lunes, 24 de agosto de 2015

San Jorge Limniota - San Audeno de Rouen - San Patricio Nevers - Santa Thouret - Beato Andrés Fardeau - Santa Juana Antida Thouret 24082015


 San Jorge Limniota

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En el monte Olimpo, en Bitinia, san Jorge Limniota, monje, que deploró la impiedad del emperador León III por haber ordenado destruir las sagradas imágenes y quemar las reliquias de los santos, y debido a estos reproches, por orden del emperador le amputaron la nariz y quemaron la cabeza, emigrando, así, como mártir hacia el Señor.




San Audeno de Rouen

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San Audeno de Rouen, obispo
En Clichy, en la región de París, muerte de san Audeno, obispo de Rouen, que, desde el cargo de refrendario del rey Dagoberto, fue elevado al episcopado y gobernó felizmente su Iglesia a lo largo de cuarenta y tres años, durante los cuales fundó muchísimos templos y favoreció la construcción de monasterios.
San Audeno nació en Sancy, cerca de Soissons, hacia el año 600. Su padre, san Autario, pertenecía a una familia franca. Cuando Audeno y su hermano Ado eran todavía pequeños, su padre acogió en su casa de Ussy-sur-Marne a san Columbano, quien había sido desterrado. Tras recibir una buena educación, ambos jóvenes fueron enviados a la corte de Clotario II. Audeno se hizo ahí amigo de un grupo compuesto por san Eligiosan Wandrilo y san Desiderio de Cahors. También se ganó el favor de Clotario y de su sucesor, Dagoberto I, quien le nombró canciller del reino. En el desempeño de ese oficio, el santo se opuso infatigablemente a la simonía, que estaba muy arraigada. Fi año 636, el monarca regaló a Audeno unas tierras en el bosque de Brie, y ahí construyó éste un monasterio, en el sitio que se llama actualmente Rebnis. Siguiendo el consejo desan Faro, obispo de Meaux, mandó llamar de Luxeuil a Ailo, discípulo de san Columbano y le nombró primer abad del nuevo monasterio. Audeno hubiese querido retirarse a Rebais, pero no consiguió que el rey y los nobles le dejasen partir. Aunque eran todavía laicos, Audeno y Eligio, por su celo, saber y piedad, tenían en la corte autoridad de obispos y promovían la causa de la religión y la virtud en todo el reino. Dagoberto murió el año 639. Su hijo y sucesor, Clodoveo II, profesó a san Audeno la misma estima que su padre, y el santo siguió ocupando el puesto de canciller. Finalmente, Audeno consiguió permiso del rey para recibir la ordenación sacerdotal de manos de Adeodato, obispo de Mácon y, poco después, fue elegido obispo de Rouen. Por la misma época, su amigo san Eligio fue elevado a la sede de Noyon. Ambos se retiraron algún tiempo a prepararse para su alta dignidad mediante el ayuno y la oración y recibieron juntos en Reims la consagración episcopal el año 641.

San Audeno mostró en el desempeño de su cargo gran humildad, caridad y espíritu de mortificación. Su celo era infatigable y, por la bondad y paciencia, se hacía todo a todos. Promovió la cultura fundando varios monasterios, y envió misioneros a las regiones de su diócesis que no estaban todavía evangelizadas. Por otra parte, no cejó en su esfuerzo por desarraigar la simonía y otros abusos. El rey Thierry III le tenía por consejero. Por su parte, el santo apoyó la política del mayordomo de palacio, Ebroín, de suerte que fue, tal vez sin darse cuenta, causante de las injusticias que se hicieron a san Legerio y a san Filiberto. Al volver de una misión política en Colonia, san Audeno se retiró a Clichy, donde cayó enfermo y murió el 24 de agosto de 684.

La más antigua biografía de san Audeno data de comienzos del siglo VIII. W. Levison hizo una edición crítica de ella en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov, vol. V, pp. 536-567. En las pp. 548 ss., Levison comenta igualmente las dos biografías del siglo IX. En Acta Sanctorum, agosto, vol. IV, pueden verse la biografía del siglo VIII y una de las del IX. La otra biografía del siglo IX fue publicada en Analecta Bollandiana, vol. V, pp. 76-146. Sin duda que la mejor biografía moderna es la de Vacandard, Vie de St Ouen (1902); dicho autor rectifica en varios puntos la cronología.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


San Patricio Nevers

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San Patricio, abad de Nevers (Francia), 700.




Santa  Thouret

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Santa Juana Antida Thouret, religiosa de la Caridad, de Besançon (Francia).
Maestra y educadora de la juventud en su ciudad natal durante los días aciagos de la Revolución francesa y expulsada varias veces de los conventos de las Hijas de la Caridad, anduvo peregrinando por casi toda Europa hasta que logró fundar una rama de las Hijas de la Caridad, dedicadas más especialmente a la enseñanza, en Nápoles y Roma.
Murió en Nápoles en 1826. Canonizóla el papa Pío XI en 1934.


Beato Andrés Fardeau

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Beato Andrés Fardeau, presbítero y mártir
En Angers, en Francia, beato Andrés Fardeau, presbítero y mártir, que en tiempo de la Revolución Francesa fue decapitado por quienes odiaban el sacerdocio.
El día 24 de agosto de 1794 fue llevado a la plaza de Angers y allí fue guillotinado el ejemplar sacerdote Andrés Fardeau. Era natural de Soucelles, donde había nacido en 1761. Ordenado sacerdote, ejerció su ministerio en su pueblo natal, en calidad de vicario. Se negó a prestar el juramento de fidelidad a la constitución civil del clero, por lo que fue detenido, encerrado en la cárcel y juzgado como traidor, y condenado a muerte. El mártir perseveró en la comunión de la Iglesia y ofreció su vida por ello. Fue beatificado el 19 de febrero de 1984 por el papa Juan Pablo II en Roma.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003


Santa Juana Antida Thouret

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Santa Juana Antida Thouret, virgen y fundadora
En Nápoles, en la región italiana de Campania, santa Juana Antida Thouret, virgen, que en esta ciudad prosiguió la vida religiosa, interrumpida durante la Revolución Francesa, junto con algunas compañeras, y tiempo despúes, en Besanzón dio comienzo a una nueva sociedad de Hermanas de la Caridad, dedicadas a asegurar la formación civil y cristiana de la juventud, la atención a los niños abandonados, a los pobres y a los enfermos, terminando finalmente sus días extenuada por las tribulaciones soportadas.
Juana Antide-Thouret nació el 27 de noviembre de 1765, en Sancey-le-Long, en las cercanías de Besançon. Su padre era curtidor. Juana era la quinta hija de una numerosa familia. A los dieciséis años perdió a su madre y, hasta la edad de veintidós, se dedicó a atender a su padre; después, Dios la llamó claramente a la vida religiosa. Ingresó en el convento de las Hermanas de la Caridad, en París. Durante el postulado y el noviciado, cayó gravemente enferma dos veces. Por otra parte, cuando estalló la Revolución, la obra de las Hermanas de la Caridad fue apenas tolerada, sufrió una constante persecución por parte de las autoridades, hasta que, en 1793, las religiosas fueron dispersadas, antes de que Juana hiciera su profesión. Pidiendo limosna, hizo a pie el viaje hasta Sancey-le-Long. Su padre había muerto ya, y uno de sus hermanos se había hecho revolucionario, cosa que causó gran pena a Juana. La santa se fue a vivir con su madrastra y abrió una escuela gratuita. Por la mañana, enseñaba a los niños del pueblo a leer y escribir y los instruía en la doctrina cristiana. El resto del día y parte de la noche, los pasaba en visitas a los enfermos y necesitados de la parroquia. Como si fuese poco, daba albergue a los sacerdotes perseguidos para que pudiesen celebrar la misa y administrar los sacramentos. Por ello, fue denunciada repetidas veces a las autoridades, pero con su encantadora franqueza desarmaba a todo el mundo. Sin embargo, en 1796, hubo de refugiarse en Suiza, donde vivió con las Hermanas del Retiro Cristiano, una congregación fundada en Friburgo por el venerable Antonio Receveur. Juana acompañó a las religiosas a Alemania y, al cabo de algún tiempo, retornó al cantón suizo de Neufelnitel, a pie y pidiendo limosna. Ahí conoció al P. de Chaffoy, vicario general de Besançon, el cual, viendo que las circunstancias habían mejorado en Francia, la invitó a volver a su patria para encargarse de una escuela. Juana se resistía al principio, alegando que carecía de una formación adecuada en la disciplina religiosa. Pero el P. de Chaffoy le respondió: «Es verdad. Y, sin embargo, estoy seguro de su capacidad para hacer lo que le pido. Lo que se necesita es valor, virtud y confianza en Dios, precisamente las cualidades que la adornan».

La escuela de Besançon se inauguró en abril de 1799. Para octubre, la fundación contaba ya con cuatro miembros, y la escuela se transladó a una casa más espaciosa, a la que las religiosas añadieron un dispensario y un comedor gratuito. En 1800, las religiosas eran ya doce, y se inició el noviciado regular. Se criticó mucho a santa Juana por haber fundado una nueva congregación en vez de volver a su antiguo instituto cuando se firmó el Concordato, en 1801, y ella no estaba del todo tranquila acerca de ese punto, hasta que el P. de Chaffoy le hizo comprender que no tenía compromiso alguno con su antigua congregación. En efecto, Juana no había llegado a hacer la profesión, la Revolución la había arrancando por fuerza a la comunidad, y la vida comunitaria no estaba aún legalmente restablecida. Por otra parte, había fundado la nueva congregación por obediencia a las autoridades eclesiásticas. A petición del prefecto de la ciudad, Juana aceptó la dirección del manicomio femenino de Belleveaux, en el que no sólo había enfermas mentales, sino también huérfanas, mendigas y criminales. Por haber aceptado la dirección de esa institución, se levantó contra ella una oleada de odio y hostilidad que, durante algún tiempo, obstaculizó el progreso de la congregación. Pero al fin, en 1807, el arzobispo de Besançon, Mons. Le Coz, aprobó oficialmente la congregación. En 1810, las Hermanas de la Caridad de Besançon tenían ya casas en Suiza y Saboya. Ese año, Joaquin Murat, rey de Nápoles, cedió a santa Juana el convento de Regina Coeli para que administrase uno de los hospitales de la ciudad. La santa se transladó a Nápoles con siete religiosas y ahí permaneció hasta 1821, ocupada en organizar la educación de las niñas, el cuidado de los enfermos y la situación económica de la comunidad. Una de las cosas que hizo, fue conseguir que se rescindiesen las leyes que dejaban a las religiosas a merced de las autoridades civiles y prohibían que las comunidades establecidas en Nápoles dependieran de una madre general extranjera.

Pío VII aprobó el instituto en 1818. Al año siguiente, lo confirmó por un breve. Desgraciadamente, en vez de regocijarse y aprovechar la nueva estabilidad que confería a la congregación la aprobación pontificia, las religiosas se dividieron. Ese cisma fue la gran pena durante los últimos años de la fundadora. En el breve de aprobación, la Santa Sede había hecho ligeras modificaciones a la regla y había dispuesto que todos los conventos de las Hermanas de la Caridad bajo la protección de San Vicente de Paul (pues tal era el nombre oficial) debían depender de los obispos locales y no del arzobispo de Besançon, como hasta entonces estaba establecido. El arzobispo de Besançon, Mons. Cortois de Pressigny, que tenía una mentalidad galicana, declaró que no estaba dispuesto a admitir esa cláusula. Así pues, separó del resto de la congregación a todos los conventos de su diócesis y aun prohibió a las religiosas que recibiesen a su fundadora y superiora general. En 1821, santa Juana fue a Francia y pasó dieciocho meses en París, tratando en vano de resolver las dificultades. Como último recurso, se presentó personalmente en la casa madre de Besançon, pero las religiosas se negaron a recibirla. Desde el punto de vista de la caridad y por el examen de los hechos, podemos suponer que las religiosas procedieron así por obediencia al arzobispo y no por espíritu de partido. Felizmente, antes de que el cisma tornase forma definitiva, muchas de las religiosas de Besançon tomaron partido en favor de su superiora y de las disposiciones de la Santa Sede. Santa Juana escribía: «Por lo que toca a los asuntos de Francia, dejémoslo todo en manos de la Providencia. Según el consejo de la Santa Sede, hemos hecho todo lo posible por restablecer la unidad y no lo hemos conseguido aún. Así pues, no nos queda más que dejarlo todo a la misericordia de Dios, en cuyas manos nos hemos puesto desde hace mucho tiempo. ¡Que todo sea para Su gloria!» La santa regresó a Nápoles. Al cabo de tres años, en los que trabajó con afán fundando nuevos conventos en diversas partes de Italia, murió apaciblemente, el 24 de agosto de 1826. Juana Antide-Thouret fue canonizada en 1934.

La mejor biografía es la de F. Trochu. Existe en francés otra biografía escrita por P. Bernard y en inglés, una escrita por Blanche Anderdon.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI




 
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