sábado, 25 de febrero de 2017

San Néstor de Magido, obispo y mártir - Santos Luis Versiglia y Calixto Caravario, mártires (25 de febrero)

San Néstor  Magido

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San Néstor de Magido, obispo y mártir
En Perge, en Panfilia, pasión de san Néstor, obispo de Magido y mártir, que en la persecución bajo el emperador Decio fue condenado por el prefecto de la provincia a morir en una cruz, para que sufriese la misma pena del Crucificado a quien confesaba.
Obispo de Magido, Mártir
Polio, gobernador de Panfilia y Frigia durante el reinado de Decio, trató de ganarse el favor del emperador, aplicando cruelmente su edito de persecución contra los cristianos. Néstor, obispo de Magido, gozaba de gran estima entre los cristianos y los paganos, y comprendió que era necesario buscar sitios de refugio para sus fieles. Rehusando a ser oculto, el Obispo esperó tranquilamente su hora de martirio, y cuando se encontraba en oración, oficiales de la justicia fueron en su búsqueda.

Luego de un extenso interrogatorio y amenazas de tortura, el Obispo fue enviado ante el gobernador, en Perga. El gobernador trató de convencer al santo –primero con halagos y luego con amenazas- de que renegara de la religión cristiana, pero Néstor se mantuvo firme en el Señor, siendo enviado al potro, donde el verdugo le desgarraba la piel de los costados con el garfio.

Ante la firme negativa del santo de adorar a los paganos, el gobernador lo condenó a morir en la cruz, donde el santo todavía tuvo fuerzas para alentar y exhortar a los cristianos que le rodeaban. Su muerte fue un verdadero triunfo porque cuando el Obispo expiró sus últimas palabras, tanto cristianos como paganos se arrodillaron a orar y alabar a Jesús.

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El nombre proviene literalmente del griego; tal vez signifique el que recuerda con cariño o el que es recordado.

En la Ilíada se llamaba Néstor el rey de Pilos, el más anciano y prudente de los griegos. Fue obispo de Magidos de Perge (Panfilia, actual Turquía). En tiempo del emperador Decio hubo una gran persecución contra los cristianos (248-251). En ella se buscaba principalmente a los jerarcas, pensando que, muerta la cabeza, moriría el cuerpo del cristianismo.

Entre los fieles hubo muchas apostasías. Son los llamados lapsos o libeláticos. Néstor aconsejaba a sus cristianos que huyeran antes que renunciar a su fe. A pesar de sus precauciones, el obispo Néstor fue arrestado poco después y conducido ante Polión, Gobernador de Perge.

Ante su persistencia en la fe cristiana, fue sometido al potro y a los garfios, que laceraron su cuerpo; finalmente, fue crucificado el 26 de febrero del 254. Su fiesta se celebra el 26 de febrero





Oremos
Dios todopoderoso y eterno, que concediste a San Néstor luchar por la fe hasta derramar su sangre, haz que, ayudados por su intercesión, soportemos por tu amor nuestras dificultades y con valentía caminemos hacia ti que eres la fuente de toda vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.




San Luis Versiglia

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Santos Luis Versiglia y Calixto Caravario, mártires

Junto al río Beijang, cerca de Shaoguan, en la provincia china de Guandong, santos mártires Luis Versiglia, obispo, y Calixto Caravario, presbítero de la Sociedad de San Francisco de Sales, que sufrieron el martirio por haber dado asistencia pastoral a las personas que les estaban confiadas.

«Sintiéndose misionero de Cristo, este gran salesiano no temió a la muerte. Fue fusilado en China, el lugar que evangelizaba, junto a otro hermano, mientras defendían la integridad física de unas jóvenes que les acompañaban»


Este mártir salesiano nació en Oliva Gessi, Pavía, Italia, el 5 de junio de 1873. Cuando a sus 12 años llegó al Oratorio turinés de Valdocco, regido por Don Bosco, para estudiar allí y cumplir su sueño de convertirse en veterinario, era un muchacho educado, sociable, ingenioso y muy sensible. En los dos años y medio que pasó al lado del fundador de los salesianos, que fue su director espiritual, cambió de parecer. Simplemente con ver su forma de vida, se trocaron sus previsiones de futuro que no estaban encaminados a la vida religiosa. Además, le cupo el honor de pronunciar el discurso de felicitación el día de su onomástica, la última que Don Bosco celebró en la tierra. Éste murió el 31 de enero de 1888. Un año antes se dirigió a Luís con estas palabras: «Ven a verme, tengo algo que decirte». Pero ya no hubo ocasión de consumar este encuentro.

El 11 de marzo de ese mismo año Luís sintió latir en su corazón el ardor misionero cuando en la basílica de María Auxiliadora vio cómo se imponía el crucifijo a siete salesianos que se disponían a partir a sus destinos. Y siguió los pasos de su fundador. Definitivamente abandonaba la idea de ser veterinario. Hizo el noviciado en Foglizzo, y profesó a los 16 años. Luego estudió con ahínco en la universidad Gregoriana de Roma y no dejó de dar testimonio de su fe a los jóvenes que hallaba al paso en el Oratorio del Sagrado Corazón; tenía como modelo a Don Bosco. En 1893 obtuvo brillantemente el grado de doctor en filosofía en una edad espléndida, apenas rebasando la veintena. Mientras impartía clases a los novicios en Foglizzo Canavese (Turín), se empleaba a conciencia en el estudio de las disciplinas que le encaminarían al sacerdocio, sacramento que recibió en 1895.

Su anhelo era partir a misiones. Y desde luego iría, como él deseaba, pero no en esos momentos. El padre Miguel Rúa, sucesor de Don Bosco, había visto sus cualidades y ya tenía para él otra responsabilidad. Pasó por alto su juventud, y lo nombró director y maestro de novicios en Genzano, un centro que él acababa de crear. Acertó de pleno, porque realmente Luís era un gran formador, como demostró en los nueve años que estuvo al frente de la casa. Como su afán misionero se mantuvo intacto, aprovechó ese tiempo para aprender idiomas, herramienta conveniente para quien se muestra dispuesto a viajar a tierras lejanas para evangelizar, que era su caso. El momento añorado llegó en enero de 1906. Su nuevo destino: China. Tenía entonces la mítica edad de 33 años, y su corazón rebosaba de júbilo. Iba al frente de esa primera expedición de salesianos que salía rumbo a este país asiático.

Al llegar a Macao pronto se convirtió en el «padre de los huérfanos», los 55 niños del orfanato que el obispo puso en manos de estos misioneros, centro dirigido espiritualmente por Luís, y en el que dejó su impronta apostólica. Las tensiones político-sociales se desencadenaron cuatro años más tarde, y con ellas el anticlericalismo de origen portugués que tocaba de lleno a los territorios que dependían del Estado luso. Eso conllevó la expulsión de los salesianos que tuvieron que partir a Hong Kong. Allí, y a instancias del prelado, se hicieron cargo de otro orfanato en medio de la desbordante alegría de los ciudadanos de Heung Chow. Lamentablemente, un monzón arrasó su casa y desplazó a los religiosos a Shek Ki. Desde 1912 a 1920 Luís dirigió sabiamente la misión. Se abrieron nuevas residencias y pudieron atender las fundaciones de Macao y de Río de Perlas. Creativo y lleno de proyectos para mejorar la vida de la gente, fundó una escuela de comercio y diversos talleres, que revertieron en una mayor expansión.

En 1920 fue designado obispo de Schiu Chow. El instante no podía ser más comprometedor ya que, lejos de disiparse los atentados contra la fe católica, arreciaban. Nada de ello detuvo al santo. Siguió impulsando escuelas, seminarios, casas de formación, orfanatos, residencias de ancianos, catequizando a tiempo y a destiempo. Cercano, fraterno, con un marcado espíritu paternal tutelaba la vida de sus hermanos y no demandaba de ellos esfuerzos que él no hubiera realizado antes. La mortificación entraba dentro de un itinerario espiritual bendecido con numerosos frutos apostólicos. María Auxiliadora alumbraba su quehacer. «Sin Ella –había dicho–, los salesianos no somos nada».

En los diez años siguientes que mediaron hasta su martirio, se habían producido gravísimos altercados contra los misioneros. Manifiestos, amenazas, insultos…, hasta llegar a arrasar iglesias y misiones. El 24 de febrero de 1930 Luís partía hacia Linchow con otro salesiano, el padre Calixto Caravario, y tres alumnas salesianas. Fueron apresados y atados, conduciéndoles a un bosque de bambú mientras les hacían objeto de linchamiento físico y verbal. Querían destruir la iglesia y forzar a las jóvenes. Los dos sacerdotes, decididos a dar su vida, intentaron protegerlas. Pero los violentos terminaron con ellos, fusilándolos allí mismo. Previamente pudieron orar hincados de rodillas y confesarse entre sí. Y antes con su valentía habían dejado estupefactos a los captores. Acostumbrados a ver retratado el terror a la muerte en las pupilas de los condenados, detectaron en los misioneros el gozo de la ofrenda suprema a Dios: la de su propia vida. En 1976 Pablo VI declaró mártires de la Iglesia a estos misioneros. Fueron beatificados por Juan Pablo II el 15 de mayo de 1983. Él mismo los canonizó el 1 de octubre de 2000.

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