viernes, 9 de septiembre de 2016

“Pero él no respondió nada” (Lc 23,9) (Mater Dei) 09092016

“Pero él no respondió nada” (Lc 23,9)

Herodes preparó, con las prisas de la ambición, aquel inesperado encuentro con el Maestro Jesús. Convocó a toda su guardia, a los sumos sacerdotes, a los escribas, a todos sus cortesanos y amigos de palacio, seguro de que se ganaría la complicidad de aquel hombrezuelo con pretensiones de realeza. Si conseguía rendir a su capricho el poder extraordinario de aquel judío llamado Jesús, su fama y renombre correría de boca en boca por el Imperio y llegaría a ganarse la simpatía y el favor de la corte romana. Cuando Jesús entró ante él, se convirtió en el centro de un griterío burlesco y acusador, que le exigía grotescamente una demostración de su extraordinario poder. Herodes increpó a Jesús, primero persuasivamente, luego con violenta impaciencia, para que realizara allí, a la vista de todos, alguno de esos extraordinarios prodigios de los que tanto había oído hablar.
Jesús calló. Ni una palabra de queja, ni una explicación, ni un reproche o justificación, nada con lo que pudiera defenderse ante aquella turba que vociferaba con sorna, cegada por el afán del propio poder. Jesús no realizó el milagro que Herodes reclamaba y le dio, en cambio, ese otro signo mucho más prodigioso y extraordinario de su silencio. En tu oración diaria, no dejes de contemplar y empapar tu alma de este silencio de Cristo. Sustituye tus quejas, tus críticas, tus revanchas, tus justificaciones, tus enfados y tus excusas por ese mismo silencio de Cristo, lleno de mansedumbre y de perdón, cuando te pesen las humillaciones, las burlas y los menosprecios de tus acusadores. Aprende a estar en la Cruz, junto a ese Cristo que es humillado en ti, con el silencio mudo y callado de quien está asociado a su misma redención.  
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