San Pedro de Alejandría y compañeros, mártires
fecha: 25 de noviembre
fecha en el calendario anterior: 26 de noviembre
†: 305-311 - país: Egipto
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 26 de noviembre
†: 305-311 - país: Egipto
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Alejandría de Egipto, san Pedro,
obispo y mártir, que, dotado de todas las virtudes, al ser decapitado por
mandato del emperador Galerio Maximiano, fue la última víctima de la gran persecución
y como el sello de los mártires. Con él se conmemoran tres obispos egipcios, a
saber, Hesiquio, Pacomio y Teodoro, junto con otros muchos que, también en
Alejandría, sufrieron en la misma persecución y subieron al cielo por medio de
cruel espada.

Eusebio califica a este prelado de
excelente maestro de la religión cristiano y gran obispo, y dice que fue
admirable por su virtud y su conocimiento de la Sagrada Escritura. San Pedro
sucedió a san Teonás en la sede de Alejandría el año 300. Gobernó esa iglesia
durante doce años. En los últimos nueve de su gobierno, tuvo que hacer frente a
la persecución de Diocleciano y de sus sucesores. Pedía constantemente a Dios
que otorgase a él y a sus fieles la gracia y el valor necesarios, y exhortaba a
los cristianos a mortificar su voluntad para estar preparados a morir por
Cristo. Con su ejemplo y su palabra reconfortaba a los confesores del
cristianismo, de suerte que fue el padre de muchos mártires que sellaron con su
sangre el testimonio de su fe. La vigilancia y solicitud del santo se extendían
a todas las diócesis de Egipto, Tebaida y Libia. Como en esa vasta región hubo
numerosos cristianos que apostataron, san Pedro publicó catorce cánones sobre
la manera de tratar a los apóstatas que querían reconciliarse con la Iglesia.
Más tarde, toda la Iglesia de Oriente adoptó esos cánones.
Con el tiempo, san Pedro tuvo que
esconderse fuera de Alejandría. Durante su ausencia se produjo el cisma
meleciano (diferente del cisma meleciano que estalló en Antioquía, cincuenta años
más tarde y que tuvo mayor importancia). No sabemos exactamente qué fue lo que
sucedió. Según parece, el obispo de Licópolis, llamado Melecio, empezó a
apropiarse las funciones de metropolitano, que correspondían a san Pedro, y
ordenó sacerdotes en algunas diócesis cuyos obispos vivían aún, pero estaban
escondidos. Para justificar su proceder y aparecer como un defensor de la
disciplina, Melecio empezó a difundir ciertas calumnias sobre san Pedro, y aun
llegó a decir que éste se había mostrado demasiado indulgente con los
apóstatas. Con ello, provocó el cisma que turbó a toda la Iglesia de Egipto,
precisamente en los momentos en que los cristianos necesitaban de toda su
energía para hacer frente a la persecución. Como Melecio se obstinase en su
error, san Pedro no tuvo más remedio que excomulgarlo. Desde el sitio en que se
hallaba escondido, el santo continuó administrando su diócesis y alentando a
los fieles perseguidos, hasta que por fin pudo regresar a su sede. Pero muy
poco después, estalló la persecución de Maximino Daia, césar del Oriente. San
Pedro fue capturado inopinadamente y ejecutado sin juicio previo. El
Martirologio Romano hace mención de otros tres obispos, Hesiquio, Pacomio y
Teodoro, y de un número indeterminado de fieles egipcios a los que «la espada
de los perseguidores abrió las puertas del cielo», recuerdo que evoca muchos
martirios ocurridos entre el 305 y el 311, pero de los que carecemos de más
detalles.
En Egipto se llama a san Pedro «sello de
los mártires», porque fue el último de los mártires de Alejandría. También se
le llama algunas veces «el que atravesó el muro». La «pasión» griega, aunque
carece de toda autoridad histórica, explica así este curioso título: cuando san
Pedro fue arrestado, los cristianos se apelotonaron a la puerta de la prisión
para rogar por él, y se negaron a retirarse. Al llegar la orden de ejecución,
la muchedumbre era tan numerosa, que los oficiales encargados del
ajusticiamiento no podían pasar. Entonces, decidieron abrirse paso a sangre
entre la multitud. Pero san Pedro se entero de las intenciones de sus verdugos
y, para no ser ocasión de tal carnicería, mandó decir secretamente al
comandante que perforase el muro de la prisión y le sacase por ahí, durante la
noche. Así se hizo, en efecto, y la lluvia y el viento impidieron que la
multitud oyese el ruido que hacían los trabajadores. San Pedro instó a los
guardias a darse prisa para evitar que la multitud se diese cuenta y fue
ejecutado sin que ninguno de los fieles lo supiese.
Existen varias versiones griegas y latinas
de una supuesta pasión de san Pedro, pero no merecen crédito alguno. Véase
Delehaye, Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 620-621. Por
otra parte, Eusebio, en Historia Ecclesiastica, libs. VII, VIII y IV menciona
varias veces a este mártir; y el antiguo Breviarium sirio dice el 24 de
noviembre: «En Alejandría la Grande, el obispo Pedro, antiguo confesor». Aunque
el santo escribió mucho, sólo se conservan algunos fragmentos de sus obras. Hay
pruebas de que san Pedro fue muy venerado desde antiguo; por ejemplo, su nombre
figuró muy pronto en el Typikon de Jerusalén. Cf. Tillemont, Mémoires, vol. y,
pp. 755-757; Bardenhewer, Geschichte der altkirchlicen Literatur, vol. II , pp.
203-211. En Quasten, Patrología, I, puede leerse una reseña biográfica de
Pedro, coincidente con la que presentamos, y un catálogo de sus obras, con lo
que puede deducirse de su pensameinto a partir de los fragmentos que se
conservan.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4300
Beata Beatriz de Ornacieux, virgen
fecha: 25 de noviembre
n.: c. 1260 - †: 1303 / 1309 - país: Francia
canonización: Conf. Culto: Pío IX 15 abr 1869
n.: c. 1260 - †: 1303 / 1309 - país: Francia
canonización: Conf. Culto: Pío IX 15 abr 1869
Elogio: En el territorio de Valence, en la Galia, beata Beatriz de Ornacieux,
virgen de la Orden Cartuja, insigne por el amor a la Cruz, que vivió y murió
con pobreza extrema en el monasterio de Eymeu, fundado por ella misma.
Oración: Por la imitación de la Pasión de
Cristo hiciste, Señor, a la beata Beatriz, virgen, una víctima de tu amor;
concédenos por su intercesión y ejemplo, compartir aquí en la tierra los
padecimientos de tu Hijo y participar un día de tu gloria en Cielo. (oración de
la liturgia de la beata, en el propio cartujano)

Beatriz nació en la segunda mitad del
siglo XIII, en el solar feudal de la noble familia de los Ornacieux, en los
confines del Delfinado y de la Saboya (Sudeste de Francia). Recibió una rica
educación cristiana que la llevaría, con apenas 13 años, a abandonar para
siempre el mundo para entrar en la cartuja del Monte de Santa María, en el
desierto de Parménie (Isére, Francia). Margarita d’Oygnt, monja cartuja que la
conoció, nos dejó escrita en lionés su vida. No se ha escrito todavía una
biografía crítica sobre la beata Beatriz, ni tengo noticia que se esté
intentando.
Según Margarita d’Oygnt, desde los
comienzos como monja cartuja, Beatriz se destacó por la santidad de vida. Se
manifestó siempre llena de mucha caridad y de una profunda humildad de corazón;
procuraba en todo ayudar a sus hermanas de religión y manifestó una gran
capacidad para sufrir. Su obediencia extrema y su fidelidad a la vida de
oración fueron otros dos rasgos característicos de su vida. Nuestro Señor le
concedió el don de lágrimas y en tal grado que estuvo a punto de perder la
vista en varias ocasiones. Su gran deseo fue siempre hacer la santa voluntad de
Dios. Un día delante del Sagrario pedía a Nuestro Señor que la sacase del mundo
para ponerla así a salvo de los continuos ataques del demonio; pero una voz
salida del Sagrario le prohibió desear otra cosa que no fuera hacer la voluntad
del Señor; entonces sintió interiormente que su deseo de morir se cambiaba por
un inmenso anhelo de vivir para la mayor gloria de Dios, y suplicó al Señor que
le concediera la salud que en tantos momentos le faltaba debido a sus numerosas
enfermedades; pero, una vez más, la voz del Señor se hizo oír diciéndole:
«Recibe las consolaciones que te doy y no rehúses los sufrimientos que te
envíe»; a partir de entonces, aleccionada por estas locuciones divinas, ya no
deseó más algo que no fuera la voluntad divina, convirtiéndose ella misma en un
modelo de confianza y de abandono en la Divina Providencia.
Amó profundamente la penitencia, expresión
de su amor loco a la Cruz. Se entregaba a prolongados ayunos, se daba
sangrientas disciplinas. Fue especialmente devota de la Pasión de Cristo y se
dice que perforó su mano izquierda con un clavo para recordar mejor los
sufrimientos de la crucifixión. Por otra parte, tuvo que soportar los asaltos
frecuentes del demonio, en especial, la tentaba contra de la virtud de la santa
pureza, poniéndole delante representaciones obscenas, a las cuales Beatriz
siempre resistió con invencible pureza de alma y de cuerpo. En medio de estos
ataques del enemigo y de las victorias de la gracia, sentía los consuelos de
Jesús y María. Un día la Virgen Santísima le dijo: «Nada temas, ten confianza;
soy la Madre del Rey Omnipotente, tu Esposo, la Madre de la misericordia, y
tomo tu alma y tu cuerpo bajo mi cuidado y protección; yo te defenderé contra
los asaltos del demonio y te salvaguardaré de sus engaños».
Dios la enriqueció con múltiples dones y
carismas extraordinarios: gozaba continuamente de la presencia del Señor en
visión corporal a su lado; veía a Jesús Niño en la Sagrada Forma eucarística. Y
también sentía, en ciertos momentos, las sequedades y los aparentes abandonos
de Dios, motivos de gran sufrimiento para su alma. Una noche de Navidad, llena
de angustia mortal por la duda de si estaría en pecado mortal, permaneció en su
silla en el coro mientras sus hermanas fueron a comulgar; pero, recurriendo con
gran devoción a la Divina Misericordia, le pidió que se dignara mostrarle su
voluntad para que la cumpliera ciegamente. Entonces, sin saber como, y
sintiéndose como que arrastrada por una fuerza superior, se encontró junto al
comulgatorio. Comulgó, pues, y el Señor le concedió en esta comunión una
infinidad de gracias. Como ejemplo de éstas, se puede referir el hecho de que
una porción de la Hostia sagrada se quedó en su boca, sin que la pudiera
tragar, con un claro sabor a carne y sangre: esto le produjo gran aflicción;
pero, luego sintió cómo esta porción eucarística le pasaba al corazón,
abrasándola con un gran fuego de amor, dejándola sumida en un arrobamiento
amoroso que permaneció durante varios días; y, todavía más, desde entonces,
volvió al perfecto gozo de la unión amorosa con Dios y recobró la perfecta paz
del alma, para nunca más perderla.
En 1300 fue obligada, bajo obediencia, a
aceptar el priorato de la cartuja de Eymeux, departamento de Drome; en esta
nueva fundación cartujana, en el ejercicio del cargo de priora, brillaron sus
grandes virtudes. Por fin, el 25 de Noviembre de 1303, el Señor vino a llamar a
su esposa para las bodas celestiales, terminando su vida santa en la tierra con
una preciosa muerte. Sin embargo, otras fuentes la dan por fallecida a 5 de
febrero dos años después. Fue sepultada en Eymeux, y casi de inmediato,
empezaron a obrarse milagros en su tumba, extendiéndose su fama de santidad.
Algún tiempo después, su cuerpo fue trasladado a su primera cartuja de
Parménie.
El 20 de Marzo de 1869, la Santa Sede
confirmó su culto inmemorial y el 15 de Abril de 1869 el Beato Pío IX, Papa,
aprobó esta sentencia.(Ver "Anal. jur. pont.", 1869, XI, 264). Su
fiesta se celebra el día 25 de noviembre, aniversario de su nacimiento para el
cielo. Es la única monja cartuja beatificada; no ha dejado ningún escrito.
Bibliografía: Théodore Bellanger, «La
Bienheureuse Beatriz d’Ornacieux», Baratier, Grenoble, 1886. Charles Le
Couteulx, «Annales Ordinis Cartusiensis ab anno 1084 ad annum 1429», Cartuja
Notre-Dame des Près, Montreuil-sur-Mer, 1889, t.5, pp.6-23. Léon Le Vasseur,
«Ephemerides Ordinis Cartusiensis», Cartuja Notre-Dame des Près,
Montreuil-sur-Mer, 1892, t.4, pp.419-432. Marguerite d’Oingt, «Li via Seiti
Biatrix Virgina de Ornaciu», in Antonin Duraffour, Pierre Gardette y Paulette
Durdilly (eds.), Les Oeuvres de Marguerite d’Oignt, publicacions de l’Institut
de Linguistique Romane de Lyon 21, Societé d’édition «Les Belles Lettres»,
Paris, 1965. C. Bouvier, «La Bienheureuse Beatriz d’Ornacieux», Religieuse de
Parménie, Edit. Resiac, Montsurs, 1975. Juan Mayo Escudero, «Santos y Beatos de
la Cartuja», Analecta Cartusiana 159, Universität Salzburg, Salzburg, 2000,
pp.123-128.
Artículo tomado de un interesante blog dedicado a santa Beatriz da Silva y las santas llamadas Beatriz, pero que lamentablemente no tiene nombre de autor.
Artículo tomado de un interesante blog dedicado a santa Beatriz da Silva y las santas llamadas Beatriz, pero que lamentablemente no tiene nombre de autor.
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
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