lunes, 16 de noviembre de 2015

San Otmar de Helvecia - Lucia de Narni, Beata - Roque González de Santa Cruz, Santo 16112015

San Otmar de Helvecia

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San Otmar, abad
Entre los helvecios, san Otmar, abad, que junto a la celda construida por san Galo fundó un pequeño hospital para leprosos y un cenobio bajo la observancia de la Regla de san Benito, y por defender sus derechos fue deportado por vecinos poderosos a una isla del Rin, donde falleció.
Sobre este segundo fundador de la abadía de St. Gallen se conservan numerosas fuentes históricas antiguas que ilustran suficientemente su obra: documentos contemporáneos existentes en el archivo de la antigua abadía, y además la «Vita anti Otmari», escrito por Gosberto hacia el 830, y reelaborada por Valafrido Stribon entre el 834 y el 838; la relación de milagros, escrita por Isón emtre 864 y 867; y en fin, múltiples indicios que se encuentran en la Vida de san Gallo, y otros escritos.

De acuerdo con estos documentos Otmar, un alamano de la región del lago Constanza, nació alrededor del 689 y fue educado en la corte del gobernador Víctor en Chur (Curia Raetorum), donde fue ordenado sacerdote y tomó la dirección de la iglesia de San Forino; el conde Waltram lo llamó el 719 a St. Gallen, donde el santo irlandés Gallo había fundado un eremitorio en el año 612. Otmar construyó allí un monasterio de cenobitas que sustituirían a los antiguos anacoretas. El Professionum Liber conservado hasta la actualidad nos da los nombres de cincuenta y tres monjes de su tiempo. De toda Alemania se hicieron donaciones al rico monasterio, que aún conserva los documentos originales.

El abad Otmaro practicó junto con sus monjes la pobreza, la paciencia, la fidelidad a la regla de san Benito, introducida el 747 en lugar de la antigua regla irlandesa, y también se distinguió en la caridad hacia los pobres y el espíritu de sacrificio en el cuidado de los enfermos. Erigió un albergue para los pobres y un hospital especial para los leprosos, a quienes cuidaba personalmente. El monasterio se convirtió en un centro religioso y civil del ducado de Alemania. Pero esto trajo sobre Otmar la mala voluntad del rey de los francos, Pipino, que quería destruir la independencia de la provincia, y la envidia de los comisarios francos Warino y Rutardo. Además, el obispo de Constanza Sidonio avanzó injustas pretensiones de propiedad para sí mismo y para su diócesis sobre el monasterio. Estos enemigos indujeron al infiel monje Lamperto a levantar falso testimonio, acusando a su abad, que por cuarenta años había regido gloriosamente el monasterio, de haber cometido adulterio. Otmar fue condenado a morir de hambre y finalmente exiliado a la pequeña isla de Werd, en el Rin, donde murió a la edad de setenta años, el 16 de noviembre del 759, en completa soledad.

Diez años más tarde sus restos fueron traídos por los monjes al monasterio de St. Gallen, donde en el 764 fue canonizado por el obispo de Constanza Salomón. En el 867 tuvo lugar el traslado de reliquias hasta el templo erigido en su honor junto a la iglesia de la abadía de St. Gallen, y desde ese momento el culto se difundió por Europa central. El santo es venerado como titular de ochenta y cuatro iglesias y se conservan numerosas copias de su «Vita», así como importantes muestras artísticas
fuente: Santi e Beati


Lucia de Narni, Beata
Lucia de Narni, Beata

Religiosa Dominica, 16 Noviembre


Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net 



Noviembre 16


Etimológicamente significa “resplandeciente, luminosa”. Viene de la lengua latina.

La Sabiduría dice: “ Volved a mí de todo corazón. Volved al Señor porque él es clemente y compasivo, rico en amor y en fidelidad”.

Nació en Narni en 1476 y murió en Ferrara en 1544.
Desde los 12 años, cuando empezaba a notar los efectos de su preadolescencia, se entregó al Señor con su voto de virginidad.

Su familia quería que se casara. Y así lo hizo para no llevarle la contra ni hacerles sufrir.

Pero después de un breve período de vida matrimonial, se separó del marido.

Este se convertiría con el tiempo en hermano franciscano.

En 1494 entró en la tercera orden dominica en Narni. Fue a Roma y después a Viterbo en donde el 24 de febrero de 1496 tuvo ya los estigmas, que el mismo Papa atestiguó y verificó. 

Y no solamente él sino también médicos y teólogos.

El duque de Ferrara, una vez que conoció la santidad de Lucía, le pidió que fuera su consejera y le construyó un monasterio, el de santa Catalina de Siena dedicado a la educación de la juventud.

En los últimos años de su vida conoció el desprecio de las jóvenes y la humillación.

Pero – como es propio de los santos y santas – fue rica en amor y en fidelidad aún en los momentos más duros de su existencia.

Todo lo aceptó con la mayor sencillez y humildad el mundo.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!


Roque González de Santa Cruz, Santo
Roque González de Santa Cruz, Santo

Mártir, 16 de noviembre


Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net 



Mártir
Primer Santo Paraguayo

Martirologio Romano: En Caaró, del Paraguay, santos Roque González y Alfonso Rodríguez, presbíteros de la Orden de la Compañía de Jesús y mártires, que ganaron para Cristo a los pueblos indígenas abandonados, fundando las llamadas «reducciones», donde el trabajo y la vida social se compaginaban libremente con los valores del cristianismo, y por esto fueron asesinados a traición por el sicario de un personaje adicto a las artes mágicas. (1628) 

Fecha de canonización: 16 de mayo de 1988 por el Papa Juan Pablo II
El primer santo paraguayo, Roque González de Santa Cruz, nació en Asunción en el año 1576. Durante los primeros años de su vida aprendió a hablar el guaraní y a trabajar el campo. Ambas cualidades le fueron de gran utilidad en su ulterior labor evangelizadora. A los 23 años recibió la ordenación sacerdotal siendo uno de los primeros sacerdotes diocesanos ordenados en la región de Río de la Plata.

Al inicio, su labor pastoral se centró en la atención a los indígenas, a quienes amaba entrañablemente. Ocho años más tarde fue nombrado párroco de la catedral de Asunción. Su abnegada dedicación a los demás, junto con su espíritu práctico le merecieron el cargo de provisor y vicario general de todo el obispado.

Sin embargo, en medio de estos progresos y reconocimientos, el P. Roque experimentaba una gran nostalgia por su labor con los indígenas. Así, el 9 de mayo de 1609 abandonó sus cargos y privilegios para ingresar en el noviciado de la Compañía de Jesús. La decisión -como sucede a menudo- no estuvo exenta de fricciones, especialmente con sus familiares que pertenecían a la clase privilegiada de la colonia (el hermano del P. Roque era teniente general y gobernador de Asunción).

Su ingente labor misionera comenzó en la reducción de “san Ignacio de Loyola”. En ella los aborígenes aprendían trabajos manuales y las primeras letras, y se les instruía en la doctrina católica. Los misioneros llevaban la paz de Cristo a esos territorios y, respetando las tradiciones culturales de los nativos, purificaban aquellos aspectos contrarios al mensaje de Cristo. El P. Roque era el alma de la vida litúrgica y religiosa de la reducción; pero también –sin descuidar la cura de almas- un solícito promotor de su vida económica y social. Su anhelo de llevar el evangelio a sus “nuevos hijos”, como él solía llamarlos, le llevó a emprender la fundación de 10 reducciones más.

A pesar del bien que los misioneros realizaban en la región, su labor no dejó de inquietar a los hechiceros, que veían en ellos una amenaza para sus supersticiones. En noviembre de 1628, mientras el P. Roque y otro sacerdote, el P. Alfonso Rodríguez, trabajaban en la reducción de Todos los Santos del Caaró, un hechicero llamado Nezú organizó una revuelta.

En ella los indígenas asesinaron a los misioneros con sus italaás –una especie de hacha- y entregaron sus cuerpos a las llamas. 

Los asaltantes quemaron el cuerpo del P. Roque, pero milagrosamente, quedó intacto el corazón. Para gran asombro de los asesinos, el corazón del santo les habló haciéndoles ver lo que habían hecho e invitándoles al arrepentimiento.


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