domingo, 15 de noviembre de 2015

Beato Miguel Díaz Sánchez - San Eugenio Obispo - Beata María de la Pasión - Santos Gurias y Samonas de Edesa 15112015

Beato Miguel Díaz Sánchez

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Mártires del siglo XX en España
El 6 de noviembre del 2007 fueron beatificados en Madrid 498 mártires de España en época de la Guerra Civil. En esta misma fecha se celebran litúrgicamente esos testigos de la fe, junto a los 522 beatificados en Tarragona en 2013, y todos los demás mártires de la misma persecución que no tienen otra fecha litúrgica.
Esta celebración es propia de la Iglesia española; por tratarse de una celebración de carácter exclusivamente local, figura al final de la lista del 6 de noviembre.
Aunque la fecha hace alusión a la beatificación realizada en Roma en 2007 de 498 mártires, litúrgicamente agrupa a todos los mártires de la misma persecución que no son celebrados en otra fecha, lo que hace que de los 1523 mártires elevados a los altares entre 1987 y 2013, la mayor parte (más de mil), sean conmemorados hoy.
Transcribimos la homilía del Card. Angelo Amato pronunciada en Tarragona el 13 de Octubre de 2013 con ocasión de la beatificación del último grupo de 522 mártires de diversas partes de España, en la que el Cardenal hace también un breve recuento de los distintos prcesos que se han realizado. 
Nota provisoria: se van realizando las incorporaciones individuales de mártires a sus respectivas fechas (es decir, a la de la muerte de cada uno de ellos), mientras tanto se coloca tras la homilía el listado de los 498 beatificados en Roma, y el de los 522 de Tarragona, ya que todavía la mayoría de ellos no estarán en otras partes del Santoral.


Homilía del Card. Amato, SDB

l. La Iglesia española celebra hoy la beatificación de quinientos veintidós hijos mártires, profetas desarmados de la caridad de Cristo. Es un extraordinario evento de gracia, que quita toda tristeza y llena de júbilo a la comunidad cristiana. Hoy recordamos con gratitud su sacrificio, que es la manifestación concreta de la civilización del amor predicada por Jesús: «Ahora -dice el libro del Apocalipsis de San Juan- se cumple la salvación, la fuerza y el reino de nuestro Dios y la potencia de su Cristo» (Ap 12, 10). Los mártires no se han avergonzado del Evangelio, sino que han permanecido fieles a Cristo, que dice: «Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Quien quiera salvar la propia vida, la perderá, pero quien pierda la propia vida por mí, la salvará» (Lc 9, 23-24). Sepultados con Cristo en la muerte, con Él viven por la fe en la fuerza de Dios (cf. Col 2, 12).
España es una tierra bendecida por la sangre de los mártires. Si nos limitamos a los testigos heroicos de la fe, víctimas de la persecución religiosa de los años 30 del siglo pasado, la Iglesia en catorce distintas ceremonias ha beatificado más de mil. La primera, en 1987, fue la beatificación de tres Carmelitas descalzas de Guadalajara. Entre las ceremonias más numerosas recordamos la del 11 de marzo de 2001, con doscientos treinta y tres mártires; la del 28 de octubre de 2007, con cuatrocientos noventa y ocho mártires, entre los cuales los obispos de Ciudad Real y de Cuenca; y la celebrada en la catedral de la Almudena de Madrid, el 17 de diciembre de 2011, con veintitrés testigos de la fe.
Hoy, aquí en Tarragona, el Papa Francisco beatifica quinientos veintidós mártires, que «vertieron su sangre para dar testimonio del Señor Jesús» (Carta Apostólica). Es la ceremonia de beatificación más grande que ha habido en tierra española. Este último grupo incluye tres obispos: ­Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén; Salvio Huix Miralpeix, obispo de Lleida y Manuel Borrás Ferré, obispo auxiliar de Tarragona, y además numerosos sacerdotes, seminaristas, consagrados y consagradas, jóvenes y ancianos, padres y madres de familia. Son todos víctimas inocentes que soportaron cárceles, torturas, procesos injustos, humillaciones y suplicios indescriptibles. Es un ejército inmenso de bautizados que, con el vestido blanco de la caridad, siguieron a Cristo hasta el Calvario para resucitar con Él en la gloria de la Jerusalén celestial.

2. En el periodo oscuro de la hostilidad anticatólica de los años 30, vuestra noble nación fue envuelta en la niebla diabólica de una ideología que anuló a millares y millares de ciudadanos pacíficos, incendiando iglesias y símbolos religiosos, cerrando conventos y escuelas católicas, detruyendo parte de vuestro precioso patrimonio artístico. El Papa Pío XI, con la encíclica Dilectissima nobis, del 3 de junio de 1933, denunció enérgicamente esta libertina política antirreligiosa.
Recordemos de antemano que los mártires no fueron caídos de la guerra civil, sino víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia. Estos hermanos y hermanas nuestros no eran combatientes, no tenían armas, no se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran provocadores. Eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados por odio a la fe, solo porque eran católicos, porque eran sacerdotes, porque eran seminaristas, porque eran religiosos, porque eran religiosas, porque creían en Dios, porque tenían a Jesús como único tesoro, más querido que la propia vida. No odiaban a nadie, amaban a todos, hacían el bien a todos. Su apostolado era la catequesis en las parroquias, la enseñanza en las escuelas, el cuidado de los enfermos, la caridad con los pobres, la asistencia a los ancianos y a los marginados. A la atrocidad de los perseguidores, no respondieron con la rebelión o con las armas, sino con la mansedumbre de los fuertes.
En aquel periodo, mientras se encontraba en el exilio, Don Luigi Sturzo, diplomático y sacerdote católico italiano, en un artículo de 1933, publicado en el periódico El Matì de Barcelona, escribía con intuición profética que las modernas ideologías son verdaderas religiones idolátricas, que exigen altares y víctimas, sobre todo víctimas, miles, e incluso millones. Y añadía que el aumento aberrante de la violencia hacía que las víctimas fueran con mucho más numerosas que en las antiguas persecuciones romanas.(1)

3. Queridos hermanos, ante la respuesta valiente y unánime de estos mártires, sobre todo de muchísimos sacerdotes y seminaristas, me he preguntado muchas veces: ¿cómo se explica su fuerza sobrehumana de preferir la muerte antes que renegar la propia fe en Dios? Además de la eficacia de la gracia divina, la respuesta hay que buscarla en una buena preparación al sacerdocio. En los años previos a la persecución, en los seminarios y en las casas de formación los jóvenes eran informados claramente sobre el peligro mortal en el que se encontraban. Eran preparados espiritualmente para afrontar incluso la muerte por su vocación. Era una verdadera pedagogía martirial, que hizo a los jóvenes fuertes e incluso gozosos en su testimonio supremo.

4. Ahora planteémonos una pregunta: ¿por qué la Iglesia beatifica a estos mártires? La respuesta es sencilla: la Iglesia no quiere olvidar a estos sus hijos valientes. La Iglesia los honra con culto público, para que su intercesión obtenga del Señor una lluvia beneficiosa de gracias espirituales y temporales en toda España. La Iglesia, casa del perdón, no busca culpables. Quiere glorificar a estos testigos heroicos del evangelio de la caridad, porque merecen admiración e imitación.
La celebración de hoy quiere una vez más gritar fuertemente al mundo, que la humanidad necesita paz, fraternidad, concordia. Nada puede justificar la guerra, el odio fratricida, la muerte del prójimo. Con su caridad, los mártires se opusieron al furor del mal, como un potente muro se opone a la violencia monstruosa de un tsunami. Con su mansedumbre los mártires desactivaron las armas homicidas de los tiranos y de los verdugos, venciendo al mal con el bien. Ellos son los profetas siempre actuales de la paz en la tierra.

5. y ahora una segunda pregunta: ¿por qué la beatificación de los mártires de muchas diócesis españolas adviene aquí en Tarragona?
Hay dos motivos. Ante todo el grupo más numeroso de los mártires es el de esta antiquísima diócesis española, con ciento cuarenta y siete mártires, incluido el obispo auxiliar Manuel Borrás Ferré y los jóvenes seminaristas Joan Montpeó Masip, de veinte años, y Josep Gassol Montseny de veintidós.
El segundo motivo nos viene del hecho de que, en los pnmeros siglos cristianos, aquí en Tarragona, ecclesia Pauli, sedes Fructuosi, patria martyrum, tuvo lugar el martirio del obispo Fructuoso y de sus dos diáconos, Augurio y Eulogio, quemados vivos en el 259 d.C. en el anfiteatro romano de la ciudad.
Recordemos brevemente el martirio de estos dos primeros testigos tarraconenses, porque repropone la dinámica esencial de toda persecución, que, por una parte, muestra la arbitrariedad de las acusaciones y la atrocidad de las torturas, y, por otra, la fortaleza sobrehumana de los mártires en el aceptar la pasión y la muerte con serenidad y con el perdón en los labios.
Tarragona, sede de una floreciente comunidad cristiana, en el siglo III d.C. fue objeto de una violenta persecución, por obra del emperador Valeriano. Fueron víctimas de ella el obispo Fructuoso y los diáconos Augurio y Eulogio. De su martirio tenemos las Actas, que nos transmiten los protocolos notariales del proceso, del interrogatorio, de las respuestas, de la condena y de la ejecución(2). La captura de Fructuoso y de sus diáconos tuvo lugar la mañana del domingo del 16 de enero del 259. Llevado a la cárcel, Fructuoso rezaba continuamente y daba gracias al Señor por la gracia del martirio. Además, también allí continuó su obra de pastor y de evangelizador, confortando a los fieles, bautizando y proclamando el Evangelio a los paganos. Después de algunos días, el 21 de enero, los tres fueron convocados por el cónsul Emiliano para el interrogatorio. Fructuoso y los dos diáconos se negaron a ofrecer sacrificios a los ídolos, reafirmando su fidelidad a Cristo. Los tres fueron entonces condenados a ser quemados vivos. Llevados al anfiteatro, el santo Obispo gritó con fuerza que la Iglesia no quedaría nunca sin pastor y que Dios mantendría la promesa de protegerla en el futuro.

6. ¿Qué mensaje nos ofrecen los mártires antiguos y modernos? Nos dejan un doble mensaje. Ante todo nos invitan a perdonar. El Papa Francisco recientemente nos ha recordado que «el gozo de Dios es perdonar!… Aquí está todo el Evangelio, todo el Cristianismo! No es sentimiento, no es “buenismo”! Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del “cáncer” que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor colma los vacíos, la vorágine negativa que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer esto, y este es el gozo de Dios!»(3)
Estamos llamados pues al gozo del perdón, a eliminar de la mente y del corazón la tristeza del rencor y del odio. Jesús decía «Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro Padre celestial» (Lc 6, 36). Conviene hacer un examen concreto, ahora, sobre nuestra voluntad de perdón. El Papa Francisco sugiere: «Cada uno piense en una persona con la que no esté bien, con la que se haya enfadado, a la que no quiera. Pensemos en esa persona y en silencio, en este momento, recemos por esta persona y seamos misericordiosos con esta persona».(4)
La celebración de hoy sea pues la fiesta de la reconciliación, del perdón dado y recibido, el triunfo del Señor de la paz.

7. De aquí surge un segundo mensaje: el de la conversión del corazón a la bondad y a la misericordia. Todos estamos invitados a convertirnos al bien, no sólo quien se declara cristiano sino también quien no lo es. La Iglesia invita también a los perseguidores a no temer la conversión, a no tener miedo del bien, a rechazar el mal. El Señor es padre bueno que perdona y acoge con los brazos abiertos a sus hijos alejados por los caminos del mal y del pecado.
Todos -buenos y malos- necesitamos la conversión. Todos estamos llamados a convertirnos a la paz, a la fraternidad, al respeto de la libertad del otro, a la serenidad en las relaciones humanas. Así han actuado nuestros mártires, así han obrado los santos, que -como dice el Papa Francisco- ­siguen «el camino de la conversión, el camino de la humildad, del amor, del corazón, el camino de la belleza».(5)
Es un mensaje que concierne sobre todo a los jóvenes, llamados a vivir con fidelidad y gozo la vida cristiana. Pero hay que ir contra corriente: «Ir contra corriente hace bien al corazón, pero es necesario el coraje y Jesús nos da este coraje! No hay dificultades, tribulaciones, incomprensiones que den miedo si permanecemos unidos a Dios como los sarmientos están unidos a la vid, si no perdemos la amistad con Él, si le damos cada vez más espacio en nuestra vida. Esto sucede sobretodo si nos sentimos pobres, débiles, pecadores, porque Dios da fuerza a nuestra debilidad, riqueza a nuestra pobreza, conversión y perdón a nuestro pecado.»(6)
Así se han comportado los mártires, jóvenes y ancianos, Sí, también jóvenes como, por ejemplo, los seminaristas de las diócesis de Tarragona y de Jaén y el laico de veintiún años, de la diócesis de Jaén. No han tenido miedo de la muerte, porque su mirada estaba proyectada hacia el cielo, hacia el gozo de la eternidad sin fin en la caridad de Dios. Si les faltó la misericordia de los hombres, estuvo presente y sobreabundante la misericordia de Dios.
Perdón y conversión son los dones que los mártires nos hacen a todos. El perdón lleva la paz a los corazones, la conversión crea fraternidad con los demás.
Nuestros Mártires, mensajeros de la vida y no de la muerte, sean nuestros intercesores por una existencia de paz y fraternidad. Será este el fruto precioso de esta celebración en el año de la fe.
María, Regina Martyrum, siga siendo la potente Auxiliadora de los cristianos.
Amén.
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Notas:
1 Luigi Sturzo, Miscellanea londinese, vol. Il, Anni 1931-1933, Bologna 1967, p. 286. El artículo fue publicado en El Mati de Barcelona, el 19 de dicembre de 1933.
2 Véase el opúsculo, muy bien documentado, de Pedro Battle Y Huguet, Santos Fructuoso Obispo de Tarragona y Augurio y Eulogio diáconos. Las Actas de su Martirio, Tarragona 1959. Estas Actas fueron conocidas incluso fuera de la iglesia tarraconense; por ejemplo, el poeta español Aurelio Prudencio, hizo una transcripción detallada y fiel en el himno VI de su Peri Stephanon o Libro de las Coronas. El mismo san Agustín, en el sermón en el día de la fiesta de estos santos, comenta el texto.
3 Papa Francisco, Angelus del 15 de septiembre de 2013.
4 Ib.
5 Papa Francisco, Meditación del 19 de abril de 2013.
6 Papa Francisco, Homilía del 28 de abril de 2013.




Listas de los mártires:



Los 498 mártires beatificados en 2007:


Obispos: Cruz Laplana y Laguna, Narciso de Estenaga y Echevarria
Presbíteros diocesanos: Agrícola Rodríguez García de los Huertos, Bartolomé Rodríguez Soria, Domingo Sánchez Lázaro, Enrique Vidaurreta Palma, Félix González Bustos, Fernando Español Berdié, Fortunato Arias Sánchez, Francisco López-Gasco Fernández-Largo, Joaquín de la Madrid Arespacochaga, José María Cánovas Martínez, José Polo Benito, Julio Melgar Salgado, Justino Alarcón Vera, Justo Arévalo Mora, Liberio González Nombela, Mamerto Carchano Carchano, Miguel Beato Sánchez, Pedro Buitrago Morales, Ricardo Pla Espí, Rigoberto Aquilino de Anta y de Barrio, Saturnino Ortega Montealegre, Miguel Abdón Senén Díaz Sánchez, Juan Duarte Martín (Diácono)
Misioneros de los SS Corazones: Francesc Mayol Oliver, Miquel Pons Ramis, Pau Noguera Trías, Simò Reynés Solivellas
Carmelitas Descalzos: Alfonso Arimany Ferrer (Alfonso del Sagrado Corazón de María), Antonio Bonet Seró (Antonio María de Jesús), Antonio Bosch Verdura (Jorge de San José), Clemente López Yagüe (Clemente de los Sagrados Corazones), Daniel Mora Nine (Daniel de la Sagrada Pasión), Esteban Cuevas Casquero (Eliseo de Jesús Crucificado), Eufrasio Barredo Fernández (Eufrasio del Niño Jesús), Gregorio Sánchez Sancho (Tirso de Jesús María), Jaime Balcells Grau (Gabriel de la Anunciación), Jaime Gascón Bordas (Jaime de Santa Teresa), José Casas Juliá (Joaquín de San José), José Grijalvo Medel (Ramón de la Virgen del Carmen), José Guillamí Rodó (Romualdo de Santa Catalina), José Luis Collado Oliver (Plácido del Niño Jesús), José María Masip Tamarit (Marcelo de Santa Ana), José Mata Luis (Constancio de San José), José Tristany Pujol (Lucas de San José), Juan Páfila Monlláo (Juan José de Jesús Crucificado), Luis Gómez de Pablo (Félix de la Virgen del Carmen), Luis Minguell Ferrer (Luis María de la Virgen de la Merced), Mariano Alarcón Ruiz (José Mariano de los Ángeles), Melchor Martín Monge (Melchor del Niño Jesús), Nazario Del Valle González (Nazario del Sagrado Corazón), Ovidio Fernández Arenillas (Eusebio del Niño Jesús), Pedro de Alcántara Fortón y de Cascajares (Pedro Tomás de la Virgen del Pilar), Pedro Jiménez Vallejo (Pedro José de los Sagrados Corazones de Jesús y María), Pedro Ramón Rodríguez Calle (Hermilo de San Eliseo), Perfecto Domínguez Monge (Perfecto de la Virgen del Carmen), Ricardo Farré Masip (Eduardo del Niño Jesús), Tomás Mateos Sánchez (José Agustín del Santísimo Sacramento), Vicente Álamo Jiménez (José María de la Virgen Dolorosa)
Carmelitas de la Antigua Observancia: Ángel María Prat Hostench (Ángel María), Ángel Presta Batlle (Ángel María), Antonio Ayet Canós (Ludovico María), Eliseo María Maneus Besalduch (Eliseo María), Fernando María Llovera Puigsech (Fernando María), Gabriel Escoto Ruiz (José María), Ginés Garre Egea (Elías María), José Luis Raga Nadal (EufrosinoMaría), José Solé Rovira (Andrés Corsino María), Juan María Puigmitjá Rubió (Juan María), Juan Prat Colldecarrera (Pedro Tomás María), Luis Fontdecava Quiroga (Eliseo María), Manuel Serrano Buj (Eduardo María), María de Puiggraciós Josefa Francisca Badía Flaquer (María del Patrocinio de San José), Miguel María Soler Sala (Miguel María), Pedro Dorca Coromina (Anastasio María), Pedro Ferrer Marín (Pedro María)
Orden de Hermanos Menores Franciscanos: Alfonso Sánchez Hernández-Ranera, Anastasio González Rodríguez, Andrés MajadasMálaga, Ángel Remigio Hernández-Ranera de Diego (Ángel), Antonio RodrigoAntón, Benigno Prieto del Pozo, Catalina Caldés Socías (Catalina del Carmen), Domingo Alonso de Frutos, Federico Herrera Bermejo, Félix Echevarría Gorostiaga, Felix Gómez-Pinto Piñero, Felix Maroto Moreno, Francisco Carlés González (Francisco Jesús), José Álvarez Rodríguez, José De VegaPedraza, José Mariano Azurmendi de Larrínaga Mugarza (José María), Julián Navío Colado, León Zarragua Iturrízaga (Miguel), Luis Echevarría Gorostiaga, Marcelino Ovejero Gómez, Martín Lozano Tello, Miquela Rullàn Ribot (Miquela del Sacramento), Perfecto Carrascosa Santos (Perfecto del Santísimo Sacramento), Ramón TejadoLibrado, Ruperto Sáez de Ibarra López de Arcaute (Antonio), Santiago Maté Calzada, Saturnino Río Rojo, Simón Miguel Rodríguez, Valentín Díez Serna, Vicente MajadasMálaga, Víctor Chumillas Fernández
Dominicos: Abilio Sáiz López, Abraham Furones Furones (Luis), Adelfa Soro Bó (Adelfa Soro de Nuestra Señora del Rosario), Alfredo Fanjul Acebal, Amado Cubeñas Diego-Madrazo, Antonia Adrover Martí (María Rosa), Antonio Varona Ortega, Bernardino Irurzun Otermín, Buenaventura García Paredes, Buenaventura Sauleda Paulís (Josefina), Celestino José Alonso Villar, Cipriano Alguacil Torredenaida, Cristóbal Iturriaga-Echevarría Irazoia, Eduardo González Santo Domingo, Eleuterio Marne Mansilla, Eliseo Miguel Largo, Enrique Cañal Gómez, Enrique Izquierdo Palacios, Estanislao García Obeso, Eugenio Andrés Amo, Felix Alonso Muñiz, Francisco Fernández Escosura, Germán Caballero Atienza, Gregorio Díez Pérez, Higinio Roldán Iriberri, Inocencio García Díez, Isabelino Carmona Fernández, Isidro Ordóñez Díez, Jacinto García Riesco, Jesús Villaverde Andrés, José Delgado Pérez, José Gafo Muñiz, José Luis Palacio Muñiz, José Manuel Julián Mauro Gutiérrez Ceballos (Manuel), José María García Tabar, José María Laguía Puerto, José María López Carrillo, José María López Tascón, José María Palacio Montes, José Menéndez García, José Prieto Fuentes, José Santoja Pinsach, Juan Crespo Calleja, Juan Herrero Arroyo, Juan Mendibelzúa Ocerín, Juan Peña Ruiz (Vicente), Leoncio Arce Urrutia, Luciano Hernández Ramírez (Reginaldo), Manuel Álvarez Álvarez, Manuel Moreno Martínez, Manuel Santiago Santiago, María del Carmen Zaragoza y Zaragoza, Maximino Fernández Marinas, Miguel Menéndez García, Miguel Rodríguez González, Nicasio Romo Rubio, Otilia Alonso González (Otilia Alonso de Santa Rosa de Lima), Pedro Ibañez Alonso, Pedro Luis Luis, Ramona Fossas Románs (Ramona Fossas de Santo Domingo de Guzmán), Ramona Perramón Vila (Ramona Perramón del Dulce ombre de María), Reginalda Picas Planas, Rosa Jutglar Gallart, Santiago Franco Mayo, Santiago Vega Ponce (Pedro), Teófilo Montes Calvo, Teresa Prats Martí (Teresa Prats de San Vicente Ferrer), Vicente Álvarez Cienfuegos, Vicente Rodríguez Fernández, Víctor García Ceballos, Victoriano Santos Ibáñez Alonso (Victoriano), Vidal Luis Gómara
Agustinos: Agustín Renedo Martino, Alfredo Fernando Fariña Castro (José Agustín), Anastasio Díez García, Ángel Pérez Santos, Antolín Astorga Díez, Antonio María Arriaga Anduiza, Arturo García de la Fuente, Avelino Blas Rodríguez Alonso (Avelino), Balbino Villarroel Villarroel, Benito Alcalde González, Benito Garnelo Álvarez, Benito Rodríguez González, Benito Velasco Velasco, Bernardino Álvarez Melcón, Bernardino Calle Franco, Cipriano Polo García, Claudio Julián García San Román, Conrado Rodríguez Gutiérrez, Constantino Malumbres Francés, Dámaso Arconada Merino, Diego Hompanera París, Dionisio Terceño Vicente, Emilio Camino Noval, Enrique Bernardino Francisco Serra Chorro, Epifanio Gómez Álvaro, Esteban García Suárez, Eugenio Cernuda Febrero, Felipe Barba Chamorro, Florencio Alonso Ruiz, Fortunato Merino Vegas, Francisco Fuente Puebla, Francisco Marcos del Río, Froilán Lanero Villadangos, Gabino Olaso Zabala, Gerardo Gil Leal, Gerardo Pascual Mata, Heliodoro Merino Merino, Isidro Mediavilla Campo, Jacinto Martínez Ayuela, Jesús Largo Manrique, Joaquín García Ferrero, José Antonio Pérez García, José Aurelio Calleja del Hierro, José Dalmau Regás, José Gando Uña, José Gutiérrez Arranz, José Joaquín Esnaola Urteaga, José López Piteira, José Noriega González, José Peque Iglesias, Juan Baldajos Pérez, Juan Monedero Fernández, Juan Pérez Rodríguez, Juan Sánchez Sánchez, Julián Zarco Cuevas, Julio Marcos Rodríguez, Julio María Fincias, Leoncio Lope García, Lorenzo Arribas Palacio, Luciano Ramos Villafruela, Lucinio Ruiz Valtierra, Luis Abia Melendro, Luis Blanco Álvarez, Luis Gutiérrez Calvo, Luis Suárez-Valdés Díaz de Miranda, Macario Sánchez López, Manuel Álvarez Rego de Seves, Manuel Formigo Giráldez, Marcos Guerrero Prieto, Marcos Pérez Andrés, Mariano Revilla Rico, Matías Espeso Cuevas, Máximo Valle García, Melchor Martínez Antuña, Miguel Cerezal Calvo, Miguel Iturrarán Laucirica, Miguel Sanromán Fernández, Nemesio Díez Fernández, Nemesio García Rubio, Nicolás de Mier Francisco, Pedro Alonso Fernández, Pedro de la Varga Delgado, Pedro José Carvajal Pereda, Pedro Martínez Ramos, Pedro Simón Ferrero, Primitivo Sandín Miñambres, Ramiro Alonso López, Ricardo Marcos Reguero, Román Martín Mata, Sabino Rodrigo Fierro, Samuel Pajares García, Senén García González, Severiano Montes Fernández, Tomás Sánchez López, Ubaldo Revilla Rodríguez, Víctor Cuesta Villalba, Víctor Gaitero González, Vidal Ruiz Vallejo
Trinitarios: José Vicente Ormaechea y Apoitia (José de Jesús y María), Juan Francisco Joya y Corralero (Juan de La Virgen de Castellar), Juan Otazuay Madariaga (Juan de Jesús y María), Luis de Erdoiza y Zamallora (Luis de San Miguel de los Santos), María Francisca Espejo y Martos (Francisca de la Encarnación), Melchor Rodríguez Villastrigo (Melchor del Espíritu Santo), Prudencio Gueréquiz y Guezuraga (Prudencio de la Cruz), Santiago AltolaguirreAltolaguirre (Mariano de San José), Santiago Arriaga y Arrien (Santiago de Jesús), Segundo García Cabezas (Segundo de Santa Teresa)
Salesianos de Don Bosco: Anastasio Garzón González, Andrés Gómez Sáez, Andrés Jiménez Galera, Antonio Cid Rodríguez, Antonio Dionisio Torrero Luque, Antonio Enrique Canut Isús, Antonio Mohedano Larriva, Antonio Pancorbo López, Antonio Rodríguez Blanco, Antonio Tomás Fernández Camacho, Carmelo Pérez Rodríguez, Dionisio Ullívarri Barajuán, Emilio Arce Díez, Enrique Sáiz Aparicio, Esteban Cobo Sanz, Esteban García García, Esteban Vázquez Alonso, Federico Cobo Sanz, Félix González Tejedor, Félix Paco Escartín, Florencio Rodríguez Güemes, Francisco Edreira Mosquera, Francisco José Martín López de Arroyave, Francisco Míguez Fernández, Germán Martín Martín, Heliodoro Ramos García, Higinio De Mata Díez, Honorio Hernández Martín, José Blanco Salgado, José Limón Limón, José María Celaya Badiola, José Villanova Tormo, Juan Codera Marqués, Juan Lorenzo Larragueta Garay, Juan Luis Hernández Medina, Justo Juanes Santos, Luis Martínez Alvarellos, Manuel Borrajo Míguez, Manuel Fernández Ferro, Manuel Gómez Contioso, Manuel Martín Pérez, Mateo Garolera Masferrer, Miguel Lasaga Carazo, Miguel Pascual Molina de la Torre, Nicolás de la Torre Merino, Pablo Caballero López, Pablo Gracia Sánchez, Pascual De Castro Herrera, Pedro Artolozaga Mellique, Pío Conde Conde, Rafael Rodríguez Mesa, Ramón Eirín Mayo, Sabino Hernández Laso, Salvador Fernández Pérez, Teódulo González Fernández, Tomás Alonso Sanjuán, Tomás Gil de la Cal, Valentín Gil Arribas, Victoriano Fernández Reinoso, Virgilio Edreira Mosquera
Marianistas: Florencio Arnáiz Cejudo, Joaquín Ochoa Salazar, Miguel Léibar Garay, Sabino Ayastuy Errasti
Congregacion de Religiosas Adoratrices: Aúrea González Fernández (Herlinda), Belarmina Pérez Martínez (Belarmina de Jesús), Concepción Iglesias del Campo (Cecilia), Concepción Vázquez Áreas (Ruperta), Dionisia Rodríguez de Anta (Sulpicia del Buen Pastor), Emilia Echeverría Fernández (Máxima de San José), Felipa Gutiérrez Garay (Felipa), Josefa Boix Riera (Josefa de Jesús), Juana Francisca Pérez de Labeaga García (Blasa de María), Lucía González García (Lucila María de Jesús), Luisa Pérez Adriá (Luisa de la Eucaristía), Magdalena Pérez (Magdalena), Manuela Arriola Uranga (Manuela del Sagrado Corazón), María Dolores Hernández Santorcuato (María Dolores de la Santísima Trinidad), María Dolores Monzón Rosales (María Dolores de Jesús Sacrificado), María García Ferreiro (María de la Presentación), María Prima Ipiña Malzárraga (María Prima de Jesús), María Zenona Aranzábal Barrutia (Borja de Jesús), Mercedes Tuní Ustech (Ángeles), Purificación Martínez Vera (Purificación de María), Rosa López Brochier (Rosaura de María), Sinforosa Díaz Fernández (Sinforosa de la Sagrada Familia), Teresa Vives y Missé (Casta de Jesús)
Carmelitas de la Caridad de Verdruna: Apolonia Lizárraga y Ochoa deZabalegui (Apolonia del Santísimo Sacramento)
Congregación de la Misión. Paúles: Francisca Pons Sardá (Gabriela de San Juan de la Cruz), María Roqueta Serra (María del Refugio de San Angelo), Teresa Subirá Sanjaume (Esperanza de la Cruz), Vicenta Achurra Gogenola (Daniela de San Bernabé)
Hijos del Inmaculado Corazón de María. Claretianos: Carmen Fradera Ferragut, Magdalena Fradera Ferragut, Rosa Fradera Ferragut (Rosa de Jesús)
Hermanos Maristas: Ángel Roba Osorno (Licarión), Aniceto Falgueras Casellas (Anselmo), Antonio Badía Andalé (Hermógenes), Antonio Roig (Antolín), Carlos Brengaret Pujol (Carlos Rafael), Feliciano Ayúcar Eraso (Ramón Alberto), Felipe Ruiz Peña (Gil Felipe), Félix Ayúcar Eraso (Félix León), Fermín Latienda Azpilicueta (Felipe José), Fernando Suñer Estrach (Epifanio), Florentino Redondo Insausti (Leopoldo José), Fortunato Ruiz Peña (Fortunato Andrés), Gregorio Faci Molins (José Carmelo), Isidro Serrano Fabón (Martiniano), Jaime Morella Bruguera (Jaime Ramón), Jerónimo Messegué Ribera (Leónides), Jesús Menchón Franco (Juan de Mata), José Ambrós Dejuán (Víctor Conrado), José Blanch Roca (Victorino José), José Cesari Mercadal (Dionisio Martín), José Miguel Elola Arruti (Vito José), José Mir Pons (Prisciliano), Juan Núñez (Vivencio), Juan Pelfort Planell (Juan Crisóstomo), Juan Tubau (Gaudencio Juan), Julio García Galarza (Frumencio), Leocadio Rodríguez Nieto (Miguel Ireneo), Leoncio Pérez Gómez (Porfirio), Lucio Izquierdo López (Ángel Andrés), Lucio Zudaire Aramendía (Teódulo), Mariano Alonso Fuente (Laurentino), Néstor Vivar Valdivielso (Alberto María), Nicolás Pereda Revuelta (José Federico), Nicolás Ran Goñi (Ismael), Pedro Ciordia Hernández (Baudilio), Pedro Sitjes Puig (Laureano Carlos), Plácido Juan José Fábrega Julià (Bernardo), Ramón Mill (Vulfrano), Santiago Sáiz Martínez (Santiago María), Santos Escudero Miguel (Santos), Segismundo Hidalgo Martínez (Gabriel Eduardo), Serafín Zugaldía Lacruz (Santiago), tr>Casimiro Riba Pi (Bernabé), Trifón Nicasio Lacunza Unzu (Virgilio), Víctor Gutiérrez Gómez (Lino Fernando), Victoriano Gómez Gutiérrez (Silvio), Victoriano Martínez Martín (Isaías María)
Hermanos de las Escuelas Cristianas (Lasallanos): Agustín Pedro Calvo (Honorato Alfredo), Antolín Martínez Martínez (Dámaso Luis), Antonio Jaume Secases (Jaime Bertino), Antonio Serra Hortal (Adolfo Jaime), Antonio Tost Llavería (Francisco Magín), Baldomero Margenat (Esiquio José), Cecilio Manrique Arnáiz (Cirilo Pedro), Crisógono Cordero Fernández (Estanislao Víctor), Dalmacio Bellota Pérez (Carlos Jorge), Diodoro López Hernando (Teodosio Rafael), Emilio Martínez de la Pera y Álava (Lorenzo Santiago), Esteban Anuncibay Letona (Ovidio Bertrán), Eudaldo Rodas Saurína (Olegario Ángel), Eugenio Cuesta (Hilarión Eugenio), Eusebio Roldán Vielva (Eusebio Andrés), Félix España Ortiz (Benito Clemente), Francisco Del Valle Villar (León Justino), Francisco Malle (Francisco Alfredo), Francisco Pujol Espinalt (Honesto María), Germán García García (Luciano Pablo), Isidro Muñoz Antolín (Ladislao Luis), Ismael Barrio Marquilla (Celestino Antonio), Jaime Mases Boncompte (Lamberto Carlos), Jaime Puigferrer Mora (Miguel de Jesús), Jesús Juan Otero (Arnoldo Julián), José Bardalet Compte (Benedicto José), José Casas Lluch (Ildefonso Luis), José Enrique Chamayou Auclés (Jacob Samuel), José Figueras Rey (Lorenzo Gabriel), José Llorach Bretó (Crisóstomo), José Luis Carrera Comas (Agapio José), José María Aragonés Mateu (Leonardo José), José Mas Pujolrás (José Benito), José Plana (Emerio José), José Ruiz de la Torre (Cándido Alberto), José Trilla Lastra (Felix José), Joseph-Louis Marcou Pecalvel (Louis de Jésus), Juan Delgado (Hugo Julián), Luis Villanueva Montoya (Eustaquio Luis), Marcos Morón Casas (Indalecio de María), Mariano Anel Andreu (Adolfo Mariano), Martín Anglés Oliveras (Victorio), Mateo Molinos Coloma (Dionisio Luis), Modesto Sáez Manzanares (Hermenegildo Lorenzo), Narciso Serra Rovira (Raimundo Eloy), Nicolás Alberich Lluch (Valeriano Luis), Pedro Juan Álvarez Pérez (Felipe José), Pedro Masó (Edmundo Ángel), Ramón Colom (Leónides), Ramón Palos Gascón (Cayetano José), Remigio Ángel Olalla Aldea (Agapito León), Ruperto García Arce (Florencio Miguel), Salvio Tolosa Alsina (Onofre), Santos López Martínez (Mariano León), Urbano CorralGonzález (Josafat Roque), Valeriano Ruiz Peral (Julio Alfonso), Vicente Alberich Lluch (Eliseo Vicente), Vicente Fernández Castrillo (Vicente Justino)
Seminaristas: Francisco Maqueda López, José Casas Ros
Laicos: Álvaro Santos Cejudo, Bartolomé Blanco Márquez, Juan De Mata Díez, Prudencia Canyelles I Ginestà, Teresa Cejudo Redondo, Vicente Toledano Valenciano, Antero Mateo García, Miguel Peiró Victorí

Los 522 mártires de Tarragona


Obispos: Manuel Basulto Jiménez, Manuel Borrás Ferré, Salvio Huix Miralpeix.
Presbíteros: Agapito Gorgues Manresa, Agustí Ibarra Anguela, Agustín Bermejo Miranda, Alejo Miquel Rosell, Andreu Prats Barrufet, Antoni Pedro Jaime Nogués Martí, Antoni Pedró Minguella, Antoni Prenaferta Soler, Antonio Mateo Salamero, Dalmau Llebaría Tomé, Damián Gómez Jiménez, Eladi Péres Bori, Enric Gispert Domènech, Estanislao Sans Hortoneda, Félix Pérez Portela, Francesc Antonio Mateo  Vidal Sanuy, Francesc Mercader Randé, Francesc Vives Antich, Francesco Company Tarrellas, Francisco López  Navarrete, Francisco Solís Pedrajas, Fulgencio Martínez  García, Isidre Fabregas Gils, Isidre Torres Balsells, Jaume Sanromá Solé, Jaume Tarragó Iglesias, Jerónimo Ramiro Luis Fabregas Camí, Joan Farriol Sabaté, Joan Roca Vilardell, Joan Rofes Sancho, Joan Salvador José Gibert Galofré, Joan Tomás Gibert, Joan Vernet Masip, Joaquín Balcells Bosch, Jocundo Juan José Bonet Mercadé, José Badía Minguella, José García Librán, José Jordán y Blecua, José Antonio Moro Briz, José Nadal y Guiu, Josep Bru Boronat, Josep Bru Ralduá, Josep Civit Timoneda, Josep Colom Alsina, Josep Gomis Martorell, Josep Guardiet Pujol, Josep Juan Salvador Garriga Ferrer, Josep Mª Panadés Tarré, Josep Mañé March, Josep Mª Salvador Antonio Sancho Toda, Josep Masquef Ferrer, Josep Mestre Escoda, Josep Padrell Navarro, Josep Roselló Sans, Juan Bautista Ceró Cedó, Juan Mesonero Huerta, Lluís Domingo Mariné, Lluís Janer Riba, Lluis Sans Viñas, Magín Albaigés Escoda, Magín Isidro Roque Civit Roda, Miquel Grau Antolí, Miquel Juan Antonio Saludes Ciuret, Miquel Luis Bernardo Vilatimó Costa, Miquel Rué Gené, Narcís Tomás Juan Feliu Costa, Juan Huguet Cardona, Pablo Figuerola Rovira, Pablo Salvador Ramón Bertrán Mercadé, Pablo Segalá Solé, Pau Gili Pedrós, Virgili Monfá, Pau Ramón Francisco, Pau Roselló Borgueres, Pedro Sánchez Barba, Pere Luis Juan Farrés Valls, Pere Rofes Llauradó, Pius Salvans Corominas, Rafael Martí Figueras, Ramón Artiga Aragonés, Ramón Martí Amenós, Sebastià Tarragó Cabré, Tomás Capdevila Miquel.
Seminaristas: Joan Montpeó Masip, Josep Gassol Montseny, Manuel Aranda Espejo.
Sacerdotes Operarios del Sagrado Corazón: Amadeo Monge Altés, Cristobal Baqués Almirall, Joaquín Jovaní Marín, José Manuel Claramonte Agut, José Mª Tarín Curto, José Piquer Arnáu, José Pla Arasa, José Prats Sanjuán, Juan Vallés Anguera, Lorenzo Insa Celma, Mateo Despons Tena, Miguel Amaro Ramírez, Sebastián Segarra Barberá, Tomás Cubells Miguel, Vicente Jovaní Ávila.
Hermanos de las Escuelas Cristianas: Adalberto Juan, Agapito Modesto, Agustín María, Alberto Joaquín, Alejandro Antonio, Alejandro Juan, Alejo Andrés, Alfeo Bernabé, Anastasio Lucas, Anastasio Pedro, Andrés Sergio, Ángel Amado, Ángel Gregorio, Anselmo Pablo, Anselmo Félix, Antonio Gil , Aquilino Javier, Arístides Marcos, Arnoldo Cirilo, Arturo, Augusto María , Benildo José, Benito Juan, Benjamín León, Braulio Carlos, Braulio José, Buenaventura Pío, Claudio José, Clemente Adolfo, Clemente Faustino, Crisólogo, Crisóstomo Albino, Daciano, Daniel Antonio, Eladio Vicente, Eleuterio Román, Elías Paulino, Elmo Miguel, Esteban Vicente, Exuperio, Fausto Luis, Félix Adriano, Floriano Félix, Fulberto Jaime, Gilberto de Jesús, Honorio Sebastián, Hugo Bernabé, Ireneo Jacinto, Ismael Ricardo, Jacinto Jorge, Javier Eliseo, Jenaro, José Alfonso, Juan Pablo, Junián Alberto, Justino Gabriel, Leoncio Joaquín, Luis Alberto, Luis Victorio, Magín Pedro, Marciano Pascual, Mariano Pablo, Mario Félix, Nicolás Adriano, Norberto José, Orencio Luis, Oseas, Pablo de la Cruz, Rafael José, Rogaciano, Sinfronio, Sixto Andrés, Vidal Ernesto, Virginio Pedro.
Hermanos Maristas: Abdón, Adrián, Alipio José, Anacleto Luis, Andrés José, Ángel Hipólito, Aquilino, Aureliano, Benedicto Andrés, Benedicto José, Benigno José, Berardo José, Bruno José, Camerino, Cipriano José, Columbanus Paul, Crisanto, Domingo Ciriaco, Eduardo María, Egberto, Eloy José, Emiliano José, Euquerio, Evencio, Fabián, Feliciano, Felipe Neri, Félix Amancio, Félix Lorenzo, Fernando María, Gaspar, Guzmán, Herminio Pascual, Javier Benito, Jean Marie, Jerónimo, Jorge Camilo, Jorge Luis, José Ceferino, José de Arimatea, José Teófilo, Julián José, Julián Marcelino, Julio Fermín, Justo Pastor, León Argimiro, Ligorio Pedro, Luciano, Luis Alfonso, Luis Damián, Luis Daniel, Luis Fermín, Marino, Millán, Narciso, Néstor Eugenio, Pablo Daniel, Pedro, Pedro Jerónimo, Roque, Severino, Teófilo Martín, Teógenes, Timoteo José, Valente José, Victorico María.
Benedictinos: Ambrosio María Busquets Creixell, Ángel Fuertes Boira, Ángel María Rodamilans Canals, Anselmo Palau Sin, Aurelio Boix Cosials, Bernardo Vendrell Olivella, Domingo Caballé Bru, Domingo González Millán, Emiliano María Guilá Ximénes, Eugenio María Erausquín Aramburu, Fernando Salinas Romeo, Francisco María Sánchez, Fulgencio Albareda Ramoneda, Hildebrando María Casanovas Vilá, Honorato Suárez Riu, Ildefonso Civil Castellví, Ildefonso Fernández Muñiz, José María Fontseré Masdéu, José María Jordá Jordá, Juan Roca Boch, Leandro Cuesta Andrés, León Alesanco Maestro, Lorenzo Ibáñez Caballero, Lorenzo Santolaria Ester, Lorenzo Sobrevía Cañardo, Luis Palacios Lozano, Mariano Sierra Almázor, Mauro Palazuelos Maruri, Narciso María Vilar Espona, Odilio María Costa Canal, Pedro Vallmitjana Abarca, Plácido María Felíu Soler, Raimundo Lladós Salud, Ramiro Sanz de Galdeano Mañeru, Roberto Grau Bullich, Rosendo Donamaría Valencia, Santiago Pardo López, Vicente Burrel Enjuanes.
Capuchinos: Alejandro de Sobradillo, Alejo de Terradillos, Ambrosio de Santibáñez, Andrés de Palazuelo, Ángel de Cañete la Real, Arcángel de Valdavida, Aurelio de Ocejo, Berardo de Visantoña, Carlos de Alcubilla, Carmelo de Coloma, Crispín de Cuevas de San Marcos, Diego de Guadilla, Domitilo de Ayoó, Eloy de Orihuela, Eusebio de Saludes, Eustaquio de Villalquite, Fernando de Santiago de Compostela, Gabriel de Aróstegui, Gil del Puerto de Santa María, Gregorio de la Mata, Honorio de Orihuela, Ignacio de Galdácano, Ildefonso de Armellada, José de Chauchina, José María de Manila, Juan Crisóstomo de Gata de Gorgos, Luis de Valencina, Miguel de Grajal, Norberto Cembranos de Villalquite, Pacífico de Ronda, Primitivo de Villamizar, Ramiro de Sobradillo, Saturnino de Bilbao.
Hijas de la Caridad: Andrea Calle González, Carmen Rodríguez Barazal, Concepción Pérez Giral, Dolores Úrsula Caro Martín, Estefanía Irisarri Irigaray, Estefanía Saldaña Mayoral, Gaudencia Benavides Herrero, Isidora Izquierdo García, Joaquina Rey Aguirre, Josefa Gironés Arteta, Josefa Laborra Goyeneche, Josefa Martínez Pérez, Juana Pérez Abascal, Lorenza Díaz Bolaños, Mª Asunción Mayoral Peña, Mª del Rosario Ciércoles y Gascón, Mª Luisa Bermúdez Ruiz, María del Pilar Nalda Franco, María Dolores Barroso Villaseñor, María Severina Díaz-Pardo Gauna, Martina Vázquez Gordo, Melchora Adoración Cortés Bueno, Micaela Hernán Martínez, Modesta Moro Briz, Pilar Isabel Sánchez Suárez, Ramona Cao Fernández, Victoria Arregui Guinea.
Hermanos de San Juan de Dios: Avelino Martínez de Arenzana Candela, Baltasar Del Charco Horques, Cristóbal Pérez del Barrio, Cruz Ibáñez López, Estanislao de Jesús Peña Ojea, Feliciano Martínez Granero, Gaudencio Íñiguez de Heredia Alzola, Gumersindo Sanz Sanz, Honorio Ballesteros Rodríguez, Jaime Oscar Valdés, José Miguel Peñarroya Dolz, Juan José Orayen Aizcorbe, Leandro José Aloy Domenech, Leoncio Rosell Laboria, Leopoldo de Francisco Pío, Luís Beltrán Solá Jiménez, Matías Morín Ramos, Mauricio Íñiguez de Heredia Alzola, Publio Fernández González, Raimundo García Moreno, Salustiano Alonso Antonio, Segundo Pastor García, Silvestre Pérez Laguna, Trinidad Andrés Lanas.
Claretianos: Abelardo García Palacios, Andrés Felíu Bartomeu, Ángel López Martínez, Ángel Pérez Murillo, Antonio Capdevilla Balcells, Pablo Castellá Barberá, Antonio Lasa Vidaurreta, Antonio Orrego Fuentes, Cándido Catalán Lasala, Claudio López Martínez, Federico Vila Bartrolí, Antonio Vilamassana Carulla, Felipe González de Heredia Barahona, Gabriel Barriopedro Tejedor, Jaime Mir Vime, Jesús Aníbal Gómez Gómez, José María Ruiz Cano, Melecio Pardo Llorente, Otilio del Amo Palomino, Primitivo Berrocoso Maillo, Sebastián Balcells Tonijuan, Tomás Cordero Cordero, Vicente Robles Gómez.
Carmelitas de la Antigua Observancia: Adalberto María Vicente Muñoz, Alberto María Marco Alemán, Ángel María Reguilón Lobato, Ángel María Sánchez Rodríguez, Antonio María Martín Povea, Aurelio María García Antón, Bartolomé Fanti María Andrés Vecilla, Carmelo María Moyano Linares, Daniel María García Antón, Eliseo María Camargo Montes, Eliseo María Durán Cintas, Francisco María Pérez Pérez, Jaime María Carretero Rojas, José María González Delgado, José María Mateos Carballido, José María Ruiz Cardeñosa, Pedro Velasco Narbona, Ramón María Pérez Sousa, Silvano María Villanueva González.
Hijos de la Sagrada Familia: Antonio Mascaró Colomina, Eduardo Cabanach Majem, Fermín Martorell Vies, Francisco Llach Candell, Jaime Llach Candell, Jaume Puig Mirosa, José Vila Barri, Juan Cuscó Oliver, Juan Franquesa Costa, Narciso Sitjà Basté, Pedro Roca Toscas, Pedro Ruiz Ortega, Pedro Sadurní Raventós, Pedro Verdaguer Saurina, Ramón Cabanach Majem, Ramón Llach Candell, Ramón Oromí Sullà, Roberto Montserrat Beliart, Segismundo Sagalés Vilà.
Mercedarios: Amancio Marín Mínguez, Antonio González Penín, Antonio Lahoz Gan, Enrique Morante Chic, Francisco Gargallo Gascón, Francisco Llagostera Bonet, Francisco Mitjá Mitjá, Jaime Codina Casellas, Jesús Massanet Flaquer, José Reñé Prenafeta, José Trallero Lou, Lorenzo Moreno Nicolás, Manuel Sancho Aguilar, Mariano Alcalá Pérez, Mariano Pina Turón, Pedro Esteban Hernández, Serapio Sanz Iranzo, Tomás Campo Marín, Tomás Carbonell Miquel.
Paúles: Amado García Sánchez, Andrés Avelino Gutiérrez Moral, Antonio Carmaniú y Mercader, Fortunato Velasco Tobar, Gregorio Cermeño Barceló, Ireneo Rodríguez González, Leoncio Pérez Nebreda, Luis Aguirre Bilbao, Narciso Pascual Pascual, Pelayo José Granado Prieto, Ricardo Atanes Castro, Salustiano González Crespo, Tomás Pallarés Ibáñez, Vicente Vilumbrales Fuente.
Carmelitas descalzos: Ángel de San José, Bartolomé de la Pasión, Carlos de Jesús María, Damián de la Santísima Trinidad, Elipio de Santa Teresa, Francisco de la Asunción, José Cecilio de Jesús María, Juan de Jesús, Pedro de San Elías, Silverio de San Luis Gonzaga, Vicente de la Cruz.
Mínimas: Asunción, De Santa Margarita de Alacoque de San Ramón, Enriqueta, Filomena de San Francisco de Paula, Josefa del Purísimo Corazón de María, María de Jesús, María de las Mercedes, María de Montserrat, Trinidad.
Redentoristas: Ciriaco Olarte Pérez de Mendiguren, José Javier Gorosterratzu Jaunarena, Julián Pozo y Ruiz de Samaniego, Miguel Goñi Áriz, Pedro Romero Espejo, Victoriano (Víctor) Calvo Lozano.
Trinitarios: Antonio de Jesús y María Salútregui, Buenaventura de Santa Catalina Gabika-, Esteban de San José Barrenechea Arriaga, Francisco de San Lorenzo Euba y Gorroño, Hermenegildo de la Asunción Iza y Aregita, Plácido de Jesús Camino Fernández.
Religiosos de los Sagrados Corazones: Eladio López Ramos, Gonzalo Barrón Nanclares, Isidro Íñiguez de Ciriano Abechuco, Mario Ros Ezcurra, Teófilo Fernández de Legaria Goñi.
Siervas de María: Agustina Peña Rodríguez, Aurelia Arambarri Fuente, Aurora López González, Daría Andiarena Sagaseta.
Hermanos Carmelitas de la enseñanza: Buenaventura Toldrá Rodón, Isidro Tarsá Guibets, Julio Alameda Camarero, Luis Domingo Oliva.
Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor: Gertrudis, Isabel, María Asumpta.
Dominicos: José María González Solís, Raimundo Joaquín Castaño González.
Franciscanos: Antonio Faúndez López, Buenaventura Muñoz Martínez.
Hijos de la Divina Providencia (orionistas): Antonio Isidoro Arrué Peiró, Ricardo Gil Barcelón.
Calasancias: Victoria Valverde González.
Jerónimos: Manuel de la Sagrada Familia.
Laicos: Dolores Broseta Boner, José Gorostazu Labayen, José Mª Povatos Ruiz, Julián Aguilar Martín, Lucrecia García Solanas, Ramón Emiliano Hortelano Gómez, Sebastián Llorens Telarroja.



San Eugenio Obispo

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Entre las noticias santorales registradas por el Martirologio Romano para la fecha de hoy, se lee aquella que dice: "En Toledo, de España, la conmemoración de San Eugenio, obispo, que, consumado en las cercanías de París el curso de su vida, obtuvo la corona de la gloria".
La única fuente informativa sobre la vida y pasión de San Eugenio es el relato martirial compuesto a mediados del siglo IX por un autor anónimo, seguramente el presbítero encargado del santuario de Deuil, lugar donde reposaron los restos eugenianos. Dos recensiones, una larga y otra breve, existen del mencionado relato. La más conocida es la breve; la más extensa, que es la primera, se conserva en algunos manuscritos de las bibliotecas de Bruselas, La Haya y París. De la edición crítica de ésta nos hemos cuidado en otro lugar, y su contenido vamos a darlo aquí; creemos que por primera vez se da a conocer el extracto de lo que se narra en los mencionados manuscritos, elemento imprescindible para adentrarse en el arduo problema hagiográfico que presenta este San Eugenio del 15 de noviembre.
En la primera parte el relato eugeniano cabalga sobre la "pasión de San Dionisio", compuesta en el 836 por Hilduino, abad de Saint-Denis.
En ambas narraciones se refiere que San Pablo, estando en Roma, mandó al areopagita Dionisio, por él convertido y a la sazón obispo de Atenas, que se reuniese en Roma con él. Mas, cuando Dionisio pudo llegar a la capital del Imperio, ya los apóstoles Pedro y Pablo habían sido martirizados.
Regía la Cátedra romana el papa San Clemente, quien, en cumplimiento de las consignas paulinas, señaló a Dionisio como futuro campo de apostolado las regiones occidentales, para que en ellas sometiera al suave yugo de Cristo los territorios que eran posesión del paganismo.
Mas no se limitó el Papa a asignar al Areopagita el campo de misión, sino que le dotó además de un equipo de misioneros que le ayudaran en la empresa evangelizadora. Entre los designados descollaba Eugenio, ciudadano romano, compañero del ateniense desde la llegada de éste a Roma. La narración subraya que ambos personajes constituían una admirable pareja, pues si el entrenamiento ático había adiestrado a Dionisio, la pericia romana había educado a Eugenio. Ambos se complementaban maravillosamente y la gracia de Dios fecundaba sus trabajos apostólicos.
En compañía de sus cooperadores misionó San Dionisio por los caminos y ciudades hasta llegar a Arlés. Es el momento solemne de las decisiones y de las despedidas. Marcial, Saturnino, Marcelo, Régulo y Eugenio, compañeros hasta entonces del Areopagita, deben separarse de su maestro para dirigirse a las parcelas misionarias que les han sido asignadas. Dispersos como el varillaje de un abanico, se asientan respectivamente en las ciudades de Toulouse, Bourges, Seniis y Limoges. Y mientras San Dionisio se ha reservado para su inmediata ayuda a los clérigos Rústico y Eleuterio, San Eugenio es enviado a Toledo.
Con manifiesta ingenuidad el narrador habla de Toledo, de su río Tajo, abundante de pesca; de sus campos feraces, sembrados de vides y de olivos; de sus altas montañas. Es el escenario geográfico en el que intrépido penetra Eugenio, portador del mensaje evangélico, y allí, en medio de un pueblo sumido en la idolatría, habla de Jesucristo, autor de la vida y de la muerte, salvador y redentor del mundo.
Los milagros avalan con su fuerza sobrenatural las predicaciones del misionero, que ve poco a poco surgir una comunidad cristiana en el territorio toledano. En él erige templos, enseña a rezar, orienta a las almas hacia la vida eterna y se elige discípulos, a quienes consagra y envía a predicar. Eugenio ha implantado los comienzos de la iglesia toledana.
Pero, a pesar de $u inmensa alegría pastoral, el obispo misionero siente una profunda nostalgia, motivada por la prolongada ausencia de su inolvidable maestro Dionisio; desea verle, conversar con él, tratarle y exponerle sus gozos y sus preocupaciones.
Tras un arduo caminar ha llegado Eugenio hasta las cercanías de París. Son los últimos años del siglo I. Impera Domiciano, "heredero de la crueldad de Nerón", como escribiría después Lactancio, "bestia ferocísima", según se le designa en el relato que extractamos.
Para descuajar el naciente cristianismo galo el emperador había enviado a París al prefecto Fescennino Sisinio, que acababa de dar muerte a San Dionisio cuando San Eugenio llegaba en su busca. Este, que ha venido predicando la palabra divina, en el cuarto miliario antes de llegar a París recibe la noticia de que su maestro ha sido martirizado.
Repuesto de la inmensa emoción producida por el tristísimo anuncio, el toledano, con los ojos cargados de lágrimas, prorrumpe ante los fieles huérfanos en alabanzas de San Dionisio, cuya santidad y virtudes exalta. Para remediar la orfandad de la iglesia parisina, San Eugenio atiende a aquellos cristianos, cuya fe se encuentra expuesta a los mayores peligros; pero en seguida la presencia del obispo de Toledo ha llegado a oídos del prefecto perseguidor, que manda a sus satélites apoderarse de Eugenio, cuya figura venerable se les impone.
En vano pretenden hacerle apostatar; las amenazas y los castigos son ineficaces. Se le conmina con la muerte, y entonces el arzobispo de Toledo se dirige al cielo con acentos llenos de dramática ternura: "Jesús, Señor, te consagro este combate final de la guerra en que se triunfa. Te lo consagro a Ti, que eres el Señor de la inmortalidad; a Ti, que eres la fuerza y la sabiduría del Padre; a Ti que permites que los enemigos de tu santo nombre se impongan sobre tus mártires, para que éstos, tras haber padecido, puedan conseguir la inmarchitable corona de la vida eterna. A Ti, Señor, desde lo más profundo de mi corazón, yo te pido que en este último momento de mi combate estés a mi lado con tu consoladora presencia; te lo pido, ya que desde mis primeros años has querido tenerme junto a Ti y que fuera adoctrinado por los más católicos maestros para que, instruido en sus enseñanzas, que eran las tuyas, penetrase en los tesoros de la sabiduría divina, que luego como pastor fiel había de transmitir a las almas que pusieras a mi lado. Te pido, Señor, tus consuelos en este postrer instante para que mi vida se acabe en la alabanza de tu santo nombre".
San Eugenio ha terminado su oración. Después se ha entregado en las manos de los lictores y ha puesto su cabeza sobre el tajo. Un tremendo golpe de hacha y su alma penetra en el cielo, mientras en la tierra queda su cuerpo ungido, consagrado con su preciosa sangre.
Para impedir que los cristianos se adueñasen del cuerpo del mártir y le diesen culto, el cadáver es arrojado al lago Marchais. Por espacio de siglos providencialmente las aguas del lago guardan incorrupto el cuerpo de Eugenio, hasta que, por inspiración celestial, el poderoso Ercoldo, avisado de su presencia en el fondo de las aguas, extrae de ellas el cuerpo del bienaventurado Eugenio tan fresco corno si acabase de ser martirizado.
Con todos los medios a su alcance se dispone a trasladar tan preciosos restos a la iglesia abacial de Saint-Denis para que en ella recibiese condigna sepultura. Pero no era ésta, al menos por entonces, la voluntad de Dios, que quiso que el santo cuerpo se venerara en Deuil, heredad de que era propietario el mencionado merovingio Ercoldo.
Allí se construyó un santuario, y un diligente presbítero que del culto creciente de San Eugenio cuidaba, nos ha dejado el relato de los numerosos prodigios realizados por la intervención de tan poderoso Santo.
Sin embargo, la permanencia del cuerpo en Deuil no iba a ser muy duradera. Las repetidas invasiones de los normando en París y sus cercanías, que depredaban cuanto hallaban a su paso ansiosos de botín y de dinero, hicieron que, para mayor seguridad, los restos de San Eugenio fueran trasladados a la abadía sandionisiana, de donde eran sacados, para ser puestos a buen recaudo, siempre que alguna nueva invasión amenazaba. Terminado el peligro normando, el cuerpo de San Eugenio, muy codiciado por los monjes, quedó definitivamente instalado en la célebre abadía de Saint-Denis. Aquí le encontró, a mediados del siglo xii, el arzobispo de Toledo, don Raimundo, con ocasión de asistir al concilio de Reims del 1148.
Hasta esta fecha nada se sabía en España de la existencia ni del enterramiento de este primer arzobispo de Toledo. Pero, a partir de entonces, se despertó el vehemente deseo de poseer en la ciudad de su cátedra episcopal reliquias de tan venerable prelado. Merced a la postulación de Alfonso VII el Emperador, se consiguió que el yerno de éste, Luis VII, de Francia, obtuviera de los monjes sandionisianos la concesión a Toledo del brazo derecho del Santo "para que la iglesia toledana entrase de nuevo en posesión de aquella parte del santo cuerpo de donde, principalmente en otros tiempos, habían procedido para ella los grandes beneficios de consagraciones y bendiciones...". En los primeros días del 1156 era entregada la preciada reliquia a Alfonso VII, que se dirigió solemnemente a Toledo, paseándola triunfalmente en procesión por la Castilla del siglo xii. En el suntuoso cortejo portador de la arqueta formaban parte con el emperador los reales infantes Sancho y Fernando, ya asociados por su padre al gobierno del reino; las reinas de Francia y Navarra, el arzobispo de Toledo con gran número de prelados, la curia real y el copioso séquito de que Alfonso VII sabía rodearse. El 12 de febrero se verificó la entrada de la reliquia en la catedral de Toledo, llevada en hombros, en el momento de penetrar en el sagrado recinto, por el monarca, sus dos hijos y un príncipe de sangre real.
Pero la sola reliquia del brazo de San Eugenio no satisfacía los deseos de la iglesia de Toledo, que consideraba al Santo como el fundador y primer obispo de ella. Las gestiones para obtener la donación de las restantes reliquias fueron larguísimas y costosas. Hubo que derrochar habilidades diplomáticas y vencer múltiples resistencias. Monarcas y grandes prelados estaban interesados en unas y otras. Fue solamente la inmensa potencia de Felipe II, casado a la sazón con la hermana del rey de Francia, quien doblegó todas las dificultades. Por fin, esquivando el peligro de los hugonotes y la piadosa oposición de quienes querían retener en Francia el cuerpo de San Eugenio, el canónigo toledano don Pedro Manrique de Padilla y su fiel secretario Antonio de Ribera pudieron trasladarle a España. Desde Torrelaguna los honores rendidos por doquier fueron desbordantes. Su paso por las regiones todas adquirió caracteres de fausto acontecimiento nacional. A su intercesión valiosa se atribuyó el nacimiento de la infanta Isabel Clara, llamada también Eugenia en memoria de tan singular favor.
Con una solemnidad que recordaba la del traslado del, brazo en el siglo xii, el 18 de noviembre de 1565 descansaron en la catedral de Toledo los restos de San Eugenio, introducidos en ella por Felipe II .y los príncipes Ernesto y Rodolfo, seguidas por los prelados asistentes al concilio provincial, que a la sazón se celebraba en Toledo.
Hoy tan veneradas reliquias se guardan celosamente en el relicario del templo primado, dentro de una magnífica urna de plata, trabajada por los plateros Nicolás de Vergara y Francisco Merino y terminada en el 1569. La urna pesa cincuenta y siete kilogramos, va decorada con escenas de la vida del Santo y reposa sobre un pedestal de bronce, jaspe y marfil que para ella hizo en el 1574 el italiano Pompeo Leoni.



Beata María de la Pasión

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 Beata María de la Pasión (1839-1904)
Fundadora de las Franciscanas Misioneras de María 

Hélène Marie Philippine de Chappotin de Neuville, en religión María de la Pasión, nació el 21 de mayo de 1839 en Nantes, Francia, de una familia noble y cristiana. Desde la infancia manifestó notables dones naturales y una fe profunda.
En abril de 1856, en unos ejercicios espirituales, hizo una primera experiencia de Dios que la llamaba a una vida de consagración total. La improvisa muerte de su madre retrasó la realización. Sin embargo, en diciembre de 1860, con el consentimiento del obispo de Nantes, entró en las Clarisas, atraída por el ideal de sencillez y pobreza de San Francisco.
El 23 de enero de 1861, aún postulante, tuvo una profunda experiencia de Dios que la invitaba a ofrecerse como víctima por la Iglesia y el Papa. Esta experiencia marcó toda su vida. Cayó gravemente enferma y tuvo que dejar el monasterio. Una vez restablecida, su confesor la orientó hacia la Sociedad de María Reparadora, en la que ingresó en mayo de 1864. El 15 de agosto de ese mismo año, en Toulouse, recibió el hábito con el nombre de María de la Pasión.

En marzo de 1865, aún novicia, fue enviada a la India, al Vicariato apostólico del Maduré, encomendado a la Compañía de Jesús, donde las Reparadoras tenían como tarea principal la formación de las religiosas de una congregación autóctona y otras actividades apostólicas. En Maduré, el 3 de mayo de 1866, María de la Pasión pronunció los votos temporales.
Por sus dones y virtudes fue nombrada superiora local y seguidamente, en julio de 1867, provincial de los tres conventos de las Reparadoras. Bajo su dirección se desarrollaron las obras de apostolado, se restableció la paz, un tanto turbada por tensiones anteriores, y volvió a florecer el fervor y la regularidad en las comunidades. En 1874, fundó una nueva casa en Ootacamund, en el Vicariato de Coimbatore, asignado a las Misiones Extranjeras de París. Pero en Maduré las disensiones se agravaron hasta tal punto, que veinte religiosas, entre ellas María de la Pasión, se vieron obligadas, en 1876, a dejar la Sociedad de María Reparadora. Se reunieron en Ootacamund bajo la jurisdicción del Vicario Apostólico de Coimbatore, Mons. José Bardou, M.E.P.
En noviembre de 1876, María de la Pasión se dirigió a Roma para regularizar la situación de las veinte hermanas separadas y obtuvo de Pío IX, el 6 de enero de 1877, la autorización de fundar un nuevo instituto, específicamente misionero, bajo el nombre de Misioneras de María.
Por sugerencia de la Congregación de Propaganda Fide, María de la Pasión abrió en Saint-Brieuc, Francia, un noviciado que acogió rápidamente numerosas vocaciones. En abril de 1880 y en junio de 1882, regresó a Roma para resolver las dificultades que amenazaban la estabilidad y el crecimiento del joven Instituto. El último viaje, en junio de 1882, marcó una etapa importante en su vida: se le autorizó a fundar en Roma una casa y, llevada por circunstancias providenciales, encontró la orientación franciscana indicada por Dios veintidós años antes. El 4 de octubre de 1882, en la iglesia del Aracoeli fue recibida en la Tercera Orden de San Francisco y entró en relación con el Siervo de Dios, el padre Bernardino de Portogruaro, ministro general de la Orden de Frailes Menores, que en sus pruebas la apoyó con paternal solicitud.
En marzo de 1883, María de la Pasión fue destituida de su función de superiora del Instituto a causa de acusaciones infundadas. Pero, después de una investigación ordenada por León XIII, se reconoció plenamente su inocencia y fue reelegida en el capítulo de julio de 1884.
El Instituto tuvo un rápido desarrollo: el 12 de agosto de 1885 recibió el Decretum laudis y el de afiliación a la Orden de Hermanos Menores; el 17 de julio de 1890 se aprobaron las Constituciones ad experimentum y, definitivamente, el 11 de mayo de 1896. Desde ese momento se comenzaron a enviar misioneras incluso a los lugares más lejanos y peligrosos.
El celo misionero de la fundadora no conoció límites para responder a las llamadas de los pobres y abandonados. También la promoción de la mujer y la situación social le interesaban particularmente; con inteligencia y discreción ofrecía a los pioneros que trabajan en este campo una colaboración que ellos apreciaban mucho.
Su intensa actividad y su dinamismo brotaban de la contemplación de los grandes misterios de la fe. Para María de la Pasión todo confluía en la Unidad-Trinidad de Dios Verdad-Amor, que se da a nosotros a través del misterio pascual de Cristo. Unida a estos misterios vivía su vocación de ofrenda en una dimensión eclesial y misionera. Jesús Eucaristía era para ella «el gran misionero» y María, en la disponibilidad de su «Ecce», trazaba el camino de la donación sin reserva a la obra de Dios. De este modo abrió a su Instituto los horizontes de la misión universal, cumplida en el espíritu evangélico de sencillez, pobreza y caridad de San Francisco de Asís.
Con gran esmero cuidaba, no solamente de la organización exterior de las obras, sino sobre todo de la formación espiritual de las religiosas. Dotada de una extraordinaria capacidad de trabajo, encontraba tiempo para redactar numerosos escritos de formación, y para mantener una frecuente correspondencia con sus misioneras esparcidas por el mundo, invitándolas con insistencia a una vida de santidad. En 1900, el Instituto recibió el sello de sangre con el martirio en China de siete Franciscanas Misioneras de María, beatificadas en 1946 y canonizadas en el transcurso del gran jubileo del año 2000. Este martirio fue para María de la Pasión, además de un gran dolor, un inmenso gozo, una emoción intensa por ser la madre espiritual de estas misioneras que supieron vivir el ideal de su vocación hasta el derramamiento de su sangre.

Agotada por las fatigas de incesantes viajes y por el trabajo cotidiano, María de la Pasión, después de una breve enfermedad, murió serenamente en San Remo el 15 de noviembre de 1904, dejando más de dos mil religiosas y ochenta y seis casas insertas en cuatro continentes. Sus restos mortales reposan en un oratorio privado de la casa general del Instituto en Roma. El papa Juan Pablo II la beatificó el 20 de octubre de 2002.

[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 25-X-2002]

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De la homilía de Juan Pablo II
en la misa de beatificación (20-X-2002)

«Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido» (1 Ts 1,4). María de la Pasión se dejó conquistar por Dios, capaz de calmar la sed de verdad que sentía. Al fundar la congregación de Franciscanas Misioneras de María, ardía en deseos de comunicar el gran amor que la impulsaba y tendía a difundirse por el mundo. En el centro del compromiso misionero puso la oración y la Eucaristía, pues para ella adoración y misión se fundían en una misma actividad. Alimentada con la Escritura y con los Padres de la Iglesia, mística y activa, apasionada e intrépida, se entregó con una disponibilidad intuitiva y audaz a la misión universal de la Iglesia. Queridas hermanas, siguiendo el ejemplo de vuestra fundadora, en comunión profunda con la Iglesia, acoged la invitación a vivir, con una fidelidad renovada, las intuiciones de vuestro carisma fundador, para que sean numerosos los que descubran a Jesús, que nos hace entrar en el misterio de amor que es Dios.

[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 25-X-2002]


San Gurias de Edesa

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Santos Gurias y Samonas, mártires
En Edesa, de la región de Osroene, santos mártires Gurias, asceta, y Samonas, que bajo Diocleciano, después de prolongados y crueles tormentos, fueron condenados a muerte por el prefecto Misiano y decapitados.
En la antigua edición del Martirologio Romano se celebraban conjuntamente, el 15 de noviembre, a los mártires Gurio y Samonas, así como a Habib, los tres de Edesa. La razón era que la passio afirmaba que eran amigos y que fueron enterrados juntos, pero Habib murió muchos años después, y en otra fecha, precisamente el 2 de septiembre, por lo que en la edición actual se encuentran en celebraciones separadas. Se venera a estos santos como «vengadores de los contratos que no se cumplen».

Según la leyenda, Gurio y Samonas fueron encarcelados durante la persecución de Diocleciano, hacia el 305. Como se negasen a sacrificar a los dioses, se los colgó de una mano y se les ataron pesas en los pies. Después, estuvieron tres días en una horrible mazmorra, sin comer ni beber. Cuando los sacaron de ahí, Gurio estaba agonizante. Samonas fue torturado cruelmente otra vez, pero permaneció firme en la fe. Ambos murieron decapitados.

La persecución de Dioclesiano terminó en el 306, pero algunos años más tarde se alzó una nueva persecución en Oriente, esta vez por el emperador Licinio Valerio. Hacia el año 322, un diácono de Edesa llamado Habib se escondió durante la persecución, pero al fin se entregó para ganar la corona del martirio. El magistrado ante el que se presentó, hizo el intento de persuadirle a que abjurase de la fe y escapase con vida, pero Habib se negó a ello. Así pues, fue sentenciado a la hoguera. Su madre y otros parientes le acompañaron al sitio de la ejecución. Los verdugos le permitieron que les diese el beso de paz antes de arrojarle a las llamas. Los cristianos recogieron el cuerpo del mártir, que no se había consumido, y lo sepultaron junto a sus amigos, Gurio y Samonas.

Existen varias versiones griegas del martirio de San Gurio y sus compañeros; véase el catálogo de Biblioteca Hagiográfica Griega, nn. 731-736. Además, hay también algunos textos orientales en sirio (uno de cuyos fragmentos más antiguos fue descubierto por Efrén Rahmani) y una versión armenia. Parece indudable que el original estaba escrito en sirio. E. von Dobschütz estudió muy a fondo la cuestión en Texte und Untersuchungen, vol. XXXVII, pte. 2; véase el comentario de esa obra en Analecta Bollandiana, vol. XXXI (1912), pp. 332-334. El hecho del martirio está fuera de duda, pues el Breviario Sirio dice: «En la ciudad de Edesa, los confesores Shamona y Gurio». Jacobo de Sarug predicó una homilía en honor de estos mártires.
Artículo del Butler-Guinea con algunas modificaciones. Se conserva el mismo para las dos fechas.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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