viernes, 31 de julio de 2015

San Firmo Tagaste - Mártires en Siria - San Germán Auxerre - Beatos Dionisio Vicente Ramos y Francisco Remón Játiva 31072015


San Firmo Tagaste

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San Firmo, obispo y mártir, Tagaste (África), s. IV.




Mártires en Siria

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Trescientos cincuenta monjes martirizados en Siria por los herejes nestorianos, 514



San Germán Auxerre

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San Germán de Auxerre, obispo
En Rávena, en la vía Flaminia, tránsito de san Germán, obispo de Auxerre, defensor de la fe de los británicos frente la herejía pelagiana, el cual, habiendo acudido a Rávena para obtener la paz para la región de Armórica, fue recibido triunfalmente por los emperadores Valentiniano y Gala Placidia, subiendo después desde allí al reino celestial.
Aunque no existe ningún santo al que se pueda llamar propiamente «el apóstol de Inglaterra», san Germán fue quien consolidó la Iglesia en el país cuando terminó el imperio romano; además de luchar contra la herejía, el santo convirtió a numerosos ingleses. Por otra parte, la influencia que san Germán ejerció sobresan Patricio dejó también huella en Irlanda. Sin embargo, nada hacía presagiar en los años mozos del santo el futuro que Dios le tenía reservado. Germán nació en Auxerre, de padres cristianos. Después de estudiar en las Galias, se trasladó a Roma a estudiar leyes y retórica. En dicha ciudad practicó con éxito su profesión. Tras de contraer matrimonio con una joven llamada Eustoquia, fue enviado a la Galia como «dux» de las Provincias Armóricas. Desempeñó con gran acierto su cargo de gobernador y, a la muerte de san Amador, en 418, fue elegido obispo de Auxerre, muy contra su voluntad. Ese súbito cambio de estado le hizo tomar conciencia de las obligaciones de su nueva dignidad. Renunció a su posición en el mundo y abrazó una vida de pobreza y austeridad. Era muy hospitalario con todos, lavaba los pies a los pobres, les servía personalmente y ayunaba con frecuencia. Construyó un monasterio cerca de Auxerre, en la otra orilla del Ionne, en honor de los santos Cosme y Damián, y concedió rentas a la catedral y otras iglesias de Auxerre, que eran muy pobres.

Por entonces, el pelagianismo hacía estragos en Inglaterra. Pelagio era inglés de nacimiento y, durante sus años de enseñanza en Roma, había rechazado la doctrina del pecado original y la necesidad de la gracia para salvarse. Agrícola, uno de sus discípulos, había difundido esas herejías en Inglaterra, y los obispos se vieron obligados a intervenir. El Papa San Celestino y los obispos de las Galias designaron a san Germán para que fuese a Inglaterra, el año 429, acompañado por el obispo de Troyes, san Lupo. Poco después de la llegada de los dos prelados, ya se había extendido por toda Inglaterra la fama de su santidad, doctrina y milagros. Ambos confirmaron en el bien a los fieles y convirtieron a numerosos herejes, pues predicaban incesantemente. En cierta ocasión, se organizó una reunión de herejes y católicos y se concedió a aquéllos el permiso de hablar antes que éstos. Después de escucharlos durante largo tiempo, los obispos católicos contestaron con tanta elocuencia y con citas de la Biblia y de los Santos Padres tan oportunas que dejaron a los herejes sin palabra. Después de esa reunión, san Germán y su compañero fueron a dar gracias a Dios en la tumba de san Albano y a pedirle que les concediese buen viaje de retorno a su patria. San Germán mandó abrir el sepulcro de san Albano y depositó en él su propio relicario, con el que acababa de devolver la vista a una niña ciega; en cambio, se llevó consigo uu poco de polvo de los restos del santo y construyó en su honor una iglesia en Auxerre.

A su regreso, vio al pueblo abrumado bajo el peso de los impuestos y se trasladó a Arles a fin de interceder por sus hijos ante el prefecto Auxiliaris, una vez allí devolvió la salud a la esposa del prefecto y éste le concedió el favor que solicitaba. El año 440 fue nuevamente a Inglaterra, pues continuaban los estragos del pelagianismo en el país. El santo convirtió a muchos de los católicos que se habían dejado seducir por los herejes, desterró a los principales pelagianos y, con su predicación y milagros, consiguió desarraigar la herejía. Pero san Germán sabía muy bien que es imposible desterrar la ignorancia con un decreto y que la única manera de hacer durable la reforma era educar al clero; así pues, fundó varias escuelas para clérigos y, de ese modo, según dice Beda, «dichas Iglesias conservaron desde entonces la pureza de la fe y no volvieron a caer en la herejía». Si exceptuamos el rápido paso de la herejía de Wiclif, que no dejó huella profunda, las Islas Británicas conservaron la pureza de la fe durante once siglos, hasta que en el siglo XVI los errores del protestantismo echaron raíces con la protección de los monarcas.

En el propio de la misa de san Germán que se usaba antiguamente en la diócesis de París, el Ofertorio rezaba así: «Oí la voz de una gran muchedumbre del cielo que decía: ¡Aleluya! Y repetía una y otra vez: ¡Aleluya!» (Apoc. 19,1-3) . Se trataba de una alusión a un hecho que cuenta Constancio, el biógrafo de san Germán: Durante el primer viaje del santo a Inglaterra, una expedición de pictos y sajones asoló el país. Los habitantes reunieron un ejército para defenderse y pidieron al santo que los acompañase en la campaña, pues tenían gran confianza en sus oraciones. San Germán aceptó y aprovechó la ocasión para predicar la fe y llevar a la penitencia a los cristianos. Muchos idólatras pidieron el bautismo durante la cuaresma, y la ceremonia quedó fijada para la Pascua. Así pues, se construyó con ramas una especie de iglesia en el campamento, dónde los catecúmenos recibieron el bautismo; todo el ejército asistió con gran devoción. Después de la Pascua, san Germán ideó una estratagema que permitió a sus amigos obtener la victoria sin derramar sangre. En efecto, el santo condujo al pequeño ejército a un estrecho valle entre dos altas montañas. Cuando llegó la noticia de que se aproximaba el enemigo, san Germán dio al ejército la orden de gritar «Aleluya» al unísono, y todo el valle resonó con el eco poderoso de ese grito. Al oír el estruendo, los bárbaros pensaron que los aguardaba un ejército muy numeroso y huyeron aterrados. Según la tradición, dicha «batalla» tuvo lugar en Mold, en Flintshire, en un valle llamado Maes Garmon, pero el hecho es muy dudoso.

El general romano Aecio envió a un ejército de bárbaros al mando de Goaro para acabar con una rebelión que había estallado en Armórica. San Germán, temía que los bárbaros cometiesen excesos y salió al encuentro de Goaro y detuvo por la brida el corcel del general. Goaro se negó al principio a escuchar al obispo, pero éste insistió y consiguió arrancarle la promesa de que no proseguiría el avance hasta que Aecio se lo mandase nuevamente. Por su parte, Aecio dijo al santo que no era imposible que obtuviese el perdón del emperador. Así pues, san Germán emprendió el viaje a Ravena. Aunque llegó de noche a la ciudad, su fama le había precedido, de suerte que todo el pueblo salió a recibirle. San Pedro Crisólogo, obispo de Ravena, el emperador, Valentiniano III y su madre, Gala Placidia, acogieron amablemente al visitante; pero precisamente cuando él se hallaba en Ravena, llegó la noticia de que había ocurrido un nuevo levantamiento en Armórica y la embajada fracasó. Ese fue el último acto de caridad de su vida, pues Dios le llamó a Sí en Ravena, el 31 de julio de 449. La translación del cuerpo de san Germán a Auxerre fue uno de los funerales más solemnes de que se conserva memoria. El santuario consagrado a san Germán en la gran iglesia abacial que lleva su nombre, llegó a ser uno de los sitios de peregrinación más famosos. Saint German's de Cornwall debe su nombre al santo, a quien un sacramentario del siglo X llama «predicador de la verdad, luz y columna de Cornwall». Una leyenda medieval narra, entre otras muchas maravillas, que san Germán, se apareció a un monje llamado Benito y le ordenó que fundase la gran abadía de Selby.

En Acta Sanctorurn, julio, vol. VII, puede verse la biografía de san Germán escrita por Constancio. Pero todos los textos resultan anticuados cuando se los compara con la edición crítica que publicó W. Levison en 1920. Como tantas otras de las biografías publicadas en MGH., Scriptores Merov. (vol. vii, pp. 225-283), el texto de la Vita S. Cermani de Constancio sufrió numerosas interpolaciones. Sin embargo, se conserva lo sustancial, y está fuera de duda que Constancio escribió menos de treinta años después de la muerte de San Germán. Cf. Levison, Bischof Germanus von Auxerre, en Neues Archiv, vol. XXIX (1904).

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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obispo de Auxerre. Natural de Auxerre (Francia), y adscrito desde muy joven entre los clérigos por San Amador, obispo de Auxerre.
Gustábale frecuentar el trato con los monjes de San Cosme de Yonne, en los cuales aprendió las buenas letras con la virtud más acrisolada.
Ordenado de sacerdote, empezó a luchar con su palabra fogosa contra la herejía pelagiana, que esparció un cierta Timoteo en las Galias.
En 420 el papa San Celestino le ordenó obispo regionario con encargo de pasar a predicar la fe a Inglaterra y combatir la herejía de Pelagio.
Acompañóle el diácono Paladio y San Lupo, obispo de Troyes. Los jefes de la secta aceptaron una conferencia con los dos enviados del papa en Verulamio: en ella quedaron confundidos los corifeos de la secta ante un gentío inmenso que presenció las disputas.
Vuelto a Auxerre, se le eligió por prelado de aquella ciudad. En 448 volvió a Inglaterra en compañía de Severo, obispo de Tréveris.
Esta vez permaneció poco tiempo en la isla, pero fueron también ruidosas las conversiones de herejes que obró con su predicación y sus milagros.
Negoció las paces entre los invasores germanos y el emperador Valentiniano en 448, yéndose a entrevistar con él a Ravena. Murió en su ciudad de Auxerre en 450.


Beato Dionisio Vicente Ramos

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233 Mártires de la persecución religiosa en Valencia (1936)
El 11 de marzo de 2001 SS Juan Pablo II beatificó a 233 mártires de la Guerra Civil Española, que tienen en común, además, que fueron ejecutados en la región de Valencia, España, o por proceder de esa región su causa de beatificación fue cursada en este grupo.
El nombre del beato José Aparicio Sanz encabeza la lista de 233 mártires pertenecientes a distintos subgrupos que dieron testimonio cruento de su fe en Valencia, España, en el contexto histórico de la Guerra Civil española. Cada uno de ellos está inscripto en la fecha de su martirio, pero puesto que fueron beatificados todos juntos por SS Juan Pablo II el mismo día, 11 de marzo de 2001, reseñamos aquí con la información del sitio del Vaticano, al par que en cada fecha correspondiente se podrá encontrar -en la medida en que la consigamos- la información individual.


Durante el primer semestre de 1936, después del triunfo del Frente Popular, formado por socialistas, comunistas y otros grupos radicales, se produjeron atentados a la religión más graves que los que se venían produciendo desde el inicio de la Segunda República, con nuevos incendios de templos, derribos de cruces, expulsiones de párrocos, prohibición de entierros y procesiones, etc., y amenazas de mayores violencias.

Éstas se desataron, con verdadero furor, después del 18 de julio de 1936 (formal inicio de la guerra civil). España volvió a ser tierra de mártires desde esa fecha hasta el 1 de abril de 1939, pues en la zona republicana se desencadenó la mayor persecución religiosa conocida en la historia desde los tiempos del Imperio Romano, superior incluso a la de la Revolución Francesa. Fue un trienio trágico y glorioso a la vez, el de 1936 a 1939. Al finalizar la persecución, el número de mártires ascendía a casi diez mil: 13 Obispos; 4.184 Sacerdotes diocesanos y seminaristas, 2.365 Religiosos, 283 Religiosas y varios miles de seglares, de ambos sexos, militantes de Acción Católica y de otras asociaciones apostólicas, cuyo número definitivo todavía no es posible precisar.

El testimonio más elocuente de esta persecución lo dio Manuel de Irujo, ministro del Gobierno republicano, que en una reunión del mismo celebrada en Valencia -entonces capital de la República-, a principios de 1937, presentó el siguiente Memorándum:

«La situación de hecho de la Iglesia, a partir de julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco, es la siguiente: a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto, salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más con vilipendio. b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido. e) Una gran parte de los templos, en Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron. d) Los parques y organismos oficiales recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido y aún han aprovechado para la guerra o para fines industriales sus materiales. e) En las iglesias han sido instalados depósitos de todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros modos de ocupación diversos. f) Todos los conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados, ocupados y derruidos. g) Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles, hechos que, si bien amenguados, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades suman por cientos los presos en sus cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o religioso. h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de retención privada de imágenes y Objetos de culto. La policía que practica registros domiciliarios, buceando en el interior de las habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto con el culto se relaciona o lo recuerde.»


Y el cardenal arzobispo de Tarragona, Francisco Vidal y Barraquer (1868-1943), que se hallaba refugiado en Italia y fue invitado por el Gobierno republicano en 1938 para que regresara a su diócesis, dijo:

«¿Cómo puedo yo dignamente aceptar tal invitación, cuando en las cárceles continúan sacerdotes y religiosos muy celosos y también seglares detenidos y condenados, como me informan, por haber practicado actos de su ministerio, o de caridad y beneficencia, sin haberse entrometido en lo más mínimo en partidos políticos, de conformidad a las normas que les habían dado?». Y añadía: «Los fieles todos, y en particular los sacerdotes y religiosos, saben perfectamente los asesinatos de que fueron víctimas muchos de sus hermanos, los incendios y profanaciones de templos y cosas sagradas, la incautación por el Estado de todos los bienes eclesiásticos y no les consta que hasta el presente la Iglesia haya recibido de parte del Gobierno reparación alguna, ni siquiera una excusa o protesta.»

A los sacerdotes, religiosos y seglares que entregaron sus vidas por Dios el pueblo comenzó a llamarles mártires porque no tuvieron ninguna implicación política ni hicieron la guerra contra nadie. Por ello, no se les puede considerar caídos en acciones bélicas, ni víctimas de la represión ideológica, que se dio en las dos zonas, sino mártires de la fe. Los mártires que hoy beatifica el Santo Padre demuestran la unidad y diversidad eclesial y esta celebración resulta pastoralmente significativa, porque ve unidos en un único rito a muchos mártires de una misma archidiócesis y tiene las siguientes características:

-la representatividad eclesial del grupo de mártires,pues hay sacerdotes, religiosos y seglares, que son expresión de los numerosos carismas y familias de vida consagrada;

-la representatividad de la Iglesia en España, porque este grupo representa 37 diócesis. Todos ellos se encontraban en Valencia desarrollando sus respectivos ministerios y actividades apostólicas y algunos de ellos han sido unidos en el proceso por competencia, en base a la normativa canónica vigente;

-el elevado número de sacerdotes seculares y de seglares, pues es la primera vez que son beatificados 40 miembros de los presbíteros diocesanos de Valencia (37) y Zaragoza (3), así como 22 mujeres y 20 hombres y jóvenes, miembros de la entonces floreciente Acción Católica Española y de otras asociaciones de apostolado seglar, de todas las edades, profesiones y estado social;

-el actual contexto pastoral favorable, que ha despertado interés en las diócesis españolas hacia esta página gloriosa de la reciente historia. Ésta había quedado un tanto olvidada, pero testimonia la fe y la fidelidad de la Iglesia en España y, más en concreto, en Valencia que tuvo sus orígenes a principios del siglo IV en el martirio del diácono Vicente. El desarrollo de los procesos, las correspondientes catequesis y la "fama martyrii" han llevado a las comunidades cristianas a un mayor interés y devoción hacia los mártires.

Por ello, la beatificación de todos ellos juntos es sumamente oportuna y es de desear que susciten una vida cristiana más intensa, un mayor fervor espiritual y un renovado interés por mantener viva la memoria de estos gloriosos testigos de la Fe.


La página del sitio del Vaticano  contiene más información, así como la lista de los 233 beatificados, y bibliografía pertinente sobre el tema. También puede leerse la homilía de SS Juan Pablo II en la misa de beatificación, en la Plaza de San Pedro.
La imagen que acompàña la sección de los 233 mártires es un detalle del sepulcro de mármol del siglo IV tradicionalmente asignado a san Vicente mártir, que se encunetra en el Museo de San Pío V de la ciudad de Valencia; esta imagen se utilizó como símbolo gráfico para los actos de la beatificación.
fuente: Vaticano

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