viernes, 30 de septiembre de 2016

Santos Urso y Víctor, mártires - San Gregorio el Iluminador, eremita y obispo (30 de septiembre)


Santos Urso y Víctor, mártires

fecha: 30 de septiembre
fecha en el calendario anterior: 22 de septiembre
†: c. 320 - país: Suiza
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: En Solothurn, en el territorio de Helvecia, santos Urso y Víctor, mártires, que, según la tradición, pertenecieron a la legión Tebea.

A fines del siglo III, varios miles de «bagaude», pobladores de las Galias, se levantaron en armas, y el Augusto Maximiano Herculio marchó de Roma para sofocar la rebelión, al frente de un gran ejército en el que figuraba la Legión Tebana. Los guerreros de aquella legión habían sido reclutados en el alto Egipto y todos eran cristianos. Cuando el ejército llegó a Octodurum (Martigny), sobre el Ródano, poco antes de su desembocadura en el lago de Ginebra, el Augusto Maximiano dio una orden para que todos sus soldados se uniesen a la ceremonia de ofrecer sacrificios a los dioses por el éxito de su expedición. Todos los miembros de la Legión Tebana se retiraron para acampar en las proximidades de Agaunum (que en la actualidad se llama Saint Maurice-en-Valais, en homenaje a san Mauricio), después de anunciar que se negaban rotundamente a tomar parte en los ritos. Repetidas veces, Maximiano envió mensajeros al campamento de los tebanos para exigirles obediencia y, en vista de las reiteradas y unánimes negativas, condenó a los legionarios a ser diezmados. Así, un hombre de cada diez fue sacrificado. Cumplida la sentencia, se reiteraron los llamados de Maximiano para que los tebanos acataran las órdenes o se arriesgaran a ser diezmados nuevamente, pero todos, sin faltar uno, respondieron que estaban dispuestos a sufrir cualquier penalidad, antes que tomar parte en un culto contrario a su religión. En aquella general manifestación de fe, los legionarios fueron alentados y asesorados, sobre todo, por tres de los oficiales: Mauricio, Exuperio y Cándido, que desempeñaban los puestos de primicerius, campiductor y senator militum, respectivamente. Maximiano llegó en persona al campamento de los rebeldes para advertirles que no confiaran en salvarse una vez pagado aquel segundo diezmo, puesto que, si persistían en su desobediencia, ni un solo hombre de la legión quedaría con vida. Los soldados comisionaron a uno de los suyos para que respondiera a Maximiano en nombre de los demás, con todo respeto:

«Somos vuestros soldados, señor, pero ante todo somos servidores del verdadero Dios. Os debemos la obediencia en las obligaciones militares, mas no podemos renunciar a Aquél que es nuestro Creador y nuestro Amo y que es también el vuestro, aunque vos lo rechacéis. En todas las cosas que no sean contrarias a Su ley, os obedeceremos con nuestra mejor voluntad como lo hemos hecho hasta ahora. Siempre hemos hecho frente a vuestro enemigo, cualquiera que fuese, pero no podemos manchar nuestras manos con la sangre de gentes inocentes. Nos hemos comprometido con un juramento a Dios antes de haber jurado serviros en el ejército, y ni vos mismo podríais confiar en nuestro segundo juramento, si no somos capaces de cumplir fielmente con el primero. Nos ordenáis castigar a los cristianos, pero no miráis que nosotros mismos somos cristianos. Confesamos a Dios Padre, autor de todas las cosas y a su Hijo Jesucristo. Hemos visto cómo mataban a nuestros compañeros, sin lamentarnos por su muerte y, antes bien, nos regocijamos por el honor que les cupo en suerte. No penséis, señor, que vuestra provocación nos incita a la rebeldía. Tenemos armas en las manos, pero no por eso nos resistimos a obedeceros, sino por la razón de que preferimos morir inocentes a vivir en pecado.»
La Legión Tebana constaba de seis mil seiscientos hombres y, como Maximiano perdió toda esperanza de doblegar su constancia, ordenó al resto de su ejército que cercara a los tebanos y les hiciera pedazos. Ninguno de los cristianos ofreció resistencia y todos se ofrecieron al sacrificio con la mansedumbre de los corderos. La matanza fue espantosa: un vasto espacio de terreno quedó cubierto por el montón de cadáveres del que manaban arroyos de sangre. Maximiano acudió a inspeccionar la obra y, evidentemente satisfecho, mandó a sus soldados que despojaran a los muertos de sus ropas y sus armas y se quedasen con ellas como botín. Se hallaban todos entregados a la macabra tarea, cuando un veterano llamado Víctor rehusó participar en ella. Sus compañeros le preguntaron si también era cristiano, a lo que respondió afirmativamente. En seguida se precipitaron sobre él y le mataron. A otros dos soldados de aquella legión, llamados Víctor y Urso, que habían quedado rezagados en la marcha, en cumplimiento de alguna orden, se les buscó hasta encontrarlos en la ciudad de Soloturno donde fueron asesinados. De acuerdo con diversas leyendas locales, los pocos miembros de la legión que no fueron exterminados en la matanza general por haberse hallado ausentes en aquellos momentos, como san Alejandro de Bérgamo, lossantos Octavio, Adventor y Solutor, en Turín, y san Gereón, en Colonia, fueron igualmente localizados y muertos por su fe.
San Euquerio, al referirse a las reliquias de los legionarios que se conservaron en Agaunum por aquel entonces, dijo: «Mucha gente acude de las diversas provincias para honrar devotamente a estos santos, y no son pocos los que dejan en su santuario presentes de oro y plata y diversos objetos. Yo sólo puedo ofrecerles, humildemente, esta obra de mi pluma y les ruego que intercedan por el perdón de mis culpas y que no cesen de otorgarme su protección.» El mismo autor hace mención de numerosos milagros que ocurrieron en aquel santuario y habla de cierta mujer paralítica que recuperó el movimiento gracias a los santos mártires, «y ahora porta con ella, por todas partes, el testimonio del milagro», agrega san Euquerio. Este santo fue el testigo principal en la historia que acabamos de relatar. Era obispo de Lyon durante la primera mitad del siglo quinto y, a pedido de otro obispo, llamado Salvio, realizó investigaciones y escribió un relato sobre la matanza de Agaunum y los mártires de la Legión Tebana, en cuyo honor se erigió en aquella ciudad una basílica hacia fines del siglo cuarto, con motivo de una visión que tuvo el entonces obispo de Agaunum, llamado Teodoro, sobre el lugar donde se hallaban sepultados sus restos. Euquerio afirma que obtuvo sus informes de Isaac, obispo de Génova, quien, a su vez, según piensa el autor, las consiguió del propio Teodoro. Debe observarse que, como se dice en nuestro relato, los legionarios, en su manifiesto, aluden a su negativa para derramar la sangre de los cristianos inocentes. Parece indudable que, por lo menos, esa parte de la protesta haya sido agregada por san Euquerio, quien declara que los tebanos fueron muertos por negarse a tomar parte en la matanza de los cristianos y no hace ninguna mención sobre la rebelión de los «bagaude» en las Galias. En otras narraciones sobre estos mártires se dice que sufrieron la muerte por haber rehusado sacrificar ante los dioses. San Mauricio y sus compañeros de la Legión Tebana han sido objeto de muchas discusiones, investigaciones y estudios. Es improbable que la legión entera haya sido sacrificada, no porque los generales del imperio romano no fuesen capaces de emprender una matanza en masa como aquélla, sino porque las circunstancias de la época y la carencia absoluta de pruebas contemporáneas están en contra de la completa autenticidad de la historia. Alban Butler se lamenta de que «la veracidad de aquel sucedido» haya sido puesta en tela de juicio por algunos historiadores protestantes, pero también los investigadores y estudiosos católicos han manifestado sus vacilaciones para aceptarla, y algunos han llegado a decir que toda la historia es falsa e inventada. Sin embargo, parece evidente que la matanza de san Mauricio y sus compañeros de Agaunum es un hecho histórico; el número de hombres que murieron entonces, es otra cuestión; hay muchas posibilidades de que, con el correr del tiempo, se haya llegado a creer que una simple escuadrilla era una legión.
La iglesia construida por san Teodoro de Octodurum, en fechas posteriores al suceso, se convirtió en el centro de una abadía que fue la primera en Occidente que mantuvo el rezo continuo del oficio divino, de día y de noche, con turnos de coros. Aquel monasterio quedó en manos de los canónigos regulares y es ahora una abadía nullius. Ahí se conservan las reliquias de los mártires en un relicario que data del siglo sexto, pero tanto las reliquias como la veneración a los legionarios tebanos se han extendido mucho más allá de las fronteras de Suiza. En la liturgia de la Iglesia de Occidente se les conmemora. San Mauricio es el patrón de Saboya y de Cerdeña, de diversas ciudades, de los soldados de la infantería, los forjadores de espadas, los tejedores y los tintoreros.
El texto de san Euquerio, que ha sufrido muchos agregados y modificaciones, se encontrará en los insertos de Ruinart en el Acta Sanctorum, sept. vol. VI; pero es de primera importancia consultar la edición de B. Krusch en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov., vol. III, pp. 32-41. Sobre la cuestión del martirio en masa, el escrito más sobrio y digno de confianza es el de M. Besson, Monasterium Acaunense (1913). Besson disiente de los puntos de vista extremados de Krusch, a pesar de que también los suyos se prestan a críticas (cf. Analecta Bollandiana, vol. XXXIII, pp. 243-245). El asunto se trata también extensamente en el Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. X (1932), cc. 2699-2729, de H. Leclercq. Ver también a O. Lauteburg y R. Marti-Wehrn, en Martyrium von sankt Mauritius. Die Legende (1945).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3562




San Gregorio el Iluminador, eremita y obispo
v
fecha: 30 de septiembre
n.: c. 240 - †: c. 326 - país: Armenia
otras formas del nombre: Grigor
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: En Armenia, san Gregorio, llamado el «Iluminador», obispo, que después de sobrellevar muchos trabajos se retiró a una cueva cercana a la confluencia de unos ramales del Éufrates, y allí descansó en paz, luego de ganar fama como apóstol de los armenios.
Patronazgos: patrono de la Iglesia armenia.

Probablemente los primeros que predicaron la fe cristiana en Armenia, durante el segundo y el tercer siglo de nuestra era, fueron los misioneros llegados de Siria y de Persia, pero las creencias y tradiciones locales en relación con las primeras evangelizaciones, son distintas y contradictorias. Las fabulosas leyendas dicen que los primeros evangelizadores fueron los apóstolessan Bartolomé y san Judas Tadeo y, en relación con este último santo, le adjudicaron la historia del rey Abgar el Negro y su parecido con Nuestro Señor Jesucristo, asunto éste que, en realidad pertenece a san Addai, que vivió en Edessa. Sin embargo, los armenios veneran también a san Gregorio de Ashtishat como al apóstol que llevó la luz del Evangelio a su país, por lo que le llaman el «Iluminado» o «Iluminador», y le tienen como al patrono principal. Gregorio vino al mundo en Armenia durante el siglo tercero, en la época en que el país había sido invadido por los persas. Sus orígenes y hasta su nacionalidad son inciertos. De acuerdo con las tradiciones armenias, poco dignas de crédito, era hijo de aquel famoso Anak, el parto que asesinó al rey Khosrov I de Armenia. Este monarca, antes de morir, pidió a sus súbditos que le vengaran por medio del exterminio de la familia de Anak y sólo escapó de la matanza el recién nacido Gregorio, al que secuestró un mercader de Valarshapat y lo llevó a Cesárea, en la Capadocia. Se sabe con certeza que ahí fue bautizado y, a su debido tiempo, se casó y tuvo dos hijos, Aristakes y Vardanes (santos, en las tradiciones armenias).
Tiridates, uno de los hijos del asesinado rey Khosrov, quien había vivido exilado en diversas partes del imperio romano, logró reunir un ejército, al frente del cual regresó a Armenia y reconquistó el trono de su padre. A Gregorio se le dio un palacio para que viviese en la corte de Tiridates (algo muy singular por cierto, si es que Gregorio era el hijo del asesino del rey), pero no pasó mucho tiempo sin que cayese en desgracia a causa de sus actividades en favor de los cristianos y por el celo que ponía en la conversión de almas. No tardó en estallar la persecución activa contra éstos y, en el curso de la misma, uno de los que más sufrió fue Gregorio. Pero, a fin de cuentas, triunfó puesto que consiguió convertir y bautizar al propio Tiridates (también al rey se le venera como a un santo) y, mientras los cristianos del imperio morían por centenares durante la persecución de Diocleciano, en Armenia se proclamaba al cristianismo como la religión oficial, y por eso se dice que el país fue (superficialmente) el primer estado cristiano en la historia del mundo.
Gregorio se trasladó a Cesárea donde fue consagrado obispo por el metropolitano Leoncio. Estableció su sede en Ashtishat y, con la asistencia de los misioneros sirios y griegos, organizó su Iglesia, instruyó a los nuevos convertidos y conquistó a otros muchos. Con el propósito de contar con un mayor número de sacerdotes, reunió a un grupo de jóvenes y, personalmente, los instruyó en las Sagradas Escrituras, en la moral cristiana y en las lenguas griega y siria. Pero el episcopado fue hereditario y, un siglo después, el obispo primado de Armenia era un descendiente directo de Gregorio. «Sin detenerse ni retroceder, nuestro 'Iluminador' llevó el nombre vivificador de Jesús de un extremo al otro de la tierra, en todas las estaciones y los climas, sin temor a las fatigas y siempre diligente en el cumplimiento de los deberes de un evangelizador, en lucha contra los adversarios, en ardientes prédicas ante los caudillos y los nobles, para iluminar todas las almas que, tras su renacimiento en el bautismo, se convertían en hijas de Dios. Para que resplandeciera la gloria de Jesucristo, rescataba a los prisioneros y cautivos y también a aquellos que vivían oprimidos por los tiranos, deshacía o enmendaba los contratos injustos, tan sólo con su palabra consolaba a muchos de los que sufrían o de los que vivían bajo el temor, al infundirles la esperanza en la gloria de Dios y plantarles en el alma la simiente de la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, a fin de que llegasen a ser enteramente felices».
Gregorio envió a su hijo, san Aristakes, como representante suyo en el primer Concilio ecuménico de Nicea y, se afirma que cuando el obispo leyó el acta de aquella asamblea, exclamó: «En cuanto a nosotros, alabamos a Dios que fue antes de todos los tiempos y adoramos a la Santísima Trinidad y al solo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y por todos los siglos». Esas son las palabras que, las haya dicho o no san Gregorio en aquellos momentos, repite el celebrante en la liturgia eucarística armenia, cuando el diácono ha recitado el anatema conciliar, después del Credo. Al poco tiempo, Gregorio consagró a Aristakes para que le sucediera en la sede episcopal y él se retiró a una ermita del Monte Manyea, en la provincia de Taron. Ahí le encontró muerto un pastor al año siguiente. Sus restos fueron sepultados en Thortan.
Los datos que hemos dado son muy inciertos, pero si escasean las auténticas informaciones, abundan en cambio las leyendas. Estas sirvieron de base para el relato que escribió un tal Agatángelo, quien asegura que fue el secretario del rey Tiridates. Esa obra no fue escrita antes de que hubiese transcurrido la mitad del siglo quinto. De acuerdo con ese escrito, Gregorio tuvo un primer conflicto con Tiridates, por haberse rehusado a colgar una guirnalda de flores al cuello de la imagen de la diosa Anahit en su templo de Ashtishat. El rey hizo cuanto estuvo de su parte para convencerlo a obedecer, pero al ver que las palabras eran inútiles, sometió a Gregorio a doce tormentos distintos, crueles algunos, ingenuos los otros, pero todos diferentes a los que practicaban los romanos para martirizar a los cristianos. Después, Gregorio fue arrojado a un foso nauseabundo, donde se le dejó olvidado durante quince años entre cadáveres putrefactos, basura y animales inmundos. Gracias a los buenos servicios de una viuda que a diario se acercaba al foso para dar de comer al desdichado, pudo mantenerse con vida. Tras el martirio de santa Rípsima, el rey Tiridates se transformó en un oso y vivió en los bosques, con los de su especie. Pero la hermana del rey tuvo una visión en la que le fue revelado que únicamente las plegarias de san Gregorio podrían devolver al monarca su forma natural. Entonces fue una comitiva de cortesanos hasta el foso pestilente para sacar a Gregorio de entre las inmundicias; el santo se puso en oración y, en seguida, reapareció el rey, en persona, lleno de contrición y de gratitud, pidiendo el bautismo para él y toda su familia. Gregorio pasó una temporada en la corte, tratado como el propio rey, y luego se retiró a las soledades de Valarshapat, en las estribaciones del Monte Ararat, donde se entregó al ayuno y la oración. Al cabo de setenta días, se le apareció Nuestro Señor Jesucristo y le dijo que en aquel lugar debía edificarse la gran iglesia catedral de Armenia. Gregorio se apresuró a cumplir con las órdenes celestiales y en poco tiempo se construyó una gran iglesia que se llamó Etshmiadzin, que significa «el Único Esperado descendió». Es muy posible que la historia de la aparición haya sido inventada para reforzar la solicitud de que la Iglesia de Armenia fuese independiente de la Iglesia de Cesárea. Cada uno de estos maravillosos sucesos: los doce tormentos, los quince años en el foso, la liberación del foso y la visión, son conmemorados por los armenios con una fiesta particular, aparte de las otras festividades en honor de san Gregorio. En algunas partes, como en Grecia, se le venera, equivocadamente, como a un mártir. Los emigrantes armenios introdujeron la devoción a san Gregorio en el sur de Italia, y aún hay una iglesia en Nápoles que asegura poseer algunas reliquias del santo que, sin embargo, se conservan íntegras en la catedral de Armenia. A san Gregorio se le menciona en el canon de la misa armenia.
En el caso de los santos armenios y georgianos, los que no conocemos las lenguas orientales, tenemos que contentarnos con fuentes de información de segunda mano. Incluso los bolandistas, en el siglo dieciocho (Acta Sanctorum, sept. vol. VIII), tuvieron que arreglárselas con las versiones griegas o los resúmenes incluidos en el Metafrasto de las fabulosas narraciones armenias, atribuidas a Agatángelo. Los originales armenios no existen ya, pero hay una versión muy antigua en árabe, que data del período inmediatamente posterior al pseudo Agatángelo. Esta versión se encuentra en una carta (c. 714) de Gorge, un obispo árabe, dirigida al sacerdote Josué. Véase a von Ryssel, en Ein Brief Georgs an den Presb. Joshua (1883); A. von Gutschmid, en Kleine Schriften, vol. III (1892), pp. 339-420; a Gelzer, en el Berichte del Sachsischen Gesellschaft, 1895, pp. 109-174; a P. Peeters en la Analecta Bollandiana, vol. XXVI (1907), pp. 117-120 y vol. I (1932), pp. 3-58; a G. Garitte, en Documents pour l´étude du livre d´Agathange, en Studi e testi, No. CXXVII (1946), donde se incluye un texto inédito en griego sobre los escritos de Agatángelo, del que se deriva el texto árabe.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3563

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