viernes, 25 de noviembre de 2016

San Pedro de Alejandría y compañeros, mártires - Beata Beatriz de Ornacieux, virgen (25 de noviembre)

San Pedro de Alejandría y compañeros, mártires

fecha: 25 de noviembre
fecha en el calendario anterior: 26 de noviembre
†: 305-311 - país: Egipto
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: En Alejandría de Egipto, san Pedro, obispo y mártir, que, dotado de todas las virtudes, al ser decapitado por mandato del emperador Galerio Maximiano, fue la última víctima de la gran persecución y como el sello de los mártires. Con él se conmemoran tres obispos egipcios, a saber, Hesiquio, Pacomio y Teodoro, junto con otros muchos que, también en Alejandría, sufrieron en la misma persecución y subieron al cielo por medio de cruel espada.
Eusebio califica a este prelado de excelente maestro de la religión cristiano y gran obispo, y dice que fue admirable por su virtud y su conocimiento de la Sagrada Escritura. San Pedro sucedió a san Teonás en la sede de Alejandría el año 300. Gobernó esa iglesia durante doce años. En los últimos nueve de su gobierno, tuvo que hacer frente a la persecución de Diocleciano y de sus sucesores. Pedía constantemente a Dios que otorgase a él y a sus fieles la gracia y el valor necesarios, y exhortaba a los cristianos a mortificar su voluntad para estar preparados a morir por Cristo. Con su ejemplo y su palabra reconfortaba a los confesores del cristianismo, de suerte que fue el padre de muchos mártires que sellaron con su sangre el testimonio de su fe. La vigilancia y solicitud del santo se extendían a todas las diócesis de Egipto, Tebaida y Libia. Como en esa vasta región hubo numerosos cristianos que apostataron, san Pedro publicó catorce cánones sobre la manera de tratar a los apóstatas que querían reconciliarse con la Iglesia. Más tarde, toda la Iglesia de Oriente adoptó esos cánones.
Con el tiempo, san Pedro tuvo que esconderse fuera de Alejandría. Durante su ausencia se produjo el cisma meleciano (diferente del cisma meleciano que estalló en Antioquía, cincuenta años más tarde y que tuvo mayor importancia). No sabemos exactamente qué fue lo que sucedió. Según parece, el obispo de Licópolis, llamado Melecio, empezó a apropiarse las funciones de metropolitano, que correspondían a san Pedro, y ordenó sacerdotes en algunas diócesis cuyos obispos vivían aún, pero estaban escondidos. Para justificar su proceder y aparecer como un defensor de la disciplina, Melecio empezó a difundir ciertas calumnias sobre san Pedro, y aun llegó a decir que éste se había mostrado demasiado indulgente con los apóstatas. Con ello, provocó el cisma que turbó a toda la Iglesia de Egipto, precisamente en los momentos en que los cristianos necesitaban de toda su energía para hacer frente a la persecución. Como Melecio se obstinase en su error, san Pedro no tuvo más remedio que excomulgarlo. Desde el sitio en que se hallaba escondido, el santo continuó administrando su diócesis y alentando a los fieles perseguidos, hasta que por fin pudo regresar a su sede. Pero muy poco después, estalló la persecución de Maximino Daia, césar del Oriente. San Pedro fue capturado inopinadamente y ejecutado sin juicio previo. El Martirologio Romano hace mención de otros tres obispos, Hesiquio, Pacomio y Teodoro, y de un número indeterminado de fieles egipcios a los que «la espada de los perseguidores abrió las puertas del cielo», recuerdo que evoca muchos martirios ocurridos entre el 305 y el 311, pero de los que carecemos de más detalles.
En Egipto se llama a san Pedro «sello de los mártires», porque fue el último de los mártires de Alejandría. También se le llama algunas veces «el que atravesó el muro». La «pasión» griega, aunque carece de toda autoridad histórica, explica así este curioso título: cuando san Pedro fue arrestado, los cristianos se apelotonaron a la puerta de la prisión para rogar por él, y se negaron a retirarse. Al llegar la orden de ejecución, la muchedumbre era tan numerosa, que los oficiales encargados del ajusticiamiento no podían pasar. Entonces, decidieron abrirse paso a sangre entre la multitud. Pero san Pedro se entero de las intenciones de sus verdugos y, para no ser ocasión de tal carnicería, mandó decir secretamente al comandante que perforase el muro de la prisión y le sacase por ahí, durante la noche. Así se hizo, en efecto, y la lluvia y el viento impidieron que la multitud oyese el ruido que hacían los trabajadores. San Pedro instó a los guardias a darse prisa para evitar que la multitud se diese cuenta y fue ejecutado sin que ninguno de los fieles lo supiese.
Existen varias versiones griegas y latinas de una supuesta pasión de san Pedro, pero no merecen crédito alguno. Véase Delehaye, Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 620-621. Por otra parte, Eusebio, en Historia Ecclesiastica, libs. VII, VIII y IV menciona varias veces a este mártir; y el antiguo Breviarium sirio dice el 24 de noviembre: «En Alejandría la Grande, el obispo Pedro, antiguo confesor». Aunque el santo escribió mucho, sólo se conservan algunos fragmentos de sus obras. Hay pruebas de que san Pedro fue muy venerado desde antiguo; por ejemplo, su nombre figuró muy pronto en el Typikon de Jerusalén. Cf. Tillemont, Mémoires, vol. y, pp. 755-757; Bardenhewer, Geschichte der altkirchlicen Literatur, vol. II , pp. 203-211. En Quasten, Patrología, I, puede leerse una reseña biográfica de Pedro, coincidente con la que presentamos, y un catálogo de sus obras, con lo que puede deducirse de su pensameinto a partir de los fragmentos que se conservan.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4300




Beata Beatriz de Ornacieux, virgen

fecha: 25 de noviembre
n.: c. 1260 - †: 1303 / 1309 - país: Francia
canonización: 
Conf. Culto: Pío IX 15 abr 1869

Elogio: En el territorio de Valence, en la Galia, beata Beatriz de Ornacieux, virgen de la Orden Cartuja, insigne por el amor a la Cruz, que vivió y murió con pobreza extrema en el monasterio de Eymeu, fundado por ella misma.
Oración: Por la imitación de la Pasión de Cristo hiciste, Señor, a la beata Beatriz, virgen, una víctima de tu amor; concédenos por su intercesión y ejemplo, compartir aquí en la tierra los padecimientos de tu Hijo y participar un día de tu gloria en Cielo. (oración de la liturgia de la beata, en el propio cartujano)
Beatriz nació en la segunda mitad del siglo XIII, en el solar feudal de la noble familia de los Ornacieux, en los confines del Delfinado y de la Saboya (Sudeste de Francia). Recibió una rica educación cristiana que la llevaría, con apenas 13 años, a abandonar para siempre el mundo para entrar en la cartuja del Monte de Santa María, en el desierto de Parménie (Isére, Francia). Margarita d’Oygnt, monja cartuja que la conoció, nos dejó escrita en lionés su vida. No se ha escrito todavía una biografía crítica sobre la beata Beatriz, ni tengo noticia que se esté intentando.
Según Margarita d’Oygnt, desde los comienzos como monja cartuja, Beatriz se destacó por la santidad de vida. Se manifestó siempre llena de mucha caridad y de una profunda humildad de corazón; procuraba en todo ayudar a sus hermanas de religión y manifestó una gran capacidad para sufrir. Su obediencia extrema y su fidelidad a la vida de oración fueron otros dos rasgos característicos de su vida. Nuestro Señor le concedió el don de lágrimas y en tal grado que estuvo a punto de perder la vista en varias ocasiones. Su gran deseo fue siempre hacer la santa voluntad de Dios. Un día delante del Sagrario pedía a Nuestro Señor que la sacase del mundo para ponerla así a salvo de los continuos ataques del demonio; pero una voz salida del Sagrario le prohibió desear otra cosa que no fuera hacer la voluntad del Señor; entonces sintió interiormente que su deseo de morir se cambiaba por un inmenso anhelo de vivir para la mayor gloria de Dios, y suplicó al Señor que le concediera la salud que en tantos momentos le faltaba debido a sus numerosas enfermedades; pero, una vez más, la voz del Señor se hizo oír diciéndole: «Recibe las consolaciones que te doy y no rehúses los sufrimientos que te envíe»; a partir de entonces, aleccionada por estas locuciones divinas, ya no deseó más algo que no fuera la voluntad divina, convirtiéndose ella misma en un modelo de confianza y de abandono en la Divina Providencia.
Amó profundamente la penitencia, expresión de su amor loco a la Cruz. Se entregaba a prolongados ayunos, se daba sangrientas disciplinas. Fue especialmente devota de la Pasión de Cristo y se dice que perforó su mano izquierda con un clavo para recordar mejor los sufrimientos de la crucifixión. Por otra parte, tuvo que soportar los asaltos frecuentes del demonio, en especial, la tentaba contra de la virtud de la santa pureza, poniéndole delante representaciones obscenas, a las cuales Beatriz siempre resistió con invencible pureza de alma y de cuerpo. En medio de estos ataques del enemigo y de las victorias de la gracia, sentía los consuelos de Jesús y María. Un día la Virgen Santísima le dijo: «Nada temas, ten confianza; soy la Madre del Rey Omnipotente, tu Esposo, la Madre de la misericordia, y tomo tu alma y tu cuerpo bajo mi cuidado y protección; yo te defenderé contra los asaltos del demonio y te salvaguardaré de sus engaños».
Dios la enriqueció con múltiples dones y carismas extraordinarios: gozaba continuamente de la presencia del Señor en visión corporal a su lado; veía a Jesús Niño en la Sagrada Forma eucarística. Y también sentía, en ciertos momentos, las sequedades y los aparentes abandonos de Dios, motivos de gran sufrimiento para su alma. Una noche de Navidad, llena de angustia mortal por la duda de si estaría en pecado mortal, permaneció en su silla en el coro mientras sus hermanas fueron a comulgar; pero, recurriendo con gran devoción a la Divina Misericordia, le pidió que se dignara mostrarle su voluntad para que la cumpliera ciegamente. Entonces, sin saber como, y sintiéndose como que arrastrada por una fuerza superior, se encontró junto al comulgatorio. Comulgó, pues, y el Señor le concedió en esta comunión una infinidad de gracias. Como ejemplo de éstas, se puede referir el hecho de que una porción de la Hostia sagrada se quedó en su boca, sin que la pudiera tragar, con un claro sabor a carne y sangre: esto le produjo gran aflicción; pero, luego sintió cómo esta porción eucarística le pasaba al corazón, abrasándola con un gran fuego de amor, dejándola sumida en un arrobamiento amoroso que permaneció durante varios días; y, todavía más, desde entonces, volvió al perfecto gozo de la unión amorosa con Dios y recobró la perfecta paz del alma, para nunca más perderla.
En 1300 fue obligada, bajo obediencia, a aceptar el priorato de la cartuja de Eymeux, departamento de Drome; en esta nueva fundación cartujana, en el ejercicio del cargo de priora, brillaron sus grandes virtudes. Por fin, el 25 de Noviembre de 1303, el Señor vino a llamar a su esposa para las bodas celestiales, terminando su vida santa en la tierra con una preciosa muerte. Sin embargo, otras fuentes la dan por fallecida a 5 de febrero dos años después. Fue sepultada en Eymeux, y casi de inmediato, empezaron a obrarse milagros en su tumba, extendiéndose su fama de santidad. Algún tiempo después, su cuerpo fue trasladado a su primera cartuja de Parménie.
El 20 de Marzo de 1869, la Santa Sede confirmó su culto inmemorial y el 15 de Abril de 1869 el Beato Pío IX, Papa, aprobó esta sentencia.(Ver "Anal. jur. pont.", 1869, XI, 264). Su fiesta se celebra el día 25 de noviembre, aniversario de su nacimiento para el cielo. Es la única monja cartuja beatificada; no ha dejado ningún escrito.
Bibliografía: Théodore Bellanger, «La Bienheureuse Beatriz d’Ornacieux», Baratier, Grenoble, 1886. Charles Le Couteulx, «Annales Ordinis Cartusiensis ab anno 1084 ad annum 1429», Cartuja Notre-Dame des Près, Montreuil-sur-Mer, 1889, t.5, pp.6-23. Léon Le Vasseur, «Ephemerides Ordinis Cartusiensis», Cartuja Notre-Dame des Près, Montreuil-sur-Mer, 1892, t.4, pp.419-432. Marguerite d’Oingt, «Li via Seiti Biatrix Virgina de Ornaciu», in Antonin Duraffour, Pierre Gardette y Paulette Durdilly (eds.), Les Oeuvres de Marguerite d’Oignt, publicacions de l’Institut de Linguistique Romane de Lyon 21, Societé d’édition «Les Belles Lettres», Paris, 1965. C. Bouvier, «La Bienheureuse Beatriz d’Ornacieux», Religieuse de Parménie, Edit. Resiac, Montsurs, 1975. Juan Mayo Escudero, «Santos y Beatos de la Cartuja», Analecta Cartusiana 159, Universität Salzburg, Salzburg, 2000, pp.123-128.
Artículo tomado de un interesante blog dedicado a santa Beatriz da Silva y las santas llamadas Beatriz, pero que lamentablemente no tiene nombre de autor.

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