domingo, 6 de noviembre de 2016

San Félix de Toniza, mártir - San Pablo de Constantinopla, obispo y mártir (6 de noviembre)

San Félix de Toniza, mártir

fecha: 6 de noviembre
†: s. IV - país: África Septentrional
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa

Elogio: En Toniza, de Numidia, san Félix, mártir, del que habló san Agustín cuando, dirigiéndose al pueblo, dijo: «Verdaderamente feliz en el nombre y en la corona. Porque confesó y fue atormentado; y al otro día se encontró en la cárcel su cuerpo exánime».
San Agustín predicó el sermón sobre el salmo 127, que hoy tenemos coleccionado en sus «Ennarrationes in Psalmos», el día en que se celebraba la memoria de un mártir norafricano, tunecino, san Félix, cuya historia debía ser suficientemente conocida por el auditorio del gran predicador, ya que dice:
El mártir Félix, que fue verdaderamente feliz por el nombre y la corona, del que hoy celebramos la festividad, despreció el mundo. ¿Acaso temiendo al Señor era feliz, era bienaventurado porque su mujer era en la tierra fecunda como viña y sus hijos rodeaban su mesa? Todas estas cosas las tiene cumplidamente, pero en el Cuerpo de Aquel que aquí se describe; y porque así lo entendió él, despreció lo presente para recibir lo futuro. Sabéis, hermanos, que él no fue muerto como lo fueron otros mártires: Confesó, se le retrasó el tormento, y al día siguiente se halló su cuerpo exánime. Ellos habían cerrado la cárcel, encerrando el cuerpo, no el espíritu. Los verdugos se preparaban a torturar en ella a quien encontraron ausente. Perdieron su saña. Yacía exánime, sin sentido ante ellos, para que así no pudieran atormentarle, pero con sentido ante Dios para ser coronado. ¿Cómo hubiera, hermanos, recibido el galardón este feliz, no sólo en cuanto al nombre, sino también en cuanto al premio de la vida eterna, si hubiera amado estas cosas terrenas?
San Agustín está comentando el breve salmo, que actualmente numeramos como 128, donde se ensalza el temor del Señor y la bendición de un hogar fecundo como signos de la felicidad en Dios; sin embargo, nos dice el santo, todo eso, aunque es supuesto, es superado por la bienaventuranza de los mártires, capaces de despreciar incluso esa legítima felicidad para alcanzar una felicidad aun más duradera.
No tenemos otros datos sobre san Félix de Túnez. La referencia se halla en las Ennarrationes, salmo 127, nº 6 (la traducción citada es de Obras Completas BAC, tomo XXII, pág 366).
Abel Della Costa
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4055




San Pablo de Constantinopla, obispo y mártir

fecha: 6 de noviembre
fecha en el calendario anterior: 7 de junio
†: c. 350 - país: Turquía
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: Conmemoración de san Pablo, obispo de Constantinopla y mártir, a quien expulsaron muchas veces los arrianos por mantener la fe nicena y otras tantas volvió a su sede, pero, al fin, el emperador Constancio le relegó a Cucuso, pequeña población de Capadocia, donde, según la tradición, fue cruelmente estrangulado por insidias de los arrianos.

San Pablo era nativo de Tesalónica, pero desde su niñez fue secretario del obispo Alejandro, en Constantinopla. Era todavía muy joven cuando tenía el cargo de diácono en aquella iglesia, y el anciano jerarca, en su lecho de muerte (al parecer en el año 336), recomendó a Pablo como sucesor suyo. Los electores confirmaron la elección. En consecuencia, los más altos prelados ortodoxos consagraron obispo a san Pablo. Todo lo que prácticamente se sabe de él y de su vida es que su episcopado se vio sacudido por algunas tempestades causadas por los herejes arrianos, que habían apoyado la candidatura de un diácono de mayor edad llamado Macedonio. A instancia de los rebeldes, el emperador Constancio convocó a un concilio de obispos arrianos, quienes acabaron por deponer a Pablo. La sede vacante no fue ocupada por Macedonio, sino por el metropolitano Eusebio, de la vecina diócesis de Nicomedia. San Pablo se refugió en el Occidente y no pudo recuperar su sede hasta después de la muerte de su poderoso antagonista que, por otra parte, no tardó mucho en ocurrir.
El regreso del obispo Pablo a Constantinopla, fue recibido con regocijo popular. Los arrianos que aún se negaban a reconocerle, instalaron a un obispo rival en la persona del anciano Macedonio; muy pronto el conflicto estalló abiertamente, y las calles de la ciudad fueron el escenario de violentos tumultos. Constancio intentó restablecer el orden y ordenó a su general Hermógenes que expulsara a Pablo de Constantinopla. Pero el populacho, enfurecido ante la perspectiva de perder a su obispo, incendió la casa del general, lo atrapó cuando huía, lo asesinó y arrastró su cadáver por las calles. El ultraje hizo que el propio Constancio se presentase en la ciudad. Perdonó al pueblo, pero envió a san Pablo al exilio. Por otra parte, se negó a confirmar la elección de Macedonio, puesto que, lo mismo que la de su rival, había tenido lugar sin la sanción imperial.
Una vez más encontramos a san Pablo en Constantinopla en el año 344. Por entonces, Constancio accedió a restablecerlo en su puesto, por temor a incurrir en el descontento de su hermano Constante, quien se había aliado con el papa san Julio I para apoyar a Pablo. Pero al morir el emperador de Occidente, en 350, Constancio envió a Constantinopla al prefecto pretoriano Felipe, con instrucciones precisas para que expulsara a Pablo e instalase a Macedonio en su lugar. Para no correr una suerte tan trágica como la del general Hermógenes, el astuto Felipe recurrió a una estratagema. Invitó a san Pablo a encontrarse con él en los baños públicos de Zeuxippus y, mientras el pueblo, que sospechaba alguna mala jugada, se apiñaba frente al edificio, sacó a Pablo por una ventana posterior, sus hombres se apoderaron de él y lo embarcaron al instante. El infortunado obispo fue desterrado a Singara, en Mesopotamia; de ahí se le trasladó a la ciudad siria de Emesa y, por fin, a la de Cucusus, en Armenia (Cincuenta y cuatro años después, otro obispo de Constantinopla, san Juan Crisóstomo, fue exilado al mismo lugar). Ahí le dejaron encerrado en un siniestro calabozo durante seis días con sus noches, privado de alimento, y luego fue estrangulado. Éste, por lo menos, es el relato que hizo Filagrio, un funcionario que estaba de servicio en Cucusus por entonces.
La vida y los hechos de San Pablo I de Constantinopla, pertenecen a la historia eclesiástica en general. Sobre la vida privada de san Pablo como hombre y como pastor de almas, no sabemos casi nada, a pesar de que hay dos biografías griegas posteriores, impresas en Minge, PG. (ver Biblioteca Hagiográfica Griega, nn. 1472, 1473). Los bolandistas en Acta Sanctorum, junio, vol. II, reunieron todas las informaciones que pudieron encontrar en la antigua literatura cristiana. Su fiesta, que griegos, armenios, y ahora también la Iglesia latina, celebran el 6 de noviembre, está señalada para el 5 de octubre entre los coptos. Hay que señalar que el Hieronymianum conmemora a san Pablo y, de ahí pasó su nombre al «Félire» de Oengus.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4056

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