martes, 29 de julio de 2014

El monje y la mujer - El ataque de corazón espiritual (El canto del pájaro (Anthony de Mello))


 
EL MONJE Y LA MUJER
 
De camino hacia su monasterio, dos monjes budistas se encontraron con una bellísima mujer a la orilla de un río. Al igual que ellos, quería ella cruzar el río, pero éste bajaba demasiado crecido. De modo que uno de los monjes se la echó a la espalda y la pasó a la otra orilla.

El otro monje estaba absolutamente escandalizado y por espacio de dos horas estuvo censurando su negligencia en la observancia de la Santa Regla: ¿Había olvidado que era un monje? ¿Cómo se había atrevido a tocar a una mujer y a transportarla al otro lado del río? ¿Qué diría la gente? ¿No había desacreditado la Santa Religión? Etcétera.

El acusado escuchó pacientemente el interminable sermón. Y al final estalló: «Hermano, yo he dejado a aquella mujer en el río. ¿Eres tú quien la lleva ahora?».

Dice el místico árabe Abu Hassan Bushanja: «El acto de pecar es mucho menos nocivo que el deseo y la idea de hacerlo. Una cosa es condescender con el cuerpo en un placentero acto momentáneo y otra cosa muy distinta que la mente y el corazón lo estén rumiando constantemente».

Cuando las personas religiosas no dejan de darle vueltas a los pecados de los demás, uno sospecha que esa insistencia les proporciona más placer del que el pecado proporciona al pecador.

 
EL ATAQUE DE CORAZÓN ESPIRITUAL
 
El corazón del tío Tom era muy débil y el médico le había aconsejado que tuviera mucho cuidado. De modo que, cuando sus familiares se enteraron de que el tío había heredado mil millones de dólares de un pariente difunto, tuvieron miedo de comunicarle la noticia, no fuera a ser que le ocasionara un ataque al corazón.

Así pues, pidieron ayuda al párroco, el cual les aseguró que él encontraría el modo de decírselo. «Dígame, Tom», le dijo el Padre Murphy al anciano cardiópata, «si Dios, en su misericordia, le enviara mil millones de dólares, ¿Qué haría usted con ellos?». Tom pensó unos instantes y dijo sin el menor asomo de duda: «Le daría a usted la mitad para la iglesia, Padre».

Al oírlo, el Padre Murphy sufrió un repentino ataque al corazón.
Cuando el próspero empresario sufrió un ataque al corazón, debido a sus esfuerzos por fomentar su imperio industrial, resultó fácil hacerle ver su codicia y su egoísmo. Cuando el párroco sufrió un ataque al corazón por
promover el Reino de Dios, fue imposible hacerle ver que se trataba de codicia y de egoísmo, aunque fuera en una forma más aceptable. ¿Había estado realmente promoviendo el Reino de Dios o a sí mismo? El Reino de Dios no necesita ser promovido, sino que él mismo fluye espontáneamente sin necesidad de nuestra anhelante ayuda. ¡Mucho ojo con nuestra ansia, que puede revelar nuestro egoísmo! ¿O no?
 
 

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