miércoles, 18 de noviembre de 2015

San Abdías Profeta - San Baudelino de Foro - Santas Cuarenta mujeres - Beato Jacobo Benfatti 19112015

San Abdías Profeta

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San Abdías, santo del AT
Conmemoración de san Abdías, profeta, quien, después del exilio del pueblo de Israel, anunció la ira del Señor contra las gentes enemigas.
Son muy escasas las noticias que poseemos sobre Abdías, cuyo nombre hebreo Obadyah significa siervo de Yahvé.
San Jerónimo lo identifica con aquel Abdías, mayordomo de Acab, que alimentó à los cien Profetas que habían huido del furor de Jezabel (I Rey. 18,2)  Los escrituritas modernos, en su mayoría, no se adhiere a ésta opinión.
Sea lo que fuere el tiempo, en que actuó el autor de ésta pequeña pero muy impresionante profecía, debe ser anterior à los Profetas Joel, Amós y Jeremías, los cuales ya la conocían y la citaban.
Lo más probable parece que haya profetizado en Judá, alrededor de 885 A.C., cuándo Elías profetizaba en Israel.   Su único capítulo contiene dos visiones.
La primera se refiere a los Idumeos (Edomitas), un pueblo típicamente irreligioso y enemigo hereditario de los Judíos y que se unía siempre a sus perseguidores.   « Pero el día del Señor se aproxima; Dios se vengará a Sí mismo y vengará a Israel, contra los Idumeos y contra todas las naciones gentiles.
Los Israelitas, al contrario, serán bendecidos; se apoderarán del territorio de sus opresores, y luego Dios reinará glorioso y para siempre en Sión « ( Fillión)  A  ésta restauración de Israel se refiere a la segunda parte de la profecía.
La Sagrada Biblia; Antigua versión del R.P. José Miguel Petisco SJ. y corregida según los textos hebreo y griego y comentada con notas pastorales para la vida por Monseñor Dr. Juan  Straubinger; Tomo IV;  Pág. 1167.
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El libro de Abdías es el más corto de los libros proféticos. Aparte de las discusiones entre exegetas, parece que se sitúa la vida y escrito de Abdías en el siglo V antes de Cristo. Esta profecía se desarrolla en dos planos: el castigo de Edom y el triunfo de Israel en el "Día de Yahvéh" que, como se sabe, es el día apocalíptico de la justicia de Dios. Ni que decir tiene que los edomitas son los enemigos de Israel que han aprovechado la ruina de Jerusalén y han invadido la Judea meridional. Contra su soberbia, despotismo y engreimiento dirá el Todopoderoso: "Aunque te encumbres como un águila, y pongas tu nido en las estrellas, de allí te haré bajar... te cubrirá la vergüenza y serás cercenado para siempre". Todo el libro es un grito apasionado de venganza que exalta la justicia terrible y el poder de Yahvéh. 

Con todas las matizaciones precisas y, sin sacar de su contexto histórico este breve escrito veterotestamentario que está suficientemente cumplido no ya sólo por la acción bélica, conquista y sometimiento de los edomitas en el año 312 a. C. por parte de los nabateos, sino por toda la ulterior profundización "del día de Yahvéh" que se sitúa al final de los tiempos, podría hacer mucho bien a determinadas personas individuales, colectividades y naciones la lectura reposada de los 21 versos que contiene la inspiración de Abdías puesta por escrito para tomar el pulso a sus responsabilidades propias. Porque a la postre, guste o no, será Dios mismo quien "mida" a cada cual en "su Día" e importa mucho no encontrarse "falto de peso". 
Como reclamaba justicia divina el ultraje que sufría Israel —el pueblo de Dios— en el tiempo de esta profecía, hoy siguen postulando la misma justicia cantidad innumerable de ultrajes cuyos responsables habrán de responder en el "Día de Yahvéh". ¿No estarán llegando a los oídos de Dios los gritos de los millones de famélicos que hay en el mundo? ¿Y los de las víctimas de quienes promueven las guerras? ¿Y las quejas de los ignorantes? ¿Desoirá Dios el quejido mudo de los no-nacidos porque se les privó aberrantemente de su primer derecho con el aborto? ¿Tendrá sordera Dios para las protestas de los que soportan leyes inicuas? ¿Se habrá tapado los oídos para no escuchar la indecible algarabía que forman los lamentos de los parados, de los sin-techo, de los que contemplan el despilfarro irresponsable de otros? 



Yahvéh sigue hoy viendo a los prepotentes, a los que explotan, a los que impulsan al destierro, a los que hacen trata de blancas, a los orgullosos y a los soberbios, a los que calumnian, a los que causan el desprecio, a los que insultan y maldicen, a los que humillan, a los que roban lo ajeno... y a los que se venden por dinero. 
Todo "machacado" por la malicia del hermano vive en tierra suya, habita en su dominio, le pertenece ¡Es su pueblo! 
¡Gracias, Abdías, tú fuiste bueno y avisaste a tiempo! 








  Oremos  

Señor, tú que diste al Profeta Abdías la abundancia del espíritu de verdad y de amor para que fuera un buen pastor de tu pueblo, concede a cuantos celebramos hoy su fiesta adelantar en la virtud, imitando sus ejemplos, y sentirnos protegidos con su valiosa intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.   Santa María Virgen Madre de la Divina Providencia Atiende propicio, Señor, a tu pueblo que con júbilo festivo celebra la solemnidad de la Virgen María, Madre de la Divina Providencia, y concédele que, bajo el glorioso patrocinio de tan excelsa madre, con su caridad fraterna promueva una sociedad más humana y a la vez sea edificador y testigo de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



San Baudelino de Foro

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San Baudelino, eremita
En la aldea de Foro, en el Piamonte, san Baudelino, ermitaño.
Patrono de Alessandría, en el Piamonte, fue contemporáneo del rey lombardo Liutprando (712-744) y el más antiguo testimonio que habla de él nos viene del historiador Pablo Diácono, Monje benedictino lombardo (720-799 aprox.), casi contemporáneo del santo. Baudolino (Baudilio) es llamado por el historiador «un hombre de santidad admirable», fue un ermitaño dotado del don de hacer milagros y del de profecía, que vivió en Foro (la actual Villa del Foro, cerca de Alessandría). Pablo Diácono, en su «Historia Langobardorum» trae entre otros, un episodio como prueba de los dones sobrenaturales con los que había estado dotado: durante una cacería, un conde, al tratar de abatir un ciervo con el arco, falló el tiro, abatiendo en su lugar a Anfuso, sobrino del rey Liutprando; la herida era grave y el rey envió un mensajero a Baudolino, para que suplicara al Señor por la curación del joven sobrino. Mientras el mensajero iba a la ermita de Baudolino, Anfuso murió, así que cuando llegó, antes de que hablara, Baudolino le dijo que sabía todo lo que venía a pedirle, pero no podía hacer ya nada porque el joven ya estaba muerto.
El santo ermitaño murió alrededor del 740 y fue enterrado en Villa del Foro. Cuando se fundó Alessandría en 1168, los habitantes de Villa del Foro que se trasladaron allí llevaron consigo las reliquias del santo, que se convirtió en patrono de la nueva ciudad. Su patrocinio se hizo visible, según la tradición, cuando en 1174 apareció en las murallas para defender la ciudad, dispersando a los sitiadores gibelinos.
En 1189 se construyó una iglesia en su honor, que fue confiada a los Humiliati [una congregación laical que existió entre el siglo XII y el XVI], y a la supresión de estos, en 1571, se traspasó a los dominicos. Estos monjes, queriendo aumentar la ya grande popularidad de san Baudolino, elaboraron las pocas noticias que había de él, de modo que poco a poco se formó la leyenda de su vida, en la que los datos reales se mezclaron con otros plausibles, y con otros fantásticos y completamente absurdos. No faltó quien lo creyera obispo de Alessandría, por lo que en la iconografía alguna vez aparece con vestimentas episcopales. La leyenda decía que los gansos, ciervos y otros animales se reunían a su alrededor para escucharle predicar, y así lo recogía la antífona del Magnificat en el oficio de los Humiliati («Al llamado de Baudolino se acercaban los patos y escuchaban sus palabras...»), por lo que a veces se lo representa rodeado por estos animales.
En 1803, cuando la iglesia de los dominicos fue cerrada, las reliquias del santo se llevaron a la iglesia de San Alejandro, y luego, en 1810, se trasladaron a la catedral y colocaron en una capilla dedicada a él.
fuente: Santi e Beati



Santas Cuarenta mujeres

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Santas Cuarenta mujeres, mártires
En Heraclea, de Tracia, cuarenta santas mujeres, vírgenes o viudas, y mártires.
Aunque el relato de sus sufrimientos y de su martirio tiene todos los signos de la leyenda y de la hagiografía fantástica (que tanto han desprestigiado al género), parece que no hay ninguna duda sobre su existencia y su testimonio de fe. Las cuarenta mujeres son mencionadas por el calendario gótico, que las conmemora el 19 de noviembre como mártires en Berea, cerca de Heraclea; los sinaxarios y menologios griegos recuerdan el mismo grupo, pero el 1 de septiembre. El Martirologio Jeronimiano las recuerda también el 19 de noviembre, colocando el martirio de las 40 mujeres, esposas o viudas, en Heraclea de Tracia, esto se basa en el supuesto de Nicéforo Calixto, que considera que estas mujeres son las esposas de los 40 mártires de Sebaste (9 de marzo), pero esto no es posible documentarlo. La historia de su martirio se ha informado desde el primer Martirologio Romano y desde el Sinaxario de Constantinopla, y su historia fue considerada creíble por todas las fuentes antiguas, como el 'Menologio' de Basilio Porphyrogenito.

La 'Passio' reporta como cabeza del gran grupo de mujeres a Amón, diácono, maestro y promotor de su conversión al cristianismo: En los primeros años del siglo IV -pasada la gran persecución de Dioclesiano- la persecución contra los cristianos ocurría de forma esporádica; Licino, emperador de Oriente (coemperador con Constantino), envió como funcionario en Berea a su mensajero Baudo, que, acabado de llegar, recibe una queja contra la priora Celsina y las cuarenta vírgenes y viudas que se unieron a ella en comunidad monástica. Celsina, después de un interrogatorio en el que parece que se someterá a la voluntad del funcionario, se retira en oración, y es exhortada a permanecer firme por el diácono Amón. Durante la segunda audiencia estaba presente toda la comunidad de monjas, los ídolos se desmoronaron y el sacerdote de Zeus fue levantado en el aire por ángeles de fuego, y mientras Amón y las 40 las mujeres se retiraban, cayó al suelo.

Como suele ocurrir en estas «pasiones» el funcionario se inflama de mayor furor, y luego de una repetida serie de prodigios Baudo se arrepiente de la tortura y remite el grupo entero a Licino, en Heraclea. El emperador ordenó que fueran arrojadas todas a las fieras, pero los animales no quisieron tocarlas; entonces Licinio mató a Amón el diácono, a Celsina, la priora, y en una inenarrable andanada de torturas -que omitimos por decoro- al resto.

La fecha del martirio, en vista de los años de gobierno de los emperadores Constantino y Licinio y el edicto del año 313, que puso fin a la persecución, se puede suponer en torno al 312.


fuente: Santi e Beati



Beato Jacobo Benfatti

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Beato Jacobo Benfatti, religioso y obispo
En Mantua, de la Lombardía, beato Jacobo Benfatti, obispo, de la Orden de Predicadores, que además de apaciguar las disensiones en la ciudad, alivió al pueblo asolado por la peste y el hambre.
La difícil sucesión del Papa Bonifacio VIII -el grande y tempestuoso Pontífice en tiempos del Dante- tocó al suave cardenal Nicolás Boccasino, elegido en 1303 bajo el nombre de Benedicto XI, luego proclamado beato, último y breve pontificado antes del exilio de Avignón. Nicolás Boccasino era fraile dominico, y era Maestro General de la Orden cuando fue elegido cardenal, y poco después Papa. Gustaba rodearse de dominicos, e incluso el cardenal Nicolás de Prato, enviado como un pacificador a Florencia en 1304, era dominico. Dominico era también el consejero íntimo del cardenal Boccasino, Jacobo Benfatti o Benefatti, a quien hoy veneramos. Era de Mantua, y provenía de una familia noble; al alma devota unió un temperamento estudioso, doctorándose como Maestro de Teología en la Universidad de París. No por favoritismo, sino como homenaje a sus méritos, especialmente en lo espiritual, Benedicto XI, en su breve pontificado, tomó la iniciativa de consagrar a su consejero y amigo como obispo de la ciudad de Mantua. Fue una elección más que acertada, incluso aunque el Papa no tuvo tiempo de ver la confirmación de su correcto juicio.

Con su elevada altura moral, su sabiduría, su conocimiento de los hombres, el obispo Benfatti podría haber ejercido au ascendencia en los círculos diplomáticos e incluso políticos, de los cuales, sin embargo, no quiso aprovecharse. Por el contrario, se mantuvo deliberadamente fuera de las cuestiones más espinosas de la época, y especialmente de las amargas disputas que dividían a las principales ciudades italianas, y que podrían atribuirse, en esencia, el contraste entre la antigua aristocracia y la nueva burguesía. Entre las diversas partes, Jacobo Benfatti prefiere la de los pobres, cuyo único color era la miseria y cuya bandera era la necesidad. Y los pobres de Mantua, no sólo como una «manera de hablar», llamaron al obispo su padre.

Las crónicas de la época hablan también, por supuesto, de sus actividades oficiales, tales como la presencia en la coronación de Enrique VII en Milán, o la participación en el Concilio de Vienne, en Francia. Pero la sustancia de su episcopado, que duró veintiocho años, fue especialmente la caridad, que le ganó el afecto de la gente en vida, y el culto después de su muerte, en torno a las reliquias conservadas en la hermosa catedral de la ciudad.


fuente: Santi e Beati

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