San Mercurio, mártir
fecha: 25 de noviembre
†: 250 - país: Turquía
otras formas del nombre: Markorios Abi Seffen
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 250 - país: Turquía
otras formas del nombre: Markorios Abi Seffen
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Cesarea de Capadocia, san
Mercurio, mártir.

San Mercurio es uno de los «santos
guerreros», tan populares en el Oriente. Está fuera de duda que murió realmente
por la fe. Pero las diversas versiones de sus «actas» son simplemente novelas
piadosas. Según ellas, Mercurio ira hijo de un oficial escita que se hallaba en
Roma. Mercurio abrazó también la carrera militar, y llegó a tener el grado de
«primicerius». Cuando los bárbaros amenazaron a Roma, el emperador Decio
(249-251) quedó aterrado. Mercurio le alentó y se puso al mando de las tropas
imperiales, armado de una espada que un ángel le había dado. Después de una
gran victoria, Decio notó que Mercurio no asistía a la ceremonia de acción de
gracias a los dioses y le mandó llamar. Al presentarse, Mercurio se despojó de
la capa y el cinturón militar en presencia del emperador, diciendo: «No negaré
a mi Señor Jesús». Decio, temeroso de herir la simpatía de los romanos por
Mercurio, envió a éste a Cesarea de Capadocia para que fuese ahí torturado.
Según la leyenda oriental, 113 años más
tarde, san Basilio invocó la ayuda de san Mercurio contra Juliano el Apóstata.
Dios hizo entonces de san Mercurio el instrumento de su venganza, ya que el
santo bajó del cielo blandiendo una espada y con ella dio muerte al infiel
emperador. En Egipto se llama a san Mercurio «Abu Saifain» (Padre de las
Espadas), en razón de sus proezas militares y del arma con que siempre se le
representa. En dicho país hay muchas iglesias dedicadas a nuestro santo. Según
se dice, san Mercurio se apareció en Antioquía a los soldados de la primera
Cruzada, junto con san Jorge y san Demetrio.
El P. Delehaye estudió muy a fondo la
leyenda de San Mercurio. En su obra, Les légendes grecques des saints
militaires (1909), no sólo discute los incidentes narrados en ese relato tan
poco fidedigno (pp. 91-101), sino que edita en un apéndice (pp. 234-258) los
dos textos griegos de mayor interés. A lo que parece, la afirmación del
peregrino Teodosio (c. 525) de que san Mercurio está sepultado en Cesarea,
constituye el primer testimonio cierto acerca de la existencia del mártir. Dada
la popularidad de que goza el santo en Egipto, nada tiene de extraño que su
nombre figure en muchos sinaxarios etíopes. En la traducción de Sir E. Wallis
Budge de dichos sinaxarios (4 vols., 1928), hay un índice muy completo, en el
que se encuentran numerosas referencias a san Mercurio. Budge publicó también
en Miscellaneous Coptic Textes (1915), una traducción de una pasión copta.
Véase S. Binon, Essai sur le cycle de St Mercure (1937), y Documents grecs
inédits relatifs... (1937).
Cuadro: San Mercurio abate al emperador Juliano el Apóstata, óleo anónimo del siglo XVIII en la iglesia de San Salvador, en Toro, Italia.
Cuadro: San Mercurio abate al emperador Juliano el Apóstata, óleo anónimo del siglo XVIII en la iglesia de San Salvador, en Toro, Italia.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4298
San Moisés, presbítero y mártir
fecha: 25 de noviembre
†: 251 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa
†: 251 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: En Roma, conmemoración de san
Moisés, presbítero y mártir, que en la persecución desencadenada bajo el
emperador Decio, al ser martirizado el papa san Fabián, cuidó, junto con el
colegio de presbíteros, de los hermanos en la Iglesia, y determinó que debía otorgarse
la reconciliación a los lapsos que estuviesen enfermos y moribundos, a quienes
consolaba frecuentemente con las cartas de san Cipriano de Cartago durante el
largo tiempo que estuvo retenido en la cárcel. Fue coronado, finalmente, con un
martirio glorioso y admirable.
Moisés, que era tal vez de origen judío,
ejercía el sacerdocio en Roma. Según cuenta san Cipriano,
encabezaba un grupo del clero del que salieron los primeros mártires de la
persecución de Decio (249-251). Los miembros de ese grupo mantuvieron
correspondencia epistolar con san Cipriano y el clero de Cartago. En la época
se debatía mucho la cuestión de los «lapsi» (o a veces llamados «relapsi»), es
decir, los que por miedo u otra debilidad humana, en tiempos de persecución,
negaban la fe para salvar su vida, pero luego querían volver al seno de la
Iglesia. Las opiniones estaban divididas, y los «rigoristas», que se negaban a
que los lapsi fueran readmitidos, gozaban de mucho prestigio. No se había aun
desarrollado en la Iglesia una práctica penitencial fuera de la que preparaba
al bautismo, y puesto que el bautismo no se podía administrar dos veces, muchos
razonaban que quien caía en un asunto tan grave como es negar la fe, quedaba
definitivamente fuera de la Iglesia.
Este problema no era nuevo, sino que
surgía con cada persecución; a mediados del siglo III, en el contexto de la
persecución de Decio, quien representaba las posiciones rigoristas era, entre
otros, Novaciano, gran intelectual, cuyos escritos eran muy apreciados, y que
se había escrito con san Cipriano de Cartago de modo que parecía que tenían
posiciones en común en torno a los lapsi. El Martirologio Romano resume la
delicada situación de la Iglesia de Roma: el papa san Fabián había
sido martirizado, la sede estuvo vacante por cerca de un año, ya que aun no
había sido elegido el papa san Cornelio;
en ese interregno los rigoristas cobraron fuerza; pero san Moisés cayó en la
cuenta de los peligros del rigorismo de Novaciano y consiguió que su grupo
rompiese con él. Moisés estaba preso, pero, apoyado por Cipriano de Cartago, y
a la vez apoyando él mismo la lucha que Cipriano llevaba en su propia sede, se
opuso a la solución rigorista. El problema no era menor, se jugaba toda una
interpretación de la universalidad y la profundidad de la redención realizada
por Cristo, y triunfó el espíritu de misericordia y de acogimiento del miembro
débil.
En el año 251, tras once meses y once días
de prisión, Moisés recibió el martirio: «Fue coronado, finalmente, con un
martirio glorioso y admirable», dice el elogio, tomando la frase de una carta
de san Cornelio que reproduce Eusebio de Cesarea. Trunfó en la última batalla,
de cara al mundo, luego de haber triunfado en la batalla que se libraba
internamente en la Iglesia; en la misma carta Cipriano dice que Novaciano
«quedó sólo y desnudo», ya que los hermanos que lo habían apoyado estaban
volviendo al seno de la verdadera fe. La misma lucha entre la ciertas formas de
entender la pureza de la fe y el acogimiento del hermano débil se libró en
otros momentos de la historia, y se libra hoy.
Las cartas de san Cipriano informan sobre
Moisés, y también Eusebio, en la Histria Eclesiástica, libro VI, cap. 43. Ver
Butler-Guinea, tomo IV, pág 419 (con algunos serios errores de imprenta).
Abel Della Costa
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