Es posible rehacer el PT desde las bases
2016-12-09
En el fin de
semana del 3 al 4 de diciembre me tocó vivir en las afueras de Belo Horizonte
una experiencia portadora de esperanza: políticos, en su mayoría de del PT,
hicieron su 21ª reunión anual para discutir los caminos de la política a partir
de las bases y de los movimientos populares de Minas Gerais. Allí estaban
decenas de nuevos alcaldes y concejales. Algo les unía: la articulación entre
fe y política. La fe da una especie de mística de compromiso con los más pobres
(proyecto de Jesús) y la política como el campo donde se lleva a cabo ese
propósito. El representante estatal del PT y actual presidente de la Cámara
estatal, Durval Ângelo de Andrade, líder agregador y carismático, ha organizado
esta articulación que abarca todo el estado de Minas Gerais. Invita a buenos
asesores, pero los participantes son los protagonistas en la discusión en
grupos y en la toma de decisiones. Un aura de espiritualidad, típica de los
mineros activistas políticos cristianos marcaba el ambiente. El ex arzobispo
José María Pires (Dom Zumbi), de 97 años, celebró la eucaristía e hizo una
excelente homilía sobre la importancia de comprometerse con el pueblo si
queremos hacer una política liberadora.
Creo
que aquí se muestra un ejemplo, que ll ya 21 años, de cómo el PT, inmerso en
una crisis grave, puede regar sus raíces y reanudar su caminada. He ahí una
mística, hecha de ideas y valores sólidos que informan las prácticas, bien en
el sentido secular o en el sentido cristiano, como expresión del Reino, el
sueño de Jesús, construyéndose en la historia. En reuniones como estas no hay
desaliento, sino alegría de luchar junto con el pueblo. Lo que se hace en Minas
debería hacerse en todas las bases del PT en todo Brasil . Entonces sí que se
produciría la reanudación de un proyecto de pueblo y de nación soberana con
ética y pasión.
Añado
a mi testimonio, la reflexión crítica y relevante de Frei Betto en "La
hora de la autocrítica".
"Sigo
haciendo coro con 'Fuera Temer' y denunciando la usurpación del vice de Dilma
como un golpe parlamentario. Sin embargo, las fuerzas políticas progresistas,
que dieron la victoria al PT en cuatro elecciones presidenciales, deben hacer
autocrítica.
No
hay duda de que los 13 años de gobierno del PT fueron los mejores de nuestra
historia republicana. No para el FMI y los grandes corruptores, golpeados por
la autonomía del Ministerio Público y la Policía Federal, ni para los intereses
estadounidenses, afectados por una política exterior independiente, ni para
aquellos que están a favor de la financiación de las campañas electorales por
parte de empresas y bancos, ni para los invasores de las tierras indígenas y
los quilombos.
Los
últimos 13 años fueron mejores para 45 millones de brasileños que se
beneficiaron de los programas sociales y salieron de la miseria; para aquellos
que reciben el salario mínimo, ajustado anualmente por encima de la inflación;
para los que han podido entrar en la universidad gracias al sistema de cuotas,
al ProUni y al Fies; para el mercado nacional, fortalecido por la lucha contra
la inflación; para millones de familias que se beneficiaron de Luz para Todos y
del programa Mi Casa, Mi Vida; para todos los pacientes atendidos en el
programa Más Médicos.
Sin
embargo, cometimos errores. El golpe fue posible también por nuestros errores.
En 13 años no promovimos la alfabetización política de la población. No
organizamos las bases populares. No valoramos los medios de comunicación que
apoyaron al gobierno ni tomamos iniciativas eficaces para la democratización de
los medios de comunicación. No adoptamos una política económica orientada al
mercado interno.
En
los momentos de dificultades llamamos a los incendiarios para apagar el fuego,
es decir, a los economistas neoliberales que piensan por la cabeza de los
rentistas. No hicimos ninguna reforma estructural, como la agraria, la
tributaria y la de seguridad social. Hoy somos víctimas de la omisión en lo que
respecta a la reforma política.
¿En
qué baúl de la vergüenza guardamos a los autores que enseñan a analizar la
realidad desde la perspectiva liberadora de los oprimidos? ¿Dónde están los
núcleos de base, las comunidades populares, el sentido crítico en el arte y en
la fe?
¿Por
qué abandonamos las periferias, tratamos a los movimientos sociales como menos
importantes y cerramos las escuelas y los centros de formación de militantes?
Nos
dejamos contaminar por la derecha. Aceptamos la adulación de sus empresarios,
disfrutamos de sus prerrogativas, hicimos del poder un trampolín para la
ascensión ascensión social. Cambiamos un proyecto de Brasil por un proyecto de
poder. Ganar las elecciones se volvió más importante que promover cambios a
través de la movilización de los movimientos sociales. Engañados, abrazamos una
concepción burguesa del Estado, como si no pudiera ser una herramienta en manos
de las fuerzas populares, y mereciera siempre estar preparado por las élites.
Ahora
llegó la factura de los errores cometidos. Dejemos, sin embargo, el pesimismo
para tiempos mejores. Es el momento de hacer autocrítica en la práctica y
organizar la esperanza".
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