Está confuso pero yo sueño
2018-07-27
“Está oscuro pero canto
porque la mañana va a llegar”, proclamó el poeta Thiago de Mello en la época
sombría de la dictadura civil-militar de 1964.
“Está
confuso pero sueño” digo yo en estos tiempos no menos sombríos. El sueño nadie
te lo puede quitar. Él anticipa el futuro y anuncia el mañana.
Nadie
puede decir lo que va a ser de este país después del golpe
parlamentario-jurídico-mediático de 2016. Está oscuro y todo está confuso, pero
yo sueño. Este sueño está rondando por mi cabeza desde hace muchos días y he
resuelto expresarlo para alimentar nuestra inquebrantable esperanza.
Sueño
ver un Brasil construido desde abajo hacia arriba y desde dentro hacia fuera,
forjando una democracia popular, participativa y socio-ecológica, y reconociendo
a la naturaleza y a la Madre Tierra como nuevos ciudadanos con derechos.
Sueño
ver al pueblo organizado en redes de movimientos, un pueblo ciudadano con
competencia social para generar sus propias oportunidades y moldear su propio
destino, libre de la dependencia de los poderosos, recuperando su autoestima.
Sueño
ver plenamente realizada la utopía mínima de comer al menos tres veces al día,
de vivir con decencia, de asistir ocho años a la escuela, de recibir por su
trabajo un salario que satisfaga las necesidades esenciales de toda la familia,
de tener acceso a la salud básica y después de haber trabajado durante toda una
vida, recibir una jubilación digna para enfrentar serenamente los achaques de
la vejez.
Sueño
ver celebrado el matrimonio entre el saber popular, hecho de experiencias, y el
saber académico, hecho de estudios, construyendo entre ambos un país para
todos, sin excesos y también sin carencias.
Sueño
ver al pueblo celebrando sus fiestas con mucha comida y alegría, bailando su
San Juan, su Bumba-meu-Boi, su samba, su frevo y su espléndido carnaval,
expresión de una sociedad sufrida, pero que se encuentra en la fraternura y en
la celebración alegre de la vida.
Sueño
ver a los que han sido condenados a perder siempre, sentirse victoriosos porque
el sufrimiento no fue en vano y los hizo madurar para construir, junto con
otros, un Brasil diferente, uno y diverso, hospitalario y alegre.
Sueño
contar con políticos que se abajan para estar a la altura de los ojos del otro,
despojados de arrogancia, conscientes de representar las demandas populares,
haciendo de la política cuidado diligente de la cosa pública.
Sueño
poder andar por ahí de noche sin miedo a ser asaltado o víctima de balas
perdidas, pudiendo disfrutar de la libertad de hablar y criticar en las redes
sociales sin ser inmediatamente ofendido y difamado.
Sueño
contemplar nuestras selvas verdes, nuestros inmensos ríos regenerados, nuestros
soberbios paisajes y la biodiversidad preservada, renovando el pacto natural
con la Madre Tierra que nos da todo, reconociendo sus derechos y por eso
tratándola con veneración y cuidado.
Sueño
ver al pueblo místico y religioso venerando a Dios como le gusta, sintiéndose
acompañado por espíritus buenos, por fuerzas portadoras de la energía cósmica
del axé, dando un carácter mágico a la realidad, con la convicción de que, al
final, por causa de Dios, Padre-y-Madre de infinita bondad y misericordia, todo
va a salir bien.
Sueño
que este sueño no sea sólo un sueño sino una realidad dichosa y factible, fruto
maduro de tantos siglos de resistencia, de lucha, de lágrimas, de sudor y de
sangre.
Sólo
entonces, solamente entonces, podremos reír y cantar, cantar y bailar, bailar y
celebrar un Brasil nuevo, el mayor país latino del mundo, una de las provincias
más ricas y bellas de la Tierra que la evolución o Dios nos entregaron.
Así
lo quiere el brasileño y Dios nos ayude.
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