No teman soñar
un mundo mejor, el Papa en el barrio de Scampia
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“A Maronna v’accumpagne!”.
(RV).- Desde el Santuario de Pompeya el Papa Francisco se trasladó en
helicóptero al campo deportivo municipal de Scampia en Nápoles, a donde llegó
poco después de las 9.00 para encontrarse con la población de este barrio
situado en la extrema periferia norte de la ciudad, que se caracteriza por
contar con el mayor número de desocupados. El Santo Padre celebró aquí un
emotivo encuentro con las diversas categorías sociales en la plaza Juan Pablo.
Ante todo, el Papa saludó y agradeció la calurosa acogida que le
reservaron, dando gracias al su Arzobispo que le había dirigido unas palabras
de bienvenida. Francisco explicó que quiso comenzar desde esta periferia su
visita a Nápoles, a la vez que agradeció a quienes dieron voz a las realidades
de los emigrantes, trabajadores y magistrados.
El Papa Bergoglio también destacó que pertenecen a un pueblo que cuenta con
una larga historia, caracterizada por vicisitudes complejas y dramáticas. “La
vida en Nápoles nunca ha sido fácil – dijo –, pero tampoco triste”. Es éste su
gran recurso – añadió – y se refirió al camino cotidiano en esta ciudad, con
sus dificultades y necesidades, y, a veces, con sus duras pruebas, que produce
una “cultura de la vida” que ayuda siempre a levantarse después de cada caída y
hacer que el mal no tenga la última palabra.
El Papa Francisco dijo en Scampia que la corrupción tiene mal olor, y que
no hay que explotar a los trabajadores. Dejando en diversos momentos el texto
preparado para esta ocasión, el Papa Francisco improvisó diversas palabras,
comenzando por la calurosa acogida, en la que se ve – dijo – que los
napolitanos no son fríos.
Tras repetir que no permitan jamás que el mal tenga la última palabra,
recordó que los emigrantes "no son ciudadanos de serie B". Y lo hizo respondiendo a una
hermana que habló en nombre de los emigrantes y de los sin techo. ¿Es necesario
llegar a esto – se preguntó – los emigrantes son seres humanos de segunda
clase?
Por eso pidió que hagan sentir a sus hermanos y hermanas migrantes que son
ciudadanos, como ellos, hijos de Dios, y que son emigrantes como nosotros,
porque todos nosotros somos emigrantes hacia otra patria, eh? Y añadió
tal vez llegaremos todos, eh? Y que nadie se pierda por el camino.
También destacó que la desocupación roba la dignidad. Y recordó que “más
del 40 por ciento de los jóvenes de 25 años no tienen trabajo, lo que es
sumamente grave. De ahí su pregunta acerca de ¿qué hace un joven sin trabajo?
¿Qué futuro tiene? ¿Qué camino de vida elige? Y esta, dijo es una
responsabilidad no sólo de la ciudad, no sólo del país, sino del mundo.
¿Por qué? Porque hay un sistema económico que descarta a la gente y ahora
le toca el turno a los jóvenes, que son descartados, es decir, los jóvenes que
están sin trabajo.
Francisco repitió que la desocupación roba la dignidad y dijo que la
explotación de los trabajadores no es cristiano, que la corrupción huele mal y
que su presencia quiere servir como impulso de esperanza. Por esta razón los
invitó a hacer una buena política, y a tener el valor de ir adelante por el
camino del bien.
“Es la esperanza – dijo el Pontífice –, lo saben bien, este gran
patrimonio, esta ‘palanca del alma’, tan valiosa, pero también expuesta a
asaltos y robos.
“Quien emprende voluntariamente el camino del mal roba un trozo de esperanza.
Lo roba a sí mismo y a todos, a tanta gente honrada y laboriosa, a la buena
fama de la ciudad, a su economía”.
Y concluyó deseándoles lo mejor, que vayan adelante y pidiendo que San
Jenaro, su Patrono, los asista e interceda por ellos. Francisco bendijo de
corazón a todos, a las familias, a su barrio, y a todos los niños presentes.
Y por favor, les pidió, no se olviden de rezar por mí, pidiendo, en
napolitano, que la Virgen los acompañe. “A Maronna v’accumpagne!”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
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