La fuerza de los pequeños: la Teología de la
Liberación
2017-10-24
Siempre que se celebra un
Foro Social Mundial, tres días antes, se celebra también un Foro Mundial de la
Teología de la Liberación. Participan más de dos mil personas de todos los
Continentes (Corea del Sur, varios países de África, Estados Unidos, Europa y
de toda América Latina) que practican en sus trabajos este tipo de teología.
Ella implica tener siempre un pie en la realidad de la pobreza y de la miseria y
otro pie en la reflexión teológica y pastoral. Sin este maridaje no existe
Teología de la Liberación que merezca ese nombre.
Cada
cierto tiempo hacemos nuestras evaluaciones. La primera pregunta es: ¿cómo está
el Reino de Dios aquí en nuestra realidad contradictoria? ¿Dónde están las
señales del Reino en nuestro Continente, pero también en China, en África
crucificada, especialmente en medio de los pequeños de nuestros países?
Preguntar por el Reino no es preguntar cómo está la Iglesia, sino cómo va el
sueño de Jesús, hecho de amor incondicional, de solidaridad, de compasión, de
justicia social, de apertura a lo Sagrado y qué centralidad se da a los
oprimidos. Estos y otros valores forman el contenido de lo que llamamos Reino
de Dios, el mensaje central de Jesús. El nombre es religioso pero su contenido
es humanístico y universal. Él vino a enseñarnos a vivir esos valores y no
simplemente a trasmitirnos doctrinas sobre ellos.
Igualmente,
cuando se pregunta cómo va la Teología de la Liberación, la respuesta está
contenida en esta pregunta:¿cómo están siendo tratados los pobres y los
oprimidos, las mujeres, los desempleados, los pueblos originarios, los
afrodescendientes y otros excluidos? ¿Cómo entran en la práctica liberadora de
los cristianos? Conviene subrayar que lo importante no es la Teología de la
Liberación sino la liberación concreta de los oprimidos. Esta es una presencia
del Reino y no la reflexión que se hace.
Del
12 al 14 de octubre unos 50 teólogos y teólogas de toda América Latina tuvimos
un encuentro en Puebla (México). Fue organizado por Amerindia, una red
de organizaciones yde personas comprometidas con los procesos de transformación
y de liberación de nuestros pueblos. Esta reunión, hecha en clave cristiana y
crítica, analiza el momento histórico en que vivimos, con una perspectiva
holística, enfatizando los contenidos místicos/proféticos y metodológicos de la
Teología de la Liberación, hecha a partir de esa realidad.
Allí
estaban algunos de los “padres fundadores” de este tipo de teología (a
principios de la década de 1970), todos entre 75-80 años, que se encontraban
con la nueva generación de jóvenes teólogos (indígenas entre ellos) y teólogas
(algunas negras e indígenas). Con un sentido profundamente igualitario y
fraterno, queríamos identificar nuevas sensibilidades, nuevos enfoques y
maneras de procesar ese tipo de teología, qué dignidad atribuimos a los que no
cuentan y son invisibilizados en nuestra sociedad de corte neoliberal y
capitalista.
En
vez de conferencias –hubo solo dos introductorias en la apertura– preferimos
trabajar en mesas redondas, en pequeños grupos y hacer intercambios en conjunto.
De esta forma todos podían participar en un enriquecimiento fecundo. Había
teólogos/as que trabajaban en medio de indígenas, otros en las periferias
pobres de las ciudades, otros en la cuestión de género (como superar relaciones
de poder desiguales entre hombres y mujeres) en toda una región, otros eran
profesores e investigadores universitarios pero orgánicamente vinculados a los
movimientos sociales. Todos venían de experiencias fuertes y hasta peligrosas,
especialmente en América Central con los cárteles del narcotráfico, las
desapariciones, las “maras” (crimen organizado de jóvenes violentos) y la
violencia policial. Todos los trabajos fueron transmitidos por internet y había
miles de seguidores en todo el Continente.
No
se puede resumir la densidad reflexiva de tres días de trabajo intenso, pero
quedó claro que hay distintas formas de entender la realidad (epistemologías),
ya sea de los pueblos originarios, sea de los afrodescendientes, sea de hombres
y mujeres marginados e integrados. Para todos era evidente que no se puede
resolver el problema de los pobres sin la participación de los propios pobres.
Ellos deben ser los sujetos y protagonistas de su liberación. Nosotros estamos
dispuestos a ser aliados y fuerza secundaria.
La
Teología de la Liberación de los “viejos” y de los nuevos es como una semilla
que representa la “fuerza de los pequeños”, lema del encuentro. Esa semilla no
murió. Seguirá viva mientras haya un único ser humano oprimido que grite por
liberación.
Recordamos
el poema de Pablo Neruda: “¿Cómo saben las raíces que deben subir a la luz y
luego saludar al aire con tantas flores y colores?” Con Dostoievsky y con el
Papa Francisco creemos también que fundamentalmente lo que salvará al mundo es
la belleza, fruto del amor a la vida y a aquellos que injustamente menos vida
tienen.
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