viernes, 25 de noviembre de 2016

San Mercurio, mártir - San Moisés, presbítero y mártir (25 de noviembre)

San Mercurio, mártir

fecha: 25 de noviembre
†: 250 - país: Turquía
otras formas del nombre: Markorios Abi Seffen
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: En Cesarea de Capadocia, san Mercurio, mártir.

San Mercurio es uno de los «santos guerreros», tan populares en el Oriente. Está fuera de duda que murió realmente por la fe. Pero las diversas versiones de sus «actas» son simplemente novelas piadosas. Según ellas, Mercurio ira hijo de un oficial escita que se hallaba en Roma. Mercurio abrazó también la carrera militar, y llegó a tener el grado de «primicerius». Cuando los bárbaros amenazaron a Roma, el emperador Decio (249-251) quedó aterrado. Mercurio le alentó y se puso al mando de las tropas imperiales, armado de una espada que un ángel le había dado. Después de una gran victoria, Decio notó que Mercurio no asistía a la ceremonia de acción de gracias a los dioses y le mandó llamar. Al presentarse, Mercurio se despojó de la capa y el cinturón militar en presencia del emperador, diciendo: «No negaré a mi Señor Jesús». Decio, temeroso de herir la simpatía de los romanos por Mercurio, envió a éste a Cesarea de Capadocia para que fuese ahí torturado.
Según la leyenda oriental, 113 años más tarde, san Basilio invocó la ayuda de san Mercurio contra Juliano el Apóstata. Dios hizo entonces de san Mercurio el instrumento de su venganza, ya que el santo bajó del cielo blandiendo una espada y con ella dio muerte al infiel emperador. En Egipto se llama a san Mercurio «Abu Saifain» (Padre de las Espadas), en razón de sus proezas militares y del arma con que siempre se le representa. En dicho país hay muchas iglesias dedicadas a nuestro santo. Según se dice, san Mercurio se apareció en Antioquía a los soldados de la primera Cruzada, junto con san Jorge y san Demetrio.
El P. Delehaye estudió muy a fondo la leyenda de San Mercurio. En su obra, Les légendes grecques des saints militaires (1909), no sólo discute los incidentes narrados en ese relato tan poco fidedigno (pp. 91-101), sino que edita en un apéndice (pp. 234-258) los dos textos griegos de mayor interés. A lo que parece, la afirmación del peregrino Teodosio (c. 525) de que san Mercurio está sepultado en Cesarea, constituye el primer testimonio cierto acerca de la existencia del mártir. Dada la popularidad de que goza el santo en Egipto, nada tiene de extraño que su nombre figure en muchos sinaxarios etíopes. En la traducción de Sir E. Wallis Budge de dichos sinaxarios (4 vols., 1928), hay un índice muy completo, en el que se encuentran numerosas referencias a san Mercurio. Budge publicó también en Miscellaneous Coptic Textes (1915), una traducción de una pasión copta. Véase S. Binon, Essai sur le cycle de St Mercure (1937), y Documents grecs inédits relatifs... (1937).
Cuadro: San Mercurio abate al emperador Juliano el Apóstata, óleo anónimo del siglo XVIII en la iglesia de San Salvador, en Toro, Italia.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4298




San Moisés, presbítero y mártir

fecha: 25 de noviembre
†: 251 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa

Elogio: En Roma, conmemoración de san Moisés, presbítero y mártir, que en la persecución desencadenada bajo el emperador Decio, al ser martirizado el papa san Fabián, cuidó, junto con el colegio de presbíteros, de los hermanos en la Iglesia, y determinó que debía otorgarse la reconciliación a los lapsos que estuviesen enfermos y moribundos, a quienes consolaba frecuentemente con las cartas de san Cipriano de Cartago durante el largo tiempo que estuvo retenido en la cárcel. Fue coronado, finalmente, con un martirio glorioso y admirable.
Moisés, que era tal vez de origen judío, ejercía el sacerdocio en Roma. Según cuenta san Cipriano, encabezaba un grupo del clero del que salieron los primeros mártires de la persecución de Decio (249-251). Los miembros de ese grupo mantuvieron correspondencia epistolar con san Cipriano y el clero de Cartago. En la época se debatía mucho la cuestión de los «lapsi» (o a veces llamados «relapsi»), es decir, los que por miedo u otra debilidad humana, en tiempos de persecución, negaban la fe para salvar su vida, pero luego querían volver al seno de la Iglesia. Las opiniones estaban divididas, y los «rigoristas», que se negaban a que los lapsi fueran readmitidos, gozaban de mucho prestigio. No se había aun desarrollado en la Iglesia una práctica penitencial fuera de la que preparaba al bautismo, y puesto que el bautismo no se podía administrar dos veces, muchos razonaban que quien caía en un asunto tan grave como es negar la fe, quedaba definitivamente fuera de la Iglesia.
Este problema no era nuevo, sino que surgía con cada persecución; a mediados del siglo III, en el contexto de la persecución de Decio, quien representaba las posiciones rigoristas era, entre otros, Novaciano, gran intelectual, cuyos escritos eran muy apreciados, y que se había escrito con san Cipriano de Cartago de modo que parecía que tenían posiciones en común en torno a los lapsi. El Martirologio Romano resume la delicada situación de la Iglesia de Roma: el papa san Fabián había sido martirizado, la sede estuvo vacante por cerca de un año, ya que aun no había sido elegido el papa san Cornelio; en ese interregno los rigoristas cobraron fuerza; pero san Moisés cayó en la cuenta de los peligros del rigorismo de Novaciano y consiguió que su grupo rompiese con él. Moisés estaba preso, pero, apoyado por Cipriano de Cartago, y a la vez apoyando él mismo la lucha que Cipriano llevaba en su propia sede, se opuso a la solución rigorista. El problema no era menor, se jugaba toda una interpretación de la universalidad y la profundidad de la redención realizada por Cristo, y triunfó el espíritu de misericordia y de acogimiento del miembro débil.
En el año 251, tras once meses y once días de prisión, Moisés recibió el martirio: «Fue coronado, finalmente, con un martirio glorioso y admirable», dice el elogio, tomando la frase de una carta de san Cornelio que reproduce Eusebio de Cesarea. Trunfó en la última batalla, de cara al mundo, luego de haber triunfado en la batalla que se libraba internamente en la Iglesia; en la misma carta Cipriano dice que Novaciano «quedó sólo y desnudo», ya que los hermanos que lo habían apoyado estaban volviendo al seno de la verdadera fe. La misma lucha entre la ciertas formas de entender la pureza de la fe y el acogimiento del hermano débil se libró en otros momentos de la historia, y se libra hoy.
Las cartas de san Cipriano informan sobre Moisés, y también Eusebio, en la Histria Eclesiástica, libro VI, cap. 43. Ver Butler-Guinea, tomo IV, pág 419 (con algunos serios errores de imprenta).
Abel Della Costa
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