domingo, 15 de marzo de 2015

EL VUELO DEL QUETZAL 11-12 (Pedro Casaldáliga)

las últimas palabras de Romero

Cuando Mons. Romero volvió de Roma, lloró. Fue muy poco comprendido en Roma. Jon Sobrino me escribió entonces una carta pidiéndome que le escribiese, porque estaba muy golpeado. Cuando me llegó la carta de Jon, monseñor era ya mártir. Fue cuando escribí el poema a "San Romero de América, pastor y mártir".
Un grupo de obispos brasileños, más Sergio Méndez, Samuel Ruiz... le habíamos enviado un telegrama felicitándole por la carta famosa que él envió a Carter. El último día de su vida, las últimas palabras que escribió fueron una carta respondiendo a nuestro telegrama. Y las últimas palabras de la carta son: "siéntanme estrechamente unido en... el triunfo de la Resurrección".
Se lo he comentado a los exiliados salvadoreños. Y les ha impresionado mucho.

acompañar a Guatemala
La represión en Guatemala es sofisticada y durísima. De masacres.
Hablando con los refugiados uno llega a saber cosas que estremecen. En una celebración de la Eucaristía que yo presidía pidieron por la familia, por la comunidad tal, de un señor indígena. El estaba presente. Estaba presente con el cuerpo manchado: el shock que sufrió le provocó ese trastorno en la pigmentación de la piel. El ejército entró en su aldea, violó mujeres... y juntó a todos los hombres en la iglesia y los masacró. El quedó sepultado debajo de los cadáveres de sus compañeros. La sangre caía sobre él, bautizándolo. Cuando el ejército se fue -cuenta él- se incorporó y pidió permiso a los hermanos muertos para irse... Y dice que entendió en aquella hora que el Señor le había salvado la vida para que el mundo supiese...
De una represión así, tan violenta, de un ejército tan sofisticado, resulta un control casi absoluto. Ahora lo que hacen es llevar a los campesinos a otras áreas, impidiendo así que los que regresan de los refugiados, por ejemplo, o los más organizados, puedan ubicarse.
Alguien decía que toda Guatemala sería prácticamente como un pueblo fluctuante, un Pueblo fuera de lugar: o está en los refugios, en el exilio, o vive en la guerrilla o está en las patrullas, que según algunos son como unos 800.000. Los números ahí son escalofriantes. Algunos viven una cierta clandestinidad hasta en las ciudades. Deportados, pues, muchos, hasta dentro de la propia Guatemala... Y dentro de esta situación, a pesar de todo, las comunidades crecen, realmente... Tenemos que acompañarlos con mucho cariño, y con mucha oración también.

no tuve coraje para comer
Ayer, cuando venía en el avión, nos pasaron un almuerzo espléndido, suculento. No tuve coraje para comérmelo. Me podrán decir ustedes que fue una estupidez... Yo pensaba en los que en Nicaragua lo pasan tan apretado, y en Guatemala, y en toda Centroamérica... Pensaba en los niños del Quiché, miles de familias en esas montañas del Quiché de Guatemala, donde el ejército de la "democracia cristiana" (vean qué dos palabras) de Vinicio Cerezo está masacrando a familias enteras, sobre todo a partir de nuevo del mes de setiembre del 87. Ahí en las montañas del Quiché los niños no pueden tomar leche. Viven las familias en champas de plástico, trasladándose de un lado a otro perseguidos por el ejército...

sin hacer mayor drama
Yo iba a ir a esos países centroamericanos... inicialmente, los obispos afectados aceptaron mi idea, hasta "con cariño y con alegría", según me dijeron. Después hubo un encuentro de obispos centroamericanos en Colombia, preparando la asamblea del Celam, y de allí surgió el veto. No pude entrar... Pero pienso que en cualquier caso se debió a motivos varios. Cada uno tiene su modo de ver y de sentir el evangelio. En estas incomprensiones y vetos y no vetos, todos pensamos actuar con la mayor sinceridad evangélica, ¿no?
Sería bueno que, en todo caso, nos habituáramos a pensar que aquellas palabras de Jesús sobre la conflictividad no se quedaron en letra muerta, sino que pueden seguir siendo hoy de palpitante actualidad...
Podría traer aquí una página de mi diario, la que escribí cuando recibí el veto de mis colegas obispos. Pensé: hay tantos religiosos incomprendidos por sus obispos, tantos sacerdotes vetados, tantas actuaciones (tan cristianas) episcopalmente prohibidas... que no me parece malo experimentar en mi propia carne este "veto". Creo que es un crecimiento en el "proceso" de la Iglesia el que los obispos expulsen o prohíban a los obispos. Creo que es crecer. Lo digo sinceramente. Y por eso creo que hay que tomarse las cosas con cierta naturalidad, sin hacer mayor drama...

por el bien de la mayoría
Aquí en Nicaragua, como en el mundo entero, aquellos que no le vean mayor valor a una revolución realmente popular, aquellos que quieran volver a las andadas o sueñen con Estados Unidos, es porque no son capaces de ser austeros, sacrificados; no son capaces de renunciar a sus caprichos, a sus lujos, a sus vanidades, a su comodidad. Y así no hay modo.
Debemos saber renunciar. ¿Falta algo? Pues falta. A otros les falta mucho más. Yo renuncio a algo para que todos tengan lo necesario. Y ahí, vean, esos contrabandos, esos estraperlos, el agiotismo, la corrupción... eso es criminal, eso es asesino, eso es blasfemo porque impide que los bienes que Dios nos da para todos lleguen realmente a todos. No quejarse, no reclamar por los artículos que faltan, que faltan precisamente por el bien de todos, eso es espíritu cristiano aquí y ahora.
El realismo debe obligarnos a sentir las dificultades de los hermanos en carne propia. Si falta algo por el bien de todos, que falte y que no falte nuestra generosidad, nuestra austeridad, nuestra capacidad de ideal, de ilusión, de entusiasmo. Si falta algo por el bien de la mayoría yo no me habré de quejar.

no se nace, se hace
Nadie nace con un corazón revolucionario. Ni siquiera con un corazón socialista. Como nadie nace con un corazón cristiano. ¿Quién de nosotros nace con corazón pobre? Eso se va adquiriendo, se va conquistando, se va haciendo en la revolución de cada día.

la opción por los pobres y sus procesos
La iglesia siempre ha hecho la opción por los pobres. Siempre. No hay duda. De una manera u otra. Y muchas veces heroicamente.
Sin embargo, actualmente hay una novedad en esa opción. La novedad que en gran parte nos ha aportado la teología de la liberación -y a la que nos ayudó también el propio Marx- es que estamos haciendo opción también por sus procesos, por los procesos de los pueblos. Optamos pues por los pobres como individuos, como clases, como mayorías, como pueblo, como Pueblo organizado, como pueblos en proceso. Esa sería la novedad. Y me parece una novedad sumamente importante.
Y ahí viene todo eso que ya sabemos: entrar en los procesos, respetándolos, asumiéndolos en la medida de lo posible, respetando su ritmo en la evaluación, en la programación, dejando y haciendo que el Pueblo participe realmente...

pastoral de la defensa

Nuestra Iglesia y buena parte de nuestra jerarquía olvida la historia fácilmente. Cuando la segunda guerra mundial, elementos de Iglesia atendían pastoralmente a quien estaba en la resistencia. Y la iglesia lo veía bien. Los bendecía. Les pasaba indulgencia. No digo que no hubiese Iglesia y hasta jerarquía con la contra-resistencia. No digo que no. Se dio de todo. Pero ustedes recordarán -y los más jóvenes lo habrán podido leer en textos referentes a la época- que la resistencia era algo legítimo, algo heroico, algo bien cristiano. ¿Y por qué la resistencia en Centroamérica no? ¿Por qué? (Claro, que hay que llamar resistencia a lo que lo es, a la que siempre lo ha sido, a la resistencia contra el imperio invasor, no a los asalariados del imperio que se quieren disfrazar autodenominándose "resistencia"...).
Todo esto se lo decía yo -en otros términos- al Papa, en una carta que le escribí. El hecho de que los nicaragüenses defiendan su proceso revolucionario, el hecho de que se vean obligados a defenderlo -decía muy bien Tomás Borge- les obliga a morir y a matar... No vamos a caer en esa estupidez que el sistema quiere inculcarnos de que a los nicaragüenses les gusta la guerra. Eso no le gusta a nadie. Recuerdo lo que leí en tantas paredes de Nicaragua: "No somos militares. Somos población civil. Estamos armados por necesidad". Como Iglesia no sólo no podemos condenar esta defensa, sino que debemos atenderla pastoralmente.


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