viernes, 13 de noviembre de 2015

Beato Juan Gonga Martínez - Beato Carl Lampert - Beata María del Patrocinio - San Nicolás I 13112015

Beato Juan Gonga Martínez

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Beato Juan Gonga Martínez, mártir
En Simat de Valldigna, en la región de Valencia, en España, beato Juan Gonga Martínez, mártir, que dio su vida por Cristo en la cruel persecución contra la fe.
Nace en Carcaixent, en la provincia de Vqalencia, España, el 25 de marzo de 1912. Se educa en el colegio de PP. franciscanos y encamina su natural rebelde y ardiente a la prosecución de nobles causas. Una enfermedad le impide seguir su deseo de ser sacerdote y se decide entonces a ser un militante cristiano con todas sus consecuencias. Trabaja como oficinista y hace de su trabajo el primer marco de su fecundo apostolado. Se inscribe en la Acción Católica y trabaja activamente en los Círculos de Estudio y en las catequesis. Asiduo a los sacramentos, volcaba también su religiosidad en la atención a los pobres. Con vistas al matrimonio entabló relaciones con la joven Josefina Millet, pero le llegó el martirio a los 24 años, antes de poder casarse.

Cerradas las iglesias el 18 de julio de 1936, asistía a las misas clandestinas del consiliario de la Acción Católica, y salía de una de ellas el 25 de julio cuando fue arrestado. Al ser dejado libre, pensó lo más prudente dejar el pueblo. Pero volvió el 13 de noviembre a ver a su familia, y al ser reconocido fue otra vez arrestado. Llevado aquella noche a la carretera de Tavernes de Valldigna, comprendió que lo iban a fusilar. Sacó su crucifijo, lo presentó a sus verdugos y dijo que les perdonaba como Jesús perdonó a los que le mataban. Por ello luego le llamaban «el muchacho de la cruz». Seguidamente fue fusilado. Fue beatificado el 11 de marzo de 2001 por el papa Juan Pablo II.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003


Beato Carl Lampert

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Beato Carl Lampert, presbítero y mártir
En Halle an der Saale, Alemania, beato Carl Lampert, muerto por quienes odiaban la fe de Cristo.
El P. Carl Lampert (nacido en Göfis, Feldkirch, Austria, el 9 de enero de 1894), era sacerdote diocesano, y se desempeñaba como pro-vicario de la Administración Apostólica de Innsbruck Feldkirch, en Austria.
A partir de 1939, con la persecución de la Administración regional nazi contra la Iglesia, el sacerdote es arrestado tres veces y encarcelado, hasta que fue enviado al campo de concentración de Dachau. Era espiado por «presunta actividad contra el Estado». Sus llamadas telefónicas y correspondencia era puntualmente interceptada. El 4 de febrero de 1943 fue arrestado junto con otras 40 personas bajo acusación de «favorecimiento hostil», «difusión de informaciones militares» y «escucha de transmisiones enemigas».
Los dos procesos a los que fue sometido concluyeron con la condena a muerte por espionaje. El sacerdote austriaco Carl Lampert fue decapitado con otros dos sacerdotes, Herbert Simoleit y Friedrich Lorenz, el 13 de noviembre de 1944. Murió pronunciando los nombres de Jesús y de María.
Del resumen biográfico de Radio Vaticano, en el día de la beatificación.


Carl Lampert, Beato
Carl Lampert, Beato

Sacerdote y Mártir, 13 de noviembre






Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Halle (Saale), Alemania, Beato Carl Lampert, sacerdote diocesano asesinado por odio a la fe. ( 1944)

Fecha de beatificación: 13 de noviembre de 2011, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI
Carl Lampert nació el 9 de enero de 1894 en Göfis (Vorarlberg, Austria), siendo el menor de los siete hijos del agricultor Franz Xaver Lampert y de esposa María Rosina Lampert. La primaria la estudió en la escuela de Göfis y la secundaria en el colegio público en Feldkirch. Aunque su padre murió temprano, Lampert pudo continuar estudiando gracias al apoyo de su tío. Finalizado el otoño de 1914 ingresó al seminario arzobispal de Brixen, donde recibió la ordenación sacerdotal el 12 de Mayo de 1918 por el obispo Franz Egger. Su primera misa la celebró el 26 de mayo de 1918.

Carl Lampert comenzó su labor como capellán en Dornbirn, donde su obra fue dedicada sobre todo a los jóvenes. En 1930 se trasladó a Roma, con el apoyo financiero del obispo Sigismund Waitz, con el fin de estudiar derecho canónico, ingresando al Pontificio Instituto Teutónico de Santa María Dell’Anima, donde permaneció hasta 1935, trabajó como secretario de la Rota Romana1. En 1935 obtuvo el título de abogado y también fue nombrado Monseñor.

El 1 de octubre de 1935, Lampert se incorporó a la diócesis de Innsbruck. Aquí, a petición de Obispo Waitz, debe supervisar la creación del tribunal de la iglesia, una tarea bastante administrativa. También fue capellán del Seminario de Innsbruck y en 1936 presidente de la editorial católica Tyrolesa. A mediados de los años 1930, Lampert era considerado un potencial obispo de Innsbruck, pero el Papa Pío XI decidió otra cosa y el 15 de octubre de 1938 seleccionó para ese cargo al joven sacerdote Paulus Rusch, quien era administrador apostólico de esa diócesis. El 15 de enero de 1939 Lampert fue nombrado provicario, por consiguiente era el representante de Rusch.

Franz Hofer, quien en la administración nazi tenía el título de Gauleiter o líder de la zona Tirol-Vorarlberg impuso, una política estricta en contra de las iglesias. Lampert sin embargo expresa su opinión en público en repetidas ocasiones. El Führer había indicado que los obispos no debían ser llevados a las cortes nazis, pero esa orden no protegía a Lampert, representante del obispo.

Hofer ordenó cerrar monasterios y arrestar a los religiosos, entre los sitios cerrados podemos destacar el Canisianum (seminario sacerdotal) en noviembre de 1938, y en los primeros días de marzo de 1940 el Monasterio de Adoración Perpetua de Innsbruck, ya que las monjas no aceptaban las órdenes dadas por los nazis. Hofer culpó de ello al Provicario Lampert y lo hizo arrestar el 4 de marzo de 1940. Después de diez días de detención en las celdas de la policía de Innsbruck-Adamgasse Lampert fue puesto en libertad.

El 23 de marzo del mismo año, Radio Vaticana, hace público un informe –en lengua alemana- sobre la situación de la Iglesia y la represión del régimen nazi en Innsbruck. El Provicario Lampert fue detenido nuevamente. Las autoridades nazis comienzan a ver en Lampert un espía de la Ciudad del Vaticano. Sin embargo, se encontró de nuevo liberado después de un tiempo relativamente corto. La siguiente vez Lampert no tendría tanta suerte.

En 1939 un párroco en Götzens, Otto Neururer, fue deportado a Dachau. Lampert intentó en vano que dejaran libre a Neururer, ya que aquel estaba mal de salud. El 30 de mayo de 1940 Neururer fue asesinado en el campo de concentración de Buchenwald. El régimen envió las cenizas de Neururer a Götzens con el fin de enterrarlos anónimamente. Pero Lampert publicó una nota necrológica en un periódico de la iglesia, en el que citaba el lugar en que Neururer había muerto, por violar las normas de confidencialidad, los nazis lo arrestaron de nuevo el 5 de julio de 1940.

Ahora era Carl Lampert quien era deportado a Dachau, era el 25 de agosto de 1940. El 1 de septiembre de 1940 fue trasladado al campo de concentración de Sachsenhausen cerca de Berlín. Allí fue asignado a la unidad disciplinaria, donde era sometido a trabajos forzados. Sin embargo, él se aferró a su fe, tal como lo demuestra el contacto que Lampert tuvo con Josef Steinkelderer (director de Caritas en Innsbruck), también encarcelado en Sachsenhausen, este le susurró a Lampert "Martyres sumus" (somos mártires), a lo que Lampert respondió "In Christi nomine pro ecclesi" (En el nombre de Cristo por la Iglesia).

Después de tres meses en Sachsenhausen Lampert fue llevado a Dachau el 15 de diciembre de 1940, donde permaneció durante ocho meses en prisión. El 1 de agosto de 1941 fue puesto en libertad, pero con la orden de alejarse de la zona de Tirol-Vorarlberg.

El 16 de Agosto de 1941 se trasladó a Stettin, donde ejerció como párroco en Carolusstift. También cooperó como capellán en los hospitales de Swinoujscie y Parchim .

Lo que Lampert no sabía era que la Gestapo había puesto a un espía a trabajar cerca de él, era el ingeniero Georg Hagen, quien aparentemente era un enemigo de los nazis y hombre profundamente religioso que buscaba mejorar su espiritualidad y aprender más sobre la Biblia, pero en realidad se trataba de un miembro de la Waffen-SS llamado Franz Pissaritsch, de manera subrepticia mantuvo conversaciones con Lampert intentando obtener alguna declaración contra el régimen nazi, lo que nunca consiguió, después de unos meses de espionaje sin obtener ninguna prueba concreta, Pissaritsch diseña una conspiración según la cual Carl Lampert tenía un transmisor enemigo con el cual había difundido información militar y favorecido actividades hostiles.

Esta acusación es la escusa para una ola de arrestos realizados el 4 de febrero de 1943, en total unos 40 sacerdotes y monjas fueron detenidos, entre ellos Carl Lampert. En los meses siguientes Lampert fue sometido a intensos interrogatorios y torturas. 

Dos ejemplos tomados de las actas de Lampert:
Comisario Trettin , "Sr. Lampert, usted es un hombre sensible, saldrá de la Iglesia y del sacerdocio. Testifique para el Führer Adolf Hitler. Te daré un buen trabajo!".
Lampert : "Comisario, yo amo a mi iglesia. Sigo siendo fiel a mi Iglesia y al sacerdocio: ¡Estoy a favor de amar a Cristo y a su Iglesia!".
Pregunta : "¿Qué valoras más: el Evangelio o "Mi Lucha" de Hitler? ".
Lampert respuesta : "¡El Evangelio es la Palabra de Dios y predica el amor. El libro de Herr Hitler es obra del hombre, y predica el odio!".

El juicio contra Lampert y otros dos sacerdotes, Herbert Simoleit y Friedrich Lorenz, se realizó en diciembre de 1943 ante el Tribunal del Reich en Halle (Saale). Incluso en los tribunales Pissaritsch, el hombre de la SS, apareció bajo su nombre falso ingeniero Hagen, para confirmar sus declaraciones a la fiscalía.

Lampert fue declarado culpable, por primera vez, el 20 de Diciembre 1943. El proceso tuvo que repetirse por luchas internas en la función judicial, luchas que incluso llevaron a que el juez Wermer Leuben se suicidara luego de que declarara que "¡Su única tragedia es que son los sacerdotes católicos!"

El segundo juico se realizó el 8 de septiembre de 1944 y fue condenado a muerte junto a los dos citados sacerdotes.

El 13 de noviembre de 1944 se llevó a cabo la ejecución de Lampert mediante la guillotina, el reloj marcaba las 4 P.M., el P. Carl Lampert murió pronunciando los nombres de Jesús y de María.

La urna que contiene sus cenizas fue enterrada en el pabellón y después de la guerra, en 1948, fue trasladada a su ciudad natal.

NOTAS:

1 Rota Romana: Es el tribunal de apelación de la Santa Sede. Es el tribunal eclesiástico más alto de la Iglesia Católica después del Tribunal Supremo de la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica.



Beata María del Patrocinio

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Beata María del Patrocinio de San Juan Giner Gomis, virgen y mártir
En Portichol de Tavernes, cerca de Carcaixent, en la misma región de España, beata María del Patrocinio de San Juan Giner Gomis, virgen del Instituto de María Inmaculada de las Misioneras Claretianas y mártir, que en la persecución antes aludida alcanzó la vida eterna luchando por la fe.
La beata María Asunción Giner Gomís nació en Tortosa (Tarragona) el 4 de enero de 1874. Profesó como Misionera Claretiana en 1893, con el nombre religioso de María del Patrocinio de San Juan. Vivió gozosa su entrega en los distintos apostolados y servicios que le fueron confiados. Sufrió la persecución religiosa de 1931 y 1936. Por fidelidad a su fe y a su vocación aceptó con fortaleza y serenidad la muerte. Orando y perdonando a los que le quitaban la vida, fue asesinada el día 13 de noviembre de 1936 en el Portichol (Valencia) España.

fuente: Aciprensa





San Nicolás I

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San Nicolás I, papa
En la basílica de San Pedro, de Roma, san Nicolás I, papa, que sobresalió por su energía apostólica al reafirmar la autoridad del Romano Pontífice en toda la Iglesia.
Cuando Nicolás I murió, el 13 de noviembre del año 867, después de nueve años de pontificado, todos los hombres de buena voluntad le lloraron. Los romanos consideraron los aguaceros que cayeron entonces sobre Roma como una señal de la pena del cielo, porque el difunto Papa había merecido realmente los títulos de «santo» y «grande» que las futuras generaciones habían de darle. Uno de sus contemporáneos escribía: «Desde la época del bienaventurado Gregorio (el Grande), no había ocupado la cátedra pontificia ninguno que pudiera comparársele. Nicolás daba órdenes a los reyes y señores como si fuese el amo del mundo. Era amable, bondadoso y modesto con los obispos y sacerdotes buenos y con los buenos cristianos; en cambio, era duro y terrible con los malvados. Puede decirse con verdad que Dios nos dio en él a un segundo Elías».

En efecto, Nicolás I fue el papa más grande entre Gregorio I y Gregorio VII (Hildebrando). Pertenecía a una distinguida familia romana, y Sergio II le tomó a su servicio. San León IV y Benedicto III le emplearon también. Cuando murió este último, el año 858, Nicolás, que no era más que diácono, fue elegido Papa. Su primer problema fue hacer frente a la delicada situación de Constantinopla, que era la segunda sede de la cristiandad. En el artículo sobre san Ignacio de Constantinopla relatamos la forma en que Bardas César y el emperador Miguel III desposeyeron de su sede al patriarca y pusieron a Focio en su lugar. Sobrevinieron otras complicaciones y todo el pontificado de san Nicolás se resintió por la dificultad en las relaciones entre Roma y Constantinopla. A ese propósito, san Nicolás I recibió una carta del monarca búlgaro, Boris, recientemente bautizado, quien le hacía diversas preguntas. La respuesta de san Nicolás fue «una obra maestra de prudencia pastoral que constituye uno de los más bellos documentos de la historia del pasado». El santo reprochó a Boris la crueldad con que trataba a los paganos y le prohibió tratar de convertirlos por la fuerza. Igualmente, incitó a los búlgaros a ser menos supersticiosos, menos crueles en la guerra y a no emplear la tortura. Naturalmente, san Nicolás hubiese querido que esa nueva porción de la cristiandad se sometiese a su autoridad; pero Boris eligió finalmente la autoridad de Constantinopla.

San Nicolás I fue un valiente defensor de la integridad del matrimonio, de los débiles y oprimidos, y de la igualdad de todos los hombres ante la ley de Dios. No sólo tuvo que defender el sacramento del matrimonio contra el rey Lotario de Lorena, sino también contra los obispos complacientes que habían aprobado el divorcio de éste y su nuevo matrimonio. Cuando Carlos el Calvo, de Borgoña, consiguió que Ios obispos francos excomulgasen a su hija Judit por haber contraído matrimonio con Balduino de Flandes sin permiso de su padre, Nicolás intervino en favor de la libertad del matrimonio, recomendó a los obispos que en adelante se mostrasen menos severos y pidió a Hincmaro de Reims que tratase de reconciliar a Carlos con su hija.

Hincmaro fue sin duda una figura preclara entre los obispos de la Edad Media, pero era un hombre soberbio y ambicioso. Con motivo de la apelación a la Santa Sede, hecha por uno de los sufragáneos de Hincmaro contra la sentencia de su metropolitano, san Nicolás I, lo mismo que otros papas, tuvo que obligar a éste a reconocer el derecho de la Santa Sede a intervenir en los asuntos de importancia. San Nicolás excomulgó también por dos veces al arzobispo Juan de Ravena, a causa de la intolerancia con que trataba a sus sufragáneos y a otros miembros del clero y también, porque se oponía abiertamente a las decisiones de Roma. Por su actitud, adquirió el Papa la fama de ser un juez justo y firme y mucha gente de todas las clases sociales y de todos los puntos de Europa, acudió a él en demanda de justicia.

Con la caída del imperio de Carlomagno, la situación de la Iglesia de Occidente era muy delicada. Cuando Nicolás I ascendió al trono pontificio, los nobles concedían y arrebataban a su gusto las sedes episcopales y, con frecuencia, las ponían en manos de obispos jóvenes, inexpertos y aun viciosos. El arma de la excomunión se empleaba constantemente sin la menor discreción (y así se hizo durante mucho tiempo). El desprecio con que se miraba a algunos miembros del clero, se había transformado en desprecio por los cargos que ocupaban. Finalmente, las prácticas penitenciales habían degenerado o caído en el olvido, con lo que se había producido una gran corrupción de costumbres. San Nicolás hizo cuanto pudo por oponerse a esos abusos durante su breve pontificado y combatió infatigablemente la maldad y la injusticia, lo mismo entre el alto y el bajo clero que entre los laicos. Ciertamente que san Nicolás no carecía de ambición, pero su objetivo consistía en colocar a la Santa Sede en una situación privilegiada para que pudiese hacer mayor bien a las almas. Se ha acusado a Nicolás I de haber empleado las «Falsas Decretales» sabiendo que eran falsas. En realidad, las usó muy poco y sin saber que eran falsas, pues nadie sabía eso antes del siglo XV. Las Falsas Decretales -colección mezcla de documentos falsos y auténticos de los primeros siglos de la Iglesia, fueron compuestas en Francia, de donde pasaron a Italia, y se usaron para afirmar la autoridad de las sedes episcopales frente a los reyes. El anglicano Milman escribió a este propósito: «Si Nicolás I trató despectivamente a los reyes de Francia, debemos reconocer que el poder real se había ganado el desprecio del mundo entero. Cierto que Nicolás anuló un decreto de un sínodo nacional, constituido por los más distinguidos prelados de la Galia, pero el sínodo había sido ya condenado por todos aquéllos que estaban en favor de la justicia y la inocencia». Cuando surgía un escándalo o un desorden, el Pontífice «no dejaba descanso a su cuerpo ni reposo a sus miembros» hasta que hubiese hecho todo lo posible por poner el remedio.

San Nicolás se mostró especialmente solícito en los asuntos de su diócesis, sin descuidar por ello los asuntos de toda la cristiandad. Por ejemplo, tenía una lista de todos los inválidos de Roma, a los que enviaba diariamente la comida a sus casas. Además, en el palacio del Pontífice se repartían víveres a los pobres que no estaban postrados; cada uno recibía una especie de talón en el que estaba marcado el día de la semana en que debía presentarse a recoger las provisiones. La salud de san Nicolás no era muy fuerte, y la energía con que trabajaba acabó por arruinarla. «Nuestro Padre celestial, escribió el Pontífice, se ha complacido en visitarme con tan fuertes dolores, que no sólo no me dejan responder personalmente a vuestras preguntas, pero ni siquiera dictar mis respuestas». La muerte le sobrevino en Roma, el 13 de noviembre de 867. San Nicolás el Grande, cuya fiesta se celebra todos los años en Roma, fue un hombre «paciente y moderado, humilde y casto, de rostro hermoso y agradable presencia. Se expresaba con gran sabiduría y modestia, como si ignorase la grandeza de sus actos. Fue muy penitente y amante de los Sagrados Misterios, amigo de las viudas y los huérfanos y paladín de toda la cristiandad», dice el Liber Pontificalis. Cuando san Nicolás yacía inconsciente en su lecho de muerte, uno de sus servidores le robó el dinero que había reunido para los pobres.

La figura de san Nicolás pertenece a la historia general de la Iglesia. No existe ninguna biografía primitiva que trate de sus virtudes personales. El relato del Liber Pontificales (edic. Duchesne, vol. II, pp. 151-172), debido probablemente a la pluma de Anastasio el Bibliotecario, tiene menos carácter de inventario que otras noticias biográficas anteriores. Es excelente la biografía que se encuentran en Mann, Lives of the Popes, vol. III (1906), pp. 1-148; hay allí una lista de las principales fuentes y obras que merecen consultarse. Pero desde entonces han visto la luz otros documentos importantes. La correspondencia de Nicolás I puede verse en Migne, PL., vol. CXIX, y en Monumenta Germaniae Historica, Epistolae, vol. VI. Acerca de la cuestión de las falsas Decretales, véase a P. Fournier y G. Le Bras, en Histoire des Collections canoniques en Occident, vol. I (1931), pp. 127-233; y J. Haller, Nikolaus I und Pseudo-Isidor (1936). Sobre el período en general puede consultarse en castellano H. Jedin, Manual de Historia de la Iglesia, Tomo III, sección tercera, pág 124ss., Herder, 1980.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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