Alegrarse del bien ajeno
5 noviembre, 2016 por Deja un comentario
El bien nace de Dios y lleva a Dios. Deberíamos alegrarnos de todo bien: del bien que Dios hace a otros a través nuestro, del bien que nos llega a través de los demás, del bien con que Dios mismo nos rodea constantemente. Alégrate cuando veas realizado en otros algún bien humano que hubieras querido para ti, o cuando te veas privado de ese bien –quizá demasiado humano– que, en justicia, dices merecer.
Cuando otros se acostumbren a tus servicios y dejen de agradecértelos, o incluso te los interpreten mal, cuando refieran a otros eso bueno que se te ocurrió a ti y que ellos hicieron gracias a ti, cuando otros se apropien de tus buenas obras y a ti te olviden, cuando todos reconozcan públicamente el trabajo de otros y a ti te toque permanecer en segundo plano y sin relumbrón, entonces, alégrate aún más, porque sólo “tu Padre que ve en lo escondido te lo premiará” (cf. Mt 6,1). Hay un sello de autenticidad en las obras de Dios y es el escondimiento, el desaparecer. La perla expuesta a la admiración de todos ya ha recibido su propia recompensa. Despréndete incluso de los frutos buenos que puedan pasar por tus manos y procura que toda tu gloria se la lleve sólo Dios.
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