can.: pre-congregación
país: Francia - †: c. 550
país: Francia - †: c. 550
En la ciudad de Saintes, en Aquitania, san Troyano,
obispo.
can.: culto local
país: Francia - †: c. 624
formas del nombre: Protagio
país: Francia - †: c. 624
formas del nombre: Protagio
En Vesoncio (hoy Besançon), en Burgundia, san
Protadio, obispo.
Santa Austreberta, abadesa
fecha: 10 de febrero
n.: 630 - †: 704 - país: Francia
otras formas del nombre: Eustreberta, Austrebertha, Austrie, Austry, Oustry
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 630 - †: 704 - país: Francia
otras formas del nombre: Eustreberta, Austrebertha, Austrie, Austry, Oustry
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En
la región de Rouen, en Neustria, santa Austreberta, virgen y abadesa, que rigió
el monasterio de Pavilly, fundado piadosamente por el obispo san Audeno.

Santa
Austreberta o Eustreberta fue hija de uno de los principales cortesanos del rey
Dagoberto, el conde Palatino Badefrido y de Framechildis. Nació cerca de
Thérouanne, en Artois, y fue una niña seria y piadosa, con la mente fija en
iglesias y conventos. Un día, mientras contemplaba su imagen reflejada en el
agua, vio un velo sobre su cabeza; aquella extraña experiencia le produjo una
impresión permanente. Al cumplir los doce años, su padre le anunció que ya
tenía proyectado su matrimonio y la idea resultó tan desagradable para
Austreberta, que huyó de la casa, acompañada por su hermano menor. Se refugió
en un monasterio, donde el abad le dio asilo y le prometió imponerle el velo.
Sin embargo, al saber quién era ella y pensando en lo preocupados que estarían
sus padres por su ausencia, la persuadió para que regresara con él a su hogar.
Luego explicó el asunto a sus padres, que terminaron por acceder a que la joven
entrara al convento, después de vivir con ellos algún tiempo. Aquel fue un
período de prueba para Austreberta que se sentía atormentada por los escrúpulos
de no haber respondido al llamado de Dios. Tanto importunó a los suyos para que
la dejasen partir, que por fin su padre la llevó al monasterio de Port (después
Abbeville), en el Somme, donde tomó el hábito ella misma.
Muy
pronto se ganó lodos los corazones con su piedad y humildad. Ella misma estaba
feliz en aquella comunidad tan devota y observante. Se cuenta que un día cuando
Austreberta horneaba el pan para la casa, ocurrió un suceso extraordinario. En
el horno caliente ya se habían extinguido las llamas. Los panes estaban listos
y sólo faltaba sacar las brasas. Austreberta metió la escoba, que se incendió
de pronto y llenó el horno con fuego. Austreberta, temiendo que el pan se
quemara, cerró primero la puerta de la cocina y después, inclinándose entre las
llamas, que no le hicieron ningún daño, limpió el interior del horno con sus
manos y sacó el pan. A la asombrada muchacha que había presenciado la escena le
encargó que no dijera nada a nadie y después siguió con su tarea
tranquilamente, sin ninguna quemadura en sus carnes ni en sus ropas. Sólo a su
confesor reveló Austreberta lo sucedido y, aunque éste quedó lleno de
admiración, le advirtió: «Hija, no vuelvas a ser tan temeraria, no sea que la
próxima vez tientes a Satanás y recibas algún daño».
En
aquel tiempo vivía un hombre piadoso llamado Amalberto que había fundado en
Pavilly el monasterio en el que profesó su hija Aurea. Por consejo de san Filiberto,
Amalberto nombró superiora de su convento a Austreberta, quien ya desde hacía
tiempo era abadesa de Port. La santa se resistió a separarse de sus amadas
hijas para ir a enfrentarse con muchas dificultades en otro monasterio, pero
ante la insistencia de san Filiberto acabó por aceptar. En su nueva casa
encontró una completa falta de disciplina y se impuso la tarea de urgir a sus
monjas el estricto cumplimiento de las reglas; pero las religiosas no se
conformaron con aquella severidad y acudieron a protestar ante Amalberto, y
acusaron a la santa de varias ofensas graves. El fundador dio crédito a las
calumnias y después de injuriar a la superiora, llegó al grado de amenazarla
con su espada, pero Austreberta no se inmutó y ciñéndose el velo alrededor del
cuello, inclinó la cabeza esperando el golpe mortal. Su valor hizo que
Amalberto recuperara la cordura y desde entonces la dejó que gobernara a sus
monjas del modo que creyera conveniente.
La
obra «Vida de S. Austreberta» editada por los bolandistas e incluida en Acta
Sanctorum, febrero, vol. II, probablemente fue compilada poco después de su
muerte, en los primeros años del siglo ocho. Algunos detalles son más claros en
la biografía de su madre santa Framechildis, publicada en Analecta Bollandiana,
vol. XXXVIII, (1920), pp. 155-156, tomada de un manuscrito del Museo Británico.
Véase también DHG., vol. V, cc. 790-792.
fuente: «Vidas
de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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