No se celebra hoy, porque hay una celebración de mayor rango (Domingo de Ramos, solemnidad)
solemnidad de la Anunciación del Señor. Cuando en la ciudad de Nazaret el ángel del Señor anunció a María: «Concebirás y darás a luz un hijo, y se llamará Hijo del Altísimo», María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y así, llegada la plenitud de los tiempos, el que desde antes de los siglos era el Unigénito Hijo de Dios, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, por obra del Espíritu Santo se encarnó en María, la Virgen, y se hizo hombre.
Y así, llegada la plenitud de los tiempos, el que desde antes de los siglos era el Unigénito Hijo de Dios, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, por obra del Espíritu Santo se encarnó en María, la Virgen, y se hizo hombre.
Conmemoración del santo ladrón, que en la cruz reconoció a Cristo, y de Él mereció oír: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso».
En Nicomedia, san Dula, mártir.
En Roma, en el cementerio de Ponciano, en la vía Portuense, san Quirino, mártir.
En Tesalónica, de Macedonia, santa Matrona, mártir, que, siendo esclava de cierta judía, mientras daba culto secretamente a Cristo, fue descubierta por su señora y castigada con muchos suplicios. Finalmente, condenada a muerte, confesando su fe en Cristo, entregó a Dios su espíritu incorrupto.
En Milán, en la región transpadana, san Mona, obispo.
En la isla de Antrum (hoy Aindre), cerca de Nantes, san Hermelando, quien, después de servir en la corte real, se hizo monje del monasterio de Fontenelle y finalmente fue designado primer abad del lugar.
En Mammola, cerca de Gerace, en Calabria, san Nicodemo, eremita, que fue maestro de vida monástica, célebre por su austeridad y por sus virtudes.
En Sázava, en Bohemia, san Procopio, que, dejando mujer e hijo, abrazó la vida eremítica, y después fundó en aquel lugar un monasterio que presidió él mismo, donde celebraba las divinas alabanzas en rito griego y en lengua eslava.
En Schaffhausen, en Suabia, beato Everardo, que, siendo conde de Nellenburg, abrazó la vida monástica en el cenobio de Todos los Santos (Allerheiligen), construido con su esfuerzo.
Junto a Costacciaro, en la Umbría, beato Tomás, ermitaño, que durante sesenta y cinco años practicó la vida de anacoreta y enseñó a otros a vivirla.
En York, en Inglaterra, santa Margarita Clitherow, mártir, que, con el consentimiento de su marido, abrazó la fe católica, en la que educó también a sus hijos, y se preocupó de ocultar en su casa a sacerdotes que eran perseguidos, por cuyo motivo fue detenida varias veces durante el reinado de Isabel I. Finalmente, y tras rehusar que su causa fuese llevada ante el tribunal, para que los ánimos de los consejeros del juez no cargasen con la responsabilidad de su sentencia de muerte, por su fe en Cristo fue asfixiada bajo un enorme peso hasta morir.
En Winchester, también en Inglaterra, beato Jacobo Bird, mártir, que en tiempo de la misma reina Isabel I, a los diecinueve años de edad, convertido desde poco tiempo antes al catolicismo, rechazó participar en una liturgia herética, por lo cual mereció llegar a la celebración del culto celestial.
En el Montefiascone, en la Toscana, santa Lucía Filippini, fundadora del Instituto de Maestras Pías, para promover la enseñanza cristiana de jóvenes y mujeres, especialmente las carentes de recursos.
En Niederwenigern, Alemania, beata María Rosa Flesch, virgen y fundadora de la Congregación de Hermanas Franciscanas de la BVM de los Ángeles.
En Roma, junto a San Pablo, en la vía Ostiense, beato Plácido Riccardi, presbítero de la Orden de San Benito, quien, a pesar de sentirse afectado por fiebres continuas, enfermedades y parálisis, abrazó incansablemente la observancia de la Regla y la oración.
En la localidad de Chervonohrad, junto a Lwiw, en Ucrania, beata Josafata (Miguelina) Hordáshevska, virgen, que fundó el Instituto de Hermanas Esclavas de María Inmaculada, dedicándose a hacer el bien donde fuese mayor la necesidad.
En Jerusalén, Isarel, santa Marie-Alphonsine Danil Ghattas, virgen, cofundadora de las Hermanas del Santo Rosario de Jerusalén de los Latinos.
En la ciudad de Majdanek, cerca de Lublín, en Polonia, beato Emiliano Kovc, presbítero y mártir, que en tiempo de guerra fue deportado a un campo de concentración, donde, por el combate de la fe, alcanzó la vida eterna.
En Shkodrë, Albania, beato Ndre Zadeja, presbítero de la arquidiócesis de Shkodrë-Pult y mártir.
En el campo de concentración de Dachau, cercano a Munich, de Baviera, en Alemania, beato Hilario Januszewski, presbítero de la Orden de los Carmelitas Descalzos y mártir, que en tiempo de guerra, por confesar a Cristo fue deportado desde Polonia a esta cárcel, y habiéndose contagiado del tifus por asistir a los enfermos, falleció dejando un hermoso testimonio de fe y caridad.
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