Beato Gómidas Keumurgian, presbítero y mártir
fecha: 5 de noviembre
n.: 1656 - †: 1707 - país: Turquía
otras formas del nombre: Cosme de Carboniano, Gómidas Keumurdjan
canonización: B: Pío XI 23 jun 1929
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1656 - †: 1707 - país: Turquía
otras formas del nombre: Cosme de Carboniano, Gómidas Keumurdjan
canonización: B: Pío XI 23 jun 1929
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Constantinopla, beato Gómidas
Keumurgian, presbítero y mártir, que, siendo padre de familia, nacido y
ordenado en la Iglesia de Armenia, por mantener firmemente y propagar la fe
católica profesada en el Concilio de Calcedonia, padeció enormemente y
finalmente murió degollado mientras recitaba el símbolo niceno.
A fines del siglo XVII y principios del
XVIII, Constantinopla era un hervidero de política secular y eclesiástica, que
produjo la reunión de diversos grupos de disidentes con la Iglesia católica. En
unos casos el motivo fue el oportunismo, pero en otros lo fue verdaderamente el
espíritu religioso. Desgraciadamente, el embajador de Francia, Carlos de
Ferréol, carecía de discreción y, en su celo político y religioso, se mezcló
demasiado en los asuntos eclesiásticos, azuzado por no pocos clérigos
occidentales. Como era de esperar, la intervención de Ferréol ofreció un
pretexto espléndido a los disidentes anticatólicos para denunciar ante las
autoridades turcas la actividad de los franceses, y el resultado fue la
persecución. Una de las víctimas fue Gomidas Keumurgian. Aunque la Iglesia no
le hubiese beatificado, es evidente que fue un verdadero mártir, puesto que
prefirió morir antes que unirse a los cismáticos o al Islam. También es cosa
cierta que la imprudencia (por no decir algo peor) de ciertos católicos, proporcionó
a los enemigos de la fe el pretexto para darle muerte, aunque seguramente que
de no ser ése, hubiesen encontrado otro.
Gomidas nació en Constantinopla hacia
1656. Era hijo de un sacerdote armenio disidente y fue educado por un sabio
prelado de esa confesión. Hacia los veinte años contrajo matrimonio. Después,
continuó sus brillantes estudios, recibió la ordenación sacerdotal y fue
nombrado ayudante en la gran parroquia armenia de San Jorge, al sur de
Constantinopla. Su elocuencia, su desinterés y su profundo espíritu religioso,
hicieron pronto de él una de las principales figuras del movimiento que
favorecía la unión con Roma. A los cuarenta años, Gomidas abjuró de los errores
del cisma ortodoxo, junto con su esposa y sus hijos. Según la costumbre del
sitio y de la época, el P. Gomidas prosiguió su ministerio en San Jorge y
empleó toda su influencia en predicar la unión con Roma. En la tarea le
ayudaron al Venerable abad Mekhitar y el vartapet Katchatur. A los pocos años,
otros cinco de los doce sacerdotes de San Jorge siguieron el ejemplo de
Gomidas. A partir de 1695, los disidentes armenios empezaron a alarmarse cada
vez más y provocaron a las autoridades contra sus hermanos católicos. La
situación se hizo muy difícil, y los jefes del movimiento en favor de la unión
con Roma, juzgaron prudente dispersarse por algún tiempo. Mekhitar emigró con
su naciente congregación religiosa a Morea y después a Venecia.
El P. Gomidas se trasladó a Jerusalén.
Allí apoyó al partido católico desde el gran monasterio armenio de Santiago y
tuvo la desgracia de provocar la hostilidad de un tal Juan de Esmirna. En 1702,
cuando murió el patriarca armenio de Constantinopla que había desatado la
persecución, Gomidas regresó a la ciudad. Pero el nuevo patriarca, Avedik, no
fue mejor que su predecesor. En efecto, nombró vicario suyo a Juan de Esmirna,
y Gomidas tuvo que esconderse en casa de un amigo. Allí permaneció nueve meses,
dedicado a escribir una paráfrasis en verso de los Hechos de los Apóstoles. Al
fin de ese período, un movimiento político desterró a Avedik.
La paz reinó por algún tiempo. Aunque
consiguió volver, nuevamente el patriarca Avedik cayó en desgracia acusado de
ser «franco», y fue desterrado a Chipre (se llamaba «franco» a los católicos
latinos, a los extranjeros y, menos frecuentemente, a los católicos de
cualquier rito), de donde el embajador Ferréol le «trasladó» a Francia. En
realidad, se trataba de un rapto. Este desmán de Ferréol provocó la cólera de
los disidentes de Constantinopla, quienes obligaron a las autoridades a
perseguir a los católicos. El P. Gomidas -hombre de aspecto impresionante,
enérgico y valiente- no pudo permanecer oculto mucho tiempo. Fue arrestado en
la Cuaresma de 1707, acusado ante Alí Bajá y condenado a las galeras. Pocos
días después sus amigos consiguieron ponerle en libertad, mediante el pago de
una multa de 500 piastras. El Viernes Santo, el P. Gomidas volvió a su
parroquia, donde siguió predicando la unión con Roma frente a los sacerdotes
que le habían denunciado. A pesar de que Juan de Esmirna, su viejo enemigo,
había sido nombrado patriarca de Constantinopla, el beato se negó a huír o a
refugiarse en la embajada francesa. El 3 de noviembre de 1707, fue nuevamente
arrestado. Se le acusaba de ser «franco» y de haber provocado desórdenes entre
los armenios en territorio turco. Alí Bajá confió el juicio a Mustafá Kamal, de
Gálata. Era éste un canonista mahometano, quien sabía perfectamente que Gomidas
era un sacerdote armenio y desconfiaba mucho de los acusadores. Así pues,
exhortó solemnemente a los testigos, por Jesús y por María, a decir la verdad.
Trece de los catorce testigos juraron que el prisionero era «franco», enemigo
del sultán y perturbador del orden público. Una multitud de armenios, azuzados
por el patriarca, pidió la muerte del prisionero. Mustafá Kamal informó al
visir que Gomidas practicaba la religión de los «francos» y había exhortado a
otros a abrazarla; pero dijo a los presentes: «De la pluma con que firme la
sentencia va a brotar sangre».
En la prisión se privó a Gomidas de
alimentos y bebida. Gregorio de Tokat dice: «Recordando la Pasión del Señor,
había olvidado el hambre y la sed. Su amor por el Crucificado le hacía olvidar
la suerte que le esperaba». Después de recibir los sacramentos, se despidió de
su esposa, a la que dio su reloj y su anillo. Además, dio a un amigo diez
piastras para que las entregase al verdugo. A la mañana siguiente fue conducido
a la presencia de Alí Bajá, quien se hallaba sobre un diván en el antiguo
pabellón de las mujeres, que todavía se conserva en Constantinopla. Después de
oír la lectura de la sentencia, Gomidas protestó que era inocente y manifestó
al visir que no tenía derecho a condenarle por motivos religiosos. Alí dijo
entonces a Juan de Esmirna y a su clero: «Su sangre caerá sobre vosotros si
habéis mentido». El patriarca replicó: «Caiga sobre nosotros y sobre los
sacerdotes 'francos' que han pervertido a tantos de los nuestros». Alí dijo a
Gomidas: «Como ves, te acusan de haber abandonado su religión». El mártir
respondió: «Según tú, ¿cuál es la mejor de las religiones cristianas?» El
mahometano replicó: «Las odio a todas por igual». Gomidas le dijo: «Entonces,
¿qué te importa que yo escoja una u otra?» Impresionado por la actitud del
mártir y tal vez complacido por su franqueza, Alí le recordó que un infeliz
obispo armenio había apostatado y le exhortó a abrazar la religión de Mahoma.
Como el mártir se negase, fue condenado a muerte con otros dos confesores de la
fe. En el camino al sitio de la ejecución le detuvieron dos veces los
mensajeros de Alí para ofrecerle la libertad a cambio de la apostasía. La
segunda vez, Irene, la hermana de Gomidas, irrumpió entre la multitud y le rogó
que fingiese que aceptaba. En la encrucijada de Parmak-Kapu, en el barrio de
Psamatia, se dio al beato la orden de arrodillarse. Así lo hizo él, vuelto el
rostro hacia el oriente. Los guardias le ordenaron que volviese el rostro al
sur, pero él no obedeció. El verdugo le ofreció la libertad por última vez. El
P. Gomidas empezó a recitar la profesión de fe de Nicea, y el verdugo le cortó
la cabeza de un solo golpe.
La conducta heroica del beato produjo gran
impresión sobre todo entre los disidentes griegos y armenios. Cien años
después, los católicos armenios eran ya tan numerosos en Constantinopla, que el
nombre de católico se empleaba para designar a los cristianos del rito armenio.
El mártir fue sepultado por el clero del rito ortodoxo griego, porque ningún
sacerdote católico se atrevió a oficiar. Gomidas Keumurgian fue beatificado en
1929. Es sin duda el mártir más ilustre de Constantinopla desde la época de la
persecución iconoclasta (siglo IX) y, probablemente, el primer sacerdote mártir
a cuya ejecución asistieron su esposa y sus hijos. Uno de éstos, llamado
también Gomidas, entró más tarde a servir al rey de Nápoles y adoptó el nombre
de Cosme di Carbognano; sus descendientes conservaron el nombre, y alguna vez
se aplica también al mártir.
Según parece, la mejor biografía es la de
H. Riondel, «Une page tragique de l'histoire religieuse du Levant» (1929). Cf.
acerca de esta obra Analecta Bollandiana, vol XLVIII (1930), pp. 450-451. Se
encuentran ciertos datos de segunda importancia en Vallan Inglisian, «Der
Diener Gottes Mechitar von Sebaste» (1929), y en la obra de Attwater, Book of
Eastern Saints (1938), pp. 109-121.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4047
San Guido María Conforti, obispo y fundador
fecha: 5 de noviembre
n.: 1856 - †: 1931 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 17 mar 1996 - C: Benedicto XVI 23 oct 2011
hagiografía: Santi e Beati
n.: 1856 - †: 1931 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 17 mar 1996 - C: Benedicto XVI 23 oct 2011
hagiografía: Santi e Beati
Elogio: En Parma, ciudad de Italia, san
Guido María Conforti, obispo y buen pastor, siempre en vela por la defensa de
la Iglesia y de la fe de su pueblo; movido por el anhelo de la evangelización
de los pueblos, fundó los Misioneras Javerianos.
Voluntad, mucha, salud, poca. Superando
algunas dificultades familiares, entra en el seminario, pero a los 17 años
comienza a sufrir de epilepsia y sonambulismo. Valientemente el rector don
Andrea Ferrari (futuro arzobispo de Milán) lo ordena sacerdote, con 23 años. A
los 28 ya es vicario general de la diócesis de Parma. Pero sueña con la misión
en el Oriente, a ejemplo del pionero Francisco Javier. Pero la salud es frágil:
ningún instituto misionero lo acepta. por lo que él, en 1895, fundó uno por
cuenta propia: la «Congregación de San Francisco Javier para las Misiones
Extranjeras». Lo funda, lo guía, con unos pocos alumnos al principio, y con la
ayuda de un solo sacerdote. Utilizará luego la herencia paterna para
consolidarlo. Y en 1896 parten ya para China los primeros dos «Javerianos».
Guido Maria Conforti se vuelve en ese
momento una figura insólita en la Iglesia italiana: trabaja como vicario en el
gobierno de una diócesis «doméstica», y al mismo tiempo se proyecta en la
lejana misión. Es polémico con cuantos en Italia ignoran la misión o parecen
temerla («roba sacerdotes a las diócesis», era un argumento). Nombrado
arzobispo de Ravena a los 37 años, dejará su cargo un año después, aunque por
enfermedad. Murió en China uno de sus misioneros; hace volver al otro y se
concentra por completo en el instituto. Pero en 1907 fue de nuevo «reclamado»
en la diócesis, como coadjutor del obispo de Parma y después como sucesor.
Regirá la diócesis durante 25 años, con mucha actividad: dos sínodos, cinco
visitas pastorales a 300 parroquias. Mientras tanto sus Javerianos regresan a
China.
En 1912 uno de ellos, el padre Luis Calza,
es nombrado obispo de Cheng-chow, y recibe de él la consagración en la catedral
de Parma. También en 1912, se asocia con fuerza a la iniciativa de un recurso
ante el Papa, para que llame enérgicamente a la Iglesia italiana al deber de
apoyar la evangelización en el mundo. La idea partió del beato José
Allamano, fundador de los Misioneros de la Consolata, en Turín.
La Jornada Misionera Mundial, establecida en 1926 por el Papa Pío XI, pondrá en
marcha una propuesta contenida ya en ese recurso de 1912.
Al fin llega el momento más hermoso para
Guido María: en 1928 está en China para visitar a sus Javerianos. Aquí se hace
realidad el sueño de toda una vida: conocer a los nuevos cristianos, la joven
iglesia crecida entre duras dificultades, sentirse realizador, con los suyos,
del sueño de Francisco Javier... Y, así, este hombre proyectado a lejanos
continentes, ha sido plena y enérgicamente pastor de su diócesis natal,
partiendo de la labor de re-evangelización, a través del movimiento
catequístico y de la fraternidad practicada en todas direcciones, especialmente
con la labor de asistencia a las familias durante la Primera Guerra Mundial,
reconocida incluso por el gobierno italiano, con un alto honor civil.
Su físico siempre sufriente, y tan a
menudo arrastrado por la voluntad, cede irremediablemente en 1931. En 1996 Juan
Pablo II lo proclama beato, y el 23 de octubre de 2011 es canonizado por
Benedicto XVI. El cuerpo descansa en la sede de los Misioneros Javerianos de
Parma.
Traducido para ETF de un artículo de
Domenico Agasso para Famiglia Cristiana.
fuente: Santi e Beati
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
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