Escribe: Dra. Maíta García Trovato. Psiquiatra con especialización en Salud Mental
El aborto, sea quirúrgico o químico, implica siempre la muerte del ser más inocente e indefenso que cabe imaginar. Si se trata de un aborto provocado, estamos frente a un asesinato sin atenuantes, aunque el cadáver sea muy pequeño. Violatorio del derecho a la vida – fundante de todos los derechos humanos y anterior al derecho a la salud – el aborto no se contabiliza en nuestras estadísticas de muerte infantil.
El eufemismo de suponer terapéutico o curativo un aborto ha sido ya bastante discutido. ¿Puede llamarse aborto “terapéutico” a un acto que destruye y mata en vez de curar? ¿Dónde están las bondades “terapéuticas” – vale decir “curativas”- del aborto?
Ahora, y después de las observaciones hechas al Protocolo de Aborto Terapéutico negando su condición de tal, el Ministerio de Salud presenta un listado de situaciones maternas que, a su entender, justificarían segar la vida naciente del concebido para “privilegiar la salud de la mujer”. Esta vez lo hace en un documento de nombre bastante largo y poco claro: “Guía técnica nacional para la estandarización del procedimiento de la atención integral de la gestante en la interrupción voluntaria por indicación terapéutica del embarazo menor de 22 semanas con consentimiento informado en el marco de lo dispuesto en el artículo 119 del Código Penal”. No se menciona que, cuando estamos hablando de embarazo – siempre en abstracto – nos referimos ya a la existencia de un ser humano que si bien depende de su madre es diferente a ella: es otro. Y nadie puede “decidir” matar a otro.
La frase “privilegiar la salud de la mujer”, resulta escalofriante si nos detenemos a analizar su real significado. Cuando atiende a una gestante el médico sabe que está ante dos pacientes. Dos vidas igualmente valiosas.
No puede jugar a ser Dios y decidir quién se va y quién se queda. Sanamente, hará todos los esfuerzos por salvar las dos a sabiendas que, dependiendo de la gravedad de la situación, una de ellas puede perderse, madre o hijo. Éticamente, no le es dable escoger ni privilegiar a ninguna.
Se insiste en forma reiterada en lo voluntario del acto lo cual pone sobre los hombros frágiles de la madre la decisión de acabar con la vida de su hijo, avalada por una Junta Médica que le daría un viso legal a esta actuación. De otra parte, los médicos sólo estarán para decir si están o no de acuerdo con la decisión que es de ella y sólo de ella. Todo esto, en la preocupación de velar por su salud. Pero esta preocupación por la salud no ha contemplado lo que suele suceder cuando una mujer decide voluntariamente la eliminación directa del niño que espera. Nos referimos a la serie de síntomas y signos propios de esta situación y que configuran el Sindrome Post Aborto.
El bienestar emocional de las mujeres después de un aborto se cuestiona desde finales de los años 70. Se discutía la existencia de este síndrome a la luz de las muchas ideologías principalmente feministas que insistieron en su negación y aún insisten a pesar de estar ya suficientemente documentado y aceptado.
Hoy se sabe que las mujeres que salen aparentemente bien libradas, físicamente hablando, de un aborto quirúrgico, suelen quedar con problemas emocionales y mentales que las acompañarán por mucho tiempo, a veces, toda su vida. Una de las características comunes a estas personas es enmascarar su depresión y poco deseo de seguir viviendo bajo el disfraz de conductas audaces y autodestructivas, conductas llamadas “de riesgo” y que las hacen propensas a ser víctimas de accidentes, adicción a drogas y alcohol, conductas delicuenciales y suicidios…
Posteriormente, gracias a los trabajos llevados a cabo por el Instituto Elliot con más de veinte años de investigación, la Asociación Psiquiátrica Americana admite la existencia del Síndrome Post Aborto como una de las causas del llamado genéricamente Síndrome de Estrés Post Traumático. El informe presentado por el Dr. Reardon es concluyente. “Es real y está científicamente demostrado: el aborto es dañino para la mujer”.
Fue publicado en la revista Medical Science Monitor en el año 2004. En él se describe que de la población de mujeres sometidas a un aborto 81 % presentaron síntomas depresivos; 77 % incapacidad para comunicarse; 69 %, problemas sexuales; 65 %, pensamientos suicidas y 61 %, consumo de alcohol.
Si existe una patología psiquiátrica capaz de perdurar muchos años en una mujer, después de producido el aborto voluntario de su niño, ésta es el Síndrome Post Aborto.
A la Ministra De Habich, que como sabemos no es profesional de la salud, habría que preguntarle si ya ha incrementado el presupuesto asignado a Salud Mental, ahora que las mujeres van a decidir abortar voluntariamente con todas las posibles consecuencias que mencionamos.
Y recordarle la célebre frase de Willke: “Es más fácil sacar al niño del útero de su madre que sacarlo de su pensamiento”.
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