San Hesiquio de Vienne | |
San Hesiquio de Vienne, obispo
En Vienne, en Burgundia, san Hesiquio, obispo, promovido desde la dignidad de senador a la episcopal. Sus hijos fueron san Apolinar, obispo de la Iglesia de Balance, y Avito, que le sucedió en la sede de Vienne.
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San Margarito Flores García | |
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San Margarito Flores García, presbítero y mártir
En la ciudad de Tulimán, en México, san Margarito Flores García, presbítero y mártir, que, en la gran persecución contra la Iglesia, debido a su condición de sacerdote obtuvo la gloria del martirio al ser encarcelado y fusilado.
A los 14 años manifestó sus grandes deseos de ingresar al Seminario de Chilapa, sin embargo sus padres, Germán Flores y Merced García, se opusieron porque carecían de recursos para sostenerlo. Otras personas conocieron sus deseos y lo alentaron a seguir adelante, y así ingresó al Seminario en 1915, a la edad de 15 años. En los años de estudio, para ayudarse económicamente durante su estancia en el Seminario, ejerció su oficio de peluquero, cobrando una mínima cantidad. Por obediencia tenía a su cargo el alumbrado de quinqués de petróleo, hasta que en 1919 fue instalada la red del servicio eléctrico. Pese a las carencias, logró sacar adelante sus estudios y recibió el orden sacerdotal en la Capilla del Seminario de Chilapa el 5 de abril de 1924, por imposición de manos del Excmo. Sn. D. José Guadalupe Ortiz. Celebró su primera Misa solemne en su ciudad natal, Taxco de Alarcón, Guerrero, en la parroquia de Santa Prisca y San Sebastián, el 20 de abril de 1924.
Al tiempo, entre otras encomiendas, fue nombrado vicario de la parroquia de Chilpancingo, Guerrero, en donde la víspera de los viernes primero de cada mes redoblaba sus actividades con el fin de atraer a la confesión a sus feligreses, hasta que en 1926 surgió el conflicto religioso y fue removido de Chilpancingo a Tecalpulco. En ese lugar, hizo una visita al Sr. Cura de Cacalotenango, Pbro. Pedro Bustos; ambos fueron ahí sorprendidos por tropas federales, lo que los obligó a refugiarse en las montañas por espacio de varios días; una vez a salvo se separaron y cada quien regresó con su familia, pero no tuvo suerte en su camino de hallar refugio, por lo que pasó la noche sin cobijo y alimento.
Después de permanecer un tiempo con su familia, bajo la amenaza de la persecución existente, hizo un viaje a la Ciudad de México. Poco tiempo tenían en la posada cuando se presentó un soldado federal, inquiriendo si entre ellos había un cura. Él manifestó ser doctor. Ya en la Capital, se volcó a colaborar en la solución del conflicto religioso y estuvo, también, asistiendo a la Academia de San Carlos, con el fin de perfeccionar sus conocimientos. En junio fue aprehendido y llevado a la Inspección de Policía, junto con otros que integraban la Liga de Defensa Nacional Religiosa, a los que pudo prestar el servicio de confesión. Por intervención de la familia Calvillo ante el General Roberto Cruz, se logró la libertad del Padre Margarito; sin embargo el padre Margarito Flores presentía la inminencia de su martirio, redoblaba su fervor en el ofrecimiento de su sacrificio y dedicación a su ministerio.
Fue entonces enviado a Atenango del Río. A su arribo a ese lugar fue aprehendido por las tropas federales, en la madrugada despojaron al Padre, sin consideración alguna, de todas las cosas que llevaba, dejándolo en ropa interior, descalzo y atado en medio de la caballería, caminando de pie. El tormento aumentó cuando salió el sol agobiante; y cuando suplicó que le dieran un poco de agua, lo único que recibió fue empellones y golpes. El 12 de noviembre de 1927 fue ordenada su ejecución y se le permitió elegir el lugar preciso para morir. Con toda serenidad caminó hacia la esquina posterior del templo, solicitando le permitiera unos instantes para elevar sus última plegarias al Todopoderoso. Le fueron concedidos, y después acercándose a él uno de los soldados, le dijo que si lo perdonaba, a lo que el Padre contestó profundamente conmovido que no sólo lo perdonaba, sino que también lo bendecía. Las órdenes fueron cumplidas.
Durante tres horas el cadáver permaneció en ese sitio. La tropa iba de salida, y por orden del Capitán, dos soldados tomaron el cuerpo por los pies, y a rastras, lo condujeron al panteón, donde de antemano otros soldados ya habían cavado la fosa. Sin respeto alguno fue arrojado el cuerpo, y luego la sotana, que anteriormente le habían quitado. Cubrieron la fosa y se retiraron. Tiempo después dos buenas personas, colocaron los restos en una caja y los trasladaron al interior del templo. Al exhumar los restos, y pese a los meses que habían transcurrido desde su muerte y encontrándose en una fosa común, su sangre manaba con frescura. En 1945, 18 años después de su martirio, los restos fueron trasladados a la ciudad de Taxco, y por disposición de sus familiares, quedaron depositados en un lugar especial de la capilla de Nuestro Señor de Ojeda, en el barrio natal del mártir.
fuente: Mártires Mexicanos
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Beato José Medes Ferris | |
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Beato José Medes Ferris, mártir
En la villa Alcudia de Carlet, en la región de Valencia, de España, beato José Medes Ferris, mártir, que durante la persecución contra la fe, por su valiente fidelidad, el Señor le concedió el premio eterno.
Nace en Algemesí el 13 de enero de 1885 en un hogar profundamente cristiano, que lo educó en la piedad y los valores cristianos. Llegado a la juventud mostró sus buenas cualidades. Antes de ir cada día al trabajo del campo, oía la santa misa. Contrajo matrimonio con Purificación Esteve Martínez, con la que tuvo una unión magnífica de corazones y sentimientos. La pareja no tuvo hijos. José rezaba cada tarde con su esposa el santo rosario y participaba en las asociaciones católicas: Acción Católica, Orden Tercera del Carmen, Adoración Nocturna, y colaboraba con el Sindicato Católico Agrícola.
Llegado el 18 de julio de 1936, sus hermanos, religiosos carmelitas, y su hermana, religiosa cisterciense, se vinieron a su casa. Perseveraron en la oración, a la espera de la voluntad de Dios. El 10 de noviembre de 1936 sus tres hermanos fueron arrestados, y él lo fue al día siguiente. Fue llevado al monasterio de Fons Salutis, convertido en cárcel. Estaban allí sus hermanos, pero José no pudo hablar con ellos. Con las manos atadas a la espalda todos ellos fueron sacados en la noche del 12 de noviembre y llevados a la carretera de Alcudia. Cuando vieron que los iban a matar, prorrumpieron en vivas a Cristo Rey. Los mataron a tiros en la nuca. José es hasta ahora el único de los hermanos beatificado, el 11 de marzo de 2001.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
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San Diego de Alcalá | |
![]() San Diego de Alcalá, religioso
En Alcalá de Henares, en España, san Diego, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que se distinguió tanto en las islas Canarias como en la iglesia de Santa María de Araceli, en Roma, por su humildad y caridad en el cuidado de los enfermos.
Diego nació en el pueblecito de san Nicolás del Puerto, en la diócesis de Sevilla. Sus padres eran pobres. Cerca de San Nicolás había un santo sacerdote ermitaño; Diego consiguió que le admitiese por discípulo, a pesar de que era aún muy joven y, desde entonces empezó a imitar las austeridades y prácticas de devoción de su maestro. Juntos cultivaban un pequeño huerto y trabajaban en la manufactura de cucharas, tenedores y otros utensilios de madera. Al cabo de algunos años, Diego tuvo que volver a su casa; pero poco después, tomó el hábito de hermano lego en un convento de los frailes menores observantes, en Arrizafa. Después de su profesión, los superiores le enviaron a la misión de su orden en las Islas Canarias, donde trabajó con éxito en la instrucción y conversión del pueblo. En 1445, fue nombrado guardián del convento de Fuenteventura, que era el principal de las Islas Canarias, aunque sólo era hermano lego. Cuatro años más tarde, volvió a España y vivió con gran fervor y recogimiento en diversos conventos de los alrededores de Sevilla.
En 1450, se celebró un jubileo en Roma. Como la canonización de san Bernardino de Siena tuvo lugar ese año, muchos franciscanos acudieron a la Ciudad Eterna. Diego, que acompañó allá al P. Alonso de Castro, le atendió durante una peligrosa enfermedad. La diligencia con que asistió al enfermo, llamó la atención de sus superiores, quienes le confiaron el cuidado de la enfermería del convento de Ara Coeli, donde había muchos frailes enfermos. San Diego desempeñó ese oficio durante tres meses, y se dice que restituyó milagrosamente la salud a varios enfermos. Los trece años que le quedaban de vida los pasó en España, sobre todo en los conventos castellanos de Salcedo y Alcalá.
En 1463, hallándose en Alcalá, le sobrevino su última enfermedad. Cuando estaba ya moribundo, pidió una cuerda como las que usan los franciscanos para ceñirse, se la echó al cuello, tomó en sus manos el crucifijo, y pidió perdón a todos sus hermanos. En seguida, fijando los ojos en el crucifijo, repitió con gran ternura las palabras del himno de la cruz: «Dulce lignum, dulces clavos, dulce pondus sustinent» y entregó apaciblemente el alma a Dios. Era el 12 de noviembre. En vida, se le atribuyeron ya varios milagros que se multiplicaron después de su muerte. Felipe II, que obtuvo un milagro por intercesión del hermano Diego en favor de su hijo, solicitó su canonización. Esta tuvo lugar en 1588.
No existe, al parecer, ninguna biografía contemporánea de San Diego, pero las diversas crónicas franciscanas de fechas posteriores proporcionan abundante información. Por ejemplo, el padre Marco de Lisboa (+ 1591), dedica una amplia sección en su obra a san Diego (véase la traducción italiana (1591), vol. III, fol. 155 y ss.). Entre las biografías propiamente dichas, debemos mencionar la de Moreno de la Rea, Vida del Santo Fray Diego (1602), así como dos breves esbozos de fechas más recientes, por Berguin y Chappuis, escritos en francés en 1901 y otra biografía breve en italiano, por A. Gioia (1907). La canonización de san Diego (1588), fue motivo de grandes fiestas en España. En el Museo Británico se conservan uno o dos folletos con los panegíricos que se pronunciaron en aquella ocasión.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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