En Santa Marta: 'Dios siempre perdona. Pero me pide que perdone'
El papa Francisco explicó en la homilía de este martes 'Dios se detiene delante de un corazón que no perdona, o sea que le cierra la puerta'
Ciudad del Vaticano, (Zenit.org) Redacción | 51 hits
Pedir perdón a Dios, siguiendo la enseñanza del Padre Nuestro. O sea, arrepentirse con sinceridad de los propios pecados, sabiendo que Dios perdona siempre, y que nos pide perdonar a los otros con la misma generosidad de corazón.
Lo indicó el papa Francisco durante la homilía de este martes en la misa que ha celebrado en la capilla de la residencia Santa Marta, precisando que Dios omnipotente de alguna manera se detiene cuando un corazón le cierra la puerta, o sea un corazón que no quiere perdonar a quien lo ha herido.
El Santo Padre se inspira en el pasaje evangélico de hoy, en el cual Jesús le explica a Pedro que tiene que perdonar 'setenta veces siete', lo que significa 'siempre', para reafirmar que el perdón de Dios y nuestro perdón a los demás está íntimamente relacionado.
Y todo depende de como nos presentamos a Dios para pedir ser perdonados. El Papa indica la lectura que muestra al profeta Azaría invocar clemencia por el pecado de su pueblo, que está sufriendo, si bien es culpable de haber 'abandonado la ley del Señor'. Azaría, indica Francisco, no protesta, no se lamenta delante de Dios, reconoce los errores del pueblo y se arrepiente.
“Pedir perdón es una cosa, y otra cosa es pedir disculpas. ¿O me equivoco? No tiene nada que ver una cosa con la otra. El pecado no es una simple equivocación. El pecado es idolatría, es adorar a un ídolo, el del orgullo, el de la vanidad, el de dinero, el de sí mismo. Y por ello es que Azaría no pide disculpa, sino que pide perdón”.
Por ello, señala el Pontífice que el perdón se pide sinceramente, con el corazón, y tiene que ser donado con el corazón a quien cometió el mal. Como el patrón de la parábola evangélica contada por Jesús, que perdona una deuda enorme a un siervo, movido por la compasión de sus súplicas. Y no como el otro siervo hace con su igual, tratándolo sin piedad y haciéndolo llevar a la cárcel aunque fuera deudor de una suma irrisoria. La dinámica del perdón, es la que enseñó Jesús en el Padre Nuestro. “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
(Traducido y adaptado por ZENIT del texto de Radio Vaticano)
Si no soy capaz de perdonar, no son capaz de pedir perdón.
- "Pero padre yo me confieso
- ¿Y qué haces antes de confesarte?
- Bueno, pienso a las cosas que hice mal...
- Está bien.
- Después pido perdón al Señor y prometo no volverlo a hacer...
- Bien. ¿Y después vas al sacerdote? Antes te falta una cosa: ¿has perdonado quienes que te han hecho mal?", porque “el perdón que Dios te dará” supone “el perdón que tu das a los otros”.
- "Pero padre yo me confieso
- ¿Y qué haces antes de confesarte?
- Bueno, pienso a las cosas que hice mal...
- Está bien.
- Después pido perdón al Señor y prometo no volverlo a hacer...
- Bien. ¿Y después vas al sacerdote? Antes te falta una cosa: ¿has perdonado quienes que te han hecho mal?", porque “el perdón que Dios te dará” supone “el perdón que tu das a los otros”.
Lo que Jesús nos enseña es:
“primero, pedir perdón y no simplemente pedir disculpas es tener consciencia del propio pecado, de la idolatría cometida, de las diversas idolatrías;
Segundo. Dios siempre perdona, siempre. Pero pide que yo perdone. Si yo no perdono, en cierto sentido cierro la puerta al perdón de Dios.
“primero, pedir perdón y no simplemente pedir disculpas es tener consciencia del propio pecado, de la idolatría cometida, de las diversas idolatrías;
Segundo. Dios siempre perdona, siempre. Pero pide que yo perdone. Si yo no perdono, en cierto sentido cierro la puerta al perdón de Dios.
(10 de marzo de 2015) © Innovative Media Inc.
Papa: Dios me perdona pero quiere que yo perdone a los demás
(RV).- Para pedir perdón a Dios es necesario seguir la enseñanza del “Padrenuestro”: arrepentirse con sinceridad de los propios pecados, sabiendo que Dios perdona siempre, y perdonar a los demás con la misma amplitud del corazón. Lo reafirmó el Papa Francisco durante su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
La omnipotencia de Dios se detiene ante la puerta cerrada de un corazón
Dios es omnipotente, pero también su omnipotencia, en cierto sentido, se detiene ante la puerta cerrada de un corazón. Un corazón que no quiere perdonar a quien lo ha herido. El Papa Francisco se inspiró en el Evangelio del día en el que Jesús explica a Pedro que es necesario perdonar “setenta veces siete”, que equivale a “siempre”, para reafirmar que el perdón de Dios a nuestros pecados y nuestro perdón a los demás están estrechamente relacionados.
“Perdóname”, no “discúlpame”
El Papa Bergoglio explicó que todo parte de cómo nosotros, en primer lugar, nos presentamos a Dios para pedir que nos perdone. El ejemplo de Francisco lo ofrece la Lectura del día, que muestra al profeta Azarías que invoca clemencia por el pecado de su pueblo, que está sufriendo, pero que también es culpable de haber “abandonado la ley del Señor”. Azarías – dijo el Santo Padre – no protesta, “no se lamenta ante Dios” por los sufrimientos, sino que más bien reconoce los errores del pueblo y “se arrepiente”:
“Pedir perdón es otra cosa, es distinto que pedir disculpas. ¿Yo me equivoco? Pero, discúlpame, me he equivocado… ¡He pecado! No tiene nada que ver una cosa con la otra. El pecado no es una simple equivocación. El pecado es idolatría, es adorar al ídolo, al ídolo del orgullo, de la vanidad, del dinero, del ‘mí mismo’, del bienestar… Tantos ídolos que nosotros tenemos. Y por esta razón Azarías no pide disculpas. Pide perdón”.
Perdona a quien te ha hecho el mal
Hay que pedir perdón sinceramente, con el corazón, y de corazón debe ser dado a quien nos ha ofendido. Como el patrón de la parábola evangélica relatada por Jesús, que condona una deuda enorme a un siervo suyo porque se compadece por sus súplicas. Y no como hace ese mismo siervo con un semejante, tratándolo sin piedad y mandándolo a la cárcel, aun siendo deudor de una suma irrisoria. La dinámica del perdón – recordó Francisco – es la que enseña Jesús en el “Padrenuestro”:
“Jesús nos enseña a rezar así al Padre: ‘perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’. Si yo no soy capaz de perdonar, no soy capaz de pedir perdón. ‘Pero, Padre, yo me confieso, voy a confesarme…’. ‘¿Y qué haces antes de confesarte?’. ‘Pienso en las cosas que he hecho mal…’. ‘Está bien’. ‘Después pido perdón al Señor y prometo no volver a hacerlas…’. ‘Bien. Y después vas a lo del sacerdote. Pero antes te falta una cosa: ¿has perdonado a aquellos que te han hecho el mal?’”.
Conscientes del pecado
En una palabra, Francisco resumió que “el perdón que Dios te dará”, requiere “el perdón que tú des a los demás”:
“Este es el razonamiento que Jesús nos enseña sobre el perdón. Primero: pedir perdón no es un sencillo pedir disculpas, es ser consciente del pecado, de nuestra idolatría, de las tantas idolatrías. Segundo: Dios siempre perdona, siempre. Pero pide que yo perdone. Si yo no perdono, en cierto sentido cierro la puerta al perdón de Dios. ‘Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).

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