Beata María Vicenta de Santa Dorotea Chávez Orozco, virgen y
fundadora
fecha: 30 de julio
n.: 1867 - †: 1949 - país: México
canonización: B: Juan Pablo II 9 nov 1997
hagiografía: Vaticano
n.: 1867 - †: 1949 - país: México
canonización: B: Juan Pablo II 9 nov 1997
hagiografía: Vaticano
Elogio: En la ciudad de Guadalajara, en
México, beata María Vicenta de Santa Dorotea Chávez Orozco, virgen, fundadora
del Instituto de Siervas de los Pobres, que, confiando sólo en Dios y en la
ayuda de la Providencia, dio pruebas elocuentes de humanidad y diligencia para
con los desamparados y los pobres.
María Vicenta de Santa Dorotea Chávez
Orozco nació el 6 de febrero de 1867 en Cotija (Michoacán, México). Era la
menor de los cuatro hijos de Luis Chávez y Benigna de Jesús Orozco. Recibió los
sacramentos de la iniciación cristiana en la parroquia de su pueblo natal. Su
familia se estableció en el barrio de Mexicaltzingo, que en esa época estaba
poblado por gente necesitada y de clase media baja.
Ejercía su ministerio en aquella parroquia
con gran celo apostólico el P. Agustín Beas; se preocupaba de modo especial de
los enfermos pobres, para los cuales fundó un sencillo hospital en la misma
casa parroquial, con seis camas, dedicándolo a la Santísima Trinidad. Atendían
a los enfermos las señoras de la Conferencia de San Vicente de Paúl. El 20 de
febrero de 1892 Vicenta tuvo que ingresar en el hospital a causa de una
pleuresía, y allí recibió la inspiración de consagrar su vida a Dios en la
persona de los pobres y enfermos. El 10 de julio del mismo año, recuperada su
salud, regresó al hospital de la Santísima Trinidad para servir definitivamente
a los enfermos y a los pobres, demostrando una extraordinaria caridad para con
ellos.
Emitió votos privados el 25 de diciembre
de 1895 con otras dos jóvenes. El 12 de mayo de 1905 fundó la congregación de
Siervas de los Pobres, nombre que posteriormente cambió por el de Siervas de la
Santísima Trinidad y de los Pobres. Profesó canónicamente el 3 de diciembre de 1911
y fue elegida superiora general de la congregación el 8 de septiembre de 1913,
cargo que ejerció durante treinta años, siendo el alma y guía de su instituto.
Por su indiscutible autoridad moral y su auténtica caridad fue un verdadero
modelo de superiora y supo guiar a sus hijas a poner su vida en manos del
Señor.
Era muy devota y fervorosa. Presentaba la
obediencia como el camino más corto para llegar a la perfección y estaba
convencida de que era el holocausto mayor que se podía ofrecer al Señor: obedecía
con prontitud, sin replicar y sin hacer juicios. Vivió constante y plenamente
su castidad consagrada, practicó heroicamente las virtudes teologales y
morales, sobresaliendo por su humildad, sencillez y caridad. La frase paulina:
«la caridad de Cristo nos urge », constituyó el ideal de su vida, haciendo
presente al Señor Jesús en donde servía.
Sufrió mucho durante las dos persecuciones
religiosas que se desencadenaron en México: en 1914 las tropas revolucionarias
de Carranza ocuparon Guadalajara y se instalaron en la catedral, capturando a
religiosos y sacerdotes; y en 1926 el hospital de San Vicente de Zapotlán fue
transformado en cuartel general militar. Las religiosas siguieron atendiendo
con dedicación a los heridos, sin amedrentarse ante el peligro. En cierta
ocasión, en que las religiosas de su comunidad tuvieron que refugiarse en casas
de personas amigas, que las protegían, la madre Vicenta se quedó sola con una
postulante asistiendo a los heridos, soportando ultrajes y amenazas de muerte.
El comandante, que llegó al puesto más tarde, reprendió a los soldados su
indigna conducta, y exaltó implícitamente la grandeza de la intrépida
religiosa. La mayoría de los enfermos atendidos en los hospitales de las
Siervas de la Santísima Trinidad y de los Pobres recibían los sacramentos.
El Señor bendijo al instituto con
abundantes vocaciones y durante los años en que lo gobernó la madre Vicenta, se
fundaron 17 casas en toda la República Mexicana: hospitales, clínicas y asilos.
A los 75 años comenzó a padecer de la vista, con intensos dolores. Todo lo
aceptó de manos del Señor, lo sufrió con admirable paciencia y le sirvió de
purificación; su semblante era siempre amable, lleno de dulzura y paz, y nunca
se le oyó una queja. El 29 de julio de 1949 su salud empeoró. El capellán don
Roberto López le administró la extremaunción. Al día siguiente, mons. José
Garibi Rivera, primer cardenal de México, al ver su gravedad, la confesó y
mientras celebraba la eucaristía, en el momento de la elevación, la madre
Vicenta entregó su alma a Dios en el hospital de la Santísima Trinidad de
Guadalajara (Jalisco, México). Fue beatificada por SS Juan Pablo II el 9 de
noviembre de 1997.
fuente: Vaticano
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