domingo, 15 de noviembre de 2015

Beata Lucía Brocadelli - Beato Cayo Coreano - San José Pignatelli - San José Mkasa Balikuddembé 15112015

Beata Lucía Brocadelli

image Saber más cosas a propósito de los Santos del día



Beata Lucía Brocadelli, religiosa
En Ferrara, de la Emilia, beata Lucía Broccadelli, religiosa, que tanto en el matrimonio como en el monasterio de la Tercera Orden Dominicana sobrellevó con paciencia muchos dolores y vejaciones.
Nicolás Brocadelli, tesorero en Narni de Umbría en la segunda mitad del siglo XV, se casó con Gentilina Cassio. Dios les concedió once hijos, de los cuales la mayor fue Lucía, que nació en Narni, en 1476. Desde muy niña, Lucía decidió consagrarse a Dios. Pero su padre murió pronto, y los tutores de la joven, que veían las cosas de otro modo, trataron de casarla por la fuerza a los catorce años. Lucía arrojó el anillo de los esponsales al suelo, abofeteó al pretendiente y salió corriendo de la habitación. Al año siguiente, se presentó otro pretendiente, un tal conde Pedro. Lucía resistió al principio, pero una aparición de la Santísima Virgen y los consejos de su confesor la convencieron de que debía ceder. La Sagrada Congregación de Ritos determinó en 1729, que el día de la fiesta de la beata se rezasen la misa y el oficio de las vírgenes, lo cual prueba que aceptó la tradición de que Pedro y Lucía vivieron como hermano y hermana. A los tres años de matrimonio, Pedro dejó a su mujer en libertad de hacer lo que quisiese. La beata volvió a la casa de su madre, tomó el hábito de la tercera orden de Santo Domingo, e ingresó en una comunidad de terciarias regulares en Roma. Poco después, pasó a otro convento semejante en Viterbo. Dios le concedió ahí la gracia de los estigmas y una participación sensible en la Pasión de Cristo. Durante los tres años que estuvo en Viterbo, sus heridas sangraban todos los miércoles y viernes, de suerte que no podía ocultarlas. El inquisidor del lugar, el maestre del sacro palacio, un obispo franciscano y el médico del papa Alejandro IV, examinaron los estigmas y quedaron convencidos de que se trataba de un fenómeno sobrenatural. El conde Pedro acudió también a verlos y quedó tan convencido que, según se dice, ingresó en la orden de San Francisco.

La fama de la beata Lucía llegó a oídos del duque de Ferrara, Hércules I, quien recordaba con veneración a santa Catalina de Siena y era muy amigo de las beatas Estefanía Quinzani, Columba de Rieti y Osanna de Mántua. Con el permiso del Papa y el consentimiento de Lucía, construyó el duque un convento para ésta en Ferrara. Como el pueblo se oponía a que la beata saliese de Viterbo, tuvo que ser sacada oculta en un cesto de ropa a lomos de una mula. Lucía, que tenía apenas veintitrés años, no tenía aptitudes para dirigir una comunidad. Por otra parte, Hércules d'Este, que era un hombre que lo proyectaba todo en grande y había gastado sumas enormes en la construcción y decoración del convento, quería que hubiese en él nada menos que cien religiosas. Pidió a Lucrecia Borgia (que acababa de convertirse en nuera suya), que le ayudase a reunir religiosas. Como las monjas venían de diferentes conventos y no todas eran muy virtuosas, el superiorato de Lucía se tornó cada vez más difícil, hasta que finalmente fue depuesta del cargo. La sucedió María de Parma, que no era terciaria, sino dominica de una segunda orden a la que quería afiliar a toda su comunidad. En 1505, murió el protector de Lucía, con lo que la beata dejó de ser una «mística de moda», protegida por el duque de Ferrara, y cayó en una oscuridad total que duró treinta años. Por otra parte, la nueva superiora la trató con una severidad que se asemejaba a la persecución: no la dejaba ir al recibidor, le prohibió hablar con alguien, aparte del confesor que le había designado y mandó que una de las religiosas la vigilase constantemente. En esos años fue cuando Lucía, despreciada por las religiosas del convento que con tanto trabajo había venido a fundar desde Viterbo, se santificó verdaderamente. Jamás se le oyó una palabra de impaciencia, ni siquiera cuando estaba enferma y abandonada. La beata había caído en tal olvido que, cuando murió, el 15 de noviembre de 1544, el pueblo de Ferrara quedó atónito al enterarse de que había vivido hasta entonces, pues la creía muerta desde tiempo atrás. El culto de Lucía se popularizó muy pronto. Sus reliquias fueron trasladadas a un sitio más público y se le atribuyeron muchos milagros. El culto fue confirmado en 1710.

 Edmundo Gardner, en su obra Dukes and Poets in Ferrara (1904), refiere gráficamente los principales incidentes relacionados con la beata (pp. 366-381; 401-404 y 465-467). Dicho relato se basa en la obra de L. A. Gandini, Sulla venuta in Ferrara della beata Lucia da Narni (1901), y la Vita della beata Lucia di Narni de Domenico Ponsi (1711) . En 1740, se publicó un curioso suplemento a esta última obra, titulado Aggiunta al libro della Vita della B. Lucia; hay en él una biografía de los primeros escritos sobre Lucía, pero el libro se refiere sobre todo al intento que hicieron los franciscanos de Mayorca por suprimir una imagen en la que se representaba a la beata con los estigmas. Los franciscanos alegaban que Sixto IV (que era también franciscano) había prohibido bajo pena de excomunión que se representase a los santos con los estigmas, excepto a San Francisco. La causa se llevó a Roma, donde se falló en 1740 en favor de los dominicos. El duque Hércules de Ferrara había investigado personalmente muy a fondo la cuestión de la estigmatización de Lucía; la carta que escribió sobre ello puede verse en el folleto «Spiritualium personarum facta admiratione digna» (1501). Se trata de un documento muy interesante. Hay otra carta del duque en Narratione della nascita, etc., della b. Lucia di Narni (1616) de G. Marcianese.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



Beato Cayo Coreano

image Saber más cosas a propósito de los Santos del día


Beato Cayo Coreano, catequista mártir
En Nagasaki, del Japón, beato Cayo Coreano, mártir, que, siendo catequista, por confesar a Cristo fue condenado a la hoguera.
Nació en Corea, y por ello se le llama «Coreano», estuvo desde su juventud altamente preocupado por el sentido de la vida, lo que le llevó a vivir siete años vida solitaria en una cueva, en ascesis y meditación. Luego tuvo una visión en la que un anciano le decía que lo que buscaba lo hallaría al otro lado del mar. Invadida Corea por los japoneses y hecho prisionero es llevado a Meaco. Aquí enferma y luego, cuando se recupera, ingresa en un monasterio budista, donde es muy apreciado por su conducta arreglada, pero donde él no encuentra la paz interior. Entonces, una cristiana lo invita a que asista a una explicación del cristianismo dada por los jesuitas. Esto le impactó hasta el extremo de dejar el monasterio, inscribirse en el catecumenado y progresar hasta el bautismo.

Una vez bautizado se quedó a vivir con los jesuitas, los cuales le encomendaron que diera catequesis, lo que hacía con gran celo y competencia al tiempo que atendía con mucha caridad a los enfermos de lepra. Llegada la persecución de 1614 marcha a Filipinas, pero en 1616 vuelve, pasa a la clandestinidad y reemprende su tarea de catequista. Visitaba a unos cristianos en la cárcel cuando es arrestado en 1626 y conminado a dejar de difundir el Evangelio. Pero él se negó, y siguió en la cárcel hasta que fue condenado a muerte y quemado vivo en Nagasaki, el 15 de noviembre de 1627. Fue beatificado en 1867 por el papa Pío IX.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003


San José Pignatelli

image Saber más cosas a propósito de los Santos del día


San José Pignatelli, religioso presbítero
En Roma, san José Pignatelli, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, que trabajó mucho para reforzarla en un momento peligroso de extinción, y se significó por su caridad e integridad de costumbres, siempre con las miras puestas en la mayor gloria de Dios.
Santo español, de la ilustre familia italiana Pignatelli, uno de cuyos vástagos fue elevado al mismísimo puesto de sucesor de Pedro en la persona del Pontífice Inocencio XII y cuyas raíces se hunden en la historia hasta rayar la leyenda. Nació en Zaragoza, el 27 de Diciembre del año 1737. Su padre D. Antonio, de la familia de los duques de Monteleón, y su madre Doña María Francisca Moncayo Fernández de Heredia y Blanes. Fue el séptimo de nueve hermanos. Pasa la niñez en Nápoles y su hermana María Francisca es, a la vez que hermana, madre, puesto que perdió la suya cuando tenía José cuatro años.

Se forma entre Zaragoza, Tarragona, Calatayud y Manresa, primero en el colegio de los jesuitas y luego haciendo el noviciado, estudiando filosofía y cursando humanidades. Reside en Zaragoza, ejerciendo el ministerio sacerdotal entre enseñanza y visitas a pobres y encarcelados, todo el tiempo hasta que los jesuitas son expulsados por decreto de Carlos III, en 1767. Civitacecchia, Córcega, Génova, los veinticuatro años transcurridos en Bolonia (1773-1797) dan testimonio del hombre que les pisó, sabiendo adoptar actitudes de altura humana con los hombres, y de confianza sobrenatural con Dios.

La Orden de San Ignacio fue abolida en 1773, sus miembros condenados al destierro y sus bienes confiscados. El último General, Lorenzo Ricci, consume su vida en la prisión del castillo de Sant’ Angelo. Sólo quedan jesuitas con reconocimiento en Prusia y Rusia. Allí tanto Federico como Catalina han soportado las maniobras exteriores y no han publicado los edictos papales, aunque la resistencia de Federico no se prolongará más allá del año 1776. Queda como último reducto la Compañía de Rusia con un reconocimiento por parte del Papa Pío VI, verbal primero, y oficial después con documento del Papa Pío VII. José de Pignatelli comprende que la restauración legal de la Compañía de Jesús ha de pasar por la adhesión a la Compañía de Rusia. Renueva su profesión religiosa en su capilla privada de Bolonia.

No verá el día en que el Papa Pío VII restaure nuevamente la Compañía de Jesús en toda la Iglesia, el 7 de Agosto de 1814, pero preparará bien el terreno para que esto sea posible en Roma, en Nápoles, en Sicilia. Formará a nuevos candidatos, reorganizará a antiguos jesuitas españoles e italianos dispersos y buscará nuevas vocaciones que forzosamente han de adherirse, como él mismo, a la Compañía de Rusia. Esta labor la realizará mientras es consejero del duque de Parma, don Fernando de Borbón, nieto de Felipe V, y como provincial de Italia por nombramiento del vicario general de Rusia Blanca.

En este esfuerzo colosal, muere en Roma el 15 de Noviembre de 1811, en la barriada del Coliseo. Pio XI lo beatifica en 1933 y Pío XII lo canoniza en 1954.


San José Mkasa Balikuddembé

image Saber más cosas a propósito de los Santos del día


San José Mkasa Balikuddembé, mártir
En Mengo, lugar de Uganda, san José Mkasa Balikuddembé, mártir, que, estando al frente del palacio real, una vez recibido el bautismo ganó a muchos jóvenes para Cristo y defendió a los niños de la corte de las pasiones viciosas del rey Mwenga, por lo que el rey, enfurecido, ordenó decapitarle a los veinticinco años de edad.
José Mkasa o Mukasa es el protomártir de Uganda. Había nacido en Kampala hacia 1860 y se llamaba Mkasa Balikuddembé. A los 16 años entró a servir en la corte real, donde conoció a san Andrés Kaggwa y por su influencia llegó a la fe cristiana. El 30 de abril de 1882 se bautizó con el nombre de José. Al subir al trono el rey Mwanga lo hizo su mayordomo y él lo sirvió lealmente al tiempo que profesaba con fervor su fe cristiana y tenía una conducta piadosa y caritativa. Su lealtad le llevó a denunciar ante el rey la traición de su primer ministro o katikkiro, lo que le atrajo el odio de éste, pero, por otro lado, recriminó al rey el que hubiese mandado asesinar al obispo anglicano Hannington. Además, el rey sabía que José no aprobaba su conducta sexual.

El katikkiro convenció al rey de que era necesario matar a José y el rey asintió. José, cuando fueron a prenderlo, pidió que no lo ataran, pues no pensaba huir, y marchó con paso firme y gran dignidad hasta el sitio de la ejecución. Rogó al verdugo le dijera al rey que le perdonaba y que cambiara de conducta teniendo en cuenta el juicio de Dios. Fue decapitado y sus restos echados en una hoguera. Era el 15 de noviembre de 1885 y con él se inauguraba la persecución de Uganda. Fue canonizado el 18 de octubre de 1964 por el papa Pablo VI.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003

No hay comentarios:

Publicar un comentario