, monja, que sufrió el martirio por oponerse, como había ordenado el emperador León Isáurico, a que se arrojase una imagen de Cristo desde lo alto de la llamada Puerta de Bronce.
Constantino Acropolita escribió la vida de santa Teodosia en el siglo XIV. Dicho autor, que vivía en Constantinopla, cerca de la tumba de la mártir y le profesaba gran devoción, se basó en algunos escritos y en la tradición oral. Según cuenta Constantino, Teodosia pertenecía a una noble familia y perdió a sus padres desde muy joven. Más tarde, tomó el velo en el monasterio constantinopolitano de la Anástasis. La santa vivió en la época de los emperadores León el Isáurico y Constantino Coprónimo, quienes trataron de acabar con el culto de las imágenes. Como el emperador diese la orden de destruir una imagen muy venerada de Cristo, Teodosia, a la cabeza de un grupo de mujeres, derribó la escalera en que se hallaba el esbirro que iba a echar abajo la imagen. El hombre murió a consecuencia de la caída. Las mujeres se dirigieron entonces al palacio del pseudopatriarca Anastasio, lo apedrearon, y obligaron a huir al usurpador. Las autoridades castigaron a todas las integrantes de grupo, pero sobre todo a Teodosia, que lo había encabezado. Los verdugos la torturaron en la prisión y la hirieron en el cuello. Teodosia murió poco después, a consecuencia de las heridas.
 
En Acta Sanctorum, mayo, vol. vil, hay un relato suficientemente detallado. Probablemente el texto más digno de crédito es el del Sinaxario de Constantinopla (ed. Delehaye), cc. 828-829, 18 de julio. En Dom Leclercq, Les Martyrs, hay una traducción de la pasión de Santa Teodosia.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

San Simeón de Lipnica



San Simeón de Lipnica, religioso presbítero

En Cracovia, ciudad de Polonia, san Simeón de Lipnica, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, insigne por su predicación y por su devoción al nombre de Jesús, que, impulsado por su caridad, se entregó al cuidado de los apestados moribundos y deseó ardientemente incluso morir por ellos.
Simón nació en Lipnica Murowana, en Polonia, hacia 1435. Cuando niño era muy serio, de modo que parecía precozmente maduro. Rehuía la compañía de los muchachos y se refugiaba en la iglesia a orar a la Madre de Dios, a la cual tenía una especial devoción: se distinguía por la piedad y el amor al estudio.
 
En 1454, terminados los estudios en la escuela parroquial, se inscribió en la academia de Cracovia, que en ese entonces gozaba de la presencia edificante de San Juan de Capistrano, misionero y predicador que entusiasmaba a la ciudad con la santidad de su vida y sus predicaciones, y el 8 de septiembre de 1453 había fundado en Cracovia el primer convento de Hermanos Menores dedicado a San Bernardino. La enseñanza del Santo tuvo un influjo decisivo sobre el joven Simón, que le pidió ser admitido en la convento.
 
En 1457, obtenido el bachillerato, ya no pensó más en otros estudios e ingresó al convento de San Bernardino, donde, hecho el noviciado, la profesión y los estudios respectivos, fue ordenado sacerdote en 1465.
 
Ejerció el sacerdocio primero en el convento de Cracovia, en 1465 era guardián en Tarnow y tomó parte en el capítulo provincial de Cracovia; en 1467 está como predicador en el convento de Stradom, donde adquirió fama de insigne orador, que explicaba con gran agudeza los puntos más difíciles de las Sagradas Escrituras. Su palabra llena de ardor, de fe, de sabiduría, y siempre límpida, conmovía profundamente a los oyentes; los pecadores más impenitentes volvían a casa con el propósito de enmendarse, los otros abandonaban el mundo para servir a Dios. En 1463 desempeñó el oficio de predicador en la catedral de Wawel. Su lema era: «orar, trabajar, esperar».
 
En mayo de 1472 junto con un grupo de religiosos polacos fue a Aquila para la solemne traslación del cuerpo de san Bernardino de Siena de la iglesia de San Francisco al templo erigido en su honor. En 1478 fue elegido definidor de Cracovia, tomó parte en el capítulo general de Pavía, luego viajó a Roma y de allí a Tierra Santa. Esta peregrinación era una penitencia y respondía a una necesidad de su vida interior y su anhelo del martirio.
 
En julio de 1482 en Cracovia se desató una epidemia que duró hasta el seis de enero del año siguiente y causó muchas víctimas. Cada día sucumbían más de cien personas. Los franciscanos se prodigaron en la atención a los enfermos. Simón no abandonó la ciudad sino que acudió en ayuda de los hermanos enfermos. Con un acto heroico ofreció al Señor su vida para hacer cesar la grave epidemia, y fue escuchado. A su muerte, la epidemia cesó. Enfermó gravemente, soportando con extraordinaria paciencia terribles sufrimientos. Después de seis días de enfermedad, el 18 de julio de 1482, con los ojos fijos en la cruz, entregó su alma a Dios. Tenía 47 años. Recibió culto popular, y su aprobación como beato se produjo en 1685. SS. Pío XII retomó la causa de canonización, que llegó a feliz término en el pontificado de SS. Benedicto XVI, y así, fue canonizado el 3 de junio de 2007.
fuente: «Franciscanos para cada día» Fr. G. Ferrini O.F.M


Beato Juan Bautista de Bruselas



Beato Juan Bautista de Bruselas, presbítero y mártir

Cerca de Rochefort, en la costa de Francia, beato Juan Bautista de Bruselas, presbítero de Limoges y mártir, que durante la Revolución Francesa fue encarcelado en una nave destinada al traslado de esclavos, donde, consumido de miseria y atacado por la peste, descansó en el Señor.
Nace en Saint-Leonard (Haute Vienne) el 12 de septiembre de 1734 en el seno de una familia religiosa, tres de cuyos hijos serían sacerdotes. Él recibió la ordenación en 1758, y fue vicario de las parroquias de Grandbourg, Montbrun y Saint-Leonard, de cuya iglesia colegial llega a ser canónigo, cargo que ejerce simultaneamente con el de vicario de Saint-Fiacre en la iglesia de Saint-Etienne de la misma población.
 
Llegada la Revolución, rehusa prestar los juramentos que se le exigían y sigue viviendo en Saint-Leonard, donde es arrestado con uno de sus hermanos a fines de 1792 y, llevado a Limoges, es encerrado en el exconvento de La Règle. No fue oída su petición de ser llevado a otro edificio de detención ya que La Règle estaba resultando muy dañina para su salud. Sus compañeros de prisión lo eligieron superior, es decir, el encargado de denunciar las faltas de limpieza o adecuación al reglamento vigente, y al no hacerlo se le impuso el castigo de un mes en la casa de arresto (del 14 de septiembre al 15 de octubre de 1793), siendo otra vez llevado luego a La Règle.
 
Aunque en febrero de 1794, por sus enfermedades y achaques, se le dispensó de la deportación, un mes más tarde se le obligaba a marchar con el segundo convoy para Rochefort. Allí estaba el 13 de abril cuando se le hizo un registro a bordo de Le Borée y le llevaron luego a Les Deux Associés. Él y su hermano se dedicaron a transcribir, según recordaban, los oficios litúrgicos. El documento aún se conserva. Persona culta y sacerdote celoso, que había cumplido con notable entrega sus deberes sacerdotales, murió de escorbuto el 18 de julio de 1794, siendo enterrado en la isla de Aix. Fue beatificado por SS. Juan Pablo II el 1 de octubre de 1995.
 
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003


Santo Domingo Nicolás Dinh Dat


 


Santo Domingo Nicolás Dinh Dat, mártir

En la ciudad de Nam Dinh, en Tonquín, santo Domingo Nicolás Dinh Dat, mártir, el cual, siendo soldado, fue forzado a renunciar a la fe cristiana y, después de crueles tormentos, consiguieron que pisase una cruz, aunque inmediatamente se arrepintió y, para expiar la culpa de su apostasía, escribió al emperador Minh Mang pidiéndole que le juzgasen de nuevo como cristiano, a consecuencia de lo cual finalmente murió estrangulado.
Había nacido en Phu-Nai, en el Tonkin occidental, y había optado en su juventud por enrolarse en el ejército del gobernador. Éste primero toleró a los cristianos, pero luego se avino a las leyes persecutorias y mandó a Domingo y demás soldados cristianos que apostatasen. Domingo y dos más, Agustín y Nicolás, se negaron. Los demás apostataron.
 Torturados, resistieron firmes en la fe, pero fueron drogados posteriormente y pisotearon la cruz, por lo que fueron declarados apóstatas y dejados libres, y se les entregó un dinero para que volviesen a sus pueblos. Los tres jóvenes, sin embargo, cuando se les pasó el efecto de la droga, volvieron a afirmar su fe ante el gobernador, que con nuevas torturas no logró su apostasía. En vista de ello los envió a sus respectivos pueblos, insistiendo ante las autoridades locales en que los tuvieran por apóstatas. Decidieron entonces ir a Hué a entregar personalmente al emperador el testimonio de su fe. Pero los padres de Domingo lo retuvieron y no pudo ir a Hué. Aquí sus compañeros fueron martirizados. Domingo insistía en proclamar su fe, y ello le valió nuevo arresto.
 Llevado a Nam-Dinh, se le sentenció a muerte, y cuando llegó la confirmación de la sentencia fue decapitado el 18 de julio de 1839. Fue canonizado el 19 de julio de 1988 por Juan Pablo II.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003

Beata Tarsicia Mackiv



Beata Tarsicia Mackiv, virgen y mártir

En la aldea de Krystonopil, en Ucrania, beata Tarsicia (Olga) Mackiv, virgen de la Congregación de Hermanas Esclavas de María Inmaculada y mártir, que, en tiempo de guerra, consiguió ante sus perseguidores dos victorias: la de la virginidad y la del martirio.
Olga Mackiv nació en la población ucraniana de Hodorib (Lvov) el 23 de marzo de 1919. Educada cristianamente en su familia, al llegar a la juventud se sintió llamada a la vida religiosa e ingresó en la Congregación de Esclavas de María Inmaculada, en la que emitió la profesión religiosa el 5 de noviembre de 1940, tomando el nombre de hermana Tarcisia.
 
Destinada a la casa de su congregación en Krystonopol, Polonia, el 17 de julio de 1944 con sus hermanas del convento corrió a refugiarse en los sótanos a causa del intenso bombardeo de las fuerzas soviéticas. Al día siguiente un soldado soviético llamó a la puerta. Acudió a abrir la hermana Tarcisia creyendo que sería el capellán a quien esperaban. En cuanto abrió y el soldado la vio, la disparó a bocajarro y le provocó la muerte. Al día siguiente el militar volvió al convento y confesó sin rubor que había disparado contra la hermana Tarcisia por ser una monja católica. Fue beatificada el 26 de junio de 2001 por Juan Pablo II.
 
El decreto de beatificación (AAS 2001, pág 868) apenas aporta datos, ya que se trata de una declaración sumaria de un conjunto de mártires. El relato presentado arriba es el que trae Año Cristiano, BAC (ed 2003, t. VII, pág. 514-515), que, como puede verse, no se compadece con el contenido del elogio del Martirologio Romano: si la beata fue muerta a bocajarro, apenas abrió la puerta, ¿en qué momento defendió, además, la virginidad? ¿puede considerarse martirio una muerte en la que -aunque objetivamente se realizó «in odium fidei» no hubo tiempo de que ella la aceptara para sí, como exige la declaración martirial? A la primera pregunta no he encontrado respuesta, en cambio respecto de la segunda, Fabio Arduino (en Santi e beati) afirma que la hermana había hecho voto privado en presencia de su director espiritual, Padre Volodomyr Kovalyk, ofreciéndose a sacrificar su vida por la conversiónd e Rusia y el bien de la Iglesia católica, por lo que estaría perfectamente cubierta la aceptación subjetiva del martirio, como disposición interior de la beata.


San Eugenio (505)

 



Cuando los bárbaros destruyeron el Imperio Romano, los vándalos -dirigidos por Genserico- se apoderaron del norte de África, que constituía una de las provincias del Imperio.

 Aunque cristianos, los vándalos eran arrianos, que desdecían de su fe cometiendo, por donde pasaban o se asentaban, una larga serie de atropellos y de crímenes, destruyendo y quemando iglesias y monasterios y torturando a los habitantes.

 A Genserico sucedió en el reino Hunerico, quien al principio se mostró moderado con los católicos y, por un pedido del emperador de Constantinopla, permitió que los fieles eligieran libremente sus autoridades eclesiásticas. Para ejercer la dignidad episcopal de Cartago resultó electo Eugenio, cuyo nombre significa "bien nacido". Era un sacerdote estimado por su saber, su piedad y su caritativo celo hacia los pobres.

 Eugenio predicó con ardor, defendiendo la fe católica con agudeza y audacia. Realizó numerosas conversiones y se hizo muy popular y Hunerico, que le tenía, le prohibió predicar al público, ordenándole no admitir en su iglesia a ningún súbdito vándalo. 

 Eugenio replicó que las puertas de la casa de Dios estaban abiertas para todo el que se acercara. Entonces el déspota puso guardias a la entrada de los templos, con orden de torturar a aquellos que no acatasen la prohibición. A los torturados los hacía pasear luego por las calles, como en procesión, a fin de que sirviesen de escarmiento a los otros.

 Así llegaron la violencia, los asesinatos y deportaciones. Hunerico mandó organizar una asamblea de obispos católicos y arrianos, para examinar los argumentos de ambas partes. Hablando con Eugenio, le decía: "Así sabremos quién está en la verdad".

 Se refiere que en este tiempo Eugenio realizó un milagro, en el cual por su intercesión un ciego, al recibir sobre los ojos agua bendita, recobró públicamente la vista. Los arrianos achacaron el suceso a artes mágicas y lo acusaron de hechicero.

 La asamblea reunida resultó una farsa. 

 Obispos católicos desaparecían; otros eran torturados. El pueblo fue espectador de una afligente caravana caminando en el desierto: era Eugenio, seguido por sacerdotes y fieles. En Tripoli, a donde se trasladó, fue puesto bajo la autoridad de un obispo arriano, quién lo trató duramente.

 Miles de católico fueron llevados al interior del país, donde cayeron en manos de los moros, que los torturaron y esclavizaron. Murió así todo el clero de Cartago y muchos hombres, mujeres, ancianos y niños.

 La muerte sorprendió al rey de los vándalos en el año 484 y Eugenio pudo regresar a su diócesis cuatro años más tarde, para ser desterrado nuevamente tiempo después por Trasimundo. Esta vez se dirigió a las Galias.

 Se cree que cerca de Albi, donde reinaba el visigodo Alarico, otro arriano, realizó vida solitaria y se dedicó a escribir contra los errores de los herejes. Allí murió en julio del año 505.


Santa Sinforosa de Tiburtina




Santos Sinforosa y siete compañeros, mártires
 
En la vía Tiburtina, a nueve miliarios de la ciudad de Roma, conmemoración de los santos Sinforosa y sus siete compañeros: Crescente, Julián, Nemesio, Primitivo, Justino, Estacteo y Eugenio, todos mártires, que quedaron hermanados en Cristo tras padecer el sacrificio bajo diversas formas de tortura.
Esta memoria recibía tradicionalmente el nombre de «Santa Sinforosa y sus siete hijos», basándose en la leyenda que enseguida comentaremos, y que dio lugar a unas «Actas de martirio» que se tuvieron por autñenticas durante mucho tiempo, y que incluso Rinart clasificó dentro de las que él denominaba «Acta sincera». Como en tantas otras ocasiones, debemos distinguir el nivel de los hechos que con signos fiables de veracidad han llegado hasta nosotros, de los que la memoria popular transformó en leyenda y que, por muy pintorescos y tradicionales que puedan ser, no forman parte de la memoria del santo, es decir, de la obra de santificación de Cristo en él, y a través de él, en la Iglesia. El entramado legendario es, sin embargo, importante conocerlo -así sea para descartarlo-, porque de él suele tomar cuerpo la iconografía y la veneración popular.
 
La leyenda de Sinforosa ubica los hechos n la primera mitad del siglo II, en Roma, bajo el emperador Adriano (117-138). Éste acaba de terminar su palacio en Tibur, pero al invocar a los dioses se le revela que estos no están demasiado contentos; la causa es, tal como lo dice el oráculo, una cristiana: «La viuda Sinforosa y sus hijos nos atormentan diariamente invocando a su Dios. Si ella y sus hijos ofrecen sacrificios, prometemos darte todo lo que pidas.» Sinforosa era una matrona romana, viuda del tribuno Getulio, también mártir. A partir de ese momento, el Emperador intentará por todos los medios hacer que Sinforosa y sus hijos sacrifiquen a los dioses de Roma.
 Puesto que no tiene éxito con la madre, la arroja al río Anio con una pesada piedra al cuello. Con los hijos lo sigue intentando, y naturalmente que la Passio despliega los detalles de las diferentes torturas infligidas a cada uno, hasta que acaba con todos. Son enterrados cerca del noveno miliario camino de Roma en la vía Tiburtina, y con el tiempo una basílica se construye en ese lugar. 
Las tumbas de Sinforosa y otros siete mártires existen en el noveno miliario de la vía Tiburtina, y hay restos de una basílica, por lo que puede aceptarse como perfectamente ajustado a los hechos la base del culto. Sin embargo, no hay la menor evidencia de que formaran parte de una misma familia, y más bien el cuadro de la madre y siete hermanos hace pensar en la gesta de la madre macabea y sus siete hijos, sobre cuyo fundamento se tejieron muchas leyendas de santos, como la de «Los siete hijos de santa Felicitas». H Delehaye lo sintetiza de esta manera: «siete santos, cuya única relación consistía probablemente en la proximidad de sus tumbas o del aniversario de su muerte, se convirtieron en hermanos entre sí y en hijos de Santa Sinforosa.»
El nuevo Martirologio Romano renuncia, desde luego, a la leyenda, pero, no sin un punto de ironía, expresará en el elogio que estos mártires «quedaron hermanados en Cristo tras padecer el sacrificio bajo diversas formas de tortura».
 
 Artículo basado en el Butler-Guinea de la fecha (tomo III, pág. 136) y en el de Michael Ott, «St. Symphorosa», en la Catholic Encyclopedia (1912)
 









 

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