San Claudio de La Colombière, religioso presbítero
fecha: 15 de febrero
n.: 1641 - †: 1682 - país: Francia
canonización: B: Pío XI 16 jun 1929 - C: Juan Pablo II 31 may 1992
hagiografía: Vaticano
n.: 1641 - †: 1682 - país: Francia
canonización: B: Pío XI 16 jun 1929 - C: Juan Pablo II 31 may 1992
hagiografía: Vaticano
Elogio: En Paray-le-Monial, de Borgoña, en Francia, san Claudio La
Colombière, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, que, siendo hombre
entregado a la oración, con sus consejos dirigió a muchos en su esfuerzo para
amar a Dios.
refieren a este santo: Santa Margarita
María Alacoque

Claudio La Colombière, tercer hijo del
notario Beltrán La Colombière y Margarita Coindat, nació el 2 de febrero de
1641 en St. Symphorien, Delfinado. Trasladada la familia a Vienne, aquí recibió
Claudio la primera educación escolar, que después completó en Lyón con el
estudio de la Retórica y la Filosofía. En este último período precisamente se
sintió llamado a la vida religiosa en la Compañía de Jesús, si bien no
conocemos los motivos que le llevaron a esta decisión. En cambio, sí nos ha
dejado esta confesión en uno de sus escritos: "Sentía enorme aversión a la
vida que abrazaba". Es fácil de comprender esta afirmación para quien se
haya interesado por la vida de Claudio, cuya naturaleza, muy sensible a las
relaciones familiares y de amistad, era también harto inclinada a la literatura
y el arte, y a cuanto hay de más digno en la vida de sociedad. Pero no era
hombre que se dejase guiar del sentimiento, por otra parte.
A los 17 años entró en el Noviciado de la
Compañía de Jesús de Aviñón. En 1660 pasó del Noviciado al Colegio, en la misma
ciudad, para concluir los estudios de Filosofía y pronunciar los primeros votos
religiosos. Al terminar el curso fue nombrado profesor de Gramática y
Literatura, función que desempeñó durante cinco años en dicho Colegio. En 1666
se le envió a París, a estudiar Teología en el Colegio de Clermont; en la misma
época se le confió una misión de gran responsabílidad. La notable aptitud
demostrada por Claudio a los estudios humanísticos, unida a sus dotes de
prudencia y finura, movieron a los Superiores a elegirlo preceptor de los hijos
de Colbert, Ministro de Finanzas de Luis XIV. Finalizados los estudios de
Teología y ordenado Sacerdote, volvió de nuevo a Lyón en calidad de profesor
durante un tiempo para dedicarse después enteramente a la predicación y a la
dirección de la Congregación Mariana.
La predicación de La Colombière se
distinguió siempre por su solidez y hondura; no se perdía en vaguedades sino
que habilmente se dirigía al auditorio concreto y, con tan vigorosa inspiración
evangélica, que infundía en todos serenidad y confianza en Dios. Las ediciones
de sus sermones produjeron -y siguen produciendo hoy- abundantes frutos
espirituales; porque, tenidos en cuenta el lugar y la duración de su
ministerio, resultan menos envejecidos que los de otros oradores de mayor fama.
El año 1674 fue decisivo en la vida de Claudio. Hizo la Tercera Probación en la
"Maison de Saint-Joseph" de Lyón y, en el mes de Ejercicios que es
costumbre hacer, el Señor lo fue preparando a la misión que le tenía reservada.
Los apuntes de este período nos permiten seguir paso a paso las luchas y
triunfos de su espíritu, extraordinariamente sensible a los atractivos humanos,
pero generoso con Dios. El voto que hizo de observar todas las Constituciones y
Reglas de la Compañía no tenía por objeto esencial la vinculación a una serie
de observancias minuciosas, sino la realización del recio ideal de apóstol
descrito por San Ignacio. Precisamente porque este ideal le pareció espléndido,
Claudio lo asumió como programa de santidad. El subsiguiente sentimiento de
liberación que experimentó junto con una mayor apertura de los horizontes
apostólicos -testimoniados en su diario espiritual- prueban que ello había
respondido a una invitación de Jesucristo mismo.
El 2 de febrero de 1675 hizo la Profesión
solemne y fue nombrado Rector del Colegio de Paray-le-Monial. No faltó quien se
sorprendiera de que un hombre tan eminente fuera destinado a una ciudad tan
recóndita como Paray. La explicación se halla en el hecho de que los Superiores
sabían que aquí, en el Monasterio de la Visitación, vivía en angustiosa
incertidumbre una humilde religiosa, Margarita María Alacoque, a la que el
Señor estaba revelando los tesoros de su Corazón; y esperaba que el mismo Señor
cumpliese su promesa de enviarle un "siervo fiel y amigo perfecto
suyo" que le ayudaría a cumplir la misión a que la tenía destinada:
manifestar al mundo las insondables riquezas de su amor. Una vez en su nuevo
destino y mantenidos los primeros encuentros con Margarita María, ésta le abrió
enteramente su espíritu y, por tanto, también las comunicaciones que ella creía
recibir del Señor. El Padre dio su aprobación plena y le sugirió que pusiera
por escrito lo que ocurría en su alma, a la vez que la orientaba y sostenía en
el cumplimiento de la misión recibida. Cuando después, gracias a la luz divina
que recibía en la oración y el discernimiento, estuvo seguro de que Cristo
deseaba el culto de su Corazón, se entregó a él sin reservas, como atestiguan
su dedicación y sus apuntes espirituales. En éstos aparece claro que, ya antes
de las confidencias de Margarita María Alacoque y siguiendo las directrices de
San Ignacio, Claudio había llegado a la contemplación del Corazón de Cristo
como símbolo de su mismo amor.
Tras año y medio de permanencia en Paray,
en 1676 el P. La Colombière salió hacia Londres, nombrado predicador de la
Duquesa de York. Era una misión sumamente delicada, dados los sucesos que
sacudían a Inglaterra en este momento; antes de finales de octubre del mismo
año, el Padre ocupaba ya el apartamento a él reservado en el palacio de St.
James. Ademas de predicar en la capilla y dedicarse a la dirección espiritual
sin tregua, oral y escrita, Claudio pudo entregarse a la sólida instrucción
religiosa de no pocas personas que habían abandonado la Iglesia Romana. Y, si
bien entre grandes peligros, gozó del consuelo de ver volver a muchos, hasta el
punto de que al cabo de un año decía: "Podría escribir todo un libro sobre
las misericordias de que he sido testigo desde que estoy aquí".
Esta intensidad de trabajo y el clima
minaron su salud y comenzaron a manifestarse los primeros síntomas de una
afección pulmonar. Pero el P. Claudio prosiguió con su mismo plan de vida. A
finales de 1678 fue arrestado de repente, bajo la acusación calumniosa de
conspiración papista. A los dos días se le trasladó a la horrenda cárcel de
King's Bench y allí permaneció tres semanas sometido a graves privaciones,
hasta que se le expulsó de Inglaterra por Decreto real. Todos estos
padecimientos fueron minando aún más su salud, que fue empeorando con altibajos
a su vuelta a Francia. Habiéndose agravado notablemente, se le envió de nuevo a
Paray. El 15 de febrero de 1682, primer Domingo de Cuaresma, al atardecer le
sobrevino una fuerte hemotisis que puso fin a su vida. El 16 de junio de 1929,
el Papa Pío XI beatificó a Claudio La Colombière, cuyo carisma según Santa
Margarita María Alacoque, consistió en elevar las almas a Dios siguiendo el
camino de amor misericordia que Cristo nos revela en el Evangelio. Fue canonizado
por SS Juan Pablo II el 31 de mayo de 1992, en la Basílica Vaticana.
fuente: Vaticano
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_592
San Onésimo, santo del NT
fecha: 15 de febrero
fecha en el calendario anterior: 16 de febrero
†: s. I
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
fecha en el calendario anterior: 16 de febrero
†: s. I
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: Conmemoración del beato Onésimo, que, siendo esclavo huido, fue
acogido por Pablo y, engendrado como hijo en la fe, pasó a estar vinculado a
Cristo, tal como el apóstol escribió a su amo Filemón.
Patronazgos: patrono de los trabajadores
domésticos.

«Te ruego en favor de mi hijo, a quien
engendré entre cadenas, Onésimo, que en otro tiempo te fue inútil, pero ahora
es muy útil para ti y para mí» (Flm 11). Estas palabras de san Pablo aluden al nombre de Onésimo, que
significa «provechoso». ¿Qué utilidad podría tener un esclavo que roba a su
amo? como esclavo, Onésimo no era verdaderamente provechoso, recién cuando fue
liberado por Cristo, llegó a ser en verdad un siervo provechoso.
San Pablo escribe esa carta a Filemón, la
única privada del corpus paulino, exclusivamente para tratar con su discípulo
ese punto: ahora que Onésimo ha recibido el bautismo y es libre en Cristo,
Pablo pide a Filemón que no le aplique los rigores de la ley humana, ¡y que ni
siquiera le pida a Filemón la restitución de la deuda que, al parecer, contrajo
con su amo! Eso no significa que san Pablo le esté pidiendo a Filemón la
manumisión del esclavo, sino sólo que establezca una nueva relación con él, una
relación fundada en una nueva base: la fe. Y en ese punto es cuando la carta
deja de ser privada y se vuelve un texto que significa para nosotros todo un
modelo de cómo actuar ante leyes humanas que contradicen las bases mismas de la
fe. Problema que es actual en cada época, porque no hay ni hubo ningún momento
en la historia en que las leyes humanas estuvieran realmente adecuadas al ideal
del Evangelio, que no es sino el Reino de Cristo.
La «receta» que propone Pablo no es
empezar por reemplazar las leyes, ni siquiera por impugnar su legitimidad, sino
superarlas en el obrar concreto de los creyentes, hacer que esas leyes sean
inútiles. Así, por ejemplo, uno puede muy bien constatar que, aunque casi todos
los países del que hoy denominamos «primer mundo» abolieron la esclavitud más o
menos al mismo tiempo, aquellos en donde el tejido social cristiano era más
firme, la esclavitud había, de hecho, desaparecido mucho antes de la realidad,
aunque las leyes que la avalaban subsistieran.
De Onésimo no sabemos mucho más que esto,
pero fue precisamente gracias a él que la Providencia nos prodigó en Pablo una
reflexión tan profunda sobre tema tan delicado y necesario en todo tiempo. Se
lo ha identificado también con el Onésimo que menciona la Carta a los
Colosenses 4,9. Una tradición posterior hace de Onésimo el obispo de Éfeso, e
incluso el compilador de los escritos paulinos. Como bien observa Butler: «El
nombre de Onésimo era muy común, especialmente entre los esclavos, y existía
una tendencia muy clara a identificar a cualquier Onésimo que se distinguía un
poco, con el esclavo convertido por san Pablo».
Además de la breve y preciosa Carta a Filemón,
puede ser útil leer algún comentario crítico, como el de Fitzmayer en el Comentario
Bíblico San Jerónimo, vol. 4, o la introducción a la epístola en
cualquier edición actual de la Biblia.
Abel Della Costa
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_582
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