San Juan Rigby, mártir
fecha: 21 de junio
n.: c. 1570 - †: 1600 - país: Reino Unido (UK)
canonización: B: Pío XI 15 dic 1929 - C: Pablo VI 25 oct 1970
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: c. 1570 - †: 1600 - país: Reino Unido (UK)
canonización: B: Pío XI 15 dic 1929 - C: Pablo VI 25 oct 1970
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Londres, en Inglaterra, san Juan
Rigby, mártir, el cual, detenido y condenado a la pena capital durante el
reinado de Isabel I por haberse reconciliado con la Iglesia católica, fue
ahorcado en Southwark y descuartizado mientras aún estaba vivo.
refieren a este santo: San Juan Jones
Ver más información en:
Mártires de la persecución en Inglaterra (1535 - 1681)
Mártires de la persecución en Inglaterra (1535 - 1681)
A pesar de que fue hijo de un caballero de
rancio linaje del Lancashire, los escasos bienes de la familia obligaron a Juan
Rigby a ingresar en el servicio doméstico para ganarse la vida. Era un católico
fiel que moraba en el seno de una familia protestante, y a menudo se encontraba
en situaciones muy difíciles para practicar su religión, en vista de las
rigurosas leyes establecidas para combatir al catolicismo. Por esta causa,
algunas veces se vio obligado a asistir a los servicios de la iglesia
autorizada, una muestra de debilidad que lamentó con toda sinceridad
posteriormente. Al sentir remordimientos por su culpa, fue a pedir confesión a
un sacerdote encarcelado en la prisión de Clink y, a partir de entonces, llevó
una vida cristiana irreprochable. Juan fue el instrumento de que se sirvió Dios
para reconquistar a muchos católicos renegados, incluso a su propio padre.
Mientras servía como criado de confianza
en la casa de Sir Edmund Huddlestone, su amo le envió a la sala de sesiones del
tribunal de Old Bailey, para informar que la hija de Sir Edmund, la señora
Fortescue, estaba enferma y no podía comparecer ante esa corte, a donde había
sido citada para un caso judicial. Hasta aquel momento no había acusaciones en
contra de Juan Rigby, pero uno de los magistrados entró en sospechas y comenzó
a interrogarle respecto a su religión. El noble criado acabó por reconocer que
era católico, que no pensaba poner un pie en las iglesias protestantes y que se
negaba a reconocer la supremacía religiosa de la reina. Acto seguido se ordenó
que fuese encerrado en la prisión de Newgate.
Un amigo suyo conservó para la historia el
interesante relato que escribió Juan sobre sus experiencias en la prisión y las
pruebas que debió soportar. Es evidente que algunos de sus jueces, sobre todo
el señor Gaudy, quedaron muy favorablemente impresionados por el valor, la
resistencia y la sinceridad del reo; aquellos magistrados estaban bien
dispuestos a dejarle en libertad, sólo le pedían que hiciese acto de presencia
en la iglesia autorizada para cerrar su caso; pero Juan les respondía
invariablemente: «Si ése es el único delito que he cometido y no hay otra manera
de remediarlo que la de asistir a la Iglesia, no quisiera dejar a Su Señoría en
la creencia de que, tras de haber ascendido algunos escalones hacia el Cielo,
esté ahora dispuesto a tropezar y caer escaleras abajo hasta los abismos del
infierno. Tengo la firme esperanza de que Jesucristo me fortalecerá para sufrir
mil muertes si acaso tengo mil vidas para perder. Deje, Su Señoría, que la ley
siga su curso».
Al cabo de prolongadas deliberaciones
entre ellos, los jueces decidieron condenarlo. El juez Gaudy no pudo dominar el
temblor de su voz al leer la sentencia de muerte, pero Juan Rigby la escuchó
con absoluta serenidad. El 21 de junio se le informó que iba a ser ajusticiado
y él repuso con sencillez, casi con alegría triunfante: «¡Deo gratiasl Es el
mayor premio que se me ha otorgado desde que vine al mundo». Cuando le
transportaban dentro de una jaula de cañas, sobre la carreta, hacia Saint
Thoma's Waterings, el sitio de la ejecución, el conde de Rutland y el capitán
Whitlock se le acercaron para instarle a «hacer lo que la reina mandaba y
salvarse», pero fue en vano. Ya en el cadalso, Juan entregó al verdugo una
moneda de oro y le dijo: «Toma esto como prenda de que sinceramente te perdono,
a ti y a todos los que han sido causa de mi muerte». La ejecución se llevó a
cabo con lujo de crueldad, puesto que fue desmembrado y se le sacaron las
entrañas cuando aún tenía vida. Sus últimas palabras fueron: «¡Dios los
perdone! ¡Jesús, recibe mi alma!». San Juan Rigby tenía alrededor de treinta
años de edad cuando fue martirizado. Fue canonizado por SS. Pablo VI, con los
«25 mártires de Inglaterra y Gales», en 1970.
Contamos con una narración muy interesante
y detallada sobre la detención, los procesos y el martirio de san Juan. Ese
relato que, como ya dijimos arriba, él mismo escribió en la prisión, fue a dar
a manos del Dr. Thomas Worthington, rector del Colegio de Douai y fue él quien
lo imprimió y editó en el extranjero, a fines del año 1601, en un librito
titulado: «A Relation of Sixtene Martyrs glorified in England in twelve
months». El mismo texto de Rigby, con una introducción y notas complementarias,
fue admirablemente editado por el padre C. A. Newdigate en un folleto que
tituló: «A Lancashire Man: the Martyrdom of John Rigby at Southwark» (1928).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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