domingo, 25 de diciembre de 2016

Beata María de los Apóstoles von Wüllenweber, virgen y fundadora -San Alberto Chmielowski, religioso y fundador (25 de diciembre)

Beata María de los Apóstoles von Wüllenweber, virgen y fundadora

fecha: 25 de diciembre
n.: 1833 - †: 1907 - país: Italia
canonización: 
B: Pablo VI 13 oct 1968
hagiografía: Congregación

Elogio: En Roma, beata María de los Apóstoles (María Teresa) von Wüllenweber, virgen, alemana de origen, que inflamada por el ardor misionero fundó el Instituto de Hermanas del Divino Salvador, en Tivoli, población del Lacio.
Therese von Wüllenweber nació un 19 de febrero de 1833, en el seno de una noble familia alemana, en concreto en el castillo de Myllendonk, no lejos de la ciudad de Colonia. Fue la primera de cinco hermanas y creció en un hogar devoto y lleno de vida y amor, recibiendo una notable educación, como le correspondía por su nobleza.
Poseía desde temprana edad una inclinación a la vida apostólica y en concreto a la actividad misionera y toda su vida fue una continua búsqueda y maduración de este ímpetu/vocación, pero en aquel tiempo no existía una orden femenina donde ella pudiera tener una experiencia misionera. En 1875 conoció al Obispo Raimondi -Vicario Apostólico de Hong Kong- quién, viendo su gran espíritu misionero, le animó a establecer una nueva fundación misionera. Pero no era el tiempo adecuado, el «Kulturkampf», una legislación anticatólica, había prohibido entre otras cosas el establecimiento de nuevas comunidades religiosas en Alemania. Sin embargo Teresa emitió ese mismo año un voto privado de que su vida y sus bienes serían dedicados enteramente para el bien de las misiones y de la iglesia. En esos días plasmaba su celo y entusiasmo misionero en un poema titulado «Impulso».
Teresa rondaba ya los 50 y no había encontrado lo que buscaba. Sin embargo todo esto cambió el 12 de abril de 1882 cuando por casualidad (si existe la casualidad) cayó en sus manos el «Kölnische Volkszeitung» en el que se anunciaba la publicación misionera de los salvatorianos «Der Missionär». Ahí leyó que el objetivo de esta nueva sociedad era difundir y defender la fe católica mediante todos los medios y maneras posibles, en casa y en las misiones. Inmediatamente se puso en contacto con el P. Lüthen en Munich y luego ya todo fue muy deprisa. El 4 de julio se encuentra con el P. Jordan, que sólo 6 meses antes (el 8 de diciembre de 1881) había fundado a los Salvatorianos, y ambos descubren tener la misma vocación y carisma por la misión y el trabajo apostólico y que la mano de la Divina Providencia les había unido. Teresa quedó sorprendida por la persona del Fundador: «¡Se quedó con nosotras 3 días! Difícilmente podría aguardarme una alegría más grande. Me dio la impresión de un ferviente y verdadero apóstol. Me pareció un santo mandado por Dios mismo».
El resultado de este mutuo sentir, y una vez superadas un sin fin de dificultades y pruebas, fue la Fundación en Tívoli (cerca de Roma) el 8 de diciembre de 1888 de la Congregación de las Hermanas del Divino Salvador. Teresa en adelante sería María de los Apóstoles. El 25 de marzo de 1889 emitía públicamente sus votos perpetuos y Jordan la designó Superiora General. La Comunidad de las Salvatorianas creció rápidamente: En 1892 había 50 Hermanas en Tívoli y el informe de 1900 habla de 120.
Si bien el deseo misionero de la Madre María no pudo ser realidad en su propia persona, pronto sí lo fue en la Congregación, «su fuego fue prendiendo otros fuegos»: En diciembre de 1890 las primeras 3 Hermanas acompañaban a 2 Padres y 2 Hermanos a ASSAM / La India para iniciar la Primera Misión Salvatoriana. Tres años después 5 Hermanas iniciaron otro proyecto misionero en Ecuador. Y en mayo de 1895 otras 3 Hermanas iban a los Estados Unidos. Hoy 1.250 Hermanas trabajan en 30 países repartidos por los 5 Continentes. El 25 de diciembre de 1907, a medianoche, durante la celebración de la liturgia de Navidad, Madre María se fue de Roma al Cielo. Pasado un corto tiempo y desde fuera de la comunidad fueron llegando reconocimientos de su santidad. La devoción hacia ella crecía. El Papa Pablo VI beatificó a la Madre María de los Apóstoles el 13 de Octubre de 1968 destacando durante su homilía «su espíritu misionero en un tiempo en que no había mujeres misioneras». El gran amor de la Madre María por las misiones y su espíritu apostólico siguen encendiendo hoy los corazones de muchas mujeres y hombres salvatorianos alrededor del mundo.
Tomado del artículo firmado por Fernando López, SDS en Amsala, revista de la Asociación Misionera Salvatoriana para Latinoamérica, nº 47, abril de 2008, pp 16-17.
fuente: Congregación
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4613






San Alberto Chmielowski, religioso y fundador

fecha: 25 de diciembre
n.: 1845 - †: 1916 - país: Polonia
canonización: 
B: Juan Pablo II 22 jun 1983 - C: Juan Pablo II 12 nov 1989
hagiografía: «L`Osservatore Romano»

Elogio: En Cracovia, en Polonia, san Alberto (Adán) Chmielowski, religioso, célebre pintor, que se entregó a los pobres procurando ser bueno con todos, y para ello fundó las Congregaciones de Hermanos y Hermanas de la Tercera Orden Regular de San Francisco, siervos de los pobres.
Alberto Chmielowski, en el siglo Adán, nació en Igolomia, cerca de Cracovia (Polonia), el 20 de agosto de 1845, de padres nobles: Adalberto y Josefina Borzyslawska. Creció en un clima de ideales patrióticos, de una profunda fe en Dios y de amor cristiano hacia los pobres. Quedó huérfano muy pronto y sus familiares se hicieron cargo de él y de los demás hermanos, ocupándose de su formación.
A los 18 años se matriculó en el Instituto Politécnico de Pulawy. Tomó parte en la insurrección de Polonia en 1863. Cayó prisionero y se le amputó una pierna a causa de una herida. Al fracasar la insurrección, se trasladó al extranjero, huyendo de la represalia zarista. En Gante (Bélgica) inició estudios de ingeniería. Dotado de buenas cualidades artísticas, decidió estudiar pintura en París y en Munich. En 1874, maduro ya como artista, regresó a Polonia, decidido a dedicar «el arte, el talento y sus aspiraciones a la gloria de Dios». Comenzaron así a predominar en sus actividades artísticas los temas religiosos. Uno de los mejores cuadros, el «Ecce Homo», fue el resultado de una experiencia profunda del amor misericordioso de Cristo hacia el hombre, experiencia que llevó a Chmielowski a su transformación espiritual.
En 1880 entró en la Compañía de Jesús como hermano lego. Después de seis meses tuvo que dejar el noviciado por su mala salud. Superada una profunda crisis espiritual, comenzó una nueva vida, dedicada totalmente a Dios y a los hermanos. Acercándose a la miseria material y moral de quienes carecen de techo y a los desheredados en los dormitorios públicos de Cracovia, descubrió en la dignidad menospreciada de aquellos pobrecillos el rostro humillado de Cristo, y decidió por amor del Señor renunciar al arte y vivir al lado de los marginados una vida pobre, dedicándoles toda su persona.
El 25 de agosto de 1887 vistió el sayal gris y tomó el nombre de hermano Alberto. Pasado un año, pronunció los votos religiosos, iniciando la congregación de los Hermanos de la Orden Tercera de San Francisco, denominados Siervos de los Pobres o Albertinos. En 1891 fundó la rama femenina de la misma congregación (Albertinas) con la finalidad de socorrer a las mujeres necesitadas y a los niños. El hermano Alberto organizó asilos para pobres, casas para mutilados e incurables, envió a las hermanas a trabajar en hospitales militares y lazaretos, fundó comedores públicos para pobres, y asilos y orfanotrofios para niños y jóvenes sin techo. En los asilos para los pobres, los hambrientos recibían pan; los sin techo, alojamiento; los desnudos, vestidos; y los desocupados eran orientados a un trabajo. Todos contaban con su ayuda, sin distinción de religión o nacionalidad. En la medida en que satisfacía las necesidades elementales de los pobres, el hermano Alberto se ocupaba también paternalmente de sus almas, tratando de reavivar en ellos la dignidad humana, ayudándoles a reconciliarse con Dios.
Tomaba fuerza del misterio de la Eucaristía y de la Cruz para su acción caritativa. A pesar de su invalidez, viajaba mucho para fundar nuevos asilos en otras ciudades de Polonia y para visitar las casas religiosas. Gracias a su espíritu emprendedor, cuando murió dejó fundadas 21 casas religiosas en las cuales prestaban su trabajo 40 hermanos y 120 religiosos.
Murió, de cáncer de estómago, el día de Navidad de 1916 en Cracovia, en el asilo por él fundado, pobre entre los pobres. Antes de su muerte dijo a los hermanos y hermanas, señalando a la Virgen de Czestochowa: «Esta Virgen es vuestra fundadora, recordadlo». Y: «Ante todo, observad la pobreza». Su entera dedicación a Dios mediante el servicio a los más necesitados, su pobreza evangélica a imitación de San Francisco de Asís, su filial confianza en la divina Providencia, su espíritu de oración y su unión con Dios en el trabajo de cada día son la herencia que ha dejado el hermano Alberto a sus hijos e hijas espirituales. Enseñó a todos con el ejemplo de su vida que «es necesario ser buenos como el pan, que está en la mesa, y que cada cual puede tomar para satisfacer el hambre».
La herencia espiritual del hermano Alberto pervive en sus congregaciones, que extienden su acción misionera por tierras de Polonia, Italia, Estados Unidos y Argentina. Convencidos de la santidad del hermano Alberto, sus contemporáneos lo definieron como «el hombre más grande de su generación». Considerado el San Francisco polaco del siglo XX, el hermano Alberto fue beatificado en Cracovia el 22 de junio de 1983 por el Papa Juan Pablo II, quien también lo canonizó el 12 de noviembre de 1989 en Roma.
Texto publicado en el Osservatore Romano, y que tomamos de Franciscanos.org, se reproduce allí mismo, en castellano, la homilía del Santo Padre en la misa de canonización, y una semblanza en "Don y Misterio", del mismo Papa.
fuente: «L`Osservatore Romano»
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