domingo 22
Marzo 2015
Santa Catalina
de Génova
Catalina nació en Génova en la primavera de
1447, de la noble familia Fieschi.
Muy joven fue desposada con julio Adorno
(13-1-1463); matrimonio no por amor, sino provocado por
el oportunismo político al que fue sometida. Los primeros años
fueron tristes y desolados, por el carácter difícil del esposo.
Catalina logró superar la crisis, después de la visión de Cristo
derramando sangre (22-3-1473). Desde entonces se dedicó mas aun al
ejercicio de la caridad.
Las oraciones, los sacrificios y el ejemplo
de Santa Catalina dieron provocaron la conversión de su esposo. A
los treinta años (1478) se retiró con el marido a vivir en el
hospital civil de Parnmatone poniéndose a tiempo completo al
servicio de los enfermos de los cuales vino a ser una humilde
enfermera y sucesivamente, administradora y rectora (1489).
Fue dotada por Dios de excepcionales gracias y es contada entre las mas grandes místicas.
De su experiencia personal de purificación nació su brillante "Tratado del Purgatorio". Determinante fue su influjo en la vida eclesial de su tiempo, con el Movimiento del Divino Amor - por ella inspirado, sobre la espiritualidad moderna a través de la Escuela Francesa de los siglos XVI - XVII que sintió mucha admiración por ella. Murió consumida por el fuego devorante del amor al alba del 15 de Septiembre de 1510.
Fue dotada por Dios de excepcionales gracias y es contada entre las mas grandes místicas.
De su experiencia personal de purificación nació su brillante "Tratado del Purgatorio". Determinante fue su influjo en la vida eclesial de su tiempo, con el Movimiento del Divino Amor - por ella inspirado, sobre la espiritualidad moderna a través de la Escuela Francesa de los siglos XVI - XVII que sintió mucha admiración por ella. Murió consumida por el fuego devorante del amor al alba del 15 de Septiembre de 1510.
Fue canonizada en 1737 por el Papa Clemente XII. Pío
XII, en 1943, la proclamó "Patrona de los Hospitales
Italianos".
Oremos
Oh gloriosa Santa Catalina, digna hija del
pobrecillo de Asís, que te emulaste en la piedad por la Pasión de
Jesús y en el ardor de la caridad, tanto que llegaste a hacer de
tu vida un continuo acto de amor por Dios y por el prójimo, vuelve
a nosotros tu mirada.
Haz que en nuestros corazones se encienda por lo menos una chispa de tu ardiente amor, que arrancándonos de los lazos del pecado, nos una siempre más al Señor.
Sé todavía hoy la suave consoladora de los enfermos, obteniéndoles con la salud del cuerpo, la paz y la alegría del alma.
Extiende también tu oración sobre las almas del Purgatorio, a fin de que, cuanto antes puedan gozar la plena posesión de Dios.
Libéranos de las desgracias, aleja de nosotros todo peligro y obténnos la gracia de merecer, practicando la virtud, la gloria del Paraíso. Amen.
Haz que en nuestros corazones se encienda por lo menos una chispa de tu ardiente amor, que arrancándonos de los lazos del pecado, nos una siempre más al Señor.
Sé todavía hoy la suave consoladora de los enfermos, obteniéndoles con la salud del cuerpo, la paz y la alegría del alma.
Extiende también tu oración sobre las almas del Purgatorio, a fin de que, cuanto antes puedan gozar la plena posesión de Dios.
Libéranos de las desgracias, aleja de nosotros todo peligro y obténnos la gracia de merecer, practicando la virtud, la gloria del Paraíso. Amen.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora
de Citeaux, Francia (1098), construida por San Roberto
San Nicolás
Owen
«Este campeón de la fe, carpintero y albañil de
profesión, fue un jesuíta obediente y valeroso. Utilizó su creatividad e
ingenio para salvar de la muerte a muchos hermanos. Fue cruelmente torturado en
la Torre de Londres»
Nació en Oxford, Inglaterra, a mediados
del siglo XVI. Su padre, que era carpintero, tuvo un papel predominante en su
educación religiosa y en la de sus hermanos. Les infundió fortaleza en la
defensa de la fe en un periodo histórico agitado, difícil y peligroso para los
creyentes tras la Reforma impulsada por Enrique VIII. Muchos de ellos fueron
mártires. Entre otros, santo Tomás Moro y los Cartujos, hechos dramáticos que
Nicolás conoció de cerca. No se trataba de una persona ajena a la Iglesia.
Desde muy joven estaba vinculado a los jesuitas. Además, su hermano mayor, que
era impresor, editaba y distribuía libros católicos desafiando al peligro que
constantemente acechaba a su vida. Se enfrentaba al riesgo de perderla con
heroica determinación por amor a Cristo. Otros dos hermanos fueron ordenados
sacerdotes. Cuando pudo, Nicolás les ayudó económicamente.
Nicolás era un hombre valeroso y audaz,
también un carpintero y albañil sumamente hábil, cualidad heredada de su padre,
que iba a serle de gran utilidad desde el punto de vista apostólico. En 1580
entró en contacto con los jesuitas Roberto Persons y san Edmundo Campion.
Persons, que era el superior y acababa de cruzar el canal de la Mancha, aceptó
a Nicolás en un momento en el que no sabía si podía admitirlo dadas las
circunstancias que atravesaban. Le encomendó que guardase el hecho en secreto y
éste cumplió la petición a rajatabla. Ni siquiera los que eran jesuitas
entonces y los que se incorporaron después pudieron imaginar la existencia de
tan afortunado vínculo. Fue compañero y discípulo de Campion, detrás del que
cabalgaba amparado en un disfraz, como hacía él, y así aprendió a orar mientras
le seguía en su caballo, yendo a evangelizar.
El primogénito de la familia Owen fue
editor de la obra de Campion, que fue detenido y murió martirizado el 1 de
diciembre de 1581. Pero en el infausto momento de ser apresado, Nicolás se
hallaba ausente. Después le asistió, ayudó e hizo por él cuanto estuvo en su
mano. Y desde luego lloró amargamente su muerte. Ante este imenso dolor, el
consejo de actuar con prudencia que le dio su superior se congeló en sus
labios. Testimonió a favor de Campion y de los martirizados junto a él. Por
ello, fue detenido y torturado. No contento con los castigos que le aplicaron,
añadió nuevos tormentos gozoso de dar su vida por Cristo. No delató a nadie. No
lograron arrancarle ni una palabra, y muy astutamente simuló ser una persona
insignificante; un simplón. Poco después, recuperó la libertad ya que alguien
había pagado un rescate.
Aunque en Inglaterra no habían quedado
jesuitas, era un hombre avispado que poseía numerosos recursos y no tuvo
problemas para su sostenimiento. Sus oficios le permitieron ganarse la vida.
Por supuesto, continuaba manteneniendo enhiesta su fe. Es fácil imaginar su
alegría cuando en medio de ese desierto impuesto por los enemigos, descubrió a
otro jesuita, y también se comprende su sentimiento de pesar al tener que
separarse de él obligado por la difícil situación que gravitaba sobre los
paladines de la fe. Cuando llegaron nuevos religiosos en 1586 se unió a ellos y
quedó bajo el amparo del superior padre Garnet.
Dieciocho años, los que le quedaban de
vida, permaneció junto a sus hermanos siendo patente su fe, audacia, fortaleza
y ardor apostólico. Había sido muy generoso con la comunidad, incluso antes de
establecer con ella un compromiso vivencial. El padre Garnet lo había
atestiguado por carta: «Nosotros tenemos como bienhechores a un buen
número de laicos, todos muy bien conocidos. Uno de ellos es un carpintero.
Quiera Dios que un día pueda ingresar en nuestra Compañía. Él tiene una
extraordinaria habilidad y maestría, digna de toda confianza, para construir
gratuitamente en todo el país escondites que permiten a los sacerdotes
católicos estar seguros del furor protestante. Cualquier dinero que es forzado
a recibir por sus trabajos, él lo da a sus dos hermanos presos, uno sacerdote y
el otro un laico». Y no se equivocó. La labor que realizó Owen no tuvo
precio. En perfecta comunión con Garnet, utilizó sus conocimientos y los
dosificó con astucia sabiendo burlar a los infiltrados; así pudo seguir
difundiendo el mensaje de Cristo. Su profesión le permitió desarrollar su
creatividad e ingenio. Salvó a muchos que se ocultaron en los sorprendentes
escondites secretos que proyectó y materializó.
El proceso que le condujo al fin se
dilató en el tiempo permitiéndole corroborar la autenticidad de su fe, de la
que dio pruebas fehacientes aún en circunstancias de extrema dureza. El 23 de
abril de 1594 fue detenido por segunda vez, torturado y después, liberado.
Reinaba Jacobo I y sus esbirros le habían aplicado terribles tormentos, pero
nunca pudieron arrancarle nombres ni lugares donde se refugiaban. Supo que un
sirviente les había delatado a él y a otros jesuitas. Al salir –alguien pagó
una fianza– trató de rescatar a sus compañeros de Orden. Difícil y peligrosa
empresa. El padre Gerard fue trasladado a la tenebrosa Torre de Londres siendo
sometido a crueles suplicios. Nicolás organizó un plan para ponerlo a salvo.
Más tarde, emitió los votos. Hasta ese momento su admisión había permanecido en
secreto. Se convirtió en compañero inseparable del padre Gerard, y poco después
sufrió un accidente con un caballo. Aunque fue operado, quedó cojo.
En 1605 Owen y otros jesuitas fueron
apresados después de haber logrado burlar a sus perseguidores durante un tiempo
en diversos refugios construidos por él. Lo recluyeron en Marshalsea y más
adelante fue conducido a la Torre de Londres, donde estaba confinado el padre
Garnet. Allí fue brutalmente torturado en 1606. Tal como había hecho en
anteriores ocasiones, no confesó, ni traicionó a nadie. Y por supuesto, no
develó ningún escondite. El 22 de marzo de ese año la violencia de los
tormentos tuvo un efecto devastador en su cuerpo ya martirizado y terminó con
su vida. Fue canonizado el 25 de octubre de 1970 por Pablo VI, siendo aclamado
como un campeón de la fe en Inglaterra.
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