Dos almas, una sola misión.
Santas Lioba (Leobgyth) y Tetta, abadesas. 28 de septiembre.
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Santa Lioba
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Lioba nació entre los años 700 y 710, de la casa noble de
Wessex, uno de los siete reinos que conformaban la actual Inglaterra. Era reino
cristiano desde que San Birino
de Dorchester (3 de
diciembre) predicó allí y convirtió a rey Kentwin, abuelo de Lioba. Sus
padres, Tinne y Ebba eran
de edad adulta y no tenían hijos, por lo que luego de largas súplicas a Dios,
concibieron una criatura. Llamaron a la niña “Leobgyth”, o sea “guerrera por
amor”. Otras versiones dicen que se llamó “Thruthgeba”, o “verdadero regalo de
Dios”. En realidad ambos nombres le fueron puestos por la leyenda posterior.
Ambos padres, en agradecimiento a Dios por el regalo hecho, decidieron dedicar
a la niña a su servicio, y la llevaron al monasterio de Thanet, para que fuera
educada porSanta Eadburgis (12
de diciembre), una de las mujeres más sabias e influyentes del momento. En
el monasterio aprendió letras, música, ciencias, teología, las Escrituras. Eran
los monasterios el único “instituto” donde las mujeres podían cultivar su
intelecto y prepararse para la vida. Además de letras y religión, se les
enseñaba a las niñas bordado, enfermería, economía doméstica, a organizar
labranzas, dirigir talleres, etc. Siendo religiosa, tuvo una extensa
correspondencia con San Bonifacio (5 de junio), el apóstol de
Alemania. El monasterio de Thanet fue provisor del apostolado de Bonifacio,
proveyéndole de ornamentos, cálices y de un bellísimo misal escrito y miniado a
mano por Lioba. Y testimonio da el mismo Bonifacio en una carta, diciéndole a
la santa: "Que la recompensa de este presente, querida hermana, sean
los dones del cielo para ti”. Y al mismo tiempo le pide un ejemplar de las
Cartas de San Pedro en letras de oro. Luego de 733 Lioba se trasladó al
monasterio de Wimborne, que había sido fundado por las hermanas Santa Cuthburg (31 de agosto) y Santa Queenburg (3 de septiembre). Era un
monasterio mixto, con secciones separadas entre monjes y monjas, todos bajo la
autoridad de la abadesa. En este tiempo era comandado por la abadesa Santa Tetta, a la que
conoceremos ahora:
Tetta también era hermana del rey Ine de Wessex, y de Cuthburg y
Queenburg. Como estas también ansiaba la vida religiosa, pero entendió que la
voluntad de Dios era otra. Casó muy joven y, al enviudar, entró religiosa en
Wimborne, monasterio del que llegaría a ser abadesa tras la muerte de su
hermana Cuthburg. En este momento recibió a Lioba, con la que enseguida tuvo
una sintonía espiritual e intelectual. Ambas vivían entusiasmadas con la
empresa apostólica de San Bonifacio entre los germanos, con el que Tetta
también mantenía una relación epistolar intensa. Y aún más, pues le entregó a
su hijo San Wiehtberht (5 de marzo), monje en su
monasterio para que acompañase al santo en su apostolado. En ese ínterin murió
la priora, religiosa de un cargo menor que la abadesa, y su labor está
encaminada a la conservación material, el sostenimiento del monasterio, y el
gobierno en ausencia de la abadesa, aunque solo tenía autoridad sobre las
monjas, pues los monjes tenían su propio prior. En tanto, la abadesa rige, observa
la disciplina monástica y corrige los desvíos, acepta los votos de las
religiosas. La priora fallecida era tan incompetente e insufrible, que algunas
monjas bailaron sobre su tumba cuando la enterraron, y con tanto frenesí, que
hundieron la tumba. Al saberlo Tetta, regañó a las monjas y les impuso tres
días de ayuno y oraciones expiatorias. Al cabo, la tierra se niveló por
milagro, y la tumba volvió a su sitio originario.

Y se hizo realidad este sueño por medio de Bonifacio, el cual
mandó pedir religiosas que le acompañasen en su evangelización. Ya no bastaba
con las oraciones y los regalos. Se necesitaba de sus personas, fundando
monasterios y educando a las niñas, sosteniendo la evangelización con la
caridad y la piedad. Ambas santas se sintieron entusiasmadas con la invitación
del santo. Sin embargo, aunque las dos sostenían con sus oraciones y palabras
sabias y espirituales al santo apóstol, sus vocaciones diferían: Tetta quedó en
el monasterio como abadesa, prometiéndole al santo todas las oraciones de su
claustro, mientras Lioba con 29 monjas cruzó el mar rumbo a la actual Alemania.
Entre ellas, Santa Walburgis (25 de febrero), hermana de los Santos Willibald (7 de julio) y Wunibald(18 de diciembre),
que ya misionaban con Bonifacio. Otras de las compañeras fueron Santas Tecla, Águeda, Nana, Eolibis,Kunihildis y su hija Gitte (todas a 28 de septiembre).
Llegados al continente, remontaron el Rihn y llegaron a Tauber, donde Bonifacio
fundó el monasterio para las monjas, del que Lioba fue nombrada abadesa. Aquí
no cesaron los portentos: atendían las monjas a una pobre mujer, pecadora. Le
daban de comer y la vestían con hábitos de las monjas. Quedó embarazada y lo
ocultó hasta el final, entonces dio a luz y arrojó el niño al río, envuelto en
un velo de monja. El cadáver del niño fue hallado río abajo y las monjas fueron
acusadas de infanticidio por los paganos. Y allá se fueron todos a por las
monjas, para expulsarlas por su mal ejemplo, y entre la turba iba la verdadera
asesina. Estaban todas las monjas en la iglesia cuando entraron los
“justicieros”. Lioba puso los brazos en cruz, oró y en ese momento bajó fuego
del cielo y rodeó a la pecadora, que asustada confesó su crimen, quedando las
monjas libres de culpa, y los paganos escarmentados y confiados de su inocencia
y virtud ante Dios. Otros milagros se cuentan, como sofocar un incendio en la
ciudad, tormentas calmadas, pájaros alejados de las cosechas, etc. A algunas
monjas y mujeres seglares sanó de hemorragias, cefaleas, ayudó a tener buenos
embarazos y partos. Hasta alguna resurrección consiguió de parte del buen Dios.
Todos los milagros que la leyenda ha forjado en torno a ella cumplen al cabo el
significado de su nombre “regalo de Dios”. Pero el verdadero milagro es su obra
cultural y asistencial. Fundó los monasterios de Heidenhei y de Kitzingen,
designando abadesas a Walburgis y a Tecla, respectivamente. No les faltaba
trabajo, dotando a los monasterios y las iglesias, copiando las Escrituras y
obras de los Santos Padres, para que los misioneros predicaran y estudiaran.
Ellas mismas estudiaban para formar a las niñas que les encomendaban. Estos
monasterios fueron fuente de técnicas de agricultura, de cocina, artísticas, de
jardinería, etc. Incluso fueron grandes productores de vino y cerveza,
experimentando y comprobando con verdaderos métodos científicos las mejores
recetas.
En 754 San Bonifacio le escribe una carta, en la que tal vez
previendo lo difícil de su próxima misión entre los frisones, gente bárbara, le
dice que en caso de su muerte, quisiera ser sepultado en el monasterio de Fulda
y que ella debía descansar en su misma sepultura. Esta recibió con tristeza la
carta, aunque se trocó en alegría intuyendo el martirio de su querido
Bonifacio, así como que sus reliquias estarían junto a ella. Y efectivamente,
ese mismo año, el 5 de junio, San Bonifacio fue asesinado por unos paganos que
se negaban a convertirse. Pero no sería hasta diez años más tarde cuando San Sturmis
(17 de diciembre) trasladó las reliquias por orden del papa San Zacarías (22 de marzo) y del rey
Karloman. Lioba recibió las reliquias con un gran y solemnísimo funeral. Más
tarde se hizo construir una celdita anexa al monasterio de los monjes, para estar
más cerca de Bonifacio cuando iba a venerar sus reliquias, lo que hacía
frecuentemente. Incluso se sabe llegó a estar en el coro con los monjes, algo
impensable en otros casos, pero ¿quién se lo negaría a ella?
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Primitiva sepultura de Santa Lioba
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Fue consejera de Pipino, rey de los francos y de sus dos hijos, San Carlomagno (28 de enero y 29 de diciembre,
traslación de las reliquias) y Karloman. Aconsejó sobre todo a Carlomagno
en el trato con la iglesia, la fundación de monasterios y escuelas
catedralicias. Incluso pasó un tiempo en la corte de Aquisgrán, por su gran
amistad con Hildegard, segunda esposa de Carlomagno, pero pronto regresó a su
monasterio, añorando la paz y el silencio monásticos. Para estas fechas, es
probable que Santa Tetta haya muerto, y su culto comenzó bastante pronto,
aunque no consta que Lioba la haya venerado al menos “in situ”. Luego de 28
años como abadesa, Lioba se trasladó a Maguncia, cerca de San Lull (8 de mayo), el discípulo de
Bonifacio, para servirse de su dirección espiritual. Allí llevaba la vida de
una monja más, dando ejemplos de caridad y humildad. Otra vez estuvo un tiempo
en Aquisgrán hasta que, sientiéndose enferma, volvió a Maguncia, para morir el
23 de septiembre, entre 779 y 782. Su cuerpo fue trasladado al monasterio de
Fulda. Debían ser depositadas junto a las reliquias de San Bonifacio, pero los
monjes no se atrevieron a abrir la sepultura y la enterraron junto a un
benefactor de los monjes, al otro extremo del altar mayor.
En 819 Lioba fue trasladada junto a
Bonifacio con el pretexto de unas obras en la iglesia monástica. Esta ocasión
también sirvió para elevar sus reliquias y proceder a la canonización,
dedicándole un altar junto al de San Ignacio de Antioquía en el transepto sur.
Pronto se convirtió en meta de peregrinaciones, muchos de los que la conocían
en vida, querían su socorro ahora que estaba en la gloria. Luego de 822 San Rábano Mauro (4 de febrero) escribe una
“vita” de Lioba, al parecer a partir de los testimonios de aquellas primeras
compañeras de Tauber. El 28 de septiembre de 836 se consagró la nueva iglesia
del monasterio de las religiosas, a la cual el mismo Mauro, abad de Fulda,
trasladó las reliquias de Lioba con gran solemnidad. La causa no se sabe, pues
contradecía la voluntad de san Bonifacio, algunos apuntan a presiones de las
monjas, a las que no se les permitía el acceso al monasterio masculino y por tanto no podían venerar a su
querida fundadora. Ese mismo año Rábano Mauro la inscribe en su martirologio.
En 915 la iglesia y el monasterio fueron asaltados por los húngaros, pero el
cuerpo de Santa Lioba parece que fue salvado, pues crónicas del siglo XIV
hablan de sus reliquias presentes en el monasterio reconstruido. Salvo que fueran
falsas. Su sepultura junto a Bonifacio siguió siendo venerada, y era costumbre
que las madres arrancaran piedrecitas para calmar los cólicos de los bebés: las
calentaban y aplicaban entre paños al vientre de los infantes. En 1920 una
congregación monástica se fundó bajo el patrocinio y espíritu de Santa Lioba.
Fuentes:
Fuentes:
-“Crónica General de la Orden de San
Benito”. Volumen III. ANTONIO DE YEPES. Navarra, 1610.
-“Biografía eclesiástica completa”. Volumen 24. VARIOS. Madrid,
1865.
-“Guirnalda mística: triunfo de los santos”. Volumen 2. BALTASAR
BOSCH DE CENTELLAS Y CARDONA. M.I. Madrid, 1724.
-“La leyenda de oro para cada día del año: vidas de todos los
santos”. Volumen 3. P. PEDRO DE RIVADANEIRA. Barcelona, 1866.
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