miércoles, 9 de noviembre de 2016

CURSO “EL HOMBRE NUEVO” (A DIOS SE LE DEFIENDE AL DEFENDER AL HOMBRE, YA QUE ESTE ES PORTADOR DE CRISTO (HOMBRE-DIOS)) (HN-33)

A DIOS SE LE DEFIENDE AL DEFENDER AL HOMBRE,
YA QUE ESTE ES PORTADOR DE CRISTO (HOMBRE-DIOS) (HN-33)

Recordemos lo dicho en el resumen anterior sobre nuestra realidad: somos unos finitos que
caminamos hacia el infinito. Y recordemos también que, quienes suelen poner más trampas para que lo finito no vaya más rápido hacia el infinito suelen ser paradójicamente los que creen; si bien también hay que aclarar que estos que pregonan su forma de creer así, en realidad no están creyendo en el Dios de Cristo: y valgan como ejemplo de esto los fariseos. Y esta es la paradoja: que quienes dicen saber quién es Dios y cómo funciona, son precisamente los que están poniendo trampas al caminar del hombre (lo finito) hacia lo infinito (Dios). Y esto porque, al creer que saben quién es Dios, se instalan en una religión propia (en una religación con un dios particular que es muy distinto al de Cristo).

En Juan (8,1 y ss.) podemos ver uno de los casos más sonoros de esta paradoja, referida a la vida
de Jesús-Cristo y expuesta con toda intención: “Se fue Jesús al monte de los olivos... y los escribas y
fariseos –que salieron al encuentro del Señor– trajeron a una mujer sorprendida en adulterio, y,
poniéndola en medio, le dijeron:...” {Pero antes no olvidemos que para los judíos este era uno de los
pecados mayores y un caso de repudio directo. Tampoco perdamos de vista que son escribas y fariseos (teólogos y moralistas), representantes oficiales de la religión de su tiempo, los que traen a la adúltera. Y, ¿qué había que hacer cuando se cogía a una mujer en adulterio?: apedrearla como oveja negra y perdida, pero sin llegar a tocarla para no pringarse como con los leprosos. O sea a una mujer adúltera hay que matarla a pedradas, según la ley, pero sin tocarla para no quedar pringados para toda la vida.

Centrémonos ahora en la doble intención que manifiesta Juan, y que tenían los fariseos. En efecto,
queriendo matar dos pájaros de un tiro, planearon lo siguiente: La apedreamos a ella y, además, nos
quitamos de en medio a Jesús; aplicamos la justicia para ella, y tendemos una trampa para él. ¡Fíjense qué intención! Y, ¿quién va a tender la trampa al Señor? Pues, como la adúltera no es problema para Jesús (como vamos a ver a continuación), la verdadera trampa a la Religión (al Dios de Jesús-Cristo) la plantean los citados escribas y fariseos. ¿Nos damos cuenta, lo duro que es lo que está contando San Juan? Empieza situando a Jesús en medio, entre una adúltera y un grupo con teólogos y santos; y son precisamente estos los que le preparan la trampa. Y como contraste, es la adúltera quién le proporciona alegría a Jesús: pues se siente interpelado desde la indefensión de esta pobre mujer. Según San Juan, Jesús siempre estaba en malas compañías; pero no olvidemos que son precisamente los fariseos los que van con mala intención: pues como de paso y mientras la llevan a matar, hacen como que se topan con Jesús.} ... y poniéndola en medio, le dijeron: “Maestro, en la ley, Moisés nos ordena apedrear a las adúlteras; y tú, ¿qué dices?”... [He aquí la trampa; si dice que no la apedreen irá contra Moisés, y si dice que sí se apoyarán en esto para acusarle: ¡no resulta tan bondadoso vuestro Maestro cuando dice que la lapidemos!

Noten la malicia (el pecado) que cita Juan, tanto de los religiosos como de los creyentes de aquél grupo. Y resaltemos cómo, casi siempre, los creyentes creemos saber perfectamente a quién hay que “matar”; a quién hay que achacar las culpas de nuestros tropiezos, sin reconocer que el mal está realmente en nuestro interior]. Y, ¿cómo encaja Jesús la pregunta? Mientras ellos le preguntaban, “Jesús, inclinado, escribía con el dedo en la tierra”... [Pero, ¿qué escribía Jesús en la tierra? Porque hay libros enteros sobre esta frase. Podríamos imaginar que no escribía nada concreto y que lo que quería era desconcertar; contornear en el suelo algo indefinido que los fariseos no pudieran leer, como si estuviera pensando algo parecido a:
Moisés escribió en unas tablas cosas que vosotros sabéis leer, pero yo voy a escribir otras cosas en el
polvo de la tierra que no vais a saber interpretar.]

Y, “como ellos seguían insistiendo en preguntarle, Jesús se incorporó y dijo:...” [Pero antes y
como Jesús tardó realmente en contestar, a lo mejor es que el Señor quería que se ablandaran mientras escribía; que se les pasara el enfado, como cuando estas a punto de dar una bofetada y procuras contar antes hasta diez. Pero los fariseos, como todo lo urdido era para honor de Dios, no cejaron en su empeño:
¿cómo un fariseo iba a contar hasta diez y después perdonar a una adúltera?] .... Jesús se incorporó y dijo:
“El que de vosotros esté sin pecado, que tire la primera piedra”. Y San Juan, que es magistral, con dos pinceladas lo aclara todo: “soltaron las piedras y... fueron saliendo uno a uno, empezando por los más viejos”. Empezando por los más endurecidos, por los que más habían envejecido en su pecado;
empezando por los peores de todos, los oficialmente buenos. O sea, empezando por todos los que se
esforzaban por parecer buenos y además presumían de ello; en puro contraste con los verdaderamente
buenos, que no solo son humildes sino que cuanto más envejecen más niños se hacen y más tiernos.

Lo curioso es que a Jesús le bastara solo con una frase: “El que de vosotros esté sin pecado, que
tire la primera piedra”. Y solo con esta frase todos soltaron las piedras, y se marcharon; pues Jesús les
hizo ver que ninguno de ellos podía apedrear a la mujer. En efecto, sin que ellos fueran conscientes, Jesús les había llevado desde la ley hasta sus corazones; y tanto los fariseos como los escribas, sin darse cuenta pero intuyendo algo, “empezaron a verse por dentro”: empezaron a ver que el pecado de aquella mujer – fruto de la ignorancia y de la malicia humana– venía de lejos y pasaba por ellos. De hecho muchos adulterios se cuecen en el ambiente social, en el relativismo de una educación, en el desamparo consentido... en la soledad y falta de apoyo de los que nos rodean. Jesús les devolvió al fondo de sus corazones, y entendieron que no podían tirar piedras porque no tenían las manos limpias: las tenían bien sucias, y no de “un no se sabe qué” sino del tratamiento concreto de esa sociedad al problema personalizado en aquella mujer.

Nuestra conclusión es: Aquellos creyentes, teólogos y santos, que intentando defender a Dios
atacan al hombre, no solo no defienden a Dios sino que se están equivocando; pues, al ser todos
pecadores, ninguno puede tirar una sola piedra. Además, como Dios no necesita ser defendido por nadie, no tiene sentido que nos justifiquemos diciendo que tenemos que alabar a Dios; porque Dios no necesita de nuestra alabanza, y tampoco que le justifiquemos: ni con nuestro culto ni con nuestra doctrina.

Ahora nos damos cuenta, de que en el s. XVIII inventaron la Teodicea para justificar a Dios.
Leibnitz inventó esta palabra, que significa justificación de Dios: Teos-Dios, y Dike-justificar. Pero el
Dios de verdad no necesita justificaciones, porque si Dios necesitara alguna justificación sería por ser un dios sólo de alguna parte y no del todo. El Dios de Jesucristo no necesita justificación alguna. Por eso cuando los fariseos se fueron, dejando a la mujer sola en medio, Jesús que se había vuelto a inclinar y seguía escribiendo en la tierra “... incorporándose, dijo: Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?
Nadie Señor –dijo ella”. Y ahora viene lo bueno: “Yo tampoco te condeno, vete y no peques más”. Lo del “no peques más” no quiere decir que ella estuviera llena de pecado en ese momento; pues, si Jesús-Cristo (que es Dios) no la condena es que entonces no tiene pecado, aunque sea pecadora. No peques más, quiere decir: no te instales en el pecado como los que te han acusado, porque ese no es el camino. Cristo, una vez que ha desarmado a los que aparentemente defendían a Dios –escribas y fariseos–, ahora se arma él (como Dios) y le dice a lo humano: “Yo tampoco te condeno”. Y se lo dice precisamente en una mujer que, siendo pecadora como todo ser humano, no se planteaba si Dios necesita ser defendido o no (en el Cristo de cada uno).

Vamos ahora a recordar, resumidas, algunas de las conclusiones anteriores:
*A Dios se le defiende en el hombre; se le defiende al defender al hombre, portador de Cristo.

*Jesús, al justificar a esta mujer adúltera está defendiendo al Dios encarnado en ella; mientras
que los fariseos al condenarla, paradójicamente, no defienden Dios alguno.

*Hemos tratado de caminar por las profundidades del hombre y, en esas profundidades, hemos
sentido (y hasta sufrido) que Dios nos crece por dentro; si bien las religiones se han empeñado en
presentarnos las huellas de nuestro encuentro interior con Dios sólo como líneas continuas,
brillantes y gozosas. En cambio la realidad predicada por Jesucristo nos enseña, además: que el
mayor encuentro con Dios se hace en “los pozos del hombre”; en esas profundidades donde el
hombre más falla y donde más le duele. Jesús nos enseña que posiblemente sea por el pecado –por
la cara oscura de Dios, por las consecuencias de la ignorancia y malicia del hombre– por donde
Dios se nos acerca más: caso de la oveja perdida, de la oveja negra…

*Recordemos: Dios tiene más alegría por un hombre que –a pesar de estar en el fondo del pecado–
se esfuerza por ver el futuro que viene, que por el que está instalado sin futuro en una gran altura
de cualquier montaña: porque el hombre solo “es” cuando es un finito con sed de infinito.

*En la pequeñez del pecado, en la profundidad pecadora del hombre, es donde se instala el
infinito. Jesús no juzga al pecador por el hecho de ser pecador sino que, al revés, ve en él la
presencia de Dios: ve la cara negra de Dios.

*El sufrimiento pertenece a la condición humana y, por tanto, cuanto más perfecto es el hombre
más sufre: más le duele el mal y la injusticia, en el trato con los hermanos.

*Estamos avanzando hacia un mundo nuevo: En el que captar y sentir a Dios como realidad total,
significa captarlo como blanco y negro a la vez. Y para esto hay que ser capaces de afirmarlo y
negarlo, no solo por la cara que nos gusta sino también por la que no nos gusta.

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