domingo, 13 de julio de 2014

Beata Angelina de Marsciano - Beato Carlos Manuel Rodríguez Santiago - San Esdras......(13072014)

 Beata Angelina de Marsciano
 Beato Carlos Manuel Rodríguez Santiago
 San Esdras (A. T.)
 Santo Alejandro de Filomelia
 Beato Jacobo de Varazze

Beato Tomás Tunstal

Beato Luis Armando
Beato Bartolomé Jarrige de la Morélie de Biars
Beata Magdalena de la Madre de Dios
Beatas:
 Teresa Enrica de la Anunciación Faurie
 Ana Andrea de San Alejo Minutte,
 María Ana de San Francisco Lambert,
 María Ana de Santa Francisca Depeyre 
 María Anastasia de San Gervasio Roquard.

San José Wang Guiji

 

 
 
 
 
domingo 13 Julio 2014

Beata Angelina de Marsciano

 


Viuda 13 de Julio Angelina nació en Montegiove, cerca de Orvieto, en 1377. A los 15 años de edad se casó con Juan de Terni, Conde de Civitella. Dos años después Angelina quedó viuda y dueña del castillo y las tierras de Civitella del Tronto.    La beata tomó entonces el hábito de la tercera orden de San Francisco y transformó su casa en una especie de comunidad de terciarias. Angelina y sus compañeras recorrían la región, predicando a los pecadores, socorriendo a los necesitados y exhortando a las doncellas a consagrarse a Dios.    Angelina fue acusada de hechicería, a causa de la influencia que ejercía sobre las jóvenes y aun de herejía, pues se alegaba que su desprecio del matrimonio era claramente maniqueísta. Ladislao, rey de Nápoles, la sometió a juicio en Castelnuovo, decidido a condenarla a la hoguera, si la encontraba culpable.   Angelina demostró la ortodoxia de su fe y la legitimidad de su conducta, y añadió: "Si he enseñado o practicado algún error, estoy dispuesta a sufrir el castigo correspondiente". Ladislao la declaró inocente; pero, como algunos seguían quejándose de las actividades de la beata y sus compañeras, acabó por desterrarlas del reino.    Angelina que sólo tenía entonces 18 años, se refugió en Asís. En la Iglesia de Santa María de los Angeles, Dios le dio a entender claramente que debía fundar en Foligno un monasterio de clausura de la tercera orden regular de San Francisco.    En 1397, quedó terminado el convento y fue dedicado a Santa Ana. Angelina fue elegida abadesa de la comunidad, que constaba de doce religiosas. Según parece, ese fue el primer convento de terciarias regulares con votos y clausura. En 1399, Angelina fundó en Foligno, el convento de Santa Inés y más tarde, los de Espoleto, Asís y Viterbo.    En vida de la beata fueron fundadas once más. Murió a los 58 años de edad. Su culto fue aprobado en 1825.

Beato Carlos Manuel Rodríguez Santiago



Nació en Caguas, Puerto Rico, el 22 de noviembre de 1918. La raigambre cristiana que heredaron de sus padres caló en su corazón y en el de sus hermanos. Dos de las chicas contrajeron matrimonio, el otro varón se vinculó a la orden benedictina y fue el primer abad de Puerto Rico, y la benjamina ingresó en a la orden carmelita fundada por la Madre Vedruna. Poco duró la dichosa y sencilla existencia de la familia Rodríguez, truncada por un incendio que les arrebató morada, trabajo y pertenencias. Carlos tenía 6 años cuando sufrieron este revés, y tuvo que alojarse en casa de su abuela, una mujer religiosa que le transmitió su piedad. En el centro católico donde inició su formación escolar trabó amistad con las Hermanas de Notre-Dame, quienes, junto a los redentoristas, le dieron una buena educación integral.
 
Después de recibir la Primera Comunión, y siendo monaguillo, se sintió llamado a consagrarse. Culminó los estudios de primer grado y se matriculó en la escuela superior pública de Caguas. En plena adolescencia se le diagnosticó una colitis ulcerosa que lo mantuvo temporalmente apartado de las aulas. No fue una enfermedad pasajera; se agravaría con el tiempo. Luego se matriculó en la universidad de Puerto Rico (UPR) de Río Piedras, pero debido a su mala salud, únicamente completó el primer año. Fue oficinista en Caguas, Gurabo y en la Estación Experimental Agrícola, adscrita a la UPR. Los modestos emolumentos que percibía los destinaba a difundir artículos relacionados sobre todo con la liturgia.
 
Su paciente progenitor, que había visto desaparecer de un golpe todo lo que tanto trabajo le costó amasar, murió en 1940. Carlos tenía 21 años y seguía acusando los problemas derivados por su frágil constitución, aunque esta realidad no constituyó un veto para sus estudios. Dejó en los centros académicos su impronta de alumno excelente, atestiguada por sus altas calificaciones, y su loable inquietud por todas las disciplinas. Era inteligente, poseía una memoria excepcional, gran sentido del humor, y voluntad de hierro para llevar adelante lo que se proponía. Tenía la sana curiosidad de los inteligentes. Por eso le apasionaba la lectura, el arte, disciplinas como las ciencias y la filosofía, y disfrutaba con la naturaleza. Estaba dotado para la música. Aprendió prácticamente solo a tocar el piano y el órgano, que ejecutaba en la Iglesia. Promovió el Misterio Pascual entre laicos, sacerdotes y religiosos, junto al P. McWilliams. Esta acción impulsada en la universidad fue guiada por el único afán de dar a conocer a Cristo: un Círculo de Liturgia que pasaría a denominarse Círculo de Cultura Cristiana; lo sostenía con su sueldo.
 
Nació con vocación universal, sustentado en la fe:«Necesitamos católicos despiertos al momento actual [...]. Católicos del presente, que sepan nutrirse del pasado, pero con los ojos puestos en el futuro»; era el espíritu que animaba a Carlos. Inició los «Días de Vida Cristiana» dirigidos a los universitarios entre quienes difundió la liturgia. Además, se implicó en otras asociaciones católicas como la Sociedad del Santo Nombre y los Caballeros de Colón. En 1948, junto al P. McGlone, creó el coro parroquial Te Deum Laudamus.
 
Era integrante de la Cofradía de la Doctrina Cristiana. Le sirvió como trampolín para nuevas acciones apostólicas dirigidas a estudiantes de diversas poblaciones, a los que estimulaba a vivir la fe en grupos que les permitían poner en común los temas esenciales. Muchos jóvenes, impactados por su generosa entrega, se convirtieron. Le hacían partícipe de sus dificultades abriéndoles su corazón con plena confianza. Este fragmento de su respuesta a un joven, que se resistía a la llamada de Cristo, pone de manifiesto su celo apostólico: «Dios, Cristo, cielo, infierno, pecado, muerte, redención, salvación, sacramentos, gracia, Resurrección, vida eterna, visión beatífica, no son mera palabrería hueca y sin sentido; no son sueños de poetas, ni hipótesis de pseudo científicos, ni especulaciones de filósofos, ni escape para frustrados; son la realidad más objetiva sostenida y respaldada con las pruebas más irrefutables en todas las órdenes –sentido común, científico, filosófico, teológico– pero sobre todo, son la revelación hecha por Aquél que es la Verdad misma, y que sabe a perfección qué dice y por qué lo dice, Él mismo ha asegurado: ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida... Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no camina en tinieblas... El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no fallarán […]’. Ahora bien, si esto es la verdad, y esto es lo que pide, exige y necesita nuestra naturaleza humana, ¿por qué esa cobardía? ¿Por qué ese escape que nos lleva a la angustia y a la frustración? ¿Por qué no decidirse de una vez para siempre? ¿Por qué no arriesgarlo todo para ganarlo todo?...».
 
Culminando 1962 se le diagnosticó un cáncer terminal del recto, y prosiguió actuando con la audacia y el arrojo que le caracterizaba. Aunque el final de su existencia estuvo marcado por la «noche oscura», se mantuvo firme en la esperanza. En marzo de 1963 sufrió una gravísima operación, pero poco se pudo hacer. Murió el 13 de julio de 1963. Tenía 44 años. Juan Pablo II lo beatificó el 29 de abril de 2001. El milagro para el meteórico reconocimiento de sus virtudes: la curación de un linfoma maligno No-Hodgking en 1981, que fue aprobado por el pontífice en 1999.

San Esdras (A. T.)



San Esdras, santo del AT
Conmemoración de san Esdras, sacerdote y escriba, que, en tiempo de Artajerjes, rey de los persas, habiendo regresado desde Babilonia a Judea, congregó al pueblo que estaba disperso y puso gran empeño en estudiar, llevar a la práctica y enseñar la Ley del Señor en Israel.
La figura de Esdras se sitúa en el el centro de un momento clave de la historia de Israel: el regreso de la comunidad exiliada en Babilonia a repoblar y reorganizar Judá en torno a la Ley y al templo. Lamentablemente, no es posible, con los datos que aporta la Biblia, situar exactamente cuándo ocurrió eso. El libro de Esdras dice que fue «en tiempo de Artajerjes», sin embargo no es posible establecer con total certeza si se trata de Artajerjes I o Artajerjes II. Las hipótesis varían desede mediados del siglo V antes de Cristo hasta fines del siglo IV (la fecha de 398 para la obra de Esdras es muy aceptada en la actualidad, pero no decisiva).
Como sea que se interprete la difícil cronología, con Esdras toma su forma una nueva manera de entender la Alianza con el Dios de Israel, una nueva manera que a nosotros nos parece la más propia de israel, pero que en realidad aparece recién en esta época: la forma clásica del judaísmo, centrada en los límites nacionales y en el cumplimiento de la Ley, todo eso que popularmente referimos al «espíritu fariseo», porque es más bien relacionado con esta secta de la época de Jesús que lo conocemos.
Esdras fue un jefe religioso, sacerdote, que actuó como una especie de ministro de los asuntos persas en la comunidad judía (ver Esd 7), no olvidemos que la vuelta del destierro no provino de una «liberación nacional» sino sólo de un ventajoso trato por parte de la nueva potencia dominante del mundo, Persia. Esdras organizará la lectura pública de la Ley, y un acto penitencial colectivo (Esd 10) luego del cual se renovó la Alianza con Dios, con especial insistencia en el cumplimiento estricto del sábado y la prohibición total de matrimonios mixtos, punto que parece estar en el centro de las preocupaciones del predicador, divorciando, incluso, por decreto a todos aquellos que estuvieran casados con extranjeras (Esd 10,17), que serían, sin duda, muchos, puesto que venían de cincuenta años de vivir en el extranjero.
La tradición posterior atribuye a Esdras mismo la redacción final de lo que nosotros conocemos como Pentateuco, la Ley, o cinco primeros libros de la Biblia. Si materialmente fue así o no, no es algo que esté del todo claro; puede ser que Esdras trajera ya alguna redacción vigente y aceptada desde antes entre los desterrados. Es poco creíble que una redacción enteramente nueva tuviera la fuerza que adquirió la Ley como centro de la vida de este «pueblo del Libro» -lo que recién después del destierro llega a ser-, y por otra parte parece también difícil que con las ideas de Esdras, tan centradas en la claridad del cumplimiento literal, hubiera podido tener lugar la redacción de un Pentateuco donde se dan cita tantas tendencias religiosas distintas.
Sea cual sea su papel concreto en la redacción del Pentateuco, no puede obviarse que es con él y a partir de él que comienza a tomar forma esa etapa de la religión bíblica que vendrá a ser, con todas sus particularidades, el «judaísmo», en el seno del cual Dios quiso hacerse hombre.
Puede consultarse la introducción al libro de Esdras en cualquier Biblia actual, donde se encontrará tanto el resumen de la actuación del escriba, como los problemas de cronología aludidos aquí. Comentario Bibíblico San Jerónimo tiene, en su tomo V, una Historia de Israel que, sin llegar a profundizar demasiado en los temas, sintetiza muy bien lo que puede ser necesario tener de base para entender el difícil proceso de conversión de la religión bíblica en «judaísmo». Los Cuadernos Bíblicos de Verbo Divino dedican uno a Esdras y Nehemías, como siempre con un buen nivel de divulgación de los estudios bíblicos (Philipe Abadie, cuad. nº 95).

Santo Alejandro de Filomelia




En Filomelia, ciudad de Frigia, santos mártires Alejandro y treinta soldados, que, según cuenta la tradición, fueron martirizados bajo Magno, prefecto de Antioquía de Pisidia.


Beato Jacobo de Varazze

 


Beato Jacobo de Varazze, religioso y obispo
En Génova, ciudad de la Liguria, beato Jacobo de Varazze o Voragine, obispo, de la Orden de Predicadores, que, para promover la vida cristiana en el pueblo, ofreció en sus escritos numerosos ejemplos de virtud.
El apellido del beato Jacobo se deriva del nombre del pueblecito de Viraggio (actualmente Varazze), cerca de Génova, donde nació hacia el año 1230. A los catorce años, Jacobo ingresó en la Orden de Predicadores. Al cabo de varios años de intenso estudio y preparación espiritual, empezó a predicar en las iglesias de Lombardía, donde pronto se hizo muy famoso. Enseñó teología y Sagrada Escritura en varios conventos de su orden. Tras de ejercer el cargo de prior en el convento de Génova, fue elegido, en 1267, provincial de Lombardía. Como sólo tenía entonces treinta y siete años, su nombramiento dio ocasión a ciertas murmuraciones, pero la prudencia y habilidad que demostró en el cargo, redujeron pronto al silencio a sus opositores. Jacobo desempeñó el cargo de Provincial durante diecinueve años consecutivos, al cabo de los cuales fue nombrado «Definidor». A la muerte de Carlos Bernardo, arzobispo de Génova, ocurrida en 1286, el capítulo intentó elegir a Jacobo, pero éste se negó a aceptar el gobierno de la sede. Dos años más tarde, el papa Nicolás IV le confió la misión de arreglar el entredicho y levantar las censuras que pesaban sobre Génova por haber apoyado la rebelión de los sicilianos contra el rey de Nápoles. En 1292, la sede quedó nuevamente vacante. El capítulo eligió otra vez a Jacobo y éste se negó de nuevo; pero en esa ocasión se vio obligado a aceptar y fue consagrado en Roma. Su gobierno de la diócesis, que sólo duró seis años, fue constantemente perturbado por las luchas entre güelfos y gibelinos, que en aquella región se llamaban «rampini» y «mascarati» respectivamente. El nuevo arzobispo trabajó infatigablemente en favor de la paz política y religiosa. Desgraciadamente, no tuvo éxito, ya que la aparente reconciliación de 1295 fue sólo una tregua, y las luchas recomenzaron al año siguiente con el mismo encono que antes. Como Jacobo no olvidaba su voto religioso de pobreza, empleaba liberalmente las rentas de su rica diócesis en socorrer a los necesitados y a las víctimas de la guerra civil, en dotar hospitales y monasterios y en reconstruir iglesias. Fue un verdadero modelo entre los prelados del norte de Italia, algunos de los cuales aplicaron las mismas medidas que él para mantener la disciplina entre el clero.
 
Pero Jacobo de Vorágine es famoso sobre todo por sus escritos. Se le ha atribuido la traducción de la Biblia al italiano, pero, en caso de que la haya hecho realmente no queda ningún ejemplar de esa obra. La razón de la fama del beato es que fue el autor de la «Legenda Sanctorum», más conocida con el nombre de «Legenda Aurea» («La Leyenda Dorada»). Dicha obra es sin duda, entre las colecciones de leyendas o vidas de santos, la más divulgada y la que mayor influencia ha ejercido. Desde el punto de vista crítico, carece absolutamente de valor histórico; pero tiene la ventaja de poner de relieve la mentalidad sencilla y crédula del público para el que fue escrita. Por otra parte, considerada como libro de devoción y edificación, la obra de Jacobo de Vorágine es una verdadera obra de arte. El autor realizó perfectamente el objetivo que se había fijado, que consistía en escribir un libro que el pueblo leyese y que le enseñase a amar a Dios y a odiar el pecado. De no haber sido por la Reforma, la traducción inglesa del libro de Jacobo, habría ejercido gran influencia sobre la literatura de Inglaterra. En otras lenguas la traducción de la «Leyenda Dorada» ejerció gran influencia sobre la literatura. La estrechez del humanismo histórico llevó a Luis Vives, a Melchor Cano y a otros, a despreciar la obra de Jacobo de Vorágine; por el contrario, los bolandistas que poseían un espíritu verdaderamente científico, jamás han dejado de admirarla. El P. Delehaye dice:
 
Durante mucho tiempo la «Leyenda Dorada», que representa tan fielmente la actitud de los hagiógrafos medievales, fue tratada con supremo desprecio y los eruditos denigraron implacablemente al gran Jacobo de Vorágine: «El autor de la 'Leyenda' -declaró Luis Vives- tenía una boca de bronce y un corazón de plomo».
Tal severidad no sería exagerada, si se admite que hay que juzgar las obras populares según las normas de la crítica histórica. Pero tal método tiene cada vez menos defensores; y quienes han penetrado en el espíritu de la «Leyenda Dorada», están muy lejos de despreciarla. «Por mi parte, confieso que al leerla es, algunas veces, muy difícil dejar de sonreír. Pero se trata de una sonrisa de simpatía y de tolerancia que no perturba en lo más mínimo la emoción religiosa que suscita el relato de las virtudes y los actos heroicos de los santos.
La obra de Jacobo de Vorágine nos presenta a los amigos de Dios como lo más grande que existe sobre la tierra; los santos son seres humanos que están muy por encima de la materia y de las miserias de nuestro pequeño mundo. Los reyes y los príncipes acuden a consultarles y se mezclan con el pueblo para ir a besar sus reliquias e implorar su protección. Los santos viven en la tierra, pero íntimamente unidos con Dios. Y Dios les concede, además de inmensos consuelos, cierta participación de su propio poder. Pero los santos sólo emplean ese poder para bien de sus semejantes y, por eso, el pueblo acude a ellos para obtener la curación de sus enfermedades de cuerpo y de alma. Los santos practican todas las virtudes en grado sobrehumano: la bondad, la misericordia, el perdón de las injurias, la mortificación, la abnegación; hacen amables estas virtudes y exhortan a los cristianos a practicarlas. La vida de los santos es la realización concreta del espíritu del Evangelio. Y por el sólo hecho de poner al alcance del pueblo ese ideal sublime, la «Leyenda Dorada», como cualquier otra forma de poesía, posee un grado de verdad más elevado que el de la historia.
 («The Legends of the Saints», c. VII, pp. 229-231)
 
La obra de Jacobo de Vorágine alcanzó una popularidad y una difusión inmensas en la Edad Media. En 1470, se publicó en Basilea la primera edición impresa. Diez años más tarde, la «Leyenda Dorada» estaba ya editada en italiano, francés, dialecto alemán, y checo. Caxton publicó la primera edición inglesa en 1483, en Westminster. Ningún otro libro tuvo más ediciones que éste entre 1470 y 1530. Hacia 1500, había más de setenta ediciones en latín, catorce en dialecto alemán, ocho en italiano, cinco en francés, tres en inglés y tres en checo. La «Leyenda Dorada» fue, por decirlo así, el primer éxito de librería a partir de la invención de la imprenta. El culto del Beato Jacobo de Vorágine comenzó inmediatamente después de su muerte, acontecida en 1298, y fue confirmado en 1816.
 
La obra de M. de Waresquiel, Le B. Jacques de Voragine (1902), estudia la vida del beato desde el punto de vista de la devoción. Casi todos los otros libros y estudios tratan del aspecto literario de su obra. Mencionaremos simplemente los dos artículos de E. C. Richardson, en Princeton Theological Review (1903 y 1904); P. Butler, Legenda aurea, Légende dorée, Golden Legend (1899) ; y el artículo del DTC. En Taurisano, Catalogas hagiographicus O.P., se encontrará una bibliografía más completa. Acerca de la obra de Richardson, Materials for a Life of Jacopo da Voragine (1935), cf. Analecta Bollandiana, vol. LIV (1936), pp. 440-442.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 
 

Beato Tomás Tunstal



Beato Tomás Tunstal, presbítero y mártir
En Norwich, en Inglaterra, beato Tomás Tunstal, presbítero de la Orden de San Benito y mártir, que, en tiempo del rey Jacobo I, fue condenado a muerte y ahorcado por haber entrado, como sacerdote, en este país.
Tomás Tunstal nació en Whinfell, junto a Kendal, en 1580. Tenía veintiséis años cuando ingresó en el colegio inglés de Douai y se preparó al sacerdocio que recibió el año 1610. Con el alias de «Dyen» volvió enseguida a Inglaterra, pero llevaba muy poco tiempo allí cuando fue reconocido como sacerdote y arrestado. Pasó cinco años largos en la prisión y a comienzos de 1616 logra huir de la cárcel, el castillo de Wishbech, pero se hirió en una mano y acudió a una mujer para que lo curara. Ésta comentó a su marido que ha atendido a un herido, y siendo el marido juez de paz sospechó que el herido era el sacerdote huido, y nuevamente fue arrestado. Esta vez lo llevaron al castillo de Norwich.
 
Un testigo falso, llamado Symons, declaró que había reconciliado con la Iglesia católica a dos protestantes, y aunque los interesados lo negaron, se le pidió a Tomás que reconociera la supremacía religiosa del rey, a lo que éste se negó, y por ello lo condenaron a muerte como traidor. Apenas el jurado había pronunciado su veredicto, Tomás se santiguó, se puso de rodillas y alzando al cielo los ojos y las manos dijo en voz alta y en latín: «Bendita sea la santa Trinidad e individua Unidad. La confesaremos porque ha tenido misericordia de nosotros». Y siguió rezando un tiempo. Entonces el juez Altam volvió a preguntarle si quería prestar el juramento de acatamiento a la supremacía religiosa del rey, y Tomás le dijo que era su conciencia la que no se lo permitía.
 
Llevado al patíbulo el 13 de julio de 1616, el juez de paz que lo arrestó la segunda vez le pidió perdón, que él le concedió. No se le permitió hablar pero se le dejó que orara durante un cuarto de hora. Luego quiso hablar al pueblo sobre el texto paulino: «Somos espectáculo para el mundo...» (1 Cor 4,9), pero se le mandó callar. El preguntó qué hora era y le dijeron que las once. «Es casi la hora del almuerzo -dijo-, Dios me conceda sentarme hoy a su mesa en el reino de los cielos». Los ministros protestantes y el sheriff le preguntaron si creía que iba a salvarse por sus buenas obras, y él contestó que las buenas obras se hacían meritorias gracias a la sangre de Cristo, a cuyos méritos recurría y en cuyas llagas se metía. Pidió por el rey y por el falso acusador y ofreció su cuello a la soga que iba a ahorcarlo. Cuando lo rodeó el lazo de la soga, dijo: «Seas glorificado, Señor». Y le rogó al verdugo le avisase del momento en que iba a ser colgado para poder morir con el nombre de Jesús en los labios. Le propusieron que diera él mismo la señal, pero dijo que él no podía acelerar su propia muerte. Volvió a santiguarse y rogó a los católicos presentes que rogaran por él. Luego dijo en latín: «Buen Jesús, Verbo del Padre, esplendor de la eterna gloria»... y añadió: «A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu». El sheriff dijo: «Ahora», y el mártir exclamó: «Jesús, Jesús, ten misericordia de mí». Y siguió su ahorcamiento y descuartizamiento. Su cabeza fue expuesta en la Puerta de San Benito, como él había pedido. Fue beatificado el 15 de diciembre de 1929 por Pío XI.
 
N.B. El Martirologio dice que este sacerdote era monje be nedictino. No hemos hallado tal dato en ninguna de las fuente consultadas, empezando por la Positio de 1928.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003

Beato Luis Armando



Beatos Luis Armando José Adam y Bartolomé Jarrige de la Morélie de Biars,presbíteros y mártires

Ante las costas de Rochefort, en Francia, beatos Luis Armando José Adam, de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y Bartolomé Jarrige de la Morélie de Biars, presbíteros y mártires, que, encarcelados en una vieja nave durante la Revolución Francesa por ser sacerdotes, murieron en ella víctimas de la peste y de su caridad para con sus compañeros de cautiverio.
Luis Armando José Adam nació en Ruán el 19 de diciembre de 1741. Cuando sintió la vocación religiosa, ingresó en los franciscanos conventuales el 1 de septiembre de 1761, hizo la profesión religiosa tras el noviciado y se ordenó sacerdote concluidos los estudios teológicos. Llegada la Revolución, hubo de dejar su convento y quedarse a vivir en Ruán, en la calle Barbet, número 6, donde fue arrestado el 12 de abril de 1793. Interrogado, se negó a prestar los juramentos que se le pedían y manifestó la mayor adhesión a sus votos religiosos. Declaró que llevaba varios años sin poder decir misa y que no pensaba dejar, a menos que se lo quitaran por la fuerza, su hábito religioso. El 6 de marzo de 1794 fue enviado a la deportación, llegando a Rochefort el 12 de abril siguiente. Embarcado en Les Deux Associés, se dedicó a la oración, guardando un gran silencio y teniendo una admirable paciencia con todas las miserias que allí se padecían.
 
Bartolomé Jarrige De La Morélie De Biars nació el 18 de marzo de 1753 en Moutier, junto a Saint-Yrieix. Primero fue militar y luego ingresó en la abadía benedictina de Lezat, diócesis de Rieux, donde hizo la profesión religiosa y se ordenó sacerdote. Luego pasó al clero secular, incardinándose en la diócesis de Limoges. Llegada la Revolución, se quedó a vivir con su familia en Saint-Yrieix, de cuya iglesia colegial era canónigo un hermano suyo. Continuó ejerciendo con celo su ministerio en 1791 y 1792. En 1793 fue arrestado y condenado a la deportación por el tribunal del departamento de Haute-Vienne, siendo declarado refractario a la ley del 14 de agosto de 1792. El 25 de febrero de 1794 se le envió a Rochefort, a donde llega el 12 de abril, y fue embarcado en Les Deux Associés. Se constituyó en enfermero de sus hermanos presos, pero muy pronto cayó enfermo él mismo.
 
Los dos murieron el 13 de julio de 1794, fueron enterrados en la isla de Aix, y beatificados el 1 de octubre de 1995 por SS. Juan Pablo II.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003

Beata Magdalena de la Madre



Beatas Magdalena de la Madre de Dios Verchière y cinco compañeras, vírgenes y mártires
En Orange, ciudad de Provenza, también en Francia, beatas Magdalena de la Madre de Dios (Isabel) Verchiére y cinco compañeras, vírgenes, martirizadas durante la misma Revolución Francesa. Sus nombres son: beatas Teresa Enrica de la Anunciación Faurie, Ana Andrea de San Alejo Minutte, María Ana de San Francisco Lambert, María Ana de Santa Francisca Depeyre y María Anastasia de San Gervasio Roquard.
El día 13 de julio de 1794 en la plaza de Orange, Francia, donde se hallaba levantada la guillotina, fueron sacrificadas a causa de su fidelidad a Cristo seis religiosas, tres de ellas sacramentinas y otras tres ursulinas, las cuales habían comparecido aquella mañana ante el tribunal acusadas de ser refractarias a la ley, de haber rehusado obstinadamente prestar el juramento de libertad-igualdad que se les exigía y de haber propagado «el más peligroso fanatismo». Tras estas palabras de la acusación lo que se castigaba era la fidelidad de las seis a Cristo, a la Iglesia y a sus votos religiosos, habiéndose comportado con gran dignidad, nobleza, fortaleza espiritual y mansedumbre todo el tiempo de su detención. Ciertamente se habían negado a prestar el juramento revolucionario, que tenía para ellas connotaciones antirreligiosas y significaba estar de acuerdo con la línea anticatólica de la Revolución. Frente a la recién fundada Iglesia constitucional, ellas eran fieles a la religión católica, tildada por la Revolución como peligrosa superstición o fanatismo. Llegaron al patíbulo con serenidad y, elevados sus corazones al Señor, murieron como verdaderas discípulas y esposas de Jesucristo. Fueron beatificadas en el grupo de 32 mártires de Orange el 10 de mayo de 1925 por SS. Pío XI.
 
-Isabel Verchiére nació en Bolléne el 2 de enero de 1769 y muy joven ingresó en el monasterio de la congregación de la Adoración Perpetua del SS. Sacramento de su ciudad natal, donde emitió la profesión religiosa con el nombre de sor Magdalena de la Madre de Dios, y donde vivió como religiosa ejemplar hasta su expulsión del monasterio y posterior detención. Llevada a Orange, permaneció con sus compañeras en la oración y la paciencia.
 
-Teresa Enriqueta Faurie nació en Serignan el 4 de febrero de 1740 e ingresó en el monasterio de la congregación de sacramentinas de Bolléne donde profesó tomando el nombre de Hermana de la Anunciación. Perseveró en el monasterio hasta su cierre y con sus hermanas fue detenida y llevada a Orange, mostrándose en todo momento como «religiosa perfecta» según se decía de ella, comentándose que no tenía otra ambición que la de servir al buen Dios con amor y fidelidad. Cuando se la invitó a prestar el juramento revolucionario exclamó: «Ya hice a Dios mi juramento; no haré ningún otro». Cuando las llevaban al tribunal, dijo a sus compañeras: «Valor, hermanas mías [...} llega el momento del triunfo. Las puertas del cielo se abren para recibirnos». Y al ser llevada al patíbulo entonó las letanías de la Virgen María.
 
-Ana Andrea Minutte nació en Serignan el 4 de febrero de 1740 e ingresó en la congregación de Sacramentinas de Bolléne, donde profesó los votos religiosos con el nombre de sor San Alejo. Permaneció en la vida religiosa hasta que fue expulsada con las demás hermanas de su monasterio y posteriormente detenida y llevada a Orange. Contestó a los jueces con gran firmeza.
 
-María Ana Lambert nació en Pierrelatte el 17 de agosto de 1742 y en su juventud ingresó en el monasterio de ursulinas de Bolléne, donde profesó los votos religiosos y tomó el nombre de sor San Francisco. Perseveró en la vida religiosa y se unió a sus hermanas, siendo detenida con ellas y llevada a Orange, donde contestó con firmeza a los jueces.
 
-María Ana Depeyre nació en Tulette, diócesis de Valence, el 2 de octubre de 1756, e ingresó como hermana coadjutora en el monasterio de ursulinas de Carpentras, tomando el nombre de sor Santa Francisca. Uniéndose, cuando la supresión del monasterio, a sus hermanas de Bolléne y con ellas detenida y llevada a Orange, aquí confesó a Cristo.
 
-María Anastasia De Roquard nació en Bolléne el 5 de octubre de 1749 y en su juventud ingresó en el monasterio de ursulinas de su ciudad natal y profesó con el nombre de sor San Gervasio. Aquí se acreditó como religiosa observante y prudente y mereció que sus hermanas la eligieran superiora, cargo que desempeñaba al tiempo de la disolución del monasterio y prisión de las religiosas el día 2 de mayo de 1794. Llevada luego a Orange, aquí se mostró digna de la vocación religiosa recibida y con sus hermanas se mantuvo firme en la fe y fue fiel hasta el martirio.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003

San José Wang Guiji



José Wang Guiji (Wang Koei-Tsu) era un cristiano de 37 años de edad, casado y con hijos; un creyente convencido y fervoroso, como lo era igualmente su hermano Juan Wang Guixin. Cuando supieron la llegada de los boxers tomaron a sus familias y, en carros, las llevaron a la población de Chan-Kia-Tchoang donde los cristianos se habían fortificado. Una vez que las dejaron allí, volvieron a sus casas y entraron en el pueblo de Nangong, donde los vecinos les preguntaron si eran cristianos y ellos dijeron que sí. Entonces los vecinos avisaron a los boxers. Ambos huyeron, pero mientras Juan escapaba (aunque sólo por un día), José cayó en manos de los boxers que procedieron a darle muerte. Era el 13 de julio de 1900. Fue canonizado por el papa Juan Pablo II el 1 de octubre de 2000.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003

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