Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
SALERO ATASCADO
En el refectorio (el comedor), junto a cada jarra de agua hay un pequeño salero. Las comidas aquí se suelen hacer con poca sal por las más mayores y, gracias a los saleros, cada cual le da su punto exacto.
Pero ayer parecía que no iba a haber más remedio que tomar la sopa sosa. El salero que hay entre Joane y yo estaba atascado. Las dos lo agitamos con todas nuestras ganas, pero no logramos nada. Así que, sin mayor problema, dimos la vuelta al salero y le arrancamos la tapita que tiene en la base, por donde se rellena. ¡Ya teníamos la sopa arreglada! Y, directamente, dejamos el salero boca bajo, para ir más rápido la próxima vez.
A los pocos instantes, vi a sor Amada agitando el salero con tanta fuerza como para dislocarse el hombro. Acto seguido, cogió el salero... ¡y le dio la vuelta para quitarle la tapa!
Al ver la cantidad de saleros boca bajo que había al terminar la comida, sor María, la procuradora (la que se encarga de las comidas), no pudo evitar confesarnos entre risas:
-Es que acabo de abrir un saquito de sal que de "fina" tiene sólo el nombre...
Hoy el reto del amor es echar la sal sin dificultades. Y es que, durante la comida, el Señor me hizo ver que nosotros somos como ese salero. Cada día, Él nos llena con la sal de su amor. Luego... bueno, lo normal es que estemos boca arriba: con todo controlado, dejando que la sal salga por los agujeritos en pequeñas cantidades y en el momento exacto, sin que nada se desperdicie. Sin embargo, pequeño salero, hoy te invito a que te dejes dar la vuelta por Cristo. ¡Deja que la sal de su amor salga de ti sin medidas, sin cálculos! Y, si te parece que te quedas vacío... no tengas miedo: este magnífico "Procurador" está continuamente pendiente de ti. En cuanto le llames... ¡¡Cristo correrá a rellenarte!! ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
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