Mañana, California se convertirá en el quinto estado del país en permitir a los médicos recetar medicamentos letales a los pacientes que los soliciten.
Con la nueva ley de “Opciones para el final de la vida” (End of Life Options) estaremos cruzando una frontera: de ser una sociedad que se preocupa por aquellos que están envejeciendo y están enfermos, a una sociedad que mata a aquellos cuyo sufrimiento ya no podemos tolerar.
Los líderes de nuestro gobierno nos dicen que el conceder el derecho a elegir una muerte prescrita por el médico es algo compasivo, que confortará a los ancianos y a las personas que enfrentan la enfermedad terminal y crónica.
Pero matar no es preocuparse por la persona. La verdadera compasión significa caminar con los que están sufriendo, compartiendo su dolor, ayudándoles a sobrellevar sus problemas. Amar al prójimo como a uno mismo no es un deber que cumplamos dándole a nuestro prójimo una dosis letal de pastillas.
El suicidio asistido manifiesta una falta de solidaridad y no hará sino aumentar el sentimiento de aislamiento y soledad que mucha gente experimenta ya en nuestra sociedad. Con esta nueva ley, estamos abandonando a nuestros prójimos más vulnerables y frágiles, calificándolos como “no dignos” de nuestros cuidados, atención, y como un “gasto excesivo” para nuestros limitados recursos sociales.
Esta nueva ley va a empeorar las desigualdades en nuestro sistema de salud. Los ancianos pobres de hecho ya tienen muchas menos opciones de tratamiento y mucho menos acceso a los cuidados paliativos y a los servicios prestados por los asilos para ancianos.
En un estado en el que millones de personas son obligadas a confiar en los cuidados subsidiados por el gobierno, ¿cómo imaginar que el gobierno continuará pagando durante meses y tal vez durante años por tratamientos costosos en lugar de prescribir más bien un barato frasco de píldoras para el suicidio?
Y ante el creciente número de personas de edad avanzada que sufren de Alzheimer y de otras formas de demencia, ¿cuánto tiempo pasará antes de que empecemos a escuchar peticiones de que se ofrezcan “opciones compasivas” para aquellos que ya no pueden elegir o hablar por sí mismos?
Este es el peligro de esta nueva ley: la muerte que algunos exigen para sí mismos hoy, puede llegar a ser una “elección” que muchos no podrán rechazar mañana.
La lógica del suicidio asistido conduce inevitablemente a que, esencialmente, sean los administradores del gobierno y los administradores corporativos quienes decidan qué vidas vale la pena salvar y cuidar, y cuáles otras sería mejor que murieran. Los criterios para estas decisiones siempre serán arbitrarios y el proceso implicado en ello siempre conllevará a que los fuertes y los poderosos decidan el destino de los débiles y menos influyentes dentro de la sociedad. Este es el comienzo de la tiranía.
Los californianos merecen y deben exigir algo mejor de nuestros legisladores. El hecho de darles a los médicos una licencia para matar no es liderazgo en cuanto a la atención médica.
El 9 de junio, cuando esta nueva ley entre en vigor, tendremos todavía los mismos problemas que actualmente hacen que en California la gente tenga miedo a envejecer o convertirse en enferma o discapacitada.
Contaremos todavía con un sistema de seguro médico que asigna precios que están fuera del alcance de la gente común a los medicamentos para el alivio del dolor, y que hace casi imposible para ellos poder recibir los cuidados paliativos y otros servicios que necesitan para vivir sus últimos días con dignidad.
El 9 de junio, los trabajadores de los hogares para ancianos todavía estarán sobrecargados de trabajo y mal pagados, y sus condiciones de trabajo harán que sea difícil para ellos proporcionar una atención médica de calidad con excelencia y compasión. Las facultades de medicina seguirán sin proporcionarles a los futuros médicos y profesionales de la salud una formación adecuada en los cuidados paliativos y en el tratamiento para el final de la vida.
Estos son los problemas reales que hacen que la perspectiva de una enfermedad terminal y la muerte alarme a personas en California. Hago un llamamiento a los líderes reflexivos en la legislatura y la profesión médica – ahora es el momento de unirnos y empezar a abordar estos temas de manera decisiva.
También hago un llamamiento a los médicos, enfermeras, administradores de salud, hospitales y centros de atención – esta nueva ley protege los derechos de la conciencia. No obliga su cooperación o participación.
La respuesta correcta a una ley injusta es la objeción de conciencia. Y ésta es una ley injusta.
Ayudar a los pacientes a que se suiciden niega a los pacientes su dignidad y disminuye la humanidad de quienes están a cargo de ellos. Los profesionales médicos están llamados a ser servidores de la vida, no los dispensadores de la muerte.
Todos nosotros en California necesitamos orar y trabajar para reconstruir una cultura de dignidad humana frente a esta ley injusta. Debemos proclamar y demostrar con nuestras acciones que toda vida humana es preciosa y sagrada, y es digna de nuestra atención y protección, desde la concepción hasta la muerte natural.
Una persona no deja de ser una persona, no pierde su dignidad o el derecho a la vida, sólo porque él o ella pierde ciertas capacidades físicas o mentales. De hecho, es cuando la persona es más vulnerable a la necesidad de nuestra compasión y amor.
Oremos por nuestro gran Estado de California al entrar en este nuevo momento.
Que Dios nos dé a todos el valor de hacer lo que es correcto. Y que nuestra Santa Madre María nos ayude a ver que todo el mundo es un hijo de Dios y que todos somos hermanos y hermanas llamados a amarnos y a cuidarnos unos a los otros.
*La columna de opinión de Mons. José Gomez está disponible para ser utilizada gratuitamente en versión electrónica, impresa o verbal. Sólo es necesario citar la autoría (Mons. José Gomez) y el distribuidor (ACI Prensa)