sábado, 3 de mayo de 2014

Escándalo y esplendor de la carne 02052014

Escándalo y esplendor de la carne




REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

(RV).- (Audio) RealAudioMP3 No lo reconocieron, no creyeron, o mejor dicho perdieron la poca fe insipiente, cuando vieron y escucharon los golpes del martillo pesado, sobre los largos clavos que traspasaron sus manos y sus pies; cuando vieron que el patíbulo se alzaba con el cuerpo deshecho, torturado hasta la agonía. Cuando la punta de la lanza perforó el pecho y explotó el corazón la sangre, el agua última, fue para ellos el remate, si es que había quedado alguna esperanza.

Creer que aquel fuera el Hijo de Dios, como exclamó el centurión romano trastornado, era absolutamente inverosímil, insostenible, improbable.
Y se dispersaron todos, cada uno por su lado, con el alma hecha un hueco abismal, vaciados hasta el fondo de fe, esperanza, entusiasmo, por el escándalo de semejante poder del mal y de la muerte sobre el amor y la vida.

Y sin embargo fue por aquellas perforaciones mortales en la carne de la lanza y los clavos, que sus discípulos abatidos verifican que aquel que les muestra sus manos, sus pies, su costado, es el mismo Jesús que fue ejecutado cruelmente y sepultado en un sepulcro su cadáver, pero que ahora, victorioso del poder de la muerte y el mal los confirma en la fe y les ofrece Vida plena.
El tema es que Jesús victorioso con los signos de la cruz, regresa al seno del Padre hasta que venga a juzgar a vivos y muertos. Y ahí está el problema, porque Jesús nos juzgará por el trato que le dimos a su carne en la carne herida del prójimo que vos y yo tenemos ahora. Vos y yo volvemos a tener el mismo problema que tuvieron los discípulos cuando se escandalizaron, se deprimieron, porque afligido por el mal Jesús no tenía apariencia humana, estaba, como están hoy tantos, desfigurado por el dolor y la injusticia: hambrientos, sin casa, enfermos, sin trabajo, perseguidos, carcelados y hasta asesinados por la fe, como Jesús, carne de su carne.

Por eso, mi problema y el tuyo no es Jesús. El problema es su carne en la carne del hermano que sufre.

¿Cómo puede ser que “ensuciándome” con este; sirviendo a quien parece menos digno, alcance la Vida plena?

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