Te amo
Parece
que el término "amor" se ha deshumanizado, pero Cristo, ha elevado su
significado a lo más alto, y en su más pura expresión: donación.
Por: Héctor Castro | Fuente: Gama-virtudes y valores
Por: Héctor Castro | Fuente: Gama-virtudes y valores
Valor: el amor
Desde que éramos pequeños y un poco ignorantes escuchábamos con frecuencia la palabra “amor”. No hay duda de que este término es uno de los primeros que los niños aprenden a pronunciar. No obstante, a medida que crecemos parece que el significado “amor” se va tergiversando y se torna cada vez más oscuro y confuso. Quizá es porque se usa demasiado, podría añadir alguno. No creo. Yo nunca me canso de decir “mamá” y estoy convencido que siempre me he referido a la misma persona.
El problema es que el término “amor” se ha banalizado y se aplica a conceptos que desfiguran su verdadero sentido. No hay que desenfundar demasiadas pruebas para demostrar esto. Creo que es sencillo comprender que los términos “amante”, “aventuras amorosas”, “hacer el amor”... no nos evocan precisamente el mismo sentido que cuando decíamos “mamá, te amo”.
Podría parecer entonces que el concepto “amar” tiene varios sentidos, pero esto no es así. El amor verdadero es aquel que se da y se entrega sin intereses ni recompensas, con la única finalidad de hacer feliz a aquel a quien se ama. Por consiguiente, no hay un amor sincero en aquel que tiene varios o varias “amantes” o anda a la caza de “aventuras amorosas”. En estos casos no se percibe una entrega necesariamente sacrificada. Más bien, se refleja todo lo contrario; la cara de un egoísmo oculto bajo la careta del amor.
Hubo un Hombre que dijo: “No hay mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos”. Ese Hombre, Cristo, que era Dios Encarnado, nos enseñó durante su vida lo que significa la misteriosa palabra “amor”. Su vida, pasión y muerte es el testimonio elocuente del verdadero sentido del amor. Amor que es donación; donación que es sacrificio.
Tristemente nuestra sociedad está ya acostumbrada a escuchar “amor” en su sentido más deshumanizado. Sin embargo, el amor que Cristo nos enseña no es un amor sensual, fundamentado en la posesión física y en el placer. Este tipo de amor degrada a la persona al considerarse como un pasajero objeto de gozo y satisfacción.
Cristo se encarnó y se entregó en la cruz para elevar el amor a su sentido más auténtico, a sus más altas cotas y a su más íntima pureza. Con su ejemplo nos enseñó a preocuparnos desinteresadamente por el otro y a ansiar, por encima de todo, el bien del amado.
Es en la cruz donde puede contemplarse la verdad de este amor. A partir de esta verdad se debe definir qué es el amor y, desde este mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amor.
Ojalá que el ejemplo de amor-donación que Jesucristo nos transmite con su pasión y muerte nos sirva para analizar si de verdad somos sinceros al afirmar: “te amo”. Que este testimonio nos ayude a emplear esta palabra en su sentido más pleno y genuino.
Desde que éramos pequeños y un poco ignorantes escuchábamos con frecuencia la palabra “amor”. No hay duda de que este término es uno de los primeros que los niños aprenden a pronunciar. No obstante, a medida que crecemos parece que el significado “amor” se va tergiversando y se torna cada vez más oscuro y confuso. Quizá es porque se usa demasiado, podría añadir alguno. No creo. Yo nunca me canso de decir “mamá” y estoy convencido que siempre me he referido a la misma persona.
El problema es que el término “amor” se ha banalizado y se aplica a conceptos que desfiguran su verdadero sentido. No hay que desenfundar demasiadas pruebas para demostrar esto. Creo que es sencillo comprender que los términos “amante”, “aventuras amorosas”, “hacer el amor”... no nos evocan precisamente el mismo sentido que cuando decíamos “mamá, te amo”.
Podría parecer entonces que el concepto “amar” tiene varios sentidos, pero esto no es así. El amor verdadero es aquel que se da y se entrega sin intereses ni recompensas, con la única finalidad de hacer feliz a aquel a quien se ama. Por consiguiente, no hay un amor sincero en aquel que tiene varios o varias “amantes” o anda a la caza de “aventuras amorosas”. En estos casos no se percibe una entrega necesariamente sacrificada. Más bien, se refleja todo lo contrario; la cara de un egoísmo oculto bajo la careta del amor.
Hubo un Hombre que dijo: “No hay mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos”. Ese Hombre, Cristo, que era Dios Encarnado, nos enseñó durante su vida lo que significa la misteriosa palabra “amor”. Su vida, pasión y muerte es el testimonio elocuente del verdadero sentido del amor. Amor que es donación; donación que es sacrificio.
Tristemente nuestra sociedad está ya acostumbrada a escuchar “amor” en su sentido más deshumanizado. Sin embargo, el amor que Cristo nos enseña no es un amor sensual, fundamentado en la posesión física y en el placer. Este tipo de amor degrada a la persona al considerarse como un pasajero objeto de gozo y satisfacción.
Cristo se encarnó y se entregó en la cruz para elevar el amor a su sentido más auténtico, a sus más altas cotas y a su más íntima pureza. Con su ejemplo nos enseñó a preocuparnos desinteresadamente por el otro y a ansiar, por encima de todo, el bien del amado.
Es en la cruz donde puede contemplarse la verdad de este amor. A partir de esta verdad se debe definir qué es el amor y, desde este mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amor.
Ojalá que el ejemplo de amor-donación que Jesucristo nos transmite con su pasión y muerte nos sirva para analizar si de verdad somos sinceros al afirmar: “te amo”. Que este testimonio nos ayude a emplear esta palabra en su sentido más pleno y genuino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario