Confesor
(1417-1497) Nació en el 1417, justo el año en que termina el Cisma
de Occidente con la elección de Martín V como Papa por el concilio de
Constanza. En familia de católicos campesinos, se ocupa de los trabajos del
campo, pero es asiduo a la oración y practica el ayuno como cosa habitual
cuatro días por semana. Se casa cuando tiene treinta
años con Dorotea Wyss.
La unidad
familiar dura veinte años, tienen 10 hijos, uno de ellos llega a frecuentar
la universidad y el mayor consigue ser presidente de la Confederación. Siendo
Nicolás un hombre de paz, tuvo que intervenir en tres guerra, en la de
liberación de Nüremberg, en la vieja de Zurich y en la de Turgovia contra
Segismundo. En el año 1467 da comienzo la parte de su vida.
Tiene
cincuenta años y con el permiso de su esposa y de sus hijos se retira a vivir
como eremita en la garganta de Ranft. Vive entregado a la meditación
preferentemente de la Pasión del Señor que contempla siguiendo los distintos
episodios, como hicieron Juan Ruysbroeck y Enrique Suso. Obtiene un alto y
profundo conocimiento de la Santísima Trinidad. Hace
notable penitencia y practica riguroso ayuno. La celda que le han construido
los paisanos solo dispone de una ventana para ver los oficios del sacerdote y
otra para contemplar la naturaleza de Unterwald.
El obispo de
Constanza va a bendecir el lugar que se convierte en centro de peregrinación.
El contenido será el culto a la Eucaristía y el motivo el hecho milagroso del
ayuno absoluto y prolongado de Nicolás. Se cierra su
vida con una enfermedad cargada de dolor y de sufrimiento que lleva con
paciencia tan grande como su pobreza. Después de recibir el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, muere el 21 de marzo de 1487.
Los católicos
comenzaron en el 1591 el proceso de canonización que no llega a promulgarse
hasta el 1947 por el papa Pío XII, el mismo día de la Ascensión.
Han pasado más de 350 años y es que la santidad, antes de ser oficialmente
reconocida, está supeditada a las contingencias históricas.
Oremos
Señor, Dios
todopoderoso, que nos has revelado que el amor a Dios y al prójimo es el
compendio de toda tu ley, haz que, imitando la caridad de San Nicolás de Flüe
seamos contados un día entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas
Marianas: Nuestra Señora de Bruges, Flandes
(1150), donde se preserva un rizo de pelo de la Virgen.
Beato Miguel Losa
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Beato Miguel Gómez Loza
La intensa vida de este laico, altamente comprometido con la
Iglesia, se inició el 11 de agosto de 1888 en Paredones, Jalisco,
México, en el seno de una humilde familia de campesinos. La exquisita tutela
ejercida por su madre Victoriana, unida a un infinito agradecimiento por
haberle dado la vida, hizo que él y Elías, el primogénito y su único hermano,
alteraran el orden de sus apellidos cuando ya el cabeza de familia había
muerto y Elías se disponía a ingresar en el seminario. También influyó en las
decisiones que Miguel tuvo que tomar relacionadas con su futuro, en
particular sus estudios, ya que eso suponía tener que abandonar la aldea
donde vivían y dejar sola a la madre que dependía de él. Un gesto que da idea
de la sensibilidad de este gran hombre, que iba a coronar con su sangre su
amor por Cristo y la Iglesia. Era valeroso, audaz, creativo, apasionado,
coherente y fiel. No le costó acceder a misiones de responsabilidad dentro de
los movimientos defensores de la Iglesia. Hermanado con el también beato Anacleto
González, ambos lideraron la Asociación católica siendo referentes
ineludibles para los jóvenes mexicanos. La huella que había dejado en su
parroquia como acólito, catequista y sacristán, unida a su actividad como
promotor de acciones que repercutían en el bien de los vecinos, como el
establecimiento de cajas de ahorros, ponían de relieve su valía.
Ingresó en el seminario de Guadalajara, que abandonó al
constatar que no tenía vocación para el sacerdocio, y cursó derecho. Pero,
poco antes, en 1913, marcando una época de febril actividad se afilió al
Partido Católico Nacional y al grupo estudiantil de La Gironda. Anacleto
y él, que fueron parejos casi hasta en la muerte, se vincularon a la
Congregación Mariana del Santuario de San José de Gracia y asumieron la
dirección de la Unión Latinoamericana, que se había creado entonces. Hombre
idealista, llevado de su pasión y ardor apostólico, Miguel no dudaba en
enfrentarse a quien se pusiera en contra de los principios cristianos. Eso le
acarreó disgustos y contratiempos, entre otros, un arresto. Siendo estudiante
universitario en Morelos el celo que le caracterizaba le llevó a mostrar su
frontal oposición a las tesis sostenidas por un partidario del presidente
Juárez. Si había que ir lejos, lo hacía. Esa fue la tónica de su vida.
Impulsó la prensa católica y fundó la sociedad de Propagación de la Buena
Prensa. Siendo uno de los instauradores de la Asociación católica de la
juventud mexicana, desde ella siguió promoviendo numerosas acciones sociales
y editoriales marcadas por la aparición de diversas publicaciones. Su papel
activo en defensa de la fe eclesial seguía ocasionándole problemas, en este
caso, profesionales. De hecho, no logró que avalaran sus estudios con el
título acreditativo correspondiente. Aún así, continuó luchando sin desmayo.
Contrajo matrimonio con Mª Guadalupe Sánchez Barragán a finales
de 1922. De él nacerían tres hijas. Establecido con su familia en los Altos
de Jalisco se integró en la parroquia y desplegó su buen hacer entre los
vecinos, granjeándose su respeto y afecto. Fue testigo de la bendición de la
primera piedra del monumento dedicado a Cristo Rey que pensaba erigirse en
Guanajuato. Ello se produjo en un momento difícil desde el punto de vista
político, que fue derivando progresivamente a situaciones de alta incomodidad
y serio riesgo para su vida. Sufrió el destierro instigado por el alcalde de
Arandas de manera arbitraria e injusta, sin que mediara juicio alguno.
Durante tres meses tuvo que afincarse en Jalpa de Cánovas, siendo, como
siempre, ardiente y activo promotor de los valores cristianos. De regreso a
Guadalajara ingresó en la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento. Cuando
en 1924 el gobernador de Jalisco decretó el cierre del seminario, tuvo en
Miguel un bravo competidor a través de la Unión Popular fundada por él junto
a Anacleto en 1925. Llegó a oídos de la Santa Sede su excepcional labor y le
otorgó la cruz Pro
Ecclesia et Pontifice, siendo galardonados también sus
compañeros. En febrero de 1926 volvió a ser encarcelado y prosiguió una
encendida labor apostólica orando junto a los reclusos y difundiendo la
Palabra de Dios. En abril salía de la cárcel, cuando fue nuevamente apresado
por la policía secreta. En ese instante se libró, puede que hasta de una
muerte segura, por la mediación que ejerció un puñado de amigos. Una vez se
vio en la calle lideró un movimiento de jóvenes afines a la Unión Popular que
partieron dispuestos a todo con el fin de establecer sus principios en
distintos lugares. Todo ello en medio de una precariedad económica seria,
impuesta por el boicot del que eran objeto.
El hermano de Miguel falleció a finales de diciembre de 1926. Y
en enero del año siguiente éste partió hacia los Altos. Se unió a una vía de
resistencia pacífica contra el estado que se había empeñado en poner contra
las cuerdas a los seguidores de Cristo. Nombrado gobernador de Jalisco en
abril de 1927, se estableció en la Presa de López sosteniendo con firmeza la
fe de la gente, al tiempo que mantenía activa la revista Glaudium. Hizo de
comisario castrense entre los afiliados del movimiento que presidía, y
congregó a los cristeros en octubre de ese año para celebrar unidos la
festividad de Cristo Rey. En los primeros meses de 1928 el modo de sostener
la resistencia emprendida por los católicos parecía estar más o menos bajo
control. Sin embargo, el 21 de marzo, hallándose en un lugar cercano a
Atotonilco, no pudo impedir que unos militares federales le asesinaran
acribillado a balazos por el pecho y por la espalda, junto a su secretario
Dionisio Vázquez. Antes intentó destruir la documentación que revelaba la
identidad de católicos que conformaban su grupo. Juan Pablo II lo beatificó
el 20 de noviembre de 2005 junto a otros mártires mexicanos incluido
Anacleto.
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Nuestro gran San Juan Pablo II se nos fue al Cielo el 2/04/2005 por lo que lo tiene que haber beatificado antes (no el 20/11/05 como dice la reseña) o fue el Papa Benedicto quien lo hizo en esa fecha.
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